miércoles, 13 de agosto de 2008

HONRADEZ DEMOCRATICA

Se debe presuponer la honradez de cualquier exposición de ideas cuando resulta discrepante de la nuestra, incluso contraria. Se construye así una democracia sana y enriquecedora. Cada cual parte de sus propias limitaciones y admite la aportación del otro como ampliación del propio pensamiento. La democracia es así el resultado de una responsabilidad ejercida por la comunidad, empeñada en la búsqueda de la verdad y del quehacer común fructífero para todos. La democracia no es posible sin una profunda fe en el hombre, en todos los hombres. Sobre este credo primigenio descansa la convivencia humana y humanizante y descansa la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y cuando alguien se desmarca de estas coordenadas se autodestruye como ciudadano o tiende a destruir a los demás con actitudes dictatoriales.

¿Pero es posible mantener esta profunda fe en el otro cuando se perciben planteamientos prácticamente insostenibles y nunca sostenidos hasta el presente por un determinado grupo o individuo? Dicho de otra forma: ¿Puede alguien sostener un enunciado político y pasar a mantener su contrario, incluso su contradictorio, sin que en realidad cambien objetivamente las condiciones de ese enunciado?

Que Zapatero se ha empeñado tenazmente en conseguir la paz, con el respaldo de la mayoría del Parlamente español es elogiable para todos, menos para el Partido Popular que era consciente que de conseguirlo se apuntaría una tanto que el pueblo español sabría pagar en las elecciones y que acarrearía una caminar desértico para la oposición durante bastante tiempo. Y la postura de enfrentamiento ha llevado a los populares a situarse en una trinchera en la que es difícil, es imposible, creer en su presupuesto intelectual honrado. Cuando la oposición habla de rendición del estado de derecho, cuando afirma tener constancia, nunca demostrada, de la existencia de pactos con los terroristas, cuando se le atribuyen contactos, y guiños y componendas, cuando se asegura que defiende prioritariamente a los verdugos frente a las víctimas, cuando se afirma en sede parlamentaria que si no hay bombas es porque hay concesiones, cuando se mantiene que se traiciona a los muertos, no podemos los demás partir de ese principio básicamente democrático de la honradez intelectual del adversario.

Tácticas, estrategia se le llama a esa actitud. Eufemismos para enmascarar la necesidad que tienen algunos de paralizar el estado democrático y no permitirle ensancharse mientras tiene que perder tiempo y energías en remendar lo que otros van rompiendo. Golpe de estado disfrazado, revestido de galas democráticas, pero que encierran en realidad un anhelo de que la democracia no adquiera un pleno desarrollo. Se abortan así proyectos de leyes que reconocerían derechos inalienables, enterrados por viejas dictaduras, y que ayudarían a un estado de libertades a las que los auténticos demócratas no estamos dispuestos a renunciar.

Han surgido del parlamento español normas que a todos debieran ensancharnos el espíritu, tales como la ley de igualdad de género, la ley de dependencia, los matrimonios homosexuales y de cuya existencia casi no somos conscientes. Porque hay una oposición empeñada en caminar sobre una necrofilia asfixiante, pútrida y maloliente. Si no estamos haciendo nada en ningún campo y tampoco, según los populares, en el campo del terrorismo, es lógico que nos sintamos marginados por el propio sistema democrático que nos hemos otorgado. Y esta actitud lleva sin remedio a un desentendimiento del quehacer político que a todos nos corresponde. Cuando cuaja esta conciencia de irresponsabilidad compartida, está abonado el terreno para el advenimiento de una dictadura, siempre por supuesto de derechas.

¿Será consciente el Partido Popular de los que esto significa o es en realidad lo que afanosamente estás buscando?

FRANQUISMO: HISTORIA Y MEMORIA

Un día se te olvida el corazón como costumbre. Te encuentras con la muerte apoyada en tu almohada en un hospital cualquiera, y mientras esperas su abrazo definitivo, recorres el ayer y el hoy sin un mañana posible.
Nacimos en el franquismo, con giraldas firmes y taconazos victoriosos. Se nos prohibió ser niños porque enseguida fuimos hombres de patria. Niños-flechas. Boinas rojas. Cadetes de la vida entre montañas nevadas y camisas nuevas.
Hombres prohibidos fuimos. Decapitadas las ideas. Censurados los besos por éticas falsamente cristianas. Iniciativas cortadas en carne viva. Sólo pensaban los superiores, cuando todos, casi todos, éramos inferiores. Alpargatas semanales. Zapatos y pantalón con raya los domingos. Chocolate de tierra y demasiada tierra ensangrentada de enemigos de la patria.
Se nos vino un día un vendaval de libertad a la cara y estrenamos quehaceres de futuro. Quedó atrás una historia, que es nuestra historia triste, desgarrada, sanguinolenta y oprimida. En el bolsillo de un pantalón que guardamos caliente de tiempos viejos. Pero nada más. Y los muertos. Muchos muertos. Amaneceres llenos de muertos por tapias blancas de cementerios. Enemigos del dictador, pero hermanos nuestros. Allá por las cunetas, con polvo de olvido sobre desnudas calaveras. Y mientras tanto, calles gloriosas a los vencedores: Queipo de Llano, Yagüe, Avenida de José Antonio, estatuas ecuestres en plazas y cruces de calles, rótulos con fechas de entrada de los “nacionales” Cuarenta años de victoria gloriosa para unos, tremendamente amarga para la mayoría. Es nuestra historia. Nuestra reciente y lacerante historia. No hay que olvidarla. Pero sobre todo no hay que ensalzarla con monumentos que nos la recuerden como “glorioso movimiento nacional” Porque debajo de tanta bota opresora están nuestros muertos, nuestro dolor, la orfandad de varias generaciones.
Cuando tienes la muerte apoyada en tu almohada, contemplas una democracia que ha necesitado treinta y tantos años para condenar una dictadura que todos, sólo casi todos, despreciamos. No se trata de nuevos enfrentamientos, como miserablemente pretende demostrarnos Zaplana, sino de un grito de justicia para tantos y tantos que soportaron, soportamos, la pistola en la yugular. No confundamos historia, memoria y encumbramiento. Sólo estamos bajando de sus pedestales a los se subieron a sí mismos invocando sacrílegamente el nombre de una patria como absoluta propiedad privada, robando, hasta ahora impunemente, algo que es herencia común. Estamos restituyendo a sus puestos a los injustamente muertos, a los que eran dueños de su momento. Hay de despreciar una justicia franquista que condenaba ateniéndose a consignas de matones. Hay que condenar sin paliativos y llamar por su nombre a los que ejecutaron a miles de españoles por el simple hecho de no ser dignos del glorioso movimiento nacional.
El desprecio más absoluto a todo el que refugiándose en la memoria como historia no tenga la decencia de deslegitimar al dictador último y a todos sus secuaces.
Vamos a seguir con el mañana, desde el hoy y el ayer purificado por la vergüenza de los que obligados fuimos. Uno puede morirse un poco más a gusto.

¿AÑORANDO PISTOLAS?

Hay días que mueren al amanecer. Se hace imposible la serenidad de una despedida porque alguien se empeña en una cesárea en carne viva. Al año 2006 no pudimos decirle adiós. Un pelotón etarra lo tuvo arrinconado contra la T-4 y le disparó a bocajarro con las primeras luces. Saltó por los aires como una granada lorquiana. Dos muchachos ecuatorianos, que ahorraban espigas para el mañana, se quedaron con el perfil tronchado sobre el volante de un coche.

“Paz, vida, libertad, contra el terrorismo” 13 de Enero. Mies en España. Sosteniendo el dolor de una pancarta. Contra el odio. Contra las balas. Contra los amaneceres fusilados. Acunando el perfil de los muchachos que guardaban espigas en los ojos. Calles españolas arriba. Pelotón etarra enfrente. Sudando el esfuerzo. Ganando terreno a las pistolas. Poco a poco. Tragándonos la sangre como los toros bravos. Miles de españoles. Sindicatos, asociaciones de inmigrantes, políticos de casi todos los partidos, sólo de casi todos, representantes de un gobierno empeñado en la paz. Frente al odio, al sinsentido, a los mástiles colgando víctimas. Joseba, Miguel Angel, Tomás y Valiente, Fernando Buesa, niños abrazados a sus muñecos. Cadáveres con una barra caliente de pan, concejales, militares, y aquellos dos muchachos, ahorradores de espigas, coleccionistas de sueños imposibles. Pedíamos sólo paz, vida y libertad a los encapuchados de blanco, a esos chulos de la muerte. Los queríamos enfrente, sólo a ellos, para gritarles sin intermediarios, directos a la cara, para lanzarles los trozos de aquel amanecer que recogimos en la T-4.

Y nos encontramos con otros miles de españoles que no gritaban contra ETA. Culpaban al Presidente del un gobierno, a los representantes del pueblo, al pueblo que los eligió. “Ahí sólo vais putas y maricones y gente de mal vivir”, decían. “Zapatero, vete con tu abuelo” “Gobierno igual a ETA” Acebes exigiendo que se revelen los acuerdos entre el gobierno y el terror. Miguel Angel Rodríguez proclamando que a ZP lo “`puso un grupo terrorista” en la Moncloa. Rajoy diciendo que si no hay bombas es porque se ha transigido y ahora que la muerte estaba ahí era porque se había cedido al chantaje.

Dolía la tristeza en las aceras. Había que luchar. ¿También contra los que nos culpaban? Esperábamos un sudario, un hombro, una projimidad dolorosa. Y ellos llevaban guadañas, para segar unos votos, para cortar esperanzas, aunque fueran, también fueran, apoyo para los asesinos de amaneceres. Contra ETA y contra muchos que nos culpaban. Aquella tarde en la calle. Y ahí siguen, impasible el ademán, los alcaraces, los buesas, los pujaltes. Aznares catedráticos de capitalistas retrasados.

