sábado, 30 de noviembre de 2013

DESORIENTADO


Siempre hay una casa última en cada calle.
Al final, el campo o el regreso.
Imposible caminar hacia atrás
hasta el principio.
No hay comienzo.
Tampoco es nada el campo,
ese fin inconcreto,
sin límites,
lleno de sol y trigales,
pero sin indicaciones
que lleven a alguna parte.
Y en medio, el hombre
desorientado, perdido,
con las manos gritando
para atrapar el viento,
como si el viento fuera
un salvavidas liberado,
sin dependencia del mar,
subsistente por sí mismo.
Entonces tomas conciencia
de que has caminado inútilmente
hacia ninguna meta.
Que se ha disuelto el pasado
como se diluyen los besos,
los abrazos,
el sexo,
porque son, sólo son, dicen los sabios,
reacciones químicas, eléctricas,
posturas cerebrales
con el amor como invento,
como necesidad muscular
de eyacular sobrantes
en tu jarrón de flores.
 Ni principio ni fin.
Sólo vacío de estar en el centro
buscando,
añorando el ayer.
En el centro de nada,
sin camino detrás
ni delante.
No existe a quién preguntar.
Ni siquiera yo me tengo
ni me conozco,
ni me poseo.
Ni siquiera puedo preguntarme
porque no soy respuesta.
Soy silencio desorientado.

Silencio, sólo silencio.

viernes, 29 de noviembre de 2013

TRISTEZA



Tengo que poner en orden la tristeza.
organizar las penas
por estricta jerarquía.
Quiero encontrarlas fácilmente
cuando necesite una lágrima concreta.
Un mitin de tristezas sublevadas
pone en rebeldía las moléculas
del dolor aletargado
Se erizan las venas
como ríos rebeldes,
como lunas fragmentadas en cristales.
Tengo que poner en orden la tristeza
para que confluya el olor de cada pena
en el pan que se mastica
en la gota del aire que respiro.
Quiero digerir la tristeza que me toca
del total de llagas de la vida
que sufren los hermanos en el tiempo,
en este mundo herido en el costado.
La parte del hambre, de las guerras,
de los muertos aún calientes,
de las mujeres con clítoris segado
porque alguien les niega el derecho a la sonrisa.
Mi alícuota parte de la sangre exprimida
bebida y disfrutada por billeteras sin escrúpulos.
Me pertenece y reclamo el chorro de pus de la miseria
de los que no viven, sólo duran.
Son tiempo putrefacto, maloliente
para los del perfume y alta moda.
Exijo la piel que se dejaron  los del hambre negra
en las cuchillas cristianas, bendecidas, civilizadas.
 Tengo que poner en orden la tristeza
para que no me prive nadie
de los vientres de niños
sin agua, sin pan,
con omóplatos de plastilina humana
Reivindico mi culpa,
mi culpa oscura,
cómplice de todo lo que escuece
en la carne desgarrada,
arrancada
que hace del mundo un esqueleto
despreciado por los poderes del dinero y la avaricia..


PUEDO



Puedo tocar la sombra del viento,
sentir el escalofrío del tacto
de la hierba que es el viento.
Puedo recitar la voz del viento,
el formato de sus labios,
la densidad de sus besos
y esos versos que escribe
cuando se abraza al río,
a los árboles,
al canto de los pájaros.
Puedo andar como el viento
cuando encuentra tus ojos
hundidos en tu pelo.
Puedo recordar al viento cuando recuerda
tu piel,
cuando se hace memoria
de tus tacones sobre la lluvia,
de tu cintura ceñida
por sus manos de viento.
Puedo preguntarle al viento
por tu desnudez,
preguntarle si existes de noche
sin el corsé que defiende
tus pechos,
sin el pantalón que funda
el relieve de tus nalgas.
Puedo preguntarle al viento
cómo duermes,
cómo sueñas,
cómo aprietas el vacío
corporal de la ausencia.
 Puedo preguntarle al viento
si le pesa el volumen de tu alma
cuando gritan tus piernas,
cuando llama tu boca
a las afueras de mi boca.
Puedo preguntarle al viento
por qué siento este frío sólido
como un bloque de olvido cuando  olvido,
cuando no es recuerdo el recuerdo,
cuando no estoy,
no estás.

