Martínez Camino es la voz de la Conferencia Episcopal. Pero tiene pretensiones de oráculo sagrado. Moisés tronante desde la altura de su monte Sinaí contra todo el que se mueve al margen de sus directrices. Aspira al episcopado y trata de hacer méritos para subir en el escalafón. Y uno tiene miedo de su pensamiento tan simple, tan dogmático, tan hermético, tan inquisitorial, tan tridentino… Se podría terminar este artículo añadiéndole epítetos, a cual más negativo.
¿Quién ha otorgado a este hombre el poder de decirnos a los demás por donde tenemos que caminar? Ahora se ha revuelto contra el nuevo Ministro de Sanidad y nos ha revelado que está mal visto en la comunidad científica y que es un peligro para la sociedad. ¿Pero qué sabe Martínez Camino de investigación si por no ser no es ni siquiera un buen teólogo? Y lo de peligrosidad social requiere tiempo. La caridad cristiana exige un margen para emitir un juicio tan contundente. ¿Qué hay que hacer con los que son un peligro social? ¿Encarcelarlos como en tiempos de Franco? ¿No se encontrarían en la misma celda el Ministro y Martínez Camino?
Pero es que Martínez Camino habla desde la posesión de la verdad absoluta. Y esa posesión le otorga la facultad de fustigar a diestro y siniestro. Mientras que el Ministro, desde la provisionalidad humilde de la investigación científica, sólo puede referirse a datos siempre mutables y en espera de profundidades posteriores. Esta es la diferencia de posturas. Nada tiene que ver el orgulloso dogmatismo con la humildad de quien es consciente de moverse en terrenos siempre susceptibles de ser superados por investigaciones posteriores.
Me resulta infinitamente más peligrosa esa orgullosa posesión de la verdad que la humildad del buscador que hace de cada paso un camino abierto para la conquista de un bien rentable para los demás. Dios acompaña al buscador y se ausenta del orgulloso. Dios es camino y huye de lo estático. Dios es siempre futuro y nunca permanece en la quietud de lo ya conseguido. Dios es utopía y nunca puede sentirse aprisionado. Dios es libertad suprema y huye de las cárceles.
Martínez Camino se está bebiendo los privilegios a la sombra de las mitras y custodiado por los báculos. Bernart Soria camina a la intemperie bajo la soledad de las estrellas. Del parásito al hacedor de vida hay un trecho de incompatibilidades. Prefiero quien hace camino al andar.
¿Quién ha otorgado a este hombre el poder de decirnos a los demás por donde tenemos que caminar? Ahora se ha revuelto contra el nuevo Ministro de Sanidad y nos ha revelado que está mal visto en la comunidad científica y que es un peligro para la sociedad. ¿Pero qué sabe Martínez Camino de investigación si por no ser no es ni siquiera un buen teólogo? Y lo de peligrosidad social requiere tiempo. La caridad cristiana exige un margen para emitir un juicio tan contundente. ¿Qué hay que hacer con los que son un peligro social? ¿Encarcelarlos como en tiempos de Franco? ¿No se encontrarían en la misma celda el Ministro y Martínez Camino?
Pero es que Martínez Camino habla desde la posesión de la verdad absoluta. Y esa posesión le otorga la facultad de fustigar a diestro y siniestro. Mientras que el Ministro, desde la provisionalidad humilde de la investigación científica, sólo puede referirse a datos siempre mutables y en espera de profundidades posteriores. Esta es la diferencia de posturas. Nada tiene que ver el orgulloso dogmatismo con la humildad de quien es consciente de moverse en terrenos siempre susceptibles de ser superados por investigaciones posteriores.
Me resulta infinitamente más peligrosa esa orgullosa posesión de la verdad que la humildad del buscador que hace de cada paso un camino abierto para la conquista de un bien rentable para los demás. Dios acompaña al buscador y se ausenta del orgulloso. Dios es camino y huye de lo estático. Dios es siempre futuro y nunca permanece en la quietud de lo ya conseguido. Dios es utopía y nunca puede sentirse aprisionado. Dios es libertad suprema y huye de las cárceles.
Martínez Camino se está bebiendo los privilegios a la sombra de las mitras y custodiado por los báculos. Bernart Soria camina a la intemperie bajo la soledad de las estrellas. Del parásito al hacedor de vida hay un trecho de incompatibilidades. Prefiero quien hace camino al andar.
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