La banda terrorista ha dado una entrevista al periódico Gara tras la detención del comando donosti. Y Rajoy y Zaplana y Acebes siguen afirmando que estamos de rodillas ante las bombas, que las alimentamos, que las oxigenamos. Algunos, está visto, no son nada sin pistolas. Escribí un artículo por aquellos días. “La bomba de la alegría”, se titulaba. Para algunos fue el punto de apoyo para mover el mundo político. Y repugna que salgan, no a condenar a los asesinos verdaderos, sino a los que realmente luchamos contra ellos.

Estoy cansado del odio, del rencor, del insulto. Pido desde la marginalidad a la que me condenan unos y otros. Un poco de paz, por amor de Dios. Que hace tiempo que no como una alegría al aire libre.

MIKEL BUESA

Fue una angustia colectiva. Fuimos conscientes del paso del tiempo. Dolían las horas, los minutos, los segundos. Estaba la cobardía apuntando la nuca de un muchacho joven. Novia en el corazón. Horizontes en los ojos. Las manos llenas de futuro. Y la pistola ahí. Y el tiempo ahí. Y la cobardía asesina ahí. Y a todos nos estalló el cerebro aquella tarde.

Vinieron las manos blancas. Manos en ofrenda para antiguos rencores. Ahí estaba España, oferta de inocencia para comprobar si alguien tenía la infinita cobardía de disparar. Y ETA disparó aquella tarde. Y nos sentimos fusilados. Toda España fue una muerte. Con novia en el corazón. Horizontes en los ojos. Manos llenas de futuro. Miguel Angel se llamaba. Miguel Angel nos llamamos todos desde entonces.

Madre. Padre. María del Mar. Totorica, Alcalde. Y un pueblo dando nombre a la hermandad del dolor: Ermua. Todos somos Ermua. Lazo azul en la solapa para sacar al sol la rabia contenida, la esperanza frustrada, tantas veces frustrada, la incomprensión hacia la cobardía, el rechazo de hombres hermanos, de muchachas viudas, de hijos buscando padres por las esquinas, guardias civiles levantando asfalto para encontrar esperanzas. Inútil. Todo muerte aparente. Sólo aparente. Porque Ermua es una giralda de esperanza. Porque Ermua sigue de pie. Porque Ermua está entrelazada en las solapas de los amantes de la vida, del quehacer, en los creadores de mañanas, de futuros

Pero a Ermua le han violentado las puertas. La han violado. Le han robado otra vez la paz, la esperanza, la solidaridad con la muerte de un muchacho. Mikel Buesa no está de acuerdo con restituir a Ermua la honradez del recuerdo. Ermua maltratada por un Buesa que dice que el pueblo se coloca de parte de los terroristas. Buesa blasfemo. Buesa destructor. Caudillo desfasado de un terror ignominioso. Mesías envuelto en su propia nada. Arrastrando el cadáver de Ermua con un lazo robado en la solapa. Le acompañan Pujalte y Esperanza, Rajoy y Zaplana. Hablando, gritando, cantando en nombre de los muertos, más muertos cuando alguien trafica con el dolor ajeno. Rastrillo de penas negras, fusiladas un día, rematadas ahora por caudillos impotentes.

Hay que achicar sangre en España. La sangre brotada aquella tarde. Y la sangre añorada y resucitada por tanto mikel buesa, por tanta isabel, por tanta cristiana, por tanta rosa desvaída.

Hay que rescatar las manos blancas porque nos pertenecen. Hay que apretar a Ermua contra el pecho porque es de todos. Para que no nos la roben. Para que nos devuelvan a Miguel Angel Blanco, porque fue herencia bendita y cada uno llevamos su huella entre las manos.

LA PATRIA

Fuimos niños de patria. Nos la clavaron en los pliegues del cordón umbilical. Fuimos niños de Dios. Lo heredamos con los genes de quienes lucharon en una guerra cuyo aniversario final celebramos por estas fechas. Macuto de Dios y patria para el camino unidireccional donde todos los senderos estaban tapiados y bien tapiados. España limita al norte, y al sur y al oeste. España era un límite ideológico más allá del cual sólo había perversión, comunismo, enemistad, herejía y ateismo. Se nos quedó el hambre dentro, y el dolor de los muertos y un olor de ausencias. Pero teníamos Dios y patria y montañas nevadas como horizonte. Una paz de tricornios y cementerios blancos. Veinticinco años de paz, y treinta y Plaza de Oriente para siempre y Valle de los Caídos.

Quedaba el mar. Como una lanzada abierta en el costado. Y por el mar, Europa. España buceadora, braceando de ola en ola hasta alcanzar orillas imprevistas. Franco no había contado con el mar. No aguantó una España abierta por la izquierda. Y se murió porque el mundo se le atascó en la femoral, como una cornada grande, paquirri-pozoblanco venido a menos, cubierto de crespones negros, peones de plata llevando el cuerpo, hasta la mortaja de piedra entre los montes.

Tuvimos sensación de anchura, de amplitud. Fuimos mayores de golpe, sin cursar adolescencia. Lanzados hacia delante, irremediablemente verticales. Nos vino Europa. Globalizó positiva y negativamente. Los pirineos fueron un adorno sobre el televisor. Como el torito negro que engalanaba saloncitos alemanes. Se nos universalizó el alma y hasta Dios debería hacerse grande, europeo, laico, compañero o extraña y asfixiante raíz. Dios hizo lo que pudo, lo que le permitieron Rouco y Cañizares. Se nos fue quedando, rezagado. La patria fue algo distinto. Se la apropió la derecha. Y como cuando Franco, se convirtió en reducto. Cabía la patria en la Castellana, banderas al viento. Y en las manos del Alcaraz prostituyendo el dolor. Y la llevaban en procesión, con su dios rajoy-pequeño, desde Alcalá a Sol. Patria paseada los sábados por la tarde. De cinco a siete. Credo final y villancincos nacionales. De vuelta del nuevo parque sindical hasta la bandera que viene, hasta la patria como unidad de destino en lo universal. Fuimos niños de Dios y patria. Somos hombre de patria en pecho. Dios tuétano en nosotros, medinaceli y gran poder, cristos morenos por la cintura estrecha de Sevilla.

La patria crea antipatria. El patriota, antipatriota. Surge la exclusión, el otro como extraño, como enemigo, más que adversario. Se erige el credo único, el que excomulga, el que divide, el dogmático, el endogámico. Debe destruirse el suburbio, el chabolerío marginal. Es mandato de la patria. Angel flamígero, exterminador. Tapiado el paraíso. Cercado. Extranjerías vigentes. Nadie sin papeles. Muros altos contra invasores foráneos, contra dioses sin túnica nazarena, contra vírgenes pobres y musulmanas. Que entren sólo los que cotizan en bolsa porque hacen patria en el parqué. Los emires de petróleo negro, los buhses que programan guerras prósperas, enriquecedoras, los aznares antibalcánicos, los zaplanas-pegamento-imedio que no permiten la rotura estremecedora de España. Reservado el derecho de admisión. Sólo novios de la muerte. Caudillos Buesa y Rosa Díez: presentes!

Fuimos niños de patria. Hoy sólo somos indecentes expatriados.

FICHAS NEGRAS

Se le vino de golpe todo el honor encima. Como un mar. Como un monte. Dignidad prendida en la solapa. Dignidad morada viernes-santo la corbata. Nudo ahogando en dignidad la respiración Camisa chorreada de moral recién estrenada. Entrecortado, tal vez por falta de costumbre, se lo dijo al juez: el PSOE está detrás de los crímenes del 11-M. Pero entre mi conciencia y la fuente de información está el mandato de la decencia y no puedo revelar el origen de mis conocimientos. Quede constancia (esta indecencia sí me la puedo permitir) de que el gobierno actual destruyó fuentes inequívocas que implican de forma contundente a ETA como agresor preeminente de la masacre de aquel día nefasto. Puedo acusar y acuso. Puedo condenar y condeno. Para eso soy eurodiputado del Partido Popular. Puedo jurar y juro por Acebes, por Aznar, por mis raíces de prójimo de Teresa de Avila, por su santo brazo propiedad del Caudillo. Tiene que creerme, Sr. juez, porque rezumo dignidad, honor y ética por todas partes. Además, no tiene más que hurgar en el periódico el Mundo y escuchar lo que manifesté a Losantos en la COPE con la bendición de los Obispos. Pregunte al Cardenal Cañizares o Rouco. Ellos no son como usted, Sr. Juez. No me pidieron pruebas porque saben de mi decencia de siempre, que no es cosa de ahora. No tengo que consultar con mi familia. Soy un Guzmán el Bueno, un Moscardó actual. Y lo sacrifico todo por la palabra dada. Le pueden cegar la fuente a mi fuente. Sorprenderle el chorro. Y una fuente sin agua es una maldición. Pago la multa que prevé el Código y estamos en paz. Yo me voy a Europa a abrazar a Mayor Oreja que me comprende y llama al PSOE buitre carroñero. Le queda a usted Trashorras que es un delincuente. El no tiene categoría como yo, aunque como yo sea confidente de El Mundo. Pero siempre ha habido clases y no conviene que confundamos. El está detrás de los cristales blindados y le han quitado la honorabilidad al entrar porque sonó en el detector. Yo he pasado con mi dignidad y mi decencia intactas y aquí las tiene.

Y el Juez consultando. Tiempo para tomar café. A lo mejor en los posos del café se encuentra la verdad y no ponemos en duda la dignidad de un eurodiputado, ex-efe de la policía, amigo de Pujalte y Pedro J., buscadores perpetuos de la verdad, manifestándose sábado a sábado, sembrando la Castellana de dudas, de deseos sinceros. A lo mejor en los posos del café, concluye para sus adentros el Presidente del Tribunal.

