domingo, 31 de mayo de 2015

¿POR QUÉ VOTAN LOS POBRES?


Todavía aplastaba fuerte el dictador. Los dictadores cuando andan, no pisan Aplastan siempre, que para eso son dictadores y se distinguen de los demás. De Tierno Galván se cuenta que le dolía pisar las hojas caídas de los árboles. Juan Ramón Jiménez sufría cuando se caía una flor. Una flor herida golpea la sensibilidad de los que tienen alma de seda. Los dictadores tienen corazón de esparto y hunden sus tacones brillantes para que todos tengan en cuenta lo que unas botas pueden llegar a hacer.

Por aquel entonces, cuando las botas se clavaban en el vientre de España, muchos echábamos en falta la libertad. Sólo la llegada de la democracia nos traería esa sensibilidad que nos haría libres, dueños de nuestro destino y hasta capaces de escribir un poema en la mirada amante de quien fuéramos amantes.

Concebíamos además la democracia como una categoría de universalidad, sin límites que la redujera a un coto, a una propiedad privada donde sólo unos privilegiados pudieran disfrutarla, como esas fincas dedicadas a la matanza legal de animales sustraída del dominio de la  sociedad o esas playas que no pertenecen a la amplitud del mar sino al malecón de billeteras cargadas de dinero. Porque divisábamos la democracia como el amor, que ni se compra ni se vende y que por tanto excluye la dependencia del dinero.  Eramos los Rodríguez de Triana, los Colones ilusionados con la tierra prometida, los Moisés que besarían el suelo antes de que los conquistadores lo mancharan de sangre india.

La democracia olía a fruta madura. Sabía a libertad, a anchura, a mar abierto. Brotaron urnas, listas electorales, responsabilidad asumida, quehacer comunitario. Surgieron ciudadanos donde había súbditos. Se nos llenaron las manos de exigencias lícitas, de derechos, de libertad. Cayeron barreras. Se imponía una igualdad frente a la ley. Los otros no eran el infierno que anunciaba Sartre. Eran hombros dispuestos a cooperar en el quehacer común, de todos. La Constitución fue un abrazo.  Quedaron atrás miles de muertos, sangre condecorada, lucha aplastada por el alma de estropajo.

En estas estaban los vencedores de la dictadura. Los que arrancaron estrellas de ocho puntas, los que convirtieron los fusiles en jardines poblados de claveles. Estaban en una lucha por la perfección, por una existencia digna, por el pan caliente de trigo y la educación que lubrica los cerebros. Empeñados en investigar, en cooperar en la hechura de un mundo mejor. En estas estaban. Acechaban los mercados, los poderes económicos, los salvapatrias, los gurús religiosos con su afán de secuestrar las conciencias, los miedos que debidamente inyectados, debilitaban la confianza de la ciudadanía en sí misma. Poderes fuertes, con músculo suficiente como para que al menor descuido se poblara el país de ricos a costa de pobres, el hambre se clavara en los estómagos, las expropiaciones de las propiedades sudadas de trabajo y tiempo, los políticos que sustituyeran el servicio por el saqueo.

En estas estábamos, cuando aparecen los tertulianos que saben discutir y opinar sobre la fecundación in vitro, la economía predicada por el último Nobel de la materia, la mejor utilización del marfil o los intrincados vericuetos de la política. Siempre me han impresionado compendios de sabiduría múltiple, estos Isidoros de Híspalis, Sócrates del siglo XXI, Copérnicos del aquí y el ahora.

Y hace su aparición triunfal el mitrado Alfonso Merlo. De casta episcopal le viene al galgo. De ahí tal vez el semen dogmático, infalible y unidireccional del individuo. Sus genes de báculo que daña el suelo que golpea, sus feudales neuronas incapaces de romper los muros de su castillo episcopal. Albacea del obispo de Alcalá de Henares, distribuye su homofobia como quien siembra odio entre los componente humanos, tratando a zoofilizar el amor de quien ama a quien desea y entrega su cuerpo a quien su libertad le lleva.

Y en el orden democrático, o predemocrático, heredero universal de una aristocracia descatalogada, opresora y que produce vómito expuesta en su gran enunciado, grita:  “Pienso que la gente con bajos ingresos y/o obreros, no debería votar”

Ahí tienen ustedes a un inquisidor testicular mandando a la hoguera los derechos de los pobres o de los trabajadores (que en este momento en el que nos han metido nuestros gobernantes son la misma cosa), empujándolos a soportar una dictadura. Debe pensar este sucedáneo de Sabonarola que si no  tienen  derecho a votar deben estar sometidos a unas botas brillantes. Ahí tienen ustedes a un encorbatado con mitra embistiendo contra los derechos de los pobres y los trabajadores. Les hemos quitado la vivienda, la educación, la sanidad, la ayuda a sus dependientes, a sus viejos. Vamos poco a poco poniendo las cosas en su sitio, haciendo una democracia como quiere un dios de derechas. Alfonso está ahí dispuesto a terminar la obra: arrancar a los pobres y a los obreros su derecho a ejercer la democracia.


