lunes, 6 de octubre de 2008

OPINION Y FALSEDAD

Todo poder tiene tendencia a convertirse en dictatorial. El 20 de noviembre de 1.975 unos españoles se fueron a hacer cola ante una historia muerta y momificada. Pero la gran mayoría paseó por las calles de la alegría brindando al amanecer. Y aquel día nos empeñamos en la democracia, contemplamos al otro como prójimo constructor de una empresa común y creímos firmemente en las largas avenidas de la paz.

¿Pecamos de ingenuos? La hiperventilación puede ocasionar vértigo. Y todos veníamos con la respiración tan ahogada, que el chorro limpio de aire nos produjo un mareo libertario. Poco a poco fuimos aprendiendo que había que vivir en constante rebelión porque la amenaza del pensamiento único está siempre ahí, como una espada subliminal bajo la cual es posible hasta morir de éxito. El pensamiento único es tan excluyente y dogmático como el dictatorial. Hay que vigilar la propia independencia para que nadie fusile la libertad cada día rehecha y conquistada.

Proclamábamos entonces, y aún hoy, la respetabilidad de todas las opiniones. Y con razón. Pero no hay que perder de vista que la democracia es un parámetro político y no científico. Este principio no deberíamos obviarlo en el intercambio dialogal diario.

Pero sobre todo hay que deslindar la opinión, como honesto resultado de un análisis, de la falsedad para que ésta no pueda en ningún momento alcanzar la categoría política de opinión. Resultará respetable la opinión (incluso habría que matizar), pero hay que condenar sin paliativos la mentira que quiere incrustarse en ella como un parásito mortífero.

Zapatero ha entregado el Estado a los terroristas. El programa del Presidente es el mismo que el de ETA. El gobierno da por hecho la rendición de Navarra. Se ha desmantelado el estado de derecho, se ha anulado la acción judicial y policial para que los etarras puedan campar tranquilamente a sus anchas. Si no hay bombas es porque nos hemos arrodillado ante una banda de asesinos. El Gobierno es prácticamente el responsable del atentado de la T-4. La manifestación del 13 de Enero se convocó para perseverar en la negociación con los terroristas y aislar al Partido Popular.

Me niego a que todo lo anterior sea respetado como opiniones libres, soberanas y democráticas de Acebes, Zaplana, Aznar, Rajoy, Alcaraz y tantos otros. Estos enunciados no se corresponden con expresiones políticas. Y es tarea de los demócratas desenmascararlas, arrancarles su hipócrita envoltura y dejar al descubierto una intención deliberada de mentir y un propósito de hacer de la falsedad un argumento válido. La falsedad no entra en el campo democrático. Las dictaduras se ponen de pie sobre la mentira y muchas de las actuales aseveraciones disfrazadas de exposición democrática no superan la categoría de dictaduras repugnantes y opresivas. Lo que antecede no es la opinión de un partido político. Es la farsa conscientemente montada para hacer de la democracia una dictadura encubierta. Añoranzas, tal vez, de otros tiempos construidos sobre el cinismo.

Me repugna pensar que lo dicho por ciertos políticos responda a una convicción sincera. Y si así fuera, ruego que paren la democracia porque yo me bajo en la siguiente.

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