S reanuda la sesión. Díaz de Mera: Señoría, he pensado largamente en Alcaraz, Rajoy, Zaplana, Acebes, el Cardenal Cañizares, Aznar, que necesitan la acción de ETA en el atentado que nos ocupa y que con absoluta certeza implica al Gobierno. Todos, como Su señoría, buscan la verdad. Pues bien: Yo soy la verdad. Que vengan todos a mí. Sería bueno, Señoría, que me levantaran un monumento cerca de Sol. Con una leyenda grande que dijera precisamente eso: aquí está la verdad. Y que cada sábado, banderas al viento, himno patrio, pancartas, mitras, bajando por Cibeles, peregrinación bendita. Ahora que llega la Semana Santa, pueden encenderse velas, y portar estandartes, y llevar capirotes por si a Francisco José le da vergüenza, por si Buesa, Rosa Díez o Iniestrillas. Podría usted sumarse, Señoría. Entendería entonces el vértigo del milagro, intuición pura de Lourdes o Fátima. Todos caminando hacia la verdad y la verdad allí, erguida, sin moritos inocentes, sin asturianos traficantes. Solos y desnudos. Los milagros son así: no tienen explicación. Se asumen sin más. Sin preguntas, sin justificaciones. Yo salvo mi dignidad, mi moral, mi ética. Y usted, señoría, tiene en sus manos al culpable que todos han buscado y en cuya condena hemos dejado lo mejor de nuestras vidas. Lo merece la unidad de España.

Llamazares exige que se mueva el alfil, la Reina y el Rey: fichas negras le llama. Acebes, Rajoy y Aznar. Acebes, alfil hemipléjico, en diagonal hacia la derecha. Rajoy-Reina, pese a la abstención en la ley de igualdad de género. Aznar-rey. Por fin alguien, aunque sea un rojo, reconoce su auténtica dimensión histórica.

En adelante, no olvide nadie unas flores allá por Marzo. Para la víctima de la dignidad y la decencia: IGNACIO DIAZ DE MERA.

EL RINCON DE LA HISTORIA

El siglo XX quedará marcado para la historia como un siglo transformador. El mundo cambió más durante esos cien años que en grandes períodos de tiempo anterior. Es verdad. Pero quedará también marcado por dos guerras mundiales, la guerra del Vietnam, guerras olvidadas pero existentes en Africa, guerras fratricidas como la española. Y como consecuencia de todas ellas millones de seres humanos perdieron la vida, millones tuvieron que emigrar de sus países, con el desarraigo que ello significa y con el trauma de tener que recomenzar la vida en tierras extrañas. Gran parte de ese siglo la vivimos como guerra fría, al borde siempre de la contienda, en el filo de un equilibrio siempre acechante, en busca del momento oportuno para sorprender al otro y lanzarse sobre él.

Parece que hay una evolución de la sensibilidad humana tendente a desterrar este concepto bélico del quehacer político. Las calles se llenan de voces que claman por la paz y contra las guerras cada vez que una potencia y sus acólitos tienen la tentación de invadir otro país “ara implantar la democracia”, para “librarlo de una dictadura” o para apropiarse de sus bienes, digámoslo claramente, que es la razón subyacente pero más real de todas.

Y en estas estamos cuando aparece el profesor Fanjul y llega a la conclusión que desde Carlos III el estado español ha caído en picado y es evidente su disolución “Desde la muerte de Carlos III España no ha hecho sino caer en picado, en una larga agonía de imperio en disolución”

Esta constatación lleva a Fanjul a proclamar la justificación de la decisión de Aznar de entrar de la mano de Buhs en la guerra de Irak. “Aznar estimó que ya era hora -sirviéndose de la fortaleza económica, también obra suya- de parar la caída y empezar a reclamar el puesto que nos corresponde”. Algo que, según sus palabras, es “incomprensible” para los “vividores que disfrazan de pacifismo su inhibición y buena siesta”. Deberíamos ser conscientes los españoles que nuestra resurrección como pueblo es obra exclusiva de José María Aznar y de la inmersión en una guerra. Estamos, gracias a él, de pie sobre los muertos y eso nos ha devuelto un papel decisivo. La guerra encumbra a unos a costa de otros. Gran visión antropológica.

Piensan algunos que Aznar debería ser juzgado por un tribunal internacional por esta decisión tomada unilateralmente, en solitario (lo afirma Jaime Ignacio del Burgo) y contra la opinión del pueblo español en su gran mayoría. Ante esta situación, Fanjul entiende las causas de este deseo: No es más que la necesidad de “distraer la atención de nuestro principal problema del momento (la rendición ante la ETA)”, el afán de el“reducir el impacto electoral que entre los españoles están teniendo los besuqueos con los terroristas”, y el ansia de “criminalizar personalmente” a Aznar, “la figura con más arrastre popular de su partido”, según el catedrático.

En 1.975 España se incorporó de nuevo al mundo después de permanecer en su extrarradio por un golpe de estado que nos impuso una feroz dictadura que duró cuarenta años. Incorporada, vía democracia, a la Unión Europea, es impensable y repugnante que alguien pretenda sacarnos de esa oscuridad que palpa el señor Fanjul metiéndonos en una guerra. No nos hace más grandes la colaboración en la destrucción de un pueblo, el derramamiento de sangre, la aniquilación de una sociedad, el empujón a una guerra civil y religiosa y la expropiación de sus bienes de producción. ¿Somos, señor Fanjul, una nación más rica, más soberana, más expansiva intelectualmente ahora que antes de participar en esa guerra? ¿Nos hemos arrugado, empequeñecido, empobrecido por el hecho de retirar nuestras tropas? Un pueblo es digno cuando lucha por su libertad, su pluralidad, cuando se empeña en la libertad de los demás, confraterniza con ellos y les ayuda solidariamente en el caminar histórico que les corresponde.

¿En manos de quién está nuestra juventud universitaria? ¿Bebiendo de algún catedrático belicista que necesita las bombas de racimo para sentirse crecido ante la historia? ¿Son estos dráculas miserables los llamados a influir en la opinión pública española? ¿No consiste en esto el enaltecimiento del terrorismo? ¿No se reclama para otros, y con razón, que sean juzgados por ese enaltecimiento?

No hay, no puede haber, terroristas buenos y malos. Yo pido que todos, absolutamente todos, sean llevados a los tribunales.

RODRIGUEZ ZAPATERO


José Luis Rodríguez Zapatero pretende ser la poesía de la política. Se dedica a la palabra, a la esperanza, al futuro. En un debate sobre el estado de la Nación habló sobre el cuatrocientos aniversario del Quijote. Y Aznar sonrió con desprecio. Convocó un encuentro de culturas y la oposición se extrañó que un político estuviera interesado en algo más que la renta per capita. Poco después Kofi Anan hizo la misma reflexión y la derecha miró hacia otro lado tratando de disimular. Cumplió la palabra dada y retiró las tropas de Irak. Todavía no se lo han perdonado. Y el Presidente de los Estados Unidos se permite mirar por encima del hombro a alguien que no estuvo de acuerdo con las mentiras que han costado miles de muertos. La reforma de los estatutos, la financiación de las Comunidades Autónomas, los planes de unos y de otros han asustado a la oposición. Rodríguez Zapatero reconoce el derecho de todos a la palabra que expone, que exige, que reclama. Se le echa en cara la falta de respuestas tajantes. Pero él sabe que las respuestas deben tener un contenido provisional porque de lo contrario se levantan dogmas que no suelen ser democráticos.

En el último debate sobre el estado de la Nación desplegó la palabra para que la alcanzaran los terroristas. A lo mejor no sólo de sangre vive el odio. No sólo de muertos. No sólo de pistolas. “La palabra es un arma cargada de futuro”, dijo Celaya. Y esa palabra está ahí, como un pan bueno, como un agua refrescante para las víctimas que gracias a ella a lo mejor nunca lo serán. Y esa palabra está ahí para dar calor a nuestros muertos, los muertos que nunca debieron ser, como semilla vivificante de nuestros hijos. A lo mejor podemos cargar las pistolas de palabras como se cargaron de claveles los fusiles portugueses.


Rajoy habla de traición a los muertos. No es cierto y él lo sabe. Pero tampoco hay que traicionar a los vivos, y él lo sabe porque es cierto. La democracia sólo tiene la palabra. La palabra abierta como un vientre, hacedora de esperanza y de futuro.

La poesía en política es la creación de espacios abiertos donde todos caben, donde lo humano es más humano, donde lo nuestro se reparte entre los otros, donde se distribuye entre todos la riqueza íntima. Es verdad que sólo con la palabra se hará la paz como en un principio se hizo el mundo. Las armas encierran negocios, explotan la nuca de las espigas. Las guerras interesan a muchos, pero no engendran la paz. Sólo la palabra funda la amistad de los pueblos.

La madre palabra lo pare todo, lo alumbra y lo humaniza. Las dictaduras intervienen la palabra. Se adueñan de ella. Por eso degradan a quien la sufre. Y al que habla se le asigna una muerte que lo calle para siempre. La palabra no puede crecer donde pisa la bota del dictador. España sabe mucho de eso. El parlamento es una prerrogativa de las democracias porque es la plaza soleada donde un país se sienta a compartir ilusiones de futuro.

Estos perfiles constituyen parte de eso que se llama “talante”. La derecha lo ridiculiza porque no ha leído a Aranguren, que era de izquierdas cuando los buenos sólo eran de derechas.

Este es José Luis Rodríguez Zapatero . ¿O es el que todos desearíamos que fuera?

SIN ODIO

Por dolerme, me duele hasta el aliento
(Miguel Hernández)


He soñado muchas veces que me acercaba hasta la cárcel mediterránea de Alicante. Para arrimarle rosas a la tuberculosis. Sembrar su voz de geranios. Y que Miguel respire azules horizontes. Miguel de nanas de escarcha. De cebollas concéntricas. Dolorido el aliento, hasta el íntimo aliento en carne viva.

Se nos murió Miguel sin odio. Sangre sobre los muros grises. Se encharcó la mañana con la pena, pero sin odio, con lunas fusiladas, pero sin odio, con pálidas tristezas, pero sin odio.

Y Granada, provincia de Fuentevaqueros. Federico huyendo de su muerte. Y la muerte escondida por el Generalife. Brotando en el patio de leones. Muerte árabe de alhambras. Lorca muerto, pero sin odio. Firmando el último verso sobre gitanos morenos. Con un tiro en las vértebras del alma, pero sin odio.

Media España muerta por las esquinas de España. Apretados los dientes contra los dientes del hambre. Con la resignación vencida en el costado. Con el dolor, mucho dolor, amamantando el futuro. Pero sin odios. España de ferias y estómagos vacíos. Con la alegría en el ala del sombrero. Con el sombrero brindando toritos y jazmines a la mañana hermosa que pariría un mañana. Pero sin odios.