¿Pueden votar los que no tienen vergüenza? Pregunto, sólo pregunto.

sábado, 30 de mayo de 2015

TENIA LA ALEGRIA


Tenía la alegría del agua entre tus manos,
del sueño alojado en tus ojos de espuma.
Tenía la certeza del amor encontrado
en la selva cambiante de la memoria huida.
Te quiero como a un árbol con  cerezas,
como a un monte goteado de flores dibujadas.
He partido la noche para encontrar tu cuerpo,
he profanado el vientre de una luna sin alma,
me he perdido en los brazos del viento.
Pero tú eras la sombra, sólo sombra
de un río boca arriba, hueco de agua y de recuerdo.
Le he puesto nombre a tus besos
como si fueran hijos
de una noche alargada,
como si nos hubiera brotado la luna entre los brazos
aquella tarde de abrazos.
Tenía la alegría tanta pena,
tanta tristeza azul entre los labios,
que olvidé tu recuerdo azul tatuado
en la espalda del tiempo para siempre.





viernes, 29 de mayo de 2015

AQUELLA ARENA




Aquella arena tenía nombre, pero me resultaba innombrable aquella tarde. ¿Te acuerdas cómo se llama esta arena?, le pregunté. Necesito la memoria para poner en ordenar ciertos besos, ciertas caricias, el tacto de algunas noches. También tenían nombre y tampoco los recuerdo. ¿Nos habremos quedado sin memoria?
Fue entonces el silencio. Espeso como una primavera. Duro como una cordillera de plomo. Aspero como esos peces negros sin destino, que no serán nunca peces de colores. Arena sin nombre. Sin nombre el silencio. Y nosotros, desnudos de recuerdos, sin memoria para saber quiénes somos.
Puse en sus labios mis labios pronunciando los besos despacio, para que los entendiera. Apreté sus pechos hasta sentir sus pezones como una arboleda. Resbalé por su vientre camino del infinito, hasta la humedad de aquella luna donde crecían las magnolias con un extraño perfume a jazmines.
¿Recuerdas ahora cómo se llama la arena? ¿Recuerdas el nombre de mi boca, de mis manos? ¿Recuerdas cómo se llama mi piel?
Sólo recuerdo un llanto antiguo, el primer llanto, el llanto original. Aquel que me brotó cuando tomé conciencia de que…Lloraba despacio, pensando cada lágrima, creándola, haciendo un arte de su llanto. A sal me sabía, como sus muslos, como su espalda, como su sexo. Logré recordar, porque yo sólo vivía cuando estaba a su lado, porque ella conseguía que tuviera relieve como ahora conseguía sus lágrimas. Era la madre que nunca tuve, la que sufre cada día los dolores de parto para lograr que yo exista
Me estoy acordando de mí mismo, le dije. Estoy naciendo de tu sangre y tengo nombre, como lo tiene la arena, aunque no lo recuerdes.
Necesito tiempo para poder llorar, me dijo. Te busqué como amante y resulta que eres sólo un hijo. No quiero hijos. Amo la esterilidad que me prohíbe la fecundación. Abro mi sexo para que te adentres no para parirte. Mis pechos no tienen leche. Son sangre limpia para que te la bebas si los muerdes. No quiero mis caderas para guardar un niño, sino para que las aprietes cada noche. Mis espaldas no son el descanso de nadie, sino el camino que recorres hasta llegar a mis planetas redondos, hasta los mundos que giran alrededor de tu hombría.
No recuerdo el nombre de la arena. No recuerdo tu nombre. Sólo busco tiempo para llorar. Porque el llanto es la memoria más gozosa.
Me alejé. Sentí su llanto y su risa. Estaba haciendo el amor con su memoria y disfrutaba el orgasmo más hermoso.
Me desnudé lentamente. Comprobé mi carne de hombre recién hecho. Llamé a la arena por su nombre. Me llamé a mí mismo y por fin fui consciente de que amar es ser amante.

Estaba frente a ella. Desnudo. Me miró sin lágrimas. Me abrazó con fuerza. La arena –me dijo- se llama como tú: HOMBRE.

miércoles, 27 de mayo de 2015

BARQUITO



No sé si navego por tus labios,
barquito de ternura,
submarina mi lengua
en la humedad de tu luna.
Oleaje de espuma tu piel
para mis manos náufragas.
Quiero hacer amistad
con los peces de colores,
que nadan tu sangre río arriba,
respirar por las branquias de mis ojos
las palmeras internas de tu vientre.
Desnudo dentro de tu desnudez de arena,
carne de helecho, algas azules,
arrayanes que empujan
contra tu cuerpo mi cuerpo.
Barquito cargado de mares
para los peces verdes de tus pechos.
Barquito de brújula orientada
a tu piel anochecida,
al crepúsculo que nace
en tus montes de espuma.
Barquito para el único puerto
que eres, que serás
cuando anochezca el siempre
y el nunca se diluya

como un olvido acuático.

