miércoles, 8 de octubre de 2008

PAZ Y LIBERTAD

La pancarta de la última manifestación de Madrid, hablaba de paz y libertad. Y Mariano Rajoy repudia la palabra paz porque en este país no hay una guerra. Enric Sopena, en el plural. com, ha desempolvado la hemeroteca y ha sacado a la luz las veces que el propio Rajoy, Piqué, Mayor Oreja y Aznar pronunciaron esta venerable palabra después del fracaso de la negociación con el ejército de liberación nacional vasco durante la legislatura del Partido Popular. Ni Sopena, ni este humilde escribiente, le vamos a echar en cara a Rojoy que empleara el término paz en su momento. Pero es sintomático y preocupante que ahora se avergüence de que figure en una pancarta contra el terrorismo y exija que todos rectifiquemos despeñándola de la pancarta.

La paz y la libertad se aman, señor Rajoy. Existe una ósmosis entre ellas. La paz nos hace libres. Y cuando alguien quiere separarlas hay que concluir que ignora lo que significan ambos términos. La paz no es la simple ausencia de la guerra. Ese concepto le viene a usted de familia, porque María San Gil nos dijo no hace mucho que con Franco teníamos paz. Para María los fusilados, los perseguidos, los encarcelados no perturbaban la paz franquista. La prohibición de la palabra, el cautiverio del pensamiento, la manipulación de los hechos no atentaban contra la paz. Ella parecía estar a gusto. Usted sospecho que también.

Estuvimos en la calle aupando la paz, la vida, la libertad contra todos aquellos que pretenden aplastarlas en la T-4, en Hipercor, o en la esquina de la calle donde alguien compró el pan caliente una mañana cualquiera. Y estuvimos allí, no contra el Partido Popular, como presagiaba Acebes, no excluyendo a nadie, como usted afirma, no para apoyar el entreguismo a ETA, como dice Barrera. Estuvimos allí para proclamar lo que la pancarta decía con una claridad meridiana. ¿Tan difícil resulta comprender esa leyenda? ¿Tan ajenas le suenan los términos paz, vida, libertad? Cargábamos sobre los hombros los cadáveres de dos ecuatorianos. La juventud, los sueños, el esfuerzo de dos muchachos que dormían su cansancio en la terminal de Barajas. Dos víctimas, Señor Rajoy, del fundamentalismo etarra. Dos muertes comulgando con Ordoñez, con Miguel Angel Blanco, con Tomás y Valiente, con cientos y cientos de muertos, de mis muertos, de los muertos de todos.

Vd. señor Rajoy tiene por lo visto derecho a elegir a sus muertos, a sus víctimas. Por eso va del brazo de Alcaraz, del vergonzante organizador de muertos que es Alcaraz. A lo mejor llega usted a presidente y nombra a su lacayo ministro de cementerios organizados. ¿Podrán entonces reposar en algún nicho los ecuatorianos que hoy no reconoce como víctimas?

No se trata de ejecutar a Zapatero. Ya se encargarán las urnas. En democracia son los votos los que otorgan y suprimen. Y mientras esa decisión llega, somos muchos los que seguiremos sosteniendo esa pancarta que resume una legítima aspiración ciudadana.

Mientras usted ojea el diccionario para aprender el significado de ciertas palabras, voy a arropar a la luna con el poncho de colores que dejaron olvidado dos muchachos ecuatorianos.


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