“Libertad, libertad sin ira, libertad” Libertad por los montes. Por las nieves luminosas de Noviembre. Libertad limpia, sin ira. Libertad honda, hasta los sótanos del alma, sin ira, sin odios. Libertad de balcones abiertos. De par en par la vida. Las manos llenas de gozo. Acariciando las caderas de la libertad, pariendo hijos libres de ira, de rencores oscuros, de negros cuajarones de odio.

Federico y Miguel resucitados. Con el aliento indoloro. Con los gitanos libres por los mares alegres de la luna. Federico brindando con darros de cristal, con san gabrieles de espuma, con guadalquivires flamencos.

Dos mil seis. Treinta y un años cumple la losa rectangular de granito. Un archivo de grises bayonetas. Museo de fusiles para visitar la memoria del tiempo que se fue. Pistolas amansadas que no matan. Guardadas en siniestras cartucheras. Pero no matan. Porque hemos plantado cara y las pistolas sólo asesinan por la espalda. Es posible la paz. Si la miramos de frente, los ojos en sus ojos, manos inocentes alzadas, sintiéndonos Miguel Angel Blanco, Tomás y Valiente, guardia civil casado y con dos hijos, policía con novia en un pueblo castellano. Amando la paz. Ejerciéndola. Creándola. Soñándola. Empeñando la palabra sin balas contra las balas sin palabra. Decorando las bombas con claveles. Sin odios. Sin muros que obstruyan el paso de la luz. Con cristaleras y limpias trasparencias.

Si no llega la paz, nos reventará la femoral. Volverá la cornada a chorrear el orgullo salvaje de algún toro. Y comeremos las espigas amargas de una negra cosecha. Pero no lograrán que odiemos.

Que se callen los profetas del odio y de las iras. Las plañideras que añoran las nucas desnucadas. Los que han matado la palabra por la espalda. Los acebes, los aznares, los vidales, losantos, los dávilas, las isabeles, los alcaraces, los zaplanas y agapitos, los que portan conspiraciones en mochilas, y tantos y tantos que mastican el rencor. Dejen libre el aire para que respire la alegría. No colaboren con la rabia a la muerte que dictan las pistolas.

Quiero escribir sin nombrar. Sembrando un poco de poesía, hasta que la muerte me resucite en la palabra. Hasta la paz más íntima. Sentado junto al invierno, dando migajas de amor a las rosas volanderas.

LA BOMBA DE LA ALEGRIA

Uno tira la vida al aire y cae donde cae. Del lado de la alegría, de la esperanza, del gozo íntimo. Y se siente un vuelo de palomas, blancas como rosas blancas, de rama en rama peregrinas.

Uno tira la vida al aire y cae donde cae. A un precipicio negro, vértigo suicidado, con oscuridad brotada, con musgo podrido en las cunetas.

ETA ha vuelto a matar. Ha yugulado esperanzas, ha empitonado la femoral de la alegría y se nos ha desangrado la ilusión en cuajarones. Y ahí estamos. Apretando los dientes. Tapando con pañuelos los boquetes. Instalados en la T-4 de Barajas. Al frío del invierno porque nos han roto los techos, porque hay luna escarchada, porque esculpe la nieve el perfil de la noche. Estamos como estamos. Peor que hace un año, Presidente. Arrinconados los hombres como escombros. Contra una esquina. Contra los agujeros de bombas asesinas. Hemos muerto muchos. Nos han ejecutado como a Sadam, con sogas de destrucción masiva. Peor que hace un año, Presidente. Creímos un día en la palabra. Allá por marzo. Y nos surgió la primavera por la sangre. Tuvimos fe. Y empezamos muchos, menos los de siempre, a construir la esperanza. Día a día. Pedazo a pedazo. Haciendo camino al andar. Machado al frente. Y hemos estado mejor que hace cinco años, Presidente. Se nos han muerto los muertos de humo asesino de tabaco, de enfisemas grises, de corazones cansados. Pero con nucas intactas. Se han muerto porque tenían derecho a morir. La muerte no les fue impuesta.

Peor que hace un año, Presidente. Aparentemente. Sólo aparentemente. Porque la vida es lineal. El retroceso es pura apariencia. La vida es como los surcos. Va trigo adelante, horizonte adelante. El hoy va siendo irremediablemente mañana. El presente es futuro cuajado. Horizonte limpio, posible por imposible, real por inalcanzable, hermoso por utópico.

ETA ha vuelto a matarnos. A muchos. Pero no a todos. A algunos les han estallado los deseos confirmados. ”Esto tiene que terminar necesariamente mal”, decía Zaplana no hace mucho. Rajoy exige como oposición lo que no supo defender como gobierno.

Esta mañana, cuando 2.006 se despeña dinamitado por una bomba de ETA, ha habido manifestaciones por todo el país. Nadie ha condenado a la banda terrorista. Se ha pedido su dimisión, Presidente, por cómplice, por responsable último. Lo ha dicho Alfonso Usía. El Presidente se burla de las instituciones y mecanismos democráticos y en consecuencia debe dimitir, ha dicho Pablo Sebastián. El Presidente oculta a sabiendas la muerte de los dos ecuatorianos desaparecidos. Federico Quevedo exige que explique usted por qué ha permitido que ETA se rearme para conducirnos de nuevo a una situación de muerte y dolor. Alcaraz, bedel servilista de no sé que intereses, pregunta qué le debe usted, Presidente, a ETA y exige que diga la verdad de este atentado y del 11-M.

Peor que hace un año, Presidente. O mejor. Según se mire. Porque para algunos, está visto, la bomba de la T-4 y la desaparición de dos ilusionados ecuatorianos han abierto una urna llena de votos. Su empeño ha tenido confirmación. El terrorismo es tan absurdo que termina haciendo favores contra su voluntad. Una bomba destructora puede ser también una bomba de alegría.

Nadie condena a ETA: ni Iniestrillas, ni Astarloa, ni Arenas. ETA no tiene que desaparecer porque nada ha hecho, según parece. Que el PSOE destituya a Zapatero y todo se habrá arreglado, dice Sebastián. Tal vez algunos deban negociar con los terroristas para volatilizar a un presidente democráticamente elegido. Así, y sólo así, la violencia estará justificada.

Me repugnan y me dan miedo los que ponen bombas y los que disfrutan con su explosión.

ANA PRESIDENTA

Usted, señora, ciertamente recuerda aquel día. Del brazo de su marido, Presidente Aznar, Napoleón venial y enamorado, avanzaba por los jardines de la Moncloa, con el Palacio al alcance de la mano. Color claro el vestido. De gris, él. Casi de rodillas la arboleda. Como si los rosales fueran alféreces provisionales. Usted, señora, entrando triunfante. Sonriendo a las cámaras, subyugando la luz de la mañana, convirtiendo en súbdito el orgullo de los cedros.

Supimos después por su boca que el Palacio era inhóspito. Que no se adecuaba su humildad a tanta alfombra persa, a tanto jarrón chino, a los cortinajes barrocos que desdecían de su natural sencillez. Pero su capacidad de sufrimiento por la patria la llevó a acostumbrarse a todas las dificultades y consiguió adaptarse a todas las incomodidades. Hasta el punto que ahora su marido afirma que si usted, señora, llegara a la presidencia del gobierno, sería una gran presidenta. Me imagino entonces al señor Aznar de gris, siempre de gris como el interior de su alma neocon, emperador venido a menos, buhs minúsculo y devaluado, apoyado en su brazo, caminando en segundas nupcias hacia una palacio para él inasequible, por usted reconquistado. Se cumpliría la igualdad entre uno y otro género, aunque el Partido Popular se ha abstenido en la votación de una Ley que debería llenar de gozo a todos los españoles. Pero el Partido Popular no está hecho para el gozo y la compañía. Es más bien un gran sufridor solitario contra el mundo. Parece siempre recién salido de una guerra, dolorido, sangrante, gritando sus convicciones preventivas contra todo y contra todos. Ser consciente de la univocidad de la propia razón, del dogma poseído y no compartido por los demás, suena a existencia lacerante y heroica. Y así será en adelante el camino hacia un Palacio inhóspito, ventanales de cretona, tresillos donde se hunden incómodamente los cuerpos, cortinajes anticuados, no acordes con una mujer moderna como usted, capaz de incorporar a su presidencia las manzanas y las peras de la homosexualidad, de compartir catalán en la intimidad y de consensuar si es necesario con el mismo Iniestrillas por el bien, siempre por el bien, de una España siempre balcanizada, a punto de disgregación, de rojerío e islamismo sin Macarenas y Trianas

Cuidado, señora. Le vienen pisando los talones. No Rajoy, no. Este se limita a ser un presidente en el exilio. Ni siquiera ha llegado a líder. Costalero permanente de José María, es un simple precursor de las presidencia de otros. Tampoco Acebes ni Zaplana. Acebes tiene mucha atocha en los talones y Zaplana, moreno de verde luna, mucho ladrillo alimonado. Pero cuidado, señora, que todavía hay Esperanza. Empuja en las manifestaciones. Es capaz de llamar traidor continuamente a Zapatero. Tiene una televisión debajo del brazo y necesidad de aumentar el sueldo para llegar a fin de mes. Es mejor pedir que robar, va diciendo por el metro de Madrid y canta por los rincones de su alma montañas nevadas. Cuánto chotis por sus adentros, cuanto madrileñismo acogedor, cuanto amor hacia Rouco y la Almudena y el Cristo de Medinaceli. Cuidado, señora, que hay mucho tamayo y mucha administrativa sanitaria entre las arizonas de la Moncloa y a lo mejor Esperanza le arrebata la presidencia cuando usted pretenda entrar pasando revista a los cedros de palacio.

