viernes, 15 de enero de 2016

ESPAÑA ES UN SILLON


En aquel tiempo España era una piel de toro. Por todo el país trotaba el Obsborne negro, bravo, “enamorao de la luna que abandona por las noches la maná”  Fue por el setenta y cinco cuando a muchos se le pararos los pulsos, las Lolas, Las Márquez, las Cármenes y amanecieron los Serrat, los Victor Manuel, las Cecilias. España se puso camisas blancas, le cantó a los abuelos que picaron en las minas y el Mediterráneo fue espuma  de orgullo.

Un taxidermista macabro pretendió momificarnos para siempre. Todo amordazado y bien amordazado. Pero la libertad siempre se abre camino entre las grietas de la piedra hostil, porque lo humano está por encima de sus propias circunstancias. Ahí está su grandeza. Un día se rompen las ataduras y la libertad es un triunfo conseguido.

Empezamos entonces a asumir nuestro destino como una responsabilidad compartida, a ser uno para todos y todos para cada uno, porque el valor de lo individual es infinito y porque lo infinito abraza a la totalidad del todo. Nos convertimos en ciudadanos y nos despojamos de la piel de súbditos. Fue costoso. Algunos vivían confortablemente con su disfraz azul haciendo camino por montañas nevadas, contemplando que empezaba a amanecer por esa piel de toro “enamorao” de la luna, prietas las filas, impasible el ademán. Pero el grito pisoteado se abrió en la garganta, y todo fue sin ira, libertad, libertad. Y Carrillo, Pasionaria, Alberti. Fue el regreso de algunos que tuvieron la audacia de morir aquí entre olivos altivos. Otros se quedaron con los Machados más allá de los Pirineos, del Atlántico, más allá de tanta sangre derramada por las cunetas del olvido.

Hace treinta y tantos. Estamos en dos mil diez y seis. Quién lo iba a decir. España se vistió de Tucci, pasó del seat 600 al R-doce. A España no la conoció ni la madre que la parió. Piel de toro-sometimiento-país-libertad-ciudadanía.

20-diciembre-2.015. Otra fecha. Y tal vez una pregunta: ¿Qué me parece que somos ahora? Hemos pasado por promesas de paraíso. Creación de empleo, devolución de los derechos sociales usurpados, vuelta a una enseñanza gratuita y de calidad, universalización de la sanidad, ayuda eficaz a los dependientes, a los parados, a las familias sin ingresos. Vale la pena vivir en este paraíso. Uno se pone de rodillas por la conversión de algunos políticos. Rajoy y sus huestes se caen del caballo y reconocen que la niña Fabra (que se jodan) debe condenarse a galeras porque el gobierno de los recortes es ahora el del valor añadido a la vida (no confundir con IVA), el dispuesto a reconocer que la riqueza debe estar al servicio de los más necesitados, que los ricos no pueden ser ricos a costa de los pobres, que los adinerados no pueden comer langosta a costa del pan con aceite de los trabajadores, que la justicia social hace patria y no paraíso fiscal, que el jardín del edén es propiedad de los españoles y no de Merkel, que la Unión Europea es disfraz elegante de MERCADO Común Europeo.

Y después del 20 vino el 21 y el 24 de pandereta y borrachera con don simón porque todavía viene de camino ribera de Duero. Y estamos ya a muchos de enero de 2.016. Sin emparejamientos, sólo rellenando  quinielas políticas,  matrimonios de conveniencias, padres putativos que nos regalarán trenes eléctricos, hospitales y  todo los que hemos pedido a los Reyes (a los que abdican el siete de enero, no a los vitalicios). Y todos exigen que se aporte al matrimonio una dote: el sillón en el congreso de los diputados, en el senado, en la presidencia de Moncloa, a la mano derecha de la izquierda-derecha, derecha-sin-izquierda, centro descentrado y no sé cuántas coordenadas más.

España ya no es una piel de toro “enamorao” de la luna, ni un país que empujar para subir a una cumbre. España es un sillón sagrado, laico, icono, pantocrátor,
Imán y rechazo. Da igual. Trono al fin y al cabo. España es un sillón. De repente se han olvidado los derechos sociales, la creación de empleo, la dependencia, las universalidades. Es  todo  sillón, sólo sillón. Te cambios mis principios por un sillón. Te prometo incumplir mis promesas por un sillón. Te regalo mi campaña electoral por un sillón. Yo aporto cuatro patas, tú pones  el tapizado  y hacemos un sillón. Y  si no me dejas sitio donde sentarme, rompo el sillón.