Quiero hospedarme en el viento.

jueves, 28 de noviembre de 2013

DESPERTAR



Es el momento  exacto
del despertar del hombre.
De pie la carne,
como un grito macizo,
constata la huida de tu pelo en la almohada,
el hueco perfilado de tu cuerpo entre las sábanas.
Es el momento concreto
del despertar del hombre,
mientras abre la mañana,
su carne torre, su carne lanza buscando
la rosa esculpida de tu cuerpo.
La ausencia denuncia que no estás.
En ese momento
se repliega su carne contra el miedo
y nada tiene sentido
y se rompe la mañana
como una taza de café vacía,
hecha añicos de distancia.


TU NOMBRE





He perdido tu nombre entre la hierba.
Tal vez te llames árbol
y estés como una torre
presintiendo mi angustia.
Vengo de un dolor antiguo,
oxidado,
con un clavo en el costado izquierdo.
Me quedaba tu nombre.
Lo he perdido entre la hierba.
Tengo prisas en la sangre.
Me escuece el vacío de ti,
del perfil de tu cráneo
como arquetipo y medida
de la belleza griega.
Porque eras así,
canon de nostalgia,
norma de tristeza.
Se acomodaba el mundo
a la forma de tus ojos.
Y existías para que supiera el cielo
cuándo debe llover,
cuándo el sol, la primavera,
cuándo la flor, el fruto,
cuándo debe rodar la tierra.
Pero he perdido tu nombre
y es un caos el aire en los pulmones
y se desentienden los besos de los labios
hasta que tú regreses,
hasta que existas de nuevo


miércoles, 27 de noviembre de 2013

SIN PALABRA

No encuentro la palabra.
Se perdió entre  huellas olvidadas,
en alguna estantería
como separadora de poemas
de Miguel, de Federico.
Sólo puedo arrimarme
al vértigo de tus ojos.
Me asomo a tu mirada
y me descuelgo hasta tus labios,
húmedos,
mojados de tí,
mordidos de entonces,
de ayer.
Y hago camino
porque no tengo palabras.
Vereda hago hasta tus pechos verticales
 Gritos de rosas secuestradas
por prendas comerciales
que oprimen el aliento.
Camino hago hasta tu vientre
y se pierden mis manos
en esa primavera rizada como espuma,
como mar abreviado, diminuto.
Y recuerdo el cráter más hermoso
y mi lava fundida quemándonos el tacto.
Pregunto por el nombre de tus piernas
y piel se llaman,
abrazo se llaman,
salón donde instalarse
para olvidar el camino,
renunciar a la palabra,
y ahondar el gemido,
el suspiro más hondo de la lluvia
que te hace arco iris,

Amor de colores para siempre.
EL PRINCIPIO



Era el principio del silencio.
Comenzaba allí, donde el tiempo
pone de pie la vida
y lloran los pulmones recién hechos.
Después se hizo camino,
anduvo la sangre,
me trajo tu huella
pintada de hematíes
como amapolas líquidas.
No nos habíamos mirado el alma,
ni siquiera los ojos frente a frente.
Pero estaba el silencio debajo del silencio
como el arco iris guardado entre la lluvia.
Se buscaban las manos y las lenguas,
se anudaban las venas para tejer la tela
tapando la distancia.
Crecían los huesos del silencio,
le daban consistencia a la ternura.
Y apareció tu carne
como una cosecha luminosa,
como si tuviera una luna entre las manos.
Se acercaron las bocas,
se trenzaron los cuerpos
y nos sobró la palabra.
Nos hemos instalado en el silencio.


ALMA EN OBRAS


Tengo el alma en obras.
Rompió el tiempo tantas cosas.
Saltaron los cristales
y se hizo daño la luna aquella noche
cuando alumbró los besos últimos
y nos fuimos porque el alma
estaba inhabitable.
No tenía caminos.
Se pisaban los suspiros,
se perdían los gemidos.
no se caldeaba la nostalgia,
no se secaban los labios
colgados de los ojos
cuando estabas en mis manos,
cuando preguntaba por tu espalda,
cuando perseguía tu distancia
cuando eras lejanía,
cuando estabas ahí
contando los besos,
reuniendo caricias,
resumiendo tactos,
recordando entregas,
memorizando piel.
Tengo el alma en obras
por si vuelves,
por si un día,
por si espero,
por si te haces madrugada,
sorpresa,
entrega inesperada,
por si la noche
tiene exigencias de labios,
 por si los cuerpos recuerdan,
por si tiene el sexo memoria,
por si nos desencontramos
después del último encuentro.
Los andamios me dan vértigo
porque son precipicios en el aire,
porque no se sostienen los geranios,
se marea la albahaca
y se atascan los pulmones
en el cielo de la boca.
Tengo el alma en obras
y a lo mejor se hunde
en la oscuridad de la muerte

