Por lo visto no es bueno que el hombre esté solo. Hay que ser racimo, puñado, abanico. Y avanzar así, de la mano, del brazo, como van las olas, creando playa, horizonte. Los pobres terminan cambiando la historia porque avanzan juntos. Los ricos sólo tienen la posibilidad, la triste posibilidad, de amontonar dinero, porque la competencia es su única ley. Cuando los ricos mueren van a parar a mausoleos. Es la absoluta soledad de la muerte. Los pobres terminan en fosas comunes y convierten la muerte en comunión, en fraternidad definitiva.
Los grandes retos, en política, sólo admiten la respuesta de la solidaridad. De dar respuesta se trata y de construir paso a paso una humanidad mejor. Pero en común y para la comunidad. En eso reside la nobleza de la política: en la creación del futuro a base de sacrificar el propio presenten. Desde la generosidad de hacer un mañana aunque para nos duela el presente.
Ese mañana que es herencia y entrega, se ejerce desde el poder y desde la oposición. La alternancia es el necesario relevo para que el otro rehaga sus fuerzas. En el descanso se ejercita la creatividad y se retoma la iniciativa haciendo a los demás destinatarios del propio esfuerzo. La política es trabajo noble. Pero el poder ejercido o delirantemente ansiado pudre la entraña misma de la política. Y a lo mejor en este período estamos.
El sindicato del crimen convicto y confeso sacó a Felipe González de la Moncloa. Los GAL, la corrupción constatada, la autocomplacencia excesiva hicieron el resto. José María Aznar no disfrutó de mayoría absoluta, por suerte, y tuvo que pactar con nacionalistas. Aprendió catalán, para la intimidad por lo menos. Pujol habló castellano junto a Arzallus y entre todos retomamos el quehacer político. De la segunda legislatura mejor no hablar: la amistad con Buhs y Blair nos ha hecho copartícipes de la sangre irakí. Y tuvimos que huir del 11-M dejando atrás 200 muertos para refugiarnos bajo otro techo mientras Acebes, el propio Aznar y hasta el Obispo de Jaca intentan culpabilizar al PSOE de la masacre fundamentando las argumentaciones en las más absoluta miseria.
El Partido Popular, como un nuevo y peligroso rico, se ha situado en la más radical soledad. Con una visión dictatorial, ha dividido a los españoles en buenos y malos, en decentes e indecentes, en patriotas y antipatriotas. O conmigo o contra mí: el slogan de todos los que pretender ejercer despóticamente el poder. No admiten el camino en paralelo. España es su monopolio. Y la paz y la lucha antiterrorista su feudo. Se abstienen en la votación de una ley de igualdad porque han sido incapaces de hacerla. No les importa la ley de dependencia. Salen a la calle rodeados de báculos episcopales a protestar contra el matrimonio homosexual porque el amor es sólo de derechas y Dios un neocon americano. Y ahora dictan los nombres de quienes pueden o no participar en tertulias o entrevistas y nos dicen el periódico que debemos leer o las emisoras que debemos escuchar. Suena a franquismo puro y duro. El franquismo que recuerdo, contra el que tantos luchamos, para volver a encontrarlo, así de repente, por las aceras de Génova. El Partido Popular no es ni moderno, ni laico ni democrático. Se ha colocado en la absoluta soledad del dictador. Solo contra el mundo, con la soberbia de la amenaza y con el falso orgullo de tener que reconstruir un país que todos los demás hemos destruido. El sabrá poner los cañones en las calles, invocar a Tejero y aupar una uniformidad nacional que haga de España una unidad de destino en lo universal.
Solo en la plaza como deseo supremo de los grandes toreros. Nada más advertir a Rajoy y cuadrilla que los toros conocen y aman las femorales.
Los grandes retos, en política, sólo admiten la respuesta de la solidaridad. De dar respuesta se trata y de construir paso a paso una humanidad mejor. Pero en común y para la comunidad. En eso reside la nobleza de la política: en la creación del futuro a base de sacrificar el propio presenten. Desde la generosidad de hacer un mañana aunque para nos duela el presente.
Ese mañana que es herencia y entrega, se ejerce desde el poder y desde la oposición. La alternancia es el necesario relevo para que el otro rehaga sus fuerzas. En el descanso se ejercita la creatividad y se retoma la iniciativa haciendo a los demás destinatarios del propio esfuerzo. La política es trabajo noble. Pero el poder ejercido o delirantemente ansiado pudre la entraña misma de la política. Y a lo mejor en este período estamos.
El sindicato del crimen convicto y confeso sacó a Felipe González de la Moncloa. Los GAL, la corrupción constatada, la autocomplacencia excesiva hicieron el resto. José María Aznar no disfrutó de mayoría absoluta, por suerte, y tuvo que pactar con nacionalistas. Aprendió catalán, para la intimidad por lo menos. Pujol habló castellano junto a Arzallus y entre todos retomamos el quehacer político. De la segunda legislatura mejor no hablar: la amistad con Buhs y Blair nos ha hecho copartícipes de la sangre irakí. Y tuvimos que huir del 11-M dejando atrás 200 muertos para refugiarnos bajo otro techo mientras Acebes, el propio Aznar y hasta el Obispo de Jaca intentan culpabilizar al PSOE de la masacre fundamentando las argumentaciones en las más absoluta miseria.
El Partido Popular, como un nuevo y peligroso rico, se ha situado en la más radical soledad. Con una visión dictatorial, ha dividido a los españoles en buenos y malos, en decentes e indecentes, en patriotas y antipatriotas. O conmigo o contra mí: el slogan de todos los que pretender ejercer despóticamente el poder. No admiten el camino en paralelo. España es su monopolio. Y la paz y la lucha antiterrorista su feudo. Se abstienen en la votación de una ley de igualdad porque han sido incapaces de hacerla. No les importa la ley de dependencia. Salen a la calle rodeados de báculos episcopales a protestar contra el matrimonio homosexual porque el amor es sólo de derechas y Dios un neocon americano. Y ahora dictan los nombres de quienes pueden o no participar en tertulias o entrevistas y nos dicen el periódico que debemos leer o las emisoras que debemos escuchar. Suena a franquismo puro y duro. El franquismo que recuerdo, contra el que tantos luchamos, para volver a encontrarlo, así de repente, por las aceras de Génova. El Partido Popular no es ni moderno, ni laico ni democrático. Se ha colocado en la absoluta soledad del dictador. Solo contra el mundo, con la soberbia de la amenaza y con el falso orgullo de tener que reconstruir un país que todos los demás hemos destruido. El sabrá poner los cañones en las calles, invocar a Tejero y aupar una uniformidad nacional que haga de España una unidad de destino en lo universal.
Solo en la plaza como deseo supremo de los grandes toreros. Nada más advertir a Rajoy y cuadrilla que los toros conocen y aman las femorales.
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