lunes, 25 de mayo de 2015

INEXPLICABLE




El amor incluye una sombra deshuesada.
una sombra tierna, pero sombra,
hueca, pero sombra.
Pesada a veces porque la luz
está también sometida
a la ley de gravedad
y hay un centro que imanta,
que atrae y configura
lo inexplicable.
Dos labios encontrados
no suman un beso,
sino un racimo, una cosecha,
un campo que no termina nunca.
Inexplicable, pero cierto.
Nadie sabe explicarme
por qué mis manos se pierden en tus poros,
en las cavidades de tu carne
donde la oscuridad es la luz más absoluta,
donde todo termina en el vértice del misterio.
Te amo porque eres lo inexplicable,
lo inabarcable
lo no sujeto a leyes.
Eres la sorpresa, el vértigo,
el abismo,
acantilado incapaz

de una definición exacta.
LAS URNAS TIENEN CARETAS


Las votaciones ciudadanas para elegir a los políticos vienen siempre precedidas por una campaña electoral. Esa campaña preelectoral tiene como fin que los diversos partidos den a conocer a los electores lo que piensan hacer en los distintos campos de la vida de un país en temas tan importantes como el paro, la sanidad, la educación, las pensiones y con todos esos aspectos que la realidad les ha ido dictando. Los partidos prometen, con la seriedad que dan las circunstancias, mejorar hasta el infinito esos vacíos que se han producido por la desidia de los que les han precedido en el gobierno o por la imposibilidad que han tenido que sufrir en sus carnes si han sido ellos los que han estado en el poder. La herencia recibida de otros es infranqueable en el presente e imposibilita dar cumplimiento a las mejoras prometidas. Y cuando ha sido uno mismo quien ha fracasado en el intento (o ni siquiera se ha intentado) se buscan causas ajenas a la propia decisión. La culpa siempre es ajena a nosotros mismos. Sartre lo tenía claro: el infierno son los otros.

Todo esto lo hemos visto recientemente, en la campaña que precedió al 24  de mayo. Lo que no se hizo se debió a la imposibilidad de hacerlo, o bien por la herencia recibida o bien porque Europa nos dobló el brazo y los que iban a enfrentarse a Bruselas sin consentir órdenes recibidas, se percataron que Merkel era una amante hermosa y cayeron en sus garras pensando que era el cálido regazo de una novia.

Esperanza Aguirre dijo todo lo que dijo y me quedo corto porque nunca he visto un geiser de aguas fecales hasta que ella destapó su alma (lo del alma es una forma de hablar). Y gritó que “el cobro de un dinero por parte de los parados es una beca que les permite disfrutar de un año sabático”  Es decir, que el parado es como una presidenta de comunidad que se retira un tiempo para disfrutar de su marido, sus hijos y sus nietos. El estado de bienestar llega hasta el punto de equiparar al parado del andamio con el disfrute de noches nupciales relajadas y paellas con niños angelicales que perpetúan la sangra azul de un condado. Todos somos iguales. El paro no es degradante, sino por el contrario, constituye un período de disfrute pleno y además pagado por el estado. No tiene explicación que algunos prediquen que el trabajo dignifica y que es necesario para llenar la vida de plenitud humana.

Cuando las urnas se vacían, las promesas se esfuman porque están hechas de falsedades biodegradables. Y las caretas se imponen y el parado se muere de hambre y los condes viven de la sangre heredada, de la bragueta noble que los engendró.

David Cameron, en el Reino Unido, ha ganado las elecciones. Se quitó la careta y su esposa le abrazó con la ternura que corresponde a una primera dama. Debe ser muy especial ese abrazo porque la careta que ella bordó noche a noche consiguió que su David del alma fuera hoy primer ministro. Y David, dando la cara como los mandatarios valientes, aseguró que se incautaría de los sueldos que cobraran los inmigrantes sin papeles, que tomaran conciencia de que no tienen derecho a sus ganancias porque los papeles son más importantes que el estómago, que los bebés que piden leche, que los chavales que quieren estudiar, que los enfermos que se mueren con un abandono doloroso. Los inmigrantes sin papeles deben trabajar porque los nativos tienen que vivir y si pueden hacerlo aplastando los hombros del que llegó huyendo de la miseria mejor. La crueldad forma parte de los países guardianes de los valores de occidente, cristianos por herencia, con una jerarquía de valores donde lo humano se proclama como el valor supremo. Pero los inmigrantes no son propiamente humanos, sino bestias de carga que deben estar sometidas a las órdenes de sus amos. No es racismo. No es desprecio. Es algo que emana por lo visto de la naturaleza misma y David Cameron y Esperanza Aguirre, tan anglófila ella, no hacen más que poner en evidencia sus valores de raza blanca, con dinero y látigo para domar y someter al de abajo.


