lunes, 13 de octubre de 2008

RAJOY: PRESIDENTE EN EL EXILIO

En su artículo de El País del ocho de octubre titulado “La derecha plural”, Javier Pradera hace una afirmación importante sobre Mariano Rajoy: “Sus discursos no son tanto las intervenciones críticas de un jefe de la oposición como las despreciativas regañinas de un presidente del Gobierno en el exilio dirigidas al usurpador torpe e incompetente de su puesto”

El Partido Popular con su jefe a la cabeza (lo de líder aún no está demostrado) no se ha resignado al hecho de haber perdido las elecciones del 14 de marzo de 2.003. Esta falta de toma de conciencia revela nada más y nada menos que una apostasía de la democracia, una no aceptación de las reglas de juego que nos hemos dado entre todos después de una feroz dictadura que duró cuarenta años.

El Partido Popular parte de la base de que si no se hubiera producido el terrible atentado del 11 de marzo o se demostrara que se cometió con la colaboración de ETA, habrían ganado las elecciones. Pero debería tener muy claro que si el pueblo español cambió su voto fue en primer lugar porque el gobierno no pudo o no supo evitar la masacre. En segundo lugar porque el votante se sintió más seguro en otra dimensión política que en la derecha gobernante. El pueblo buscó seguridad frente a la inseguridad que le brotaba a borbotones.

Mariano Rajoy no se resignó. Dirigido por Aznar y la FAES y escoltado por Zaplana y Aceves se impuso la imposible y patética tarea de desacreditar a un gobierno legítimo salido de las urnas y a entrelazar a ETA con el islamismo para demostrar que si todo fuera obra de ese terrorífico concubinato, el PP. hubiera salido victorioso. Al Partido Popular le falló ETA. Y por ahí anda buscando furgonetas, cintas de coplas cañí, ácido bórico y las complicidades de policías nacionales y extranjeros. Y el actual gobierno es tachado de usurpador por un presidente en el exilio que reclama una primogenitura que le sería restituída si ETA hubiera sido cómplice de aquella sangre. Dicho de otra forma: la intervención de ETA le hubiera dado legitimidad a un gobierno del Partido Popular. Tremendo, pero lógico si se lleva la indignación de la derecha hasta las últimas consecuencias.

Aceves, Zaplana, Rajoy deberían retirarse a una particular cartuja para expiar tanto dolor, tanta angustia, tanto recuerdo traumatizado. Y Aznar arrastraría su vergüenza en lugar de dedicar su tiempo a maldecir a una España que dejó rota en su huída hacia delante.

Los españoles nos merecemos una derecha racional, encarnada en nuestras preocupaciones, preocupada por una resurrección serena que nos empuje hacia el futuro. Nos sobran plañideras que lloran por los caminos de un exilio rancio, mediocre e irresponsable.



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