El hambre, el desempleo, el cáncer, la desesperación pueden esperar. Lo que importa de momento es el sillón. Me preocupa. Porque mientras estamos luchando por sillones, mientras nos dejamos el músculo apoderándonos de un sillón, mientras soñamos con apropiarnos del sillón, no hacemos camino, nos volvemos sedentarios en lugar de peregrinos, nos aburguesamos en lugar de construir utopías. Y sin utopías, estoy convencido, no vale la pena vivir.

jueves, 14 de enero de 2016

AL FONDO


Al fondo del mundo, no está el mundo.
Más allá del mundo, a las afueras,
sólos dios y la nada. 
Dios es la nada que se crea a sí misma,
que cree en sí misma.
A las espaldas, no hay respuestas
porque no hay preguntas,
porque no hay quien responda. 
Al fondo no está el hombre,
sólo dios en su nada ambiente.
Convertido en nada el todo.
El hombre es sólo un poco  menos que nada.
El hombre cree en dios
porque no cree en sí mismo.
Ni dios ni el hombre existen.
Somos descendientes del vacío,
moléculas de inexistencia.
Nos atraviesa la conciencia de saberlo
y nos abre el costado para que se nos cuele
el dolor y el amor,
sin cuerpo, sin nombre
como un engaño que nos fecunda.
Al fondo la nada es el mar de acero
donde la espuma es dura como una roca de sombra,
porque dios y el hombre somos sólo sombra
al fondo del mundo, donde no está el mundo.


miércoles, 13 de enero de 2016

CONFIESO QUE…



Confieso que me da miedo la muerte,
Su perfil lorquiano a las cinco en punto de la tarde
y el ala de una mariposa
en los labios del agua.
Me da miedo la vida,
ese hueco finito
que se abre en el tiempo
y perfora el vuelo de los pájaros.
Me da miedo el amor
que me ahoga en los ríos
y estrangula el oxígeno
que conforman el arrullo de las palomas azules.
Me da miedo perderme,
no encontrarme en este bosque
de sentimientos contrapuestos
donde se enfrentan el querer y no querer al mismo tiempo.
Me das miedo tú,
contradicción vital que me destruyes
porque me haces el amor
y me pierdes en la explosión de tus ojos,
en la ternura de tu abrazo.
Confieso que me da miedo el miedo
porque ignoro el esqueleto que sostiene
esa carne,
esa piel,
ese corazón que tiembla
y bombea la muerte,
la vida,
ese amor que te nombra
y te funda en la existencia.
A la primavera aspiro.
A su sombra cuajada de amapolas
cuando mueren los pájaros de asombro
ante tanta belleza mecida en la arboleda.
Busco las alambradas
para colgar mis miedo,
golondrinas azules, infinitas,
por si existen los amaneceres.



viernes, 8 de enero de 2016

APOLOGIA DEL TERRORISMO


Escribo un seis de enero. Todavía andan por ahí los Reyes Magos tomándose un chocolate con churros para despegarse del cansancio que provoca la magia. Los niños estrenan el asombro de la inocencia y los mayores aparcamos por unas horas la falta de trabajo, la hipoteca y la amenaza del jefe.

Seis días del año nuevo. El país cubierto de tormenta política. El gobernador que lo gobierne buen gobernador será. Pero por ahora todo depende de pactos, de conversaciones mezcla de acuerdos y puñaladas, de sonrisas que se clavan en los ijares de los aspirantes a una presidencia, a un puesto en el Congreso de los diputados con table, móvil y cartera del piel.

Seis días del año nuevo y dos mujeres asesinadas por esos labios que las colmaron de besos, esas manos que acariciaron su piel, ese macho (lo de hombre está por verse) que colaboraría para traer al mundo sonrisas de niños hermosas como juguetes de reyes magos.

Las trece rosas de entonces crecieron hasta hacerse ramo de cincuenta y tantas en 2.015. Los años se superan en un sprint de sangre, de odio, de fusilamientos al amanecer. Porque el tirano (lo de hombre está por verse) sigue ahí, clavando frustraciones, proyectando en la madurez gritos aprendidos de padres que mataron la cálida voz de la madre. Y matan. Y la sangre de mujeres de todas las edades se vuelve coágulo morado ante la mirada de unos chavalines para siempre huérfanos que cada comunidad autónoma guardará en el equivalente a los hospicios de entonces. Ahora no son generales, ni generalísimos por la gracia de Dios. O sí, un poco sí, porque hay príncipes de la Iglesia que comprenden y disculpan el cuchillo  que acaba con la sangre de las mujeres derramada en la cocina, en el salón, en la cama del amor. Caía entonces sobre los ladrillos de una prisión humillante, contra las tapias de un amanecer o en las cunetas de las afueras de un pueblo. Para ella no terminó la guerra ni la más dura dictadura. Quedan quipos que animan a que demuestren que los hombre de nuestra patria, son machos, muy machos.

