viernes, 3 de octubre de 2008

LA COPE


Hoy el mundo es plural. Y así debieran ser las naciones, los partidos políticos, los medios de comunicación. La imposición dogmática queda para reductos impenetrables que viven de la uniformidad confundiéndola con unidad.

Un ejemplo de esta “pluralidad” es la COPE, la cadena episcopal, aunque ningún Obispo la escucha, según confiesan, por falta de tiempo. En ella caben “el ángel que anuncíó a María”, la voz de un difuminado Presidente de la Conferencia episcopal y la bendición urbi et orbi de Ratzinger. Pero sobre todo cabe el odio de Nacho Villa o Federico J. Losantos.

Al fin y al cabo uno llega a la conclusión de que el tal Nacho Villa o Federico son unos simples funcionarios del desprecio, empleados del rencor, servidores del enfrentamiento sin mayor importancia. El resentimiento siempre termina devorándose a sí mismo y autodestruyéndose. El viento, no hace falta más, se encarga de la dispersión de las cenizas.

Pero detrás, y esto es lo inquietante, está la Conferencia episcopal. Un Colegio de Obispos que debe estar por definición al servicio del pueblo, de los más pobres, como conciencia crítica y profética de una sociedad que aplasta al débil, al obrero, a la mujer por maltratada o por el ejercer el derecho de ser mujer. Una Iglesia que pone al frente de un medio de comunicación a elementos encargados de enfrentar, dividir, fraccionar, calumniar, falsear, etc. para ejercer desde esa perspectiva su poder en la sociedad, es una Iglesia que pierde respetabilidad y coherencia.

La Iglesia supo vivir en una España de odios, de divisiones, de enfrentamientos. Y parece añorar aquellos tiempos en que las criadas entraban a la iglesia por una puerta y por otra entraba con todos los honores el jefe provincial del movimiento. Supo conjugar el hambre con los palios y las tapias de los cementerios con las alfombras de El Pardo. Y siente una profunda añoranza. Se mancha cuando baja a la plaza pública para exponer su verdad junto a la verdad de los que andan siempre buscándola sin llegar nunca a ser poseedores absolutos. A la verdad se la ama, no se la domina. Y se cierra Entrevías, se condena a Jon Sobrino, se anatematiza la eucaristía de un pan sudado, con huellas de mujer honrada de Vallecas.

España está sobrada de odio, de rencor. Odio y rencor que hunde sus raíces en momentos que uno creía superados. Pero que no lo están. Ya se encargan los Obispos de poner a sus voceros Nacho y Federico al frente para regenerarlos.

Y apoyados en el báculo episcopal, demasiados políticos, profesionales igualmente de la añoranza, de la España monolítica, manifestándose contra derechos civiles incuestionables, exigibles, irrenunciables. Se puede ser de derechas. Allá cada uno con sus hemiplejias. Pero dejen el odio para los nachos y los federicos. Yo prefiero quedarme con los ángeles de Vallecas.



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