Hay que tener cuidado. Las promesas son biodegradables. Votamos caretas y las urnas nos devuelven muecas que se hacen realidad.

domingo, 24 de mayo de 2015

NOCHE


Una noche clavada en cada esquina.
Sombra hueca en los balcones
Colgadas y dormidas las estrellas
como pájaros sin primavera dentro.
Calles agazapadas como perros
acechando las piernas de la luna.
A lo mejor detrás de las paredes
está el tiempo bajo un arco de sables
y albergan los tejados los gatos imposibles,
ojos como puñales de los gatos
que otean gatas prostitutas.
Y los trenes lejanos como buitres
devorando horizontes putrefactos.
No hablo de amor. No puedo hablar de amor
porque alguien arruinó las camas,
puso en orden las sábanas,
empotró la lujuria, esterilizó los besos
y vasectomizó la esperanza
para que nunca brote la alegría.
Estoy sopesando la espesura
de esta noche clavada en cada esquina.
Necesito el peso exacto de las sombras
y el color de los huesos de la luna.
No puedo hablar de amor porque es un lujo

y se ha reservado el derecho de admisión.

sábado, 23 de mayo de 2015

NOCHE


Arde la luna entre tus piernas.
Una combustión que exige
la lluvia incandescente y luminosa
de mi piel entregada.
Estoy ante ti,
río elástico que repta
por la oscura yedra de tu vientre.
Frente a ti
mi noche invertebrada, pero sólida,
como un grito estrellado contra un monte.
Es la noche anochecida
de labios entreabiertos,
de ojos cerrados
para sentir el interior de cada beso.
Y el fuego arrasando los pinares
de tu cordillera íntima.
donde anidan los pájaros barítonos
cantando mariposas.
Luna ardiente,
de cenizas azules,
pero luna,
llama abierta
exigiendo ese chorro de luz que te regalo,

géiser invertido en tu jardín sediento.
BUSCO UN RETRETE


Algo me ha sentado mal. No sé si ha sido la langosta que comí en Valencia invitado por Rita Barberá. Yo no era un invitado cutre y ella me trató con la dignidad que mi estómago de sangre azul merecía. Pero algo me sentó mal y me aconsejan que me provoque una diarrea para expulsar cuanto antes los restos de langosta. Por eso busco un retrete, porque hacerlo en la calle me da pudor por lo que se me pueda ver y porque los transeúntes ya están hartos de mierda.

Algo me ha sentado mal. Tal vez las aseveraciones dogmáticas de Rivera asegurando por todos los altavoces del país que Ciudadanos (no sé pronunciarlo como Floriano) es un partido centrista, centrado, que ni a izquierdas ni derechas, que ahí está bien, que no pretende instaurar el saludo fascista, que los demás partidos deben organizarse como él manda, que tiene la certeza de que pronto pasará de ser un líder a ser un caudillo. Me han dicho los que me quieren que debo evacuar rápidamente para que una vez vacío mi estómago electoral, pueda regresar a mi dieta de crítica sin calorías para no engordar la democracia hasta convertirla en obesidad mórbida. Por eso busco un retrete.

Algo me ha sentado mal. A lo mejor Esperanza Aguirre corre que te corre a la Fiscalía General del Estado (no a un juzgado de Plaza de Castilla porque los juzgados de Plaza de Castilla son para los rateros pobretones como Granados, mientras que ella es una caza talentos de categoría que intuyó la integridad moral de su hombres de confianza, fueran consejeros o alcaldes de pueblos importantes) Y a lo mejor la Fiscal General del Estado y el extraterreste que sonríe y le llaman Montoro empiezan a investigar y llegan a la conclusión de que Esperanza me produce vómitos porque es sexagenaria, porque miente con la inocencia de esas víboras que te pican porque es su deber impuesto por el creador supremo, que calumnia con la misma serenidad que pasea a su perrito, que insulta con la ternura de quien lanza un piropo. Tengo que dejarla aparcada (no en el carril-bus de Gran Vía) porque además de diarrea tengo ganas de vomitar. Necesito dos retretes.

Algo me ha sentado mal. Tal vez saber que ya nadie habla del paro porque según Ponds-belleza-en-siete-días se crean cuatro puestos de trabajo por minuto, de manera que necesitamos ingenieros alemanes, científicos rusos, barítonos italianos para servirnos la caña con el pincho de tortilla. Y si algún suizo se anima, podemos ofrecerle la limpieza de los servicios porque los españoles los dejamos hechos una pena cada vez que meamos. A lo mejor porque me he enterado (nos los dijo un Mariano Rajoy y Rajoy que siempre cumple sus promesas) de que España es un país que tiene muchos españoles, más aún, que hay españoles muy españoles, incluso españoles mucho. Mariano nos ha devuelto a aquellos tiempos en que no teníamos que meternos en política (ni siquiera lo hacía Franco, antecesor de Alianza Popular con el demócrata Fraga que evolucionó en Partido Popular)  Tiempos en los que disfrutábamos de las suecas que lucían muslo y dejaban entrever pechos con sujetadores a media asta. Busco un retrete para soltar todas las mentiras que me ha hecho tragar la izquierda radical, antisistema, con raíces comunistas, amantes de ETA como Manuela Carmena, defensores del crimen que peinan coleta y se compran las camisas en Alcampo. Esa izquierda que quiere destruir la democracia y prohibir que votemos y que tronchará la libertad de expresión, destrozará la Constitución como si fuera un Miguel Servet y promulgará una ley mordaza (no confundir con ley de seguridad ciudadana de Fernández Díaz)  Por favor, dos retretes porque no puedo contener ningún orificio capaz de expulsar mierda pura.