Dos mujeres estampadas contra la muerte. Los gobiernos dispuestos a suscribir un pacto para evitar ese desgarro. Como si los pactos garantizaran la imposibilidad de un crimen. No aportan dinero, medios, prevención eficaz. Aportan pactos que son gratis y que se rubrican con una copa de vino español y unos langostinos. No se trata de educar en el amor, el respeto, la visión de igualdad. Se trata más bien de firmar pactos ante las cámaras de televisión para que el pueblo tranquilice sus conciencias. Nadie podrá en adelante culpar a los políticos de la falta de medios para evitar la sangre inocente. Ellos han firmado un pacto, nada menos que un pacto.

Braulio Rodríguez es el arzobispo católico de Toledo. Hago hincapié en lo de católico, porque se supone que es discípulo de quien supo dar la vida por sus amigos, fue cercanía  de los pobres, comprendió que Magdalena era una mujer que había perdido la memoria del corazón, y  se acercó al dolor porque sólo de los que sufren es el reino de los cielos. Pues resulta que este arzobispo católico, como su compañero el de Córdoba, como el de Valencia y como una gran parte del episcopado español ha llegado a la conclusión de que “la mujer recibe la muerte de manos de un hombre porque ella no cumple los deseos de éste y porque pide el divorcio de un marido que la desprecia y maltrata”  y porque la mujer está destinada a la limpieza, la plancha, la comida y la apertura de piernas cuando el sultán lo desee.

Que figuras relevantes del episcopado español culpabilicen a las mujeres de sus propias muertes, que “comprendan” ese feminicidio y que hasta cierto punto justifiquen esos crímenes, me parece que es una evidente apología del asesinato y que como tal deberían caer sobre ellos las mismas penas que recaen sobre cualquier otro ciudadano. Cincuenta y tantas mujeres muertas en el 2.015 es obra de auténticos terroristas. Comprender, disculpar y hasta casi justificar semejante derramamiento de sangre es propio de grupos terroristas organizados. Y en consecuencia la ley no puede exculpar a nadie con el argumento de la libertad de expresión (de la que no gozan otros ciudadanos), ni porque la Iglesia tiene sus propios criterios.

Que nadie me tache de anticlerical. Y que nadie confunda jerarquía y cristianismo.


Me duelen las mujeres como me duele la primavera destruida por la embestida de una tormenta injustificada. 

miércoles, 6 de enero de 2016

AMISTAD CON EL TIEMPO


No consigo una amistad con el tiempo.
Tiene la fuerza de un monte que persiste,
que embiste con la cornada exacta
en la herida exacta
que te clava la ciencia cuando te diagnostica
que llevas la muerte ensartada
en el aire viciado que respiras.
Rompes  todos los relojes,
los ahogas en el fondo de sí mismos,
pero el tiempo conoce  las grietas,
fuerza las viejas cicatrices
y florece triunfante como la hierba entre las rocas.
Vuelve la amenaza hundida en los ijares,
chorrea la pena como una sangre oscura,
coágulos de tristeza amoratada.
No consigues una amistad con el tiempo.
“Ser en el tiempo” te apodó el existencialismo,
Y por ese nombre te conoce la muerte
cuando disuelve tu carne
y la siembra en metro medio
para que la eternidad
devore los huesos licuados.
Cualquier día fracasa tu empeño de amistad
y el tiempo ejercita su fuerza de monte
y aplasta la despedida última.


domingo, 3 de enero de 2016

PUENTES ROTOS


Se han roto todos los puentes
porque sólo cubrían cadáveres de ríos,
rostros de cera líquida
y pupilas clavadas en árboles esqueléticos.
Se han roto conscientes
de que no valen la pena  las huellas olvidadas
encima de sus hombros.
Se rompen los puentes,
se suicidan inyectando en sus grietas
la pena gris del tiempo,
la angustia que supone
ser sólo sangre de otoños azulados
sin primavera alguna para que aniden los pájaros,
y hagan el amor los trigales y las flores.
Se rompen los puentes
porque son soledad absoluta,
inútiles abrazos sin un cuerpo dentro.
Comprendo a los puentes cada día
cuando el espejo me grita
que soy un maniquí programado

capaz de morirme de soledad en un trastero.

sábado, 2 de enero de 2016

MIEDO A LA ALEGRIA


El 20 de diciembre parecía la fecha de la alegría. Las elecciones la convirtieron en un esperado nacimiento, en el belén de un gozo democrático. Se había hablado en exceso de la muerte del bipartidismo, y muchos disfrutamos con la resurrección de una pluralidad evidentemente necesaria y hasta urgente. No era bueno vivir la democracia en pareja. Demasiada corrupción llovida, demasiado despotismo diluviado, demasiado nepotismo impuesto, demasiado mando en esa disyuntiva bipartidista.

