lunes, 13 de octubre de 2008

TIEMPO DE AMOR

Iba orgulloso por la calle. Como si llevara la luna de la mano.

-Te quiero, me dijo.

De ciertos despachos brotaban muertos como rosas amortajadas. Irak, Afganistán, Palestina, Israel, Sudán sembraban el futuro de cadáveres. Alguien sacaba a España de rincones obscuros y la asomaba al balcón de la sangre putrefacta. A medio mundo le provocaba nauseas el otro medio. Se compraba petróleo y se pagaba con carne. Aparcamos el asco en un hostal de carretera y descubrimos el universo como un inmenso prostíbulo.

-Te quiero, me dijo. Deberíamos ir a las Azores y enmarcar la alegría, y llamar al amor por su nombre, y gritar que la historia se alumbra boca arriba como un hijo. Me repugna este helado Guantánamo del miedo, del silencio cómplice, de la palabra encadenada.

-Te quiero, me dijo. Vamos a plantar el cariño al aire abierto. Huyamos al barrio de la libertad. Lejos de los predicadores del miedo. Que se queden agarrotados por el pánico porque nunca conocerán palmeras en alta mar.

-Te quiero, me dijo. Sin dogmas que yugulan los caminos. Sin relativismos que disuelven la esperanza. Sin la seguridad que impide el riesgo supremo de lo humano.

-Te quiero, me dijo. Me deslumbra esta explosión de claveles, la manifestación mitinera de los pájaros, la trinidad igualitaria de las olas. Te quiero por un plebiscito de la sangre, por los besos ungidos de las urnas, por el sí libertario de los vientos.

-Te quiero, me dijo. Respetando tus surcos entreabiertos, tu cosecha marítima de brisas, tu corazón de espumas inconcretas. Admiraré el ritmo de tus tiempos, el pulso de tus horas, la espera muscular de tu progreso.

-Te quiero, me dijo. Y haré del año que empieza un brindis perpetuo por la salud del sol, por la integridad de las rosas, por la suerte de los olivos de paz. Sacaré zapatitos a la luna en Febrero, en Agosto y en Noviembre por si el hombre consigue un armisticio consigo mismo y reanuda la armonía del corazón con la sangre.

-Te quiero, me dijo. Haré de mi carne una respuesta a tus ingles erectas y a tu aliento colgante. Que el aire lo disfrute y las olas se preñen de la luz de las sonrisas. Lo deseo este año que comienza para ti, caminante, creador de senderos y de tiempos, para ti que has hecho de lo humano la creación luminosa del futuro.

-También yo te quiero, le dije. Y desde entonces, nos citamos cada tarde en la plaza pequeña de los besos.




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