viernes, 3 de octubre de 2008

LA DEMOCRACIA NAVARRA

La democracia debe ser consecuente consigo misma. ¿Ha sido una solución democrática la dada desde Madrid a la disyuntiva navarra? ¿No ha sido más bien una salida acomplejada por la segura reacción de la derecha que seguiría echando en cara la entrega de Navarra al terrorismo?

Hace unos meses los patriotas de este país se echaron a la calle con Mariano Rajoy a la cabeza, los grandes prebostes del PP y ese mercenario del dolor que es Alcaraz. Todos reclamaban, exigían, que no se traficara con Navarra, que no se la vendiera, que no se la utilizara como moneda de cambio en el mal o bien llamado proceso de paz. Y si el PSN ganaba las elecciones se daba por consumada la traición.

Pues bien, el PSN no ganó con mayoría suficiente como para gobernar en solitario, pero sí en coalición con otras minorías. Conversaciones, contactos, intercambios, y por fin el PSN, en compañía de otros, dispuesto a gobernar arrebatando el poder a la derecha. Hemos visto alianzas postelectorales chocantes a lo largo de la democracia. ¿Por qué José Blanco afirma que en este caso no se dan las condiciones para ese matrimonio? Porque se tiene miedo a los fórceps torticeros del PP que concluirían provocando un aborto en las generales.

Pero la democracia debe ser consecuente consigo misma. Y cuando llama a participar en la vida democrática a los que antes han caminado con las cartucheras apretadas y las pistolas dispuestas, hay que ser consecuente y creer que su incorporación a la legalidad es sincera y coherente. La democracia es un acto de fe profunda en el hombre, en todos los hombres que demuestran la voluntad de cooperar en la vida de un país arrimando el hombro y empujando hacia el futuro. El PSOE, y en particular su Secretario General que ha demostrado en múltiples ocasiones su fe en la palabra como apertura, como creadora de un mañana luminoso, que ha empeñado todo su esfuerzo en una postura pacificadora, no debiera haberle dado la espalda ahora a esa alianza del PSN con otras fuerzas políticas tan legales y democráticas como las que más.

La entrega de Navarra al Partido Popular no va a frenar el impulso calumniador de Rajoy, de Soraya de Santa María, de Acebes, de Zaplana o de la felizmente resucitada María San Gil. Ellos –quién lo duda- seguirán con el único estribillo que han aprendido. Y Aznar, ese asalariado de la desvergüenza, encontrará motivos para ir por el mundo demostrando su ignorancia de la historia y pontificando sobre la disolución de España porque nunca le enseñaron que España no es un dato estático sino que participa de la dinámica del quehacer continuo y del continuo caminar hacia el mañana.

Pero con Aznar no hay que contar. El y unos cuantos más son simplemente seres descatalogados de la historia.




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