La democracia resultaba excesivamente sobada. De mano en mano, pero siempre perteneciente al brazo alternativo del tú al yo con el lastre del viceversa. Allá por el setenta y cinco creció sobre la tumba del tirano. La libertad taconeaba sobre el granito de Cuelgamuros y entre las grietas del monte nació con la fuerza de mucho sufrimiento. De repente todos fuimos demócratas de toda la vida. Y echamos a andar en busca de una Constitución que erradicara la fuerza de las botas y el charol de los tricornios. Nos desnudamos del disfraz de súbditos y nos vestimos de la responsabilidad de la ciudadanía.

El 20 de diciembre último le salían brotes a la alegría. No eran dos. Había muchos más deseando echarse la patria a la espalda, hacerse cargo de las miserias sembradas durante cuatro años y empezar de nuevo a rehacer la vida con derechos inalienables y que nunca debieron ser cercenados. La mayoría absoluta del último gobierno encerraba dentro un sistema autárquico. Arrasó a la oposición, se llevó por delante los derechos de los trabajadores, de los dependientes, de los docentes y discentes, hizo miseria de la pobreza, mercancía de la enfermedad, puso puentes y cielo raso para los desahuciados, convirtió el trabajo en esclavitud, encubrió la corrupción con plasmas, despreció a los manifestantes amordazando sus gritos y…no vale la pena seguir enumerando.

Lo sabían las urnas porque las urnas no pierden la memoria. Y la disyuntiva del tú o yo se abrió en un arco iris de posibilidades. Partidos nuevos, mareas, agrupaciones ciudadanas. Todos con la alegría en la mano. Y nosotros, los votantes, con el gozo de colores nuevos, brillantes, sin fauces aparentes en busca de cargos, de puestos, de honores. Como asumiendo nuevas luces. La democracia en mangas de camisa, sin libreas de Calvin klein, sin zapatos Calvin Klein, sin colonias Calvin Klein. Jerseys  Alcampo, zapatillas Alcampo, camisas Alcampo. Algún traje a medida y vaqueros marcando ritmos hermosos de tacones. Todo se hizo alegría.

Y de repente surgió el miedo a esa alegría tan necesaria, tan rejuvenecedora, que olía a campo salvaje, a amanecer de primavera. Miedo. Cuidado con el pelo largo, con la gente sin corbata, con las chicas que enseñan sus pechos laicos pidiendo laicidad. Todo se ha vuelto un peligro. Los inversores tienen miedo de quien reclama sus derechos, de las mujeres que exigen ser dueñas de sus cuerpos, de los trabajadores que piden ganar lo suficiente para la caña y el pincho domingueros, de los viejos que desean ser jubilados, de los enfermos que piden un poco de medicación de la que dependen vivir o morir en cuatro meses. Miedo sobrevenido y miedo sembrado. Yo o el caos, dice el PP. Yo o el caos, dice el PSOE. Y ambos acusando: no saben, no han ocupado cargos, si no firman pactos antiterroristas es que lo son. Incluso algunos tertulianos-talibanes afirman que hay quien no anda lejos de los jihadistas. Miedo contra alegría. Infierno contra una pluralidad fecunda. Miedo a quien sólo quieren destruir, a los que llevan en la cintura un bloque explosivo contra una democracia que pregunta, que no teme a las respuestas, que se empeña en que las grande decisiones las tome el pueblo porque el pueblo es el depositario de la democracia. Que es verdad que elegimos a nuestros representantes, pero no para que usurpen nuestra responsabilidad, sino para que la proclamen.

Y han conseguido que tengamos miedo. Miedo a pactos de los radicales porque todo el que no es un conformista resulta ser un radical. Porque todo el que no es centrista es de una izquierda peligrosa, sin tener en cuenta que hay una excesiva ocupación del centro, que está copado por una derecha-derecha y por una izquierda-derecha, porque el centro no sabe a nada. El centro ha sido siempre la tibieza que a uno le provoca la náusea. Y hay un empeño cobarde en que la izquierda sea un puñal terrorista que amenaza con volverse comunismo, terrorismo, stalinismo. Que le pregunten a Marhuenda y a Inda y a Chaniz y a Alfonso Rojo. Miedo a los votos de millones de españoles a los que se les niega la licitud de la mayoría de edad y la madurez para dictar en las urnas lo que su ímpetu democrático les dicta.

La alegría de la pluralidad asusta a esos demócratas de la tristeza, de la melancolía, de la añoranza. Muchos se empeñan en llamar miedo a la alegría.