en una tumba sin nombre

martes, 26 de noviembre de 2013

COSECHA



No sé si es tiempo de cosechar el dolor
Pusimos la semilla en los relojes,
en las manecillas negras.
Está agrietada la tierra
como los labios que tienen en sus bordes
demasiado vendaval.
Ahí está el útero del tiempo,
alumbrando,
oscureciendo,
brindando,
ofreciendo
A lo mejor es el momento.
Pregunto
a ti que eres tú,
a vosotros que sois
el territorio
donde crece mi vida.
Sois el vientre
donde guardo
lo que  tuve,
lo que tengo,
lo que soy,
lo que no seré
porque la muerte,
porque la vida,
porque el ayer,
el mañana,
el siempre,
el nunca.
Pregunto si es el tiempo
de cosechar el dolor
de existir,
de vivir,
de tu presencia,
tu ausencia,
tus manos,
mis manos,
tu sexo,
mi sexo,
tu ojos preguntando,
mis ojos respondiendo
o tal vez al revés.
Si es el tiempo, avisadme,
quiero llevarme el dolor
a la sombra de un río
porque los ríos entienden
de penas hospedadas en su piel.



VOTOS VERGONZANTES



El voto es un acto de libertad. Las urnas, la conciencia de la democracia. La libertad, decía, Marcel, no es la capacidad de elegir entre el bien y el mal, sino la posibilidad de elegir el bien. Se opone así Marcel a la más frecuente definición y apoya su visión en conceptos que serían largos de explicar, pero que tienen su sentido y su fundamento.

Los ciudadanos tenemos el privilegio de elegir a quienes nos van representar en el quehacer de cada día. Representar no equivale a usurpar. Los representantes deben sentirse delegados del poder que reside en el pueblo y sólo en el pueblo. Deben por tanto asumir una conciencia diaria de provisionalidad. No están ahí situados para siempre. Ni siquiera para un tiempo determinado. Aunque en principio los elijamos para cuatro años, la delegación debe ser tan provisional que cualquier día la ciudadanía pueda desalojarlos del puesto para expresar una nueva voluntad residenciada en otros representantes.

Contra esta visión de provisionalidad, se alza el orgullo erróneo de quien por tener mayoría absoluta echa en cara continuamente a los electores que los han  elegido para un período y que no hay poder alguno que disminuya ese tiempo. Y un segundo elemento de esa visión corrompida de la democracia consiste en mentalizar por todos los medios que los elegidos por esa mayoría pueden gobernar a su antojo por encima de las opiniones del pueblo y que deben ser mantenidos inmutables a la largo de todo el período de vigencia. Y surge el sofisma: cuando lleguen las próximas elecciones, podrá cambiar su voto. Mientras tanto hay que aguantar y asumir la voluntad del legislativo. Y esto sin más recurso que el hecho de acudir a los tribunales en casos excepcionales.

Pero si las urnas son la conciencia de la democracia, cada uno de nosotros debe sentirse responsable, enormemente responsable del voto que deposita. No es admisible el concepto democrático por el cual, una vez elegidos los representantes, nos sintamos excluidos de la responsabilidad de seguir ejerciendo nuestro derecho y nuestra obligación de vigilar al poder. No debe ser válido arreglar el país con el frío de una cerveza o el vaho de un café. No cabe desentenderse en el momento de la elección de lo que ha sido la historia y lo que se prevé que será el devenir del nominado.

De golpe el gobierno central o de una comunidad autónoma defraudan a los electores en su forma de gobierno. Cabe preguntarse si no era previsible esa contrariedad, si no era previsible la esperanza frustrada de la que ahora nos quejamos. Cuando una comunidad ha sido gobernada por políticos corruptos y esos mismos corruptos han vuelto a ser elegidos, decae el derecho a protestar por la corrupción. Los corruptos son los elegidos y los electores que no quisieron ver el pasado y que ahora deben aguantar el presente como consecuencia y continuidad del ayer. Toda crítica contra ese poder institucional es un boomerang que se resuelve contra quien la ejercita. Se pierde el derecho a la crítica cuando se descuidó voluntariamente el derecho a ejercer la democracia con una pureza cuya ausencia se echa ahora en cara a los elegidos. Los gobernantes no construyen en soledad una democracia limpia. Es el pueblo el que exige esa limpieza porque la certifica la responsabilidad de su voto.