LA FOTO

Hasta ahora, sí. Pero ya no. Desplegaba el tríptico y aparecía su mujer en el centro. A la izquierda, los hijos. Y a la derecha, no podía ser de otra forma, aquella foto con dedicatoria. Miraban los demás con envidia. El la guardaba con orgullo de hijo predilecto, de amigo por encima de otros, de cercanía con aquel gran hombre que le elegía para escribirle una dedicatoria. Pensaba que se lo había ganado todo a pulso. Estaba en la ejecutiva del Partido Popular por méritos propios. Pago a lo mejor por su defensa a ultranza, contra toda evidencia, de la implicación de ETA en el 11-M. Había defendido la mentira de Aznar y de Acebes con todas sus energías. Había intentado poner contra las cuerdas a los siguientes ministros de interior. Había escoltado a su jefe cuando defendió ante la comisión que los terroristas no andaban por desiertos lejanos. Había implicado a un Presidente democráticamente elegido en la comisión de Atocha. De verdad se había ganado el orgullo de la foto y la dedicatoria. Y la llevaba en el tríptico de piel y plástico, junto a su mujer y sus hijos. Amor repartido entre la intimidad y la patria.

Cuatro años con la foto. “Asunto rancio”, decía Arístegui. Pasado perseguidor e inaguantable para Rajoy. A él mismo, Jaime Ignacio del Burgo, le pesaba aquel lastre. Lo notó en la manifestación de Pamplona. Mariano invadiendo UPN. Esperanza, omnipresente, invadiendo UPN. Acebes, invadiendo UPN. Recordó entre banderas españolas, “jarchas” tardíamente apropiadas y defensas preventivas de Navarra, que el Partido Popular se estaba apropiando de un electorado que le pertenecía. Y lo decidió mientras sonreía a parte de su ejecutiva de Génova.

Fue un error la foto de las Azores. Nunca debió Aznar enmarcar a todo un pueblo que gritaba contra la guerra en aquella intantánea macabra para dedicársela a su mujer o a su amigo Jaime Ignacio. España no debía haber prestado la sonrisa al emperador Buhs ni al travestido Blair. Y desde luego hay que hacer autocrítica. José María Aznar nunca consultó con el comité ejecutivo de su partido. Fue una decisión exclusivamente personal. Colmó así su ego pero vació de contenido la democracia y la dignidad de un pueblo. El, Jaime Ignacio, aplaudió en el Congreso de los Diputados. Sintió como propia la emoción de las primeras bombas asesinas. Ahora, después de 650.000 muertos, rompió la foto y la tiró a un contenedor no-reciclable. No fue valor, ni arrepentimiento, ni dolor por tanta sangre. Fue tal vez despecho por la invasión de Pamplona.

Y de repente, Acebes: “Del Burgo no pertenece al Partido Popular” A lo mejor Jaime Ignacio también se desdice de su convicción conspiratoria y desmonta la trama infame urdida por Acebes en el 11-M. Y revela que necesitaron mentir por obscuros planteamientos. Y que dieron órdenes muy concretas a las embajadas, y que suplicaron a los directores de periódicos, y que pretendieron que la ONU… Y entonces Aznar y Acebes y Rajoy y Zaplana deberían exiliarse de la política porque les falta la más mínima dignidad para estar en un parlamento donde la paz es una meta de honrados, de manos tendidas, de diálogos entreabiertos.

Mientras escribo este artículo todos los grupos políticos se están manifestando ante las puertas del Congreso contra la guerra de Irak. Todos, menos el Partido Popular. Su presidente “efectivo”, José María Aznar está en Australia disfrutando de la fórmula uno. D. Mariano está ocupándose del futuro. D. Angel ejerciendo de exterminador. D. Eduardo tiene sesión de rayos uva.

¿Dónde está Jaime Ignacio del Burgo? A lo mejor recogiendo los trocitos de una foto gloriosa para lucirla de nuevo en el tríptico de piel y plástico, conforme se abre a la derecha.

DESPRECIO

Rajoy: “Estos montan una manifestación por cualquier cosa. Un día la montarán para protestar contra Felipe V o Felipe González. Yo hablo de futuro”
Arístegui: “Montar ahora una manifestación por la guerra de Irak es hacerlo por un asunto rancio”
Duele el desprecio hacia los vivos y hacia los muertos. Hace cuatro años, sólo cuatro, la blasfema trinidad de las Azores llevaba al mundo a una explosión. Sustentada sobre la falsedad y la mentira más absurda, este trío sanguinario, dispuesto a sacar beneficios a cambio de sangre, prometió al mundo seguridad, estabilidad, democratización para el pueblo irakí y grandes dosis de petróleo para todos. Hoy el mundo es más inseguro, ha habido 650.000 muertos, las amenazas de todo tipo se ciernen sobre nuestras cabezas y en el 11-M casi 200 muertos chorrearon en la estación de Atocha.
A Mariano Rajoy sólo le interesa el futuro. Como si una guerra vigente, destructora ahora mismo, fuera algo pasado. Y esto como mensaje implica un enorme desprecio hacia los que estamos vivos. A los que hace cuatro años exigíamos que esa guerra no se llevara a cabo por la injusticia que encerraba y porque estaba sostenida por mentiras, cinismo e hipocresía. Cuatro años después, Buhs apuesta por seguir en el camino de sangre emprendido. Blair es desprestigiado hasta por el laborismo inglés. Y Aznar se pasea por la historia dando lecciones de salvación a una España que le desprecia por traficante del fariseismo más repelente. Triste figura de un presidente que tuvo que dejar de serlo y de un Rajoy que aspira a gobernar desde una derecha matrimonializada con la derecha extrema y los más rancio de una jerarquía eclesiástica. Desde la algarada de unas manifestaciones preventivas, Rajoy –afirma- construye el futuro.
Cuando hoy, 17 de Marzo, todavía humean las bombas caídas sobre suelo irakí y los muertos nuestros de cada día todavía están calientes, Arístegui afirma que nos manifestamos por motivos rancios. Tremendo desprecio por unos muertos que son también los nuestros porque la globalización del dolor nos afecta a todos. A la venerabilidad de nuestras víctimas –incluidas las del 11-M, no tenidas en cuenta por la derecha española- hay que añadir el ramillete de angustia que diariamente se produce en una país como Irak y de las cuales debemos sentirnos especialmente responsables porque colaboramos de forma directa a descerrajar una guerra contra ellos.
Es imposible pensar en futuro por un sentimiento de sonrojo de la propia historia. Quien tiene que borrar el ayer se queda sin mañana y ni siquiera es capaz de vivir el hoy. La fecundidad se ejerce en la temporalidad. Porque el hombre es –lo queramos o no- un ser en el tiempo
Rajoy pretende guarecerse en el futuro como huída pudorosa del pasado. Arístegui necesita reducir al pasado el presente. Mientras tanto, los muertos son un grito que nos interpela a todos cada día. Cuesta trabajo caminar con la vergüenza de la sangre fraternal colgando de los ojos. Moja el dolor de los otros en intemperie desnuda. Prefiero el camino desnudo a las grutas que cobijan el desprecio de los que pisan las Azores.

VIGILIA

Nunca he participado de una concepción cíclica de la historia. He procurado ser peregrino de horizontes y así lo he ido sembrado en mis diversas actividades y escritos. El camino tiene una entidad propia, humana y humanizante. Quienes quieren construir el mañana como envoltura del pasado, sólo llegan a forjar una inmensa esfera de capas superpuestas y endogámicas. Anclarse en un ayer envolvente es hacer de la muerte una postura carente de riesgo, de interrogantes. Es miedo al precipicio de la propia libertad. La actitud fetal es válida si la criatura empuja hacia la vida. De lo contrario, se convierte en muerte acomodada, a gusto consigo misma, pero necesariamente abortiva.

Pero hay que contar con la existencia de fuerzas que ciegan el camino y que procuran hacer del pasado un dato vigente y actual. Y aunque no lo consigan, frenan el impulso creador, amante de lo imposible porque es imposible, de utopías verdes y frescas como primavera vivificante.

El Cardenal de Madrid ha convocado una vigilia para “orar por España” Y he sentido el empujón, el forcejeo que me lleva necesariamente a mi niñez. Había entonces muchas vigilias: desagravio por el robo de un cáliz, para glorificación de la santa pureza, para honrar a la Inmaculada, para preparar la festividad del Corpus. Por el año setenta y cinco proliferaron las vigilias para pedir a Dios por la recuperación de la salud de nuestro Caudillo Franco, guía de la patria, hijo fiel de la Iglesia, para que pudiera seguir al timón de una paz conseguida con miles de fusilados, con libertades yuguladas, con conciencias puras de comunismo y vigía supremo de occidente.

Hoy suenan trompetas talibanes provenientes de la Jerarquía eclesiástica. El Obispo de Jaca promulga la división entre buenos y traidores adjudicando la bondad a los azules y la maldad a los rojos. Hasta el lenguaje está desfasado. El Cardenal Cañizares identifica a España con el catolicismo. “España o es católica o no es España. Será otra cosa, pero no España” Benedicto XVI exhorta a los Obispos del mundo a tomar ejemplo de la lucha que afronta el episcopado español. Y ahora la vigilia para orar por España porque el anticristo (así se lo gritaron a Zapatero) se ha instalado en la Moncloa y España debe ser cristiana, nunca musulmana como deseaban por tierras murcianas. Y Aznar nos acaba de decir que si cedemos en el tema de Afganistán veremos implantada la ley islámica en la mitad de territorio español.

Rouco Varela quiere que oremos por esta España balcanizada, destruida, que traiciona a los muertos, que detecta como Rajoy que cuando hay bombas es porque no se ha cedido ante el terrorismo y que cuando no las hay (como ahora) es porque se está cediendo, cuando el gobierno ha accedido al chantaje de un terrorista ciertamente repugnante no arbitrando todas las medidas que un estado de derecho debe ejercer contra los sanguinarios (Cañizares) Cuando Nebrera (Segunda de Piqué en Cataluña) equipara el matrimonio gay con la unidad de una señora y un delfín, cuando el Rajoy mitrado y báculo en mano sale a la calle rodeado de Obispos-oposición para denunciar el amor malvado de los homosexuales. Cuando en ninguna iglesia se organizaría una oración por ningún asesino, mientras que se realizaron grandes funerales cuando murió quien mantuvo a España en permanente estado de terror.

