Antonio Cañizares, Primado por la gracia de Dios, Santiago y cierra España hasta el hermetismo intelectual más obtuso, Príncipe de una Iglesia cristiana-anticristiana, Cid Campeador de un dios Campeador y Cid, salta por encima de Reales Decretos, de un Gobierno elegido, voto a voto, y desde su alteza principesca impone que la educación para la ciudadanía se enseñará apoyándose sobre “la base de la verdad de la persona en total fidelidad a la visión cristiana del hombre y de la sociedad y en conformidad con la doctrina social de la Iglesia”
Y uno, que fue contemporáneo de una Iglesia hermana de tiranías dictatoriales, cómplice de fusiles negros y humeantes, de gracias de Dios colgadas en tapias de cementerios blancos, de tierra bendecida para ocultar tiros de gracia desgraciada, se pregunta por la visión cristiana del hombre, por la base de la verdad de la persona de tanto Guerra Campos, de tanto Rouco, de tanto Gascó.
Y uno, que fue abriendo caminos de libertad de expresión y de conciencia, que pretendió hermandades de ideas y de hombres, de cosmogonías “galileas” y “theilardianas”, que creyó en la liberación de los pobres por una teología cristiana y neotestamentaria, se pregunta por la lejanía de una jerarquía obsesionada por imposiciones canónicas codificadas y cosificantes.
Y uno, que asimiló el personalismo de Mounier, la visión unificante de Rhaner, la pluralidad de Congar, la moral de las bienaventuranzas de Häring, que intentó descolgarse de ontologismos buscando existencias vivas, calientes, dinámicas, de hombre-proyecto-de-hombre, se pregunta por la aportación de estos Obispos añorantes de Corpus toledanos, de custodias de Arfe carcelarias de sacramentos lorquianos.
Y uno, que siempre defendió que los hombres y mujeres no tienen sexo sino que son seres sexuados, con escalofríos de luz enamorada, con temblores de golondrinas posadas en los labios, se pregunta por el desprecio de la Iglesia hacia los homosexuales, por la humillación excluyente, por la reclusión de los que deben someterse a rehabilitación social y cerebral de la mano del curandero Polaino.
Y uno, que siempre ha creído en la dignidad de la mujer, se pregunta por la marginación humillante, obsesiva que de la mujer ha hecho la Iglesia. La mujer-eva-tentación sigue expulsada del paraíso, admitida sólo desde una degradante compasión, otorgándole la femineidad como regalo inmerecido y existencia subordinada No es la mujer evangélicamente contemplada, sino la resignada esposa-amante-cocinera-zurcidora-ama-de-casa de Pilar Primo de Rivera.
¿Es esta la educación que quiere impartir la Jerarquía a nuestros hijos? ¿No corresponde esta actitud, punto por punto, a la formación del espíritu nacional? Rouco Varela habló el otro día de la maldad del nacionalsocialismo de Hitler y el fascismo de Mussolini, del laicismo opresor marxista. ¿Olvidó condenar el nacionalcatolicismo o su no condena fue simplemente añoranza?
Lo he dicho alguna vez: no me preocupa que sean Obispos de derechas o de izquierdas. Me preocupa simplemente que sean Obispos.
Y uno, que fue contemporáneo de una Iglesia hermana de tiranías dictatoriales, cómplice de fusiles negros y humeantes, de gracias de Dios colgadas en tapias de cementerios blancos, de tierra bendecida para ocultar tiros de gracia desgraciada, se pregunta por la visión cristiana del hombre, por la base de la verdad de la persona de tanto Guerra Campos, de tanto Rouco, de tanto Gascó.
Y uno, que fue abriendo caminos de libertad de expresión y de conciencia, que pretendió hermandades de ideas y de hombres, de cosmogonías “galileas” y “theilardianas”, que creyó en la liberación de los pobres por una teología cristiana y neotestamentaria, se pregunta por la lejanía de una jerarquía obsesionada por imposiciones canónicas codificadas y cosificantes.
Y uno, que asimiló el personalismo de Mounier, la visión unificante de Rhaner, la pluralidad de Congar, la moral de las bienaventuranzas de Häring, que intentó descolgarse de ontologismos buscando existencias vivas, calientes, dinámicas, de hombre-proyecto-de-hombre, se pregunta por la aportación de estos Obispos añorantes de Corpus toledanos, de custodias de Arfe carcelarias de sacramentos lorquianos.
Y uno, que siempre defendió que los hombres y mujeres no tienen sexo sino que son seres sexuados, con escalofríos de luz enamorada, con temblores de golondrinas posadas en los labios, se pregunta por el desprecio de la Iglesia hacia los homosexuales, por la humillación excluyente, por la reclusión de los que deben someterse a rehabilitación social y cerebral de la mano del curandero Polaino.
Y uno, que siempre ha creído en la dignidad de la mujer, se pregunta por la marginación humillante, obsesiva que de la mujer ha hecho la Iglesia. La mujer-eva-tentación sigue expulsada del paraíso, admitida sólo desde una degradante compasión, otorgándole la femineidad como regalo inmerecido y existencia subordinada No es la mujer evangélicamente contemplada, sino la resignada esposa-amante-cocinera-zurcidora-ama-de-casa de Pilar Primo de Rivera.
¿Es esta la educación que quiere impartir la Jerarquía a nuestros hijos? ¿No corresponde esta actitud, punto por punto, a la formación del espíritu nacional? Rouco Varela habló el otro día de la maldad del nacionalsocialismo de Hitler y el fascismo de Mussolini, del laicismo opresor marxista. ¿Olvidó condenar el nacionalcatolicismo o su no condena fue simplemente añoranza?
Lo he dicho alguna vez: no me preocupa que sean Obispos de derechas o de izquierdas. Me preocupa simplemente que sean Obispos.
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