Es verdad, como dicen algunos, que una cosa son las promesas preelectorales y otra su cumplimiento posterior. Y no me vale esa tontería atribuida a Tierno Galván: “las promesas están hechas para no cumplirlas”. No, profesor, las promesas electorales deben ser lo suficientemente serias como para que a posteriori los electores puedan arrojar de sus puestos a los que las hicieron.

¿Hay que concretar en algún gobierno democráticamente elegido tanto estatal como autonómico? Ahí están y cualquiera reconoce lo que he escrito. El país se ha convertido en una marea de mareas que recorren las calles enteras de Madrid y de otras zonas.

Pero repitamos. Los gobernantes son el resultado de nuestros votos. Y nuestros votos a veces son vergonzantes.



ARBOLES



Arboles que son
la última palabra.
Arboles sin sombra,
sin ramas,
sin viviendas  nidos,
huérfanos de sol,
sin luna en las espaldas.
Arboles erectos
como el despertar  del hombre
del  sueño,
de los sueños,
los ensueños.
Los árboles son palabra,
sombra gritada,
estrella retorcida.
Olivo, por ejemplo,
fruto amargo.
Ciprés,
recuerdo sin memoria.
Arboles,
vigilando la calle,
por si el beso,
por si el sexo,
por si los ventanales
revelan almohadas
y sábanas
y piernas que se encuentran
a escondidas,
con el secreto en los labios,
tapando con el pecho los pechos.
Odio a veces los árboles,
porque no son mar,
porque son primavera
cuando  soy invierno.
Odio a veces los árboles
porque no son tú,
porque ignoran tu piel,
tu carne,
tu aliento
creador de nostalgias,
de cuando entonces
y siempre
y de vez en cuando
nos enterrábamos
en la hierba
para regarla de luz,
de bocas,
de manos,
de quien eras,
de quien era
los que ya no somos,

los que no seremos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

INTERROGANTES




Tengo que dedicar un tiempo
a organizar mis dudas.
Ahora están empaquetadas
en la parte izquierda de una estantería.
cerca de Lorca y Alberti,
Benjamín Prado y Camus,
Panero y Dámaso Alonso.
Tengo las dudas cerca de esos cientos de libros
que han hecho de mi vida una duda permanente.
duda de Dios, de la historia,
de si somos tiempo o violencia,
carne de muerte o polvo enamorado.
No se si los besos se arrojan como dardos
o son  agua que humedece otros labios.
No sé si el tiempo empuja la esperanza
o lo fabrican los relojes
para estamparnos la muerte entre los ojos
y arruinar el futuro.
Han hecho de mi vida una pregunta
sin que nadie  responda.
Dudas y preguntas,
como un hormigón duro,
un cemento que bloquea las salidas.
Soy mi propia jaula.
Y una jaula este despacho
alfombrado de páginas brillantes,
de escritores lúcidos
que inventan definiciones
que dicen lo que somos,
lo que no somos,
lo que anhelamos ser,
lo que nunca seremos
y esta pasión inútil
que Sartre asignó
a la aventura trágica de estar
en el mundo, en el tiempo,
cerrados, clausurados,
doblados sobre nosotros mismos.
Seres-círculos concéntricos
iniciados, terminados, esféricos.
Libros convertidos en barreras,
en rejas, en fronteras que prohíben el paso.
Sólo esta ventana al mundo
donde no existe lo que existe,
donde son aire hueco los besos
porque no hay labios reales.
Vientres y muslos de plasma
que desprecian mi carne erecta,
mi piel tridimensional, relieve
frente a la existencia plana de la técnica.
Estoy, estás, está.
Presente de indicativo,
personas primera, segunda, tercera.
A lo mejor nunca personas,
sólo caprichos verbales
para no entender lo que decimos,
para perdernos sin encontrarnos nunca,
tejiendo y destejiendo,
para siempre hundidos,
inexistentes siempre.