Estoy exhausto. No crean ustedes que se encuentra un retrete fácilmente. Creí que era yo solo, pero hay una fila enorme de ciudadanos y resulta que se sigue un estricto orden de llegada al vomitorio. Dadas esas prisas y la escasez de retretes debido a los recortes impuestos por Europa, tuve que largarme al campo. Mi sorpresa fue tremenda porque había millones de españoles en cuclillas, defecando la rabia y la desvergüenza. Uno de ellos me garantizó que todo se convertiría en abono que fecundaría la patria y que por tanto debíamos estar agradecidos a los políticos que nos habían causado la diarrea.

Yo, que tanto había despotricado contra aquella basura, resulta que debía estar agradecido porque esos residuos estomacales harían de mi país un país lleno de españoles y de españoles mucho. Pido perdón. Un error lo comete cualquiera.


jueves, 21 de mayo de 2015

FE


Quiero que sepas que creo firmemente
que estamos hechos de tiempo,
de dudas, de preguntas,
de respuestas hilvanadas
como montes de algodón
que se derrumban
cuando las toca el viento.
Quiero que sepas que creo firmemente
que los caminos caminan
para conseguir encuentros
que no son casualidad,
sino atracción imantada,
inevitable,
que se persiguen las pieles y las almas
hasta el beso irremediable
una tarde de mayo.
Quiero que sepas que creo firmemente
que hay palabras que tienen que decirse
tus labios y mis labios
sin que nadie comprenda
por qué nos las decimos.
Quiero que sepas que creo firmemente
que el mundo depende del eje que aporten
tus ojos,
mis ojos
para sostenerse en el vacío cósmico.
Quiero que sepas que creo firmemente
que estamos frente a frente
porque lo ordenó la lluvia
de aquella primavera.
No supimos gestionar la ignorancia,
la ausencia,
el desconocimiento
 y cuando nos presentó la primavera
fuimos conscientes
que la historia estaba incompleta
si no conseguíamos dormirnos
el uno sobre el otro.
Quiero que sepas que creo firmemente
en tus ojos,
tu boca,
en tus pechos de hierba,
en el mar de tu vientre,
en el vértigo que implica la ternura de tus montes.
Pero sobre todo quiero que sepas
que creo firmemente
en ti,
como compendio del mundo,
como la dimensión humana de mi tiempo,
como locura de este equilibrio caótico
que es el corazón.

Quiero que sepas que creo firmemente en ti.

miércoles, 20 de mayo de 2015

QUIERO AGRADECERTE


Quiero agradecerte
que vivas mi existencia.
Agradecer tu cercanía,
tu lejanía,
tus presencias,
tus ausencias.
Quiero agradecerte
que me regales tu espalda
para escribir un poema,
la luna de tu sexo para recitar
el más bello romance de Federico entre tus pechos.
Quiero agradecerte
los labios que me miran,
los ojos que me besan
y esa cosecha de trigo
en el altiplano de tu vientre.
Quiero agradecerte
el silencio de tu palabra,
la palabra de tu silencio,
ese estilo de tu mano al despedirse
cuando es tacto y caricia,
distancia y frontera,
esa forma de abrazar
que abarca lo infinito.
Quiero agradecerte
que sigas a mi lado,
intangible como la sombra del agua,
tu voz tocando mi cuerpo
como un rumor de pájaros.
Quiero agradecerte
que me sientas,
que me evites,
que me invites a descifrar tu misterio,
a ahondar en los sótanos
donde engendras el mundo,
donde haces el tiempo,
inventas la ternura
y las penas azules
de los relojes blandos de Dalí
con Vivaldi y las cuatro estaciones
que estremecen la tierra
y  besan tu nuca
para que tiemble tu carne.
Quiero agradecerte
el todo y la nada,
lo que soy,
lo que nunca seré.
Gracias por parirme cada día.