Tuve una infancia santa de vigilias. Anhelo una muerte, tal vez muy cercana, simiente de futuro. Que nadie me ate a la inmovilidad de la sombra. Buscaré un cielo infinito abierto a la infinita pregunta.

IRAK: PALABRA DE SANGRE

“Continuar esta guerra no es la solución. Esta sólo puede encontrarse en el diálogo con la insurgencia” Lo ha dicho el responsable máximo de las fuerzas americanas desplegadas en Irak. Han pasado cuatro años desde el comienzo de la guerra. Miles de muertos han ido quedando por el camino. Millones de dólares convertidos en balas asesinas, en bombas criminales. Familias destruidas. Dolor y lágrimas enterrados. Humanidad fusilada. Han pasado cuatro años. Durante ellos la humanidad, toda la humanidad, se ha degradado por acometer la matanza o por consentirla. Todos deberíamos sentir la vergüenza de haber disparado por acción u omisión contra un pueblo indefenso.

Los Jefes de Estado y de Gobierno han seguido buscando la amistad del emperador, firmando tratados de amistad y cooperación, intercambios culturales, comerciales, etc. Nuestro propio gobierno, que tuvo la valentía de retirar las tropas, ha hecho todo lo posible por granjearse la benevolencia de Buhs (recuérdense las gestiones de Moratinos y la pleitesía de Bono ante Ramsfeld). José María Aznar prefirió la epifanía de las Azores a la voz del pueblo encallecida de pisar la calle. Cómplice de la más rastrera ilegalidad, se refugia ahora en una ignorancia en la que nadie cree por repugnante. Y si realmente fue engañado por su amigo Buhs es el momento de apostatar de aquella foto de las Azores y de condenar sin paliativos una guerra infame. En el Congreso, el Partido Popular, tan amigo hoy de la legalidad, aplaudió y llenó de risas y felicidad el hemiciclo como si de la feria de abril se tratara. Sigue sin condenar esa barbarie y cuando sobre el asunto se le pregunta a Mariano Rajoy, argumenta que no está para responder sobre vándalos y suevos, sobre acontecimientos de una pasado lejano. Cuatro años. Tan lejanos para Rajoy. Tan próximos para el dolor de madres, padres, hijos, destrozados por el aplauso y las risas de un Congreso de los Diputados avergonzado de sí mismo.

Y ahora resulta que la guerra no es la solución. Sólo el diálogo, dice el alto militar, es la posible plaza de encuentro para construir un horizonte de vida, de paz y de armonía. Habrá que sentarse ahora frente a todos los muertos y decirles que hay que dar marcha atrás, sangre atrás, dolor atrás, porque no hay otro remedio que retomar la palabra. Cuando del trato humano se excluye la palabra, sólo queda un recurso: la muerte del más débil. En el principio fue la

palabra y cuando algo no se fundamenta en ella, la creación se desmorona como una giralda de aire.

Buhs, Blair y Aznar no tienen el coraje y la valentía de marcharse de la historia y ayudar así a la purificación. Escudados en el orgullo, son incapaces de gestos humanos y humanizantes. Alguno sigue incluso dando lecciones de patriotismo y proclamando mesiánicas salvaciones. Sólo ante un tribunal inmisericorde que los juzgara tendrían la cobardía de replegarse y nos proporcionarían a los demás el íntimo gozo de la justicia.

Al hombre se le llena la boca de términos grandilocuentes: justicia, estado de derecho, libertad. Pero tiende a excluir de su vocabulario LA PALABRA. Cuando queda fuera, hay que acudir a las fuerzas de seguridad del estado, desenfundadas pistolas, grilletes inoxidables, cárceles herméticas, guantánamos de vómito, torturas humillantes. Se apostata del diálogo. Se oponen a él los Obispos y ciertos grupos políticos. Se anatematiza al líder que apuesta por el encuentro dialogante. Lo sabemos los españoles. Muchos anhelan una democracia sin palabra, que es en el fondo una añoranza de viejas dictaduras. Actúan así como verdaderos terroristas. Tenemos experiencia: cuando se suplanta la palabra por el tiro en la nuca se destroza la convivencia. Pero cuando algunos se empeñan en reconstruir el dolor de las víctimas disparando más rápido, sólo consiguen un nuevo fusilamiento.

La solución sólo puede encontrarse en el diálogo. Qué pena que lo tenga que decir un general invasor.

DIOS HA MUERTO

Dios viajaba en un tren de cercanías. Por la ventana entraba un mundo pequeño, rectangular. Caras vencidas de hipoteca. Mujeres con los ojos llenos de besos. El Ministerio de Agricultura enfrente, decretando la belleza de los trigales o la importancia de las amapolas. Desde otros trenes Dios había visto playas morenas, montes de muslos desnudos, árboles reunidos bebiéndose el aire a chorros. Desde el rectángulo de esta ventana sólo había ojos llenos de besos, urgencia de hipotecas, ministerios organizando la rentabilidad de las rosas.
Era hermoso el mestizaje. Rumanos, españoles, marroquíes, colombianos, argentinos, peruanos, paridos todos con el dolor de una misma tierra, echados al mundo desde el orgullo de una pacha mama, surgidos desde un vientre caliente y ancestral.
Dios viajaba en un tren de cercanías. Mañana de Marzo. "A lo mejor estaba bien el mundo", pensó. Le constaba el dolor y la injusticia y la muerte y el hambre y la explotación. Pero desde aquella ventana el mundo aparecía radiante como un ramo de estrellas.
Marzo por los raíles, a metros de la primavera. Marzo con el pecho de flor de almendros. Marzo lleno de sí mismo, con la savia de los árboles chorreándole las caderas. Marzo hecho, cuajado, pleno de gracia, como una virgen encinta. Marzo con gabrieles anunciadores, con ángeles inmigrantes, reafirmando ante la historia la identidad de sí mismo. Marzo para siempre marzo.
Y de golpe el golpe. El estremecimiento infinito. El escalofrío del mundo. El temblor de las columnas de la tierra. Lo humano inhumanizado. La carne descarnada. El amor desenamorado. La sangre desangrada. El odio vigente. El odio crujiendo las venas. El odio reventando los cerebros. El odio amputando la vida de la vida. Una ciudad reptando, huyendo hacia dónde, huyendo de qué. Un pueblo descuartizado, colgado del mástil del sinsentido. Con una lanzada exacta donde duele la soledad, donde la muerte anida, donde se desintegra la respiración y el aire se hace veneno y crecen rosas podridas. Qué triste la tristeza cada vez más gris, más negra, más desiluminada, más hueca.
Dios viajaba en un tren de cercanías. Se arrastró buscando un amanecer que nunca llegaría. Pensó en su compañero de andamio, de oficina. Dios venía de las espaldas del aire y no tenía papeles. Nadie tenía un justificante de vida. Y hasta la primavera se hizo ilegal.

Dios no llegó en el tren de cercanías. Sintió un vómito de sangre. La memoria se le hizo un cuajarón. Dios preguntó por Dios mientras caía. Lo identificaron en la morgue porque llevaba una luna inocente entre las manos.

SOY DECENTE

Hace unos días el que fuera portavoz del Gobierno de Aznar, Miguel Angel Rodríguez, exigía el derecho de los españoles a saber qué grupo terrorista había colocado a Zapatero en la Moncloa. Escribí entonces un artículo en el que me declaraba perteneciente a ese grupo formado por millones de españoles que habíamos votado socialismo en las elecciones de 2.004, y en consecuencia me declaraba terrorista. Y comprendía que Miguel Angel Rodríguez saliera a la calle del brazo de Iniestrillas a pedir mi condena de miles de años y el cumplimiento íntegro de la misma.

Ahora es usted, señor Rajoy el que convoca a todos los españoles DECENTES a manifestarse el 10 de Marzo en Madrid. El que no responda a su llamamiento como delegado de Aznar es evidentemente un indecente. Pero esta vez no le voy a dar el gusto de reconocer mi indecencia por el hecho de no asistir a la manifestación convocada. Y le voy a exponer algunas razones que me llevan a revelarme contra la catadura moral que usted quiere colgarme.

Cuando usted, señor Rajoy, proclamaba como miembro del gobierno gallego, que resultaba imposible la igualdad entre los seres humanos, yo me dejaba la piel defendiendo precisamente esa igualdad, y luchaba contra la incomprensión de gente que como usted pensaba que los humanos estamos divididos en estamentos previamente constituidos y por tanto inmutables. Cuando usted y los suyos sostenían esta visión nazi, yo luchaba por una fraternidad negada incluso desde estamentos eclesiásticos que predicaban resignación ante el acontecer humano.

Cuando usted estudiaba cómodamente instalado en una universidad sin “meterse en política”, yo luchaba contra una dictadura que me persiguió, me llevó al exilio y me hizo dormir cada noche en una casa huyendo de la brigada político social. Y mientras usted escribía artículos con mentalidad fascista, a mí se me vetaban los míos en cualquier periódico español. Y cuando alguna universidad me invitaba a dar una conferencia la boicoteaban estudiantes como usted y me interrogaban los grises que rodeaban con tanquetas las salidas para que nadie escapara.

Usted, señor Rajoy, convertido a la democracia nada menos que de la mano de un demócrata de toda la vida, el señor Fraga, llama indecentes a todos los que no acudamos a su manifestación y tacha de antipatriotas a los que no comulgamos con su estrategia de golpe de calle contra un gobierno legítimamente constituido y votado.

Usted, señor Rajoy, que perteneció a un gobierno que nos mintió descaradamente el 11-M, que pretendió engañar a naciones amigas, que se empeñó en falsificar la realidad macabra de la sangre derramada ante la ONU, que tachó de miserables a todos los que pusimos en duda la autoría de ETA, usted señor Rajoy, tiene el descaro de llamarnos indecentes a todos los que nos negamos a luchar contra un gobierno surgido de las urnas.

Usted, señor Rajoy, que aplaudió entre las risas complacientes de los diputados la Partido Popular, la inclusión de España en una guerra ilegal en Irak para gloria de un Aznar soberbio, orgulloso de su amistad con Buhs y cómplice de la mentira que chorrea sangre inocente.