Hoy sólo quiero agradecerte.

martes, 19 de mayo de 2015

NOCHE


Una noche clavada en cada esquina.
Sombra hueca en los balcones
Colgadas y dormidas las estrellas
como pájaros sin primavera dentro.
Calles agazapadas como perros
acechando las piernas de la luna.
A lo mejor detrás de las paredes
está el tiempo bajo un arco de sables
y albergan los tejados los gatos imposibles,
ojos como puñales de los gatos
que otean gatas prostitutas.
Y los trenes lejanos como buitres
devorando horizontes putrefactos.
No hablo de amor. No puedo hablar de amor
porque alguien arruinó las camas,
puso en orden las sábanas,
empotró la lujuria, esterilizó los besos
y vasectomizó la esperanza
para que nunca brote la alegría.
Estoy sopesando la espesura
de esta noche clavada en cada esquina.
Necesito el peso exacto de las sombras
y el color de los huesos de la luna.
No puedo hablar de amor porque es un lujo
y se ha reservado el derecho de admisión.


lunes, 18 de mayo de 2015

PENAS EN LA SANGRE



Tengo penas en la sangre.
Despedidas que esperan el turno
que dictan los relojes inapelables.
Pañuelos en los labios
con adioses escritos.
El tiempo se queda sin caminos
y un hombre sin caminos es sólo un vacío,
una nada hecha añicos,
un mar partido en dos
con olas parapléjicas.
Penas que aplastan las lunas
que tenía guardadas para ti.
La distancia es la recta más larga
entre dos lejanías.
No pregunto si tú,
si yo.
Nos hemos ido,
tú de ti,
yo de mí
y hemos fabricado el vacío
de nosotros mismos.
Nos queda la sangre
que sangra cada pena


viernes, 15 de mayo de 2015

BUSCO CARA DURA DISCRETO


En principio parece difícil encontrar lo que busco. Los caras duras no suelen tener como cualidad la discreción. Dicen que antes los carteristas eran gente muy profesional, que daba gusto porque robaban con arte, con ingenio, hasta con delicadeza. Se llevaban tu cartera, pero no te rozaban el botón trasero cuando la guardabas en el pantalón ni te rajaban la chaqueta cuando no la separabas de tu corazón. Ser carterista era un arte. Eran discretos y hasta elegantes. Te podías fiar porque buscaban exclusivamente tu billetera, pero sin la intención de hacerte daño alguno. Era costumbre que las mujeres guardaran el dinero atado en un pañuelo junto a un pecho o en la ingle. El ladrón robaba sin que ellas sintieran el menor escalofrío.

Hoy es distinto. Le dan un tirón a la señora que acaba de cobrar su pensión de quinientos euros para cinco de familia y si no suelta a tiempo el bolso la arrastran y como propina le arrancan el collar que le regaló el marido cuando aquella boda de pueblo con jamón-jamón y pan blanco que un día es un día. Los ladrones han perdido su cortesía, su delicadeza y hasta su decencia. Los ladrones ya no son gente honrada.

Ahora llevan chofer, traje Armani, se perfuman con loewe y un señor uniformado les abre la puerta del Mercedes o el Ferrari. Han perdido muchas cualidades, pero han adquirido dinero. Algunos vienen de “buena familia”  (así llama mi suegra a los adinerados, herederos de cortijos y grandes firmas comerciales) Los ladrones no son pobres que necesitan un pan caliente y un dos simón áspero y un poco agrio. No fuman celtas sin filtro sino puros cohíbas traídos de una dictadura que detestan porque todo es perverso menos su tabaco. Los ladrones actuales tienen tanto dinero que viven con el miedo de una disminución pecuniaria y experimentan una necesidad compulsiva, a veces patológica, de almacenar más y más. Los que se llevan el dinero a escondidas a paraísos fiscales no ven suficientes diez o quince millones de euros. Necesitan afianzar su vida en los cuarenta, cincuenta y así hasta el infinito.

Y sobre todo han cambiado los métodos del robo. Nadie guarda el dinero en una teta o en su ingle. Nadie de los buenos roba un collar de fantasía o una macarena colgada al cuello por aquello de la buena suerte. Eso queda para los rateros de poca monta. Ahora saben que el gran dinero está en bancos y se roba con tarjetas de plástico fruto de la tecnología más sofisticada. Bankia sabe de esto. El dinero reside en las privatizaciones. Con el laudable fin de mejorar la marcha de empresas importantes, estos ladrones con guantes de seda piden, exigen, que se entregue su gestión a la sabiduría empresarial de la CEOE o CEPYME. Sus dirigentes sí que saben llevarlas a la plenitud del rendimiento económico para quedarse con los beneficios que esa buena gestión produce. Esta actitud conlleva un desprecio por los actuales directivos de esas empresas públicas porque son conscientes de que ni la sanidad ni la educación deben ser rentables ni repartir beneficios a final de ejercicio. Hay más. El director de un hospital público es, según esta teoría, un ineficaz gerente, mientras que ese mismo director nombrado por los empresarios pasa ser por un milagro de Rossell un hombre de provecho que permite ganancias a repartir entre el accionariado. Incomprensible, pero real.

Me temo que cuando los empresarios quieren quedarse con la sanidad y la enseñanza es porque, implantando como criterio supremo el dinero y no el enfermo o el educando, se dejará a un lado la bondad de la salud o la educación con tal de conseguir una rentabilidad infame donde paciente y educando pasan a ser mercancía y elementos productivos.

Estos empresarios no son caras duras discretos. No se apropian de lo público mediante artimañas elegantes y sofisticadas, delicadas incluso, como los ladrones antiguos. Proclaman su avaricia vergonzante en los hoteles de lujo donde se reúnen en un “desayuno de trabajo”. No sienten rubor y proclaman a los cuatro vientos la miserable aventura que pretenden sin esconder su voluntad explícita de sacar beneficios, y cuantos más mejor, haciéndose cargo del dolor del enfermo y del futuro del educado. El negocio está por encima de todo y el sufrimiento, la muerte y el mañana son sólo fuentes de riquezas para unos pocos a costa de la frustración de una parte sufriente de la sociedad.


No. No son discretos. No cumplen el requisito que expresaba en el título de este artículo. Diógenes buscaba a un hombre. Yo busco un cara dura discreto y me temo que no lo encontraré. Hoy llevan la frente muy alta. No les importa caminar pisándose el alma

jueves, 14 de mayo de 2015

EL PESO DEL RIO


Me pesa este río entre las manos.
No es fácil sostener la primavera
cuando son una danza los rosales
y una alegría infinita los cerezos.
Me pesa este río
guardado entre las grietas de los ojos,
filtrado en las paredes,
escondido
para que nadie encuentre
la hierba sembrada en sus caderas.
Me acostumbré a tu cuerpo
cumpliendo  la ley de gravedad
que corresponde a tus pechos clavados
a tu vientre,
a tu sexo buscando los adentros,
preguntando por la espalda del alma
para olvidar la huella de tus labios.
Voy a aplazar el cariño del agua,
con un pretexto cualquiera.
Te esperaré en la esquina de la luna
hasta que me amanezcas
y escondamos la vida en la almohada
y tengamos los besos recién hechos.



miércoles, 13 de mayo de 2015

CUERPOS



Mi cuerpo es un resumen de tu cuerpo.
Mis manos, conciencia de tu piel.
Llevo tu perfil alojado
en las grutas del alma.
Por las fisuras íntimas te hiciste
sombra de mi sangre
y dejaste tus sueños
dormidos en mis sueños.
Existo porque me piensas.
Soy barro en tus manos cartesianas,
artesanía de cristal los huesos
que sostienen mi carne
fundida con tu carne,
en la invasión de mi cuerpo en tu cuerpo.
Hacia ti voy
camino de mí mismo
al encuentro de los besos que dan forma
a las pulsiones de mi sexo en tu sexo.
Síntesis me siento de ti.
Los ríos me llaman por tu nombre,
y sabe el mar que soy arena tuya,
que me toca si  toca
su espuma la frontera de tus besos.
Soy tú.
Vacío siento y plenitud de ti.
Nuestros cuerpos son nuestro cuerpo,
la unidad de medida más exacta
en el sistema sensual de la alegría.
Me diluyo como un líquido en tus manos,
en tus ojos, tus pechos
en ese vientre que hospeda
la nada que voy siendo
para ser todo tú.
Suéñame para que encuentre
el sendero que sembraste
con miguitas de ternura.
Llegaré hasta mí si tú me llevas
por los túneles iluminados de tu ser
hasta lo que seré siempre

si me adentro en las calles de tu boca.

lunes, 11 de mayo de 2015

ERES COSECHA



Tú, cosecha de sombras nacientes.
Amanecer  sin luz tus ojos.
Anochezco en tu boca
para que nadie sepa
el nombre de los besos.
Masticas entre los dientes
mis labios y la noche.
Zumo de luna que empapa
la almohada,
sudadas de cuerpos
las sábanas.
Ruedan las pieles fundidas
hasta el alcázar de tu vientre
y en mi vientre descubres

el sabor salado de mi siembra.

domingo, 10 de mayo de 2015

EL HOMBRE DEL SACO


Habíamos vivido con el miedo en las venas. Las dictaduras lo convierten en un elemento indispensable. Un miedo l configurado por el instinto de conservación. El dictador coloca en la nuca del alma una pistola con el tambor cargado y no hay posibilidad de salvar el cráneo, porque esa pistola es un bosque de balas. No queda hueco para la esperanza y uno siente a cada momento la frialdad del cañón que roza las sienes y se deslumbra con el brillo de la culata. La dictadura es un mapa de miedos.

Confieso que sufrí ese miedo. Circunstancias de aquel tiempo aceleraron con frecuencia el pulso y agitaron la respiración y se produjeron jadeos y gemidos por el orgasmo fúnebre que produce la piel de la muerte. Sólo me sentí libre, sin miedo, con la llegada de la democracia, cuando  los fusiles sólo disparaban claveles perfumado de loewe. Entonces empecé, como tantos y tantos, a disfrutar de los cerezos en flor.