Ni siquiera por ironía le voy a conceder la posibilidad de declararme indecente. Me ha costado, nos ha costado mucho, llegar a donde estamos. Le regalo la Plaza de Oriente, nostalgia incluida, caudillo incluido, Aznar incluido. Yo me quedo luchando, como ayer, contra un fascismo elegantemente disfrazado, pero fascismo al fin.

CARDENAL CAÑIZARES

Acabo de leer un resumen de su artículo publicado en el periódico La Razón. Decir que no estoy de acuerdo con su razonamiento es otorgarle una categoría que ese artículo no merece. Porque usted no razona, destila incongruencias incluso desde una opinión política a la que tiene derecho como cualquier ciudadano. Desde un punto de vista doctrinal sus palabras son pura herida abierta, supuración putrefacta. ¿Es posible que logre usted compaginarlas con su cristianismo? ¿Puede hacer coincidir al Dios hecho palabra, encuentro, humanización, amor universal con el agrio sabor que rezuma su artículo? ¿Podrá usted celebrar la Eucaristía como sacramento de fraternidad después de decir lo que ha dicho? ¿Es capaz de que conciliar el respeto infinito que Dios siente por todo lo humano (lo que nos importa es el hombre: Pablo VI ante la ONU) con la absoluta falta de respeto que usted manifiesta hacia una decisión personal? ¿Es posible que a esa decisión le llame usted “terrorismo refinado”?

No me preocupa si pertenece usted al grupo de Obispos conservadores o progresistas. Me preocupa el hecho en sí de que sea usted Obispo. Me preocupa que haya sido designado para impartir una visión amorosa del mundo. Porque esa visión sólo se puede hacer creíble cuando el amor empieza en los sótanos mismos del alma. Sólo cuando de la fe se hace un acto supremo de acogida del Otro, cuando la esperanza se configura como una lucha por una mañana que nos funde con el Otro, cuando el amor es la capacidad de acoger gozosamente la entrega del Otro. (Rudolph Otto)

Refiriéndose a la huelga de hambre del etarra De Juana, afirma usted: “El ayuno controlado, durante más de cien días, de este etarra, no arrepentido, constituye un acto más de violencia, de terrorismo: refinado e inteligente, pero terrorismo”. En consecuencia, “el Estado está obligado a defender a la sociedad de cualquier acto terrorista, también de éste, y poner los medios legítimos que tiene a su alcance para librar a la sociedad de esa violencia sistemática del terrorismo de ETA, cuyos fines son políticos y no justifican en modo alguno ninguna acción terrorista”, puntualiza. No busque un lenguaje farisaico e hipócrita. Dígalo claramente: que se muera. Usted –caridad infinita- lo encomendará a Dios en sus oraciones.

“Vivimos, dice usted, en medio de un caos, sin principios, desnortados, en medio de una perversión del lenguaje y de una gran quiebra moral”, y “estamos inmersos en un haz de contradicciones, y en un mar de confusiones, en un puro relativismo que carcome y destruye a la sociedad”. Su artículo periodístico, se lo aseguro, colabora a esa visión catastrofista, de infierno inmediato, de hundimiento en fuego eterno que usted refleja. Pertenece este artículo a la más repugnante corrupción de la palabra no escuchada desde los tiempos en que reverenciaba usted a un caudillo impuesto por un dios (con minúscula) beligerante, general de cruzadas, de guerras santas con indulgencia plenaria para las pistolas. Cuando se tienen los ojos limpios, Dios se hace cómplice de la alegría, del esfuerzo humano, con una projimidad amante que fecunda la vida. No tiene usted esa limpieza y da usted la impresión de que cree amar a Dios porque no es capaz de amar a nadie.

“Vivimos en la contradicción, en la confusión, en el relativismo. Desnortados” No me incluya en su visión apocalíptica. Ni a mí ni a millones de hombres y mujeres (también mujeres, aunque para usted signifiquen un eslabón inferior) que hemos hecho de la vida una búsqueda esperanzada y amorosa. Búsqueda no instalada en la absoluta seguridad que usted posee, ni en la dogmática tranquilidad de quien como usted encierra a Dios en una definición mezquina y excluyente.

No hable usted de terrorismo sin desinfectar de amenazas sus palabras. La palabra disparada con odio busca las nucas del alma. No dé lecciones desde su puesto de vigía de occidente. No hable en nombre de Dios porque de sangre vertida en nombre de Dios estamos hartos. No hable desde la cúpula de una Iglesia fuera de la cual no hay salvación porque la salvación no nos viene de los miopes márgenes episcopales, sino del esfuerzo supremo del Dios de la cruz, regalo siempre de amor para la indigencia ontológica del hombre.

No confunda la espada victoriosa con la cruz humillada. No necesitamos exorcistas. Nos urgen hacedores de esperanza. Nos sobran notarios de la muerte. Buscamos constructores del amor. Reinsertados de tanto opio anestesiante de conciencias, buscamos la desnudez fecunda de la palabra. Algo que usted -sospecho- es incapaz de dar. No profane la luz que es lo único que nos queda para buscar a tientas una verdad que nos salve.

LA CALLE

Fuimos niños sin calle. Casi nada había. Carne a veces los domingos. Caldos calientes de lunes a sábado. Chocolate de estraperlo. Alpargatas y maletas de cartón. Mucho llanto detrás de los visillos. Viudas en camas grandes. Incomprensibles orfandades. Preguntas colgadas de los ojos. Preguntas por el padre, por el hermano, por el abuelo. Casi nada había. Era todo del señorito. Zapatos limpios. Pelo engominado. Camisa blanca a diario. Camisa azul los domingos para la misa de doce. Yugos y flechas bordados. Velo negro ellas. Misal de cantos dorados. Párroco reverencial saludando a Doña Lola y a D. Antonio, Jefe local del Movimiento. Misa madrugadora a las ocho. Para las criadas, los peones del campo, los capataces. Cofias y delantales blancos. Boinas negras y sombreros de paja.

Fuimos niños sin calle. Jóvenes sin calle. Hombres sin calle. La calle era de Fraga. Fraga dictador. Fraga demócrata de toda la vida. Le cabía el Estado en la cabeza, decían algunos. Le cabía sobre todo la calle. Se declaró propietario un día. Y anduvimos todos de prestado, de alquiler caro, a precio alto, muy alto. No albacea. Ni administrador. Propietario. Para eso era vencedor. La limpió de cadáveres. Barrió la sangre. Y a pasear Trianas morenas, Macarenas de “madrugá “ y Nazarenos morados punzados de espinas negras.

La democracia nos devolvió plazas de alegría. Sin grises gorras de plato. Sin tiros al aire que mataban obreros o estudiantes. Iban los besos por las aceras, del brazo de la esperanza, camino de un mañana cada mañana. Proclamamos un sesenta y ocho póstumo. Creímos que el mar estaba bajo los adoquines. Pedimos lo imposible por un amor utópico a la realidad. Teníamos sed de calle, hambre de calle. La sembramos de árboles y jardineras. La hicimos más elegante para que olvidara antiguos propietarios. Fuimos capaces de protestar contra Suárez, contra Felipe, contra el infame Tejero, contra Aznar. Cada manifestación era un mitin de canciones, de globos. Se vestían de colores los derechos ciudadanos de los gays. Y el dolor de Sintel era fraternidad gozosa y solidaria.

Ayer me asomé a la ventana. Estaba triste la calle. “En el gobierno sólo hay putas, maricones y gente de mal vivir” “Zapatero terrorista” “Zapatero fascista” “Menos manos blancas y más manos duras”, gritaba Iniestrillas a tres metros de Gallardón. Acebes: “El gobierno ha preferido la vida de un terrorista a la de Miguel Angel Blanco” “Zapatero, vete con tu abuelo” “Zapatero, muérete” María San Gil, Amando de Miguel, Alcaraz, Buesa, Rajoy, los Obispos. Todos pidiendo una rebelión cívica. Un alzamiento inmediato. Hay que pasar a la acción. Con banderas de aquellas. Las que fueron nacionales. Brazo en alto. Aguilas de imperios protegidos. Millones de españoles que eligieron un gobierno democrático y legítimo. Contra el paredón. Por elegir putas y maricones. Un gobierno que ha traicionados a los muertos, que rompe España, que la entrega a los terroristas, que la balcaniza, que la descristianiza. Aquí Fraga. Que haga valer sus títulos de propiedad. Los que le dio el Caudillo. Para eso fue vencedor. Porque otra vez están los rojos. Que no quemen las Iglesias. Que son muy capaces. Que nos van a matar a los curas. Que lo dicen los Obispos perseguidos. Que tienen armas de destrucción masiva. Lo afirma Aznar, emperador dimisionario. Lo sabe Rajoy que sostiene la capa del César

Estaba triste la calle. Olía a nostalgia gris, a estrellas de ocho puntas. Se oían marchas militares. Había odio, mucho odio. Enfrentamiento cainita. Banderas que dividieron. A ver si dividen, si separan. Porque es rentable el fratricidio y la sangre rezumada de votos. Odio cívico. Contradicción flagrante. El odio siempre es destructor. Pero por las calles humeantes de ruinas pueden también volar águilas imperiales.

OBISPOS: AYER Y HOY

Quienes hayan pasado por la Facultad de Derecho recordarán cómo se definían la Iglesia y el Estado. Ambos eran sociedades perfectas. En consecuencia, las dos guardaban un paralelismo en cuanto a sus estructuras, medios y fines. Eran evidentemente otros tiempos. Pero de aquellos tiempos venimos, y somos consecuencia de aquellas concepciones. Desde un punto de vista legal cada una poseía sus códigos: el civil y el canónico. Existían medios de comunicación que pertenecían a sus distintas esferas. El YA lo editaba la editorial católica y nada tenía que ver en teoría con el Alcázar.