Con treinta y tantos años, ya no deberíamos hablar de joven democracia. Su hermosa madurez debería invitarnos a sentir una pasión indomable por su piel y una necesidad de besar su silueta frutal con sabor a tiempo nuevo, fecundo, capaz de engendrar la alegría de vivirla.

Pero entonces aparecen los partidos políticos, indispensables para que la libertad de elección consume la libertad interior y dignificante de la ciudadanía. Y la vocación de servicio (¿o de sólo poder?) que llevan dentro hace que la competición por alcanzar el gobierno se revista de promesas incumplidas a posteriori con el consiguiente desengaño de un amor fracasado. Pero ya es tarde para el despecho y para irse con otra. El poder del elegido condena las protestas, promulga leyes mordazas y los politólogos pegados al poder exigen aguantar cuatro años. Las manifestaciones, las huelgas, las protestas, son conspiraciones de una extrema radical como Caritas o las ONG preocupadas por el hambre, la dependencia, las ayudas a familias sin ingresos o los enfermos sin sanidad. Pero hay que aguantar porque el poder obtenido en las urnas se siente con el derecho a decir que esa realidad es falsa y que somos un país potente entre los potentes, y que la creación de empleo es espectacular, y que el estado de bienestar es mucho más bienestar, y que se han suprimido los desahucios porque el techo cobija la dignidad humana y que…Pero nada de los ya conseguido puede igualar el horizonte hacia el que caminamos si usted nos da su voto incondicional, porque entonces plantaremos cara a la Merkel, presionaremos a Europa porque somos el Cid,  tendrá que rendirse la toyka porque vive en nosotros el guerrero del antifaz. Y Mariano se viste de Roberto Alcázar y Pedrín porque por héroes acumulados que no quede.

Pero en el interior de ciertos partidos brota el miedo. Miedo a la memoria de los votantes que recuerden engaños anteriores, promesas conscientemente hechas a sabiendas de la imposibilidad de su cumplimiento, proyectos fiscales que contaban ya con recortes en todos los órdenes, tres millones de empleos con una reforma laboral prevista que rebajaría al obrero a la categoría de esclavo… Y si el electorado tiene memoria, el miedo les crece en los adentros. Entonces, esos artesanos del engaño que perfilan la actitud debida que deben realizarse en los mítines, llegan a la conclusión que debe trasladarse el miedo propio a las venas de los que eligen. Y distorsionan el pasado para llegar a decir que la historia lo arrincona todo menos a los grandes partidos. Y que los que aparecen en escena por primera vez son puros figurantes a los que hay que eliminar una vez acabada la escena principal y a los que no hay nada que agradecerles y les basta con un bocadillo de mortadela.

Los nuevos partidos –se argumenta- no tienen experiencia de gobierno, como si los que han estado vigentes hasta ahora hubieran nacido en cuna de ordeno y mando y fueran los herederos lógicos de una sangre parecida a la azul de los monarcas. Por esa falta de experiencia y por un pasado radical, subversivo, antisistema, nunca pueden erigirse en mandatarios del país. Esperanza Aguirre, esa grotesca sexagenaria capaz de enfrentarse a su propio partido, llega a afirmar que si elegimos a algunos de esos principiantes no volveremos a tener una votaciones limpias porque su esfuerzo va dirigido a la destrucción de las libertades y de la democracia. Ellos –partido popular, por ejemplo- descendiente de un firmante de penas de muerte, son los demócratas de toda la vida.

Y de esta forma se traslada el miedo propio a la sociedad si ésta elige en libertad a alguien que no sean esos demócratas de siempre. Yo o la nada. Lo que represento o el abismo. Fuera de mí no hay salvación, como dicen las religiones. El estado soy yo, con la soberbia que encierra esta mitomanía repugnante. Sólo unos pocos –los de siempre- tienen derecho a hacer política. Con lo cual la democracia pasa a ser una aristocracia, porque en los genes de unos elegidos va la hechura de la historia.


Hay una salvación excluyente. A los que no la acepten, se los lleva el hombre del saco.

sábado, 9 de mayo de 2015

MARCHA


Quiero marcharme de mis propias cercanías,
de los límites que me circunvalan,
me sitian, me constriñen
y me impiden besarte porque eres lejanía.
Quiero saltar los muros de mi carne,
desafiar los cristales de mis tapias
y fugarme de mí para ser tú.
No me echaré de menos,
no extrañaré mi ausencia.
He vivido exiliado tantas veces
que olvidé regresar para encontrarme.
Trago a trago me beberé el camino
hasta alcanzar  la plaza de tu vientre
y dormiré el cansancio de la vida
sobre el agua que emana de tu cuerpo.
Llegar. Olvidarme.
Ponme una luna entre los ojos
para encontrar tus labios en la noche
y andar tu piel a tientas

desnudo en tu absoluta desnudez.