Y sobre todo la Iglesia partía de la mentalidad de que tenía estricto derecho a poseer las mismas facultades que la sociedad civil. Y dado que existían universidades del estado, debían existir universidades católicas, prensa y escuelas civiles y cristianas, No obstante este paralelismo no era tal. Siempre existió por parte de la Iglesia la necesidad de entrometerse, de inspirar y dirigir la sociedad civil porque ésta debía estar sometida, inspirada y dirigida por el ideario cristiano. El Concordato fue la eclosión de esta visión emanada de una guerra y posterior dictadura definidas como cruzadas. Era la cúspide del nacionalcatolicismo. Y Franco proponía los candidatos al episcopado vetando a los no especialmente adictos al régimen y los Obispos designados bendecían las decisiones del Caudillo. Franco y el Espíritu Santo nombraban los cargos eclesiásticos y ambos decidían que el Dictador lo era por la gracia de Dios. Y así durante cuarenta años.

Llegó el Concilio Vaticano II y aquellos años que se llamaron tardofranquismo. Se imponía el giro. Juan XXIII y Pablo VI no comulgaron con el empedernido habitante de El Pardo. El Papa Montini se manifestó contrario a los fusilamientos de Hoyos del Manzanares. Y la campaña contra la persona del Papa tuvo el contrapunto de las adhesiones multitudinarias en la Plaza de Oriente y en todas las capitales españolas. El Obispo Añoveros estuvo a punto de ser desterrado y la cárcel de Zamora se llenó de curas subversivos. A Tarancón se le aplastaba contra el paredón y aquella concubina unidad Iglesia-Estado se resquebrajó hasta el punto de presiagiarse un divorcio.

Murió Franco y con él España debió enterrar toda una época. La democracia inició una Constitución y un nuevo camino. Pero ahí están los nostálgicos capitaneados por una Jerarquía católica arraigada en la añoranza, exigente de beneficios y prebendas propias de la dictadura pero incompatibles con un estado aconfesional como el actual. Derechos civiles como los matrimonios homosexuales, el divorcio, el aborto, etc. eran impensables en un estado dictatorial sometido por razones de subsistencia a la Iglesia, obediente por iguales e inconfesables razones a una dictadura. Y cuando la Iglesia, partidos políticos u organizaciones de cualquier tipo no los aceptan, deben ser consecuentes y asumir que están reclamando, desde la añoranza más inexplicable, un régimen como el anterior.

Es urgente que reflexionen ciertos líderes civiles y religiosos. El hoy de España no es, no queremos que sea, el que sufrimos ayer. Se deben sentar Rouco y Cañizares, Aznar y Rajoy. Que alguien les sirva un café caliente para sobrellevar la orfandad. Pero que nadie espere al Espíritu Santo.

LA OPINION DEL DOLOR

“El respeto a las víctimas del terrorismo conlleva no criticar nada de lo que dicen” Lo ha dicho Justino Sinova en Telecinco. Es frecuente que discrepe de las opiniones de este contertulio de la Mirada Crítica que dirige Vicente Vallés. Y no puede ser menos al escuchar esta aseveración falsa por demagógica o viceversa. Da igual.

Los cheques en blanco suelen acarrear problemas. Y en consecuencia no deben extenderse ni a favor del gobierno, ni de la oposición, ni siquiera a las víctimas. De lo contrario, todos seríamos cómplices de las desmesuras de Alcaraz, aspirante vergonzante a no sé qué puesto a la derecha de Rajoy.

A lo largo de mis escritos e intervenciones públicas he manifestado siempre mi cariño a las víctimas, a todas. Lleva uno muchos años acunando el dolor de vascos, andaluces, baturros, ecuatorianos, marroquíes y tantos y tantos otros. En cuarenta años de bombas, tiros a bocajarro, trenes de muerte y secuestros, se va acumulando la sangre caliente del hermano y la pena escocida de las madres. Y hombro a hombro con todos permanecemos en la lucha por una paz que nos amortigüe la pedrada certera del dolor.

La política de un país, incluida la antiterrorista, es función inalienable del gobierno. Y cada gobierno es la eclosión democrática de las urnas donde cada uno selecciona el parlamento que debe representarle. Y el cambio de un gobierno por otro significa volver al ejercicio de votar y a unificar el esfuerzo para llevar adelante el proyecto de los elegidos.

El intento de derrocar a unos gobernantes legítimos mediante cheques en blanco, mentiras y cinismo se llama golpe de estado. Una gran mayoría de españoles rechazamos a Tejero en la noche larga de los transistores. Y todos deberíamos rechazar estos golpes de mano, suaves, pero golpes a que nos están sometiendo los repetitivos manifestantes escudados en un dolor real, íntimo y venerable. En estas manifestaciones se grita más contra el Presidente del gobierno que contra ETA. Se destila un odio repugnante, como todo odio, hacia el Presidente Zapatero que ha luchado y hace bien en seguir luchando por una paz que todos exigimos. Como hizo Aznar, aunque ahora reniegue de aquellos contactos y concesiones a los presos etarras con una vergonzante actitud.

Y un Partido Popular que se coloca en esa actitud de golpe de calle, argumentando una adhesión al dolor de las víctimas, está traicionando a las víctimas y a la democracia. Una cosa es protestar contra una guerra ilegítima como la de Iraq y otra muy distinta lanzar muertos al rostro de un gobierno y sembrar de sangre las urnas por si florecen votos. Yo pediría que no contagien la Plaza de Colón con antiguos y pestilentes olores que se intuyen en la Plaza de Oriente. Rajoy, Aguirre, Acebes, Zaplana, Mayor Oreja exhalan perfumes añejos que deberían estar olvidados. Aunque a algunos les ayuden a creer en la resurrección de los muertos.

SOY TERRORISTA

Españolito de tantos. Sevilla primaveral. Perfumadas las solapas. Claveles procesionados. Manifestación de azahar. Giralda plantada en medio como un limonero grande. Café con leche en Sierpes. Me saludó. Taconazo fuerte. Alma de charol. Zapatos limpios. Brillante el correaje. Guardia civil. Delgado. Muy delgado. Pura coincidencia cuando el café con leche. Nunca supe por qué tanta amabilidad. Una tarde se me hizo el encontradizo. “Vete de Sevilla”, me dijo. “Tengo órdenes de detenerte por comunista”. “No soy comunista”, le dije. Le pregunté a bocajarro: “¿Qué es el comunismo?” “No lo sé, respondió. Pero si te vuelvo a ver, te detengo.

El cumplía órdenes aunque no supiera quién era Marx o Lenin. Por comunista.

Autobús de Heliópolis a Plaza Nueva. Me lo dijo el conductor mientras cobraba el billete: “El de la pipa es de la político-social y anda detrás de ti” Fui hasta el fondo y hasta allí llegó. Cara redonda. Pipa apagada. Disimulada riñonera bajo el jersey. “Eres un subversivo, enemigo del régimen y como sigas por ese camino, yo mismo te llevaré esposado”

Hablaba en serio. Siempre hablaban en serio. Y me lo advertía. Por subversivo.

Me fui a Madrid. Grande y espléndida Madrid. A lo mejor allí recobraba mi inocencia y volvía a estar limpio de comunismo y subversión. Frecuentaba Vallecas y el despacho de Paca Sauquillo. Conocí a José Luis y al P. Llanos. Peligrosas amistades, pero reconfortantes. Fue una tarde. En La Rosaleda. Nos besamos. Simplemente nos besamos. Y se abrieron las rosas. Y el perfume azul se echó a andar por los caminos enamorados. Todo lo abortó aquel guardia. “Le voy a multar por inmoral”

Tenía la voz agria el guardia. Cazallero de madrugada. Picadura de tabaco. Por inmoral.

Españolito de tantos que tantas cosas fuimos. Se nos colgaban los adjetivos en la pechera. Andábamos calificados. Eramos lo que otros pretendían que fuéramos. Las dictaduras se empeñan en contagiar los genes, inocular infecciones en el pensamiento, crear a su imagen y semejanza como dioses uniformados.

Al guardia civil lo encontré años después. En una estación de autobuses. Camisa a rayas. Zapatillas playeras. Gorrita taurina de festival de beneficencia. Nos abrazamos. “Dejé el cuerpo. Ya puedes ser comunista”. Al de la pipa me pareció verlo en la Alicantina, en la Plaza del Salvador. No nos dijimos nada. Pero sonreía. Al guardia de la Rosaleda no me lo he vuelto a topar. A lo mejor anda por ahí con su colección de besos inmorales.

Y apareció de pronto Miguel Angel Rodríguez: portavoz añejo. Valido del César Aznar y Ana Botella napoleónica. “España tiene derecho a saber qué grupo terrorista llevó a Zapatero a la Moncloa” Lo confieso. Aquel 14 de Marzo, con sangre caliente de Atocha, con dolor chorreado por los ojos, voté socialismo. Acebes me había llamado miserable porque dudé de la autoría de ETA. Me escocía la mentira de mi Presidente. Yo formo parte de los millones de españoles que votamos a la izquierda. Yo, Señor Rodríguez, soy un terrorista. Me da Usted miedo, como el guardia civil, como el de la pipa, como el del beso. Usted querrá ahora que me condenen a quinientos años de cárcel. Y saldrá a la calle del brazo de Alcaraz, Rajoy y Aguirre (a Gallardón no sé si le toca) a pedir que cumpla mi condenan. Ahora que me creía rehabilitado, indultado por la democracia, viene Usted y me busca. Estoy cansado, señor Rodríguez, de andar huyendo. Huí de la guardia civil, de las caras redondas con pipas apagadas, de los grises. Estoy cansado. Aquí me tiene, señor Rodríguez: SOY UN TERRORISTA.

DIOS 18-J

“España está situada en la antesala del totalitarismo” Lo ha dicho el portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Pérez Camino. Ignoro si el diagnóstico corresponde a una preocupación por el futuro del país o a una gozosa constatación. Si a lo primero se refiere, es de agradecer. Pero me temo que por la inercia de la historia, sea lo segundo. Porque el totalitarismo no ha sido nunca un motivo de preocupación para la Jerarquía eclesiástica. Esa Jerarquía (no digo la Iglesia, ni los cristianos) ha vivido en perfecta armonía con dictaduras tan terribles como las de Pinochet en Chile o Videla en Argentina. Y de forma muy destacada hay que hacer referencia por duración, proximidad y vivencias al más absoluto de los totalitarismos: la dictadura franquista. Estamentos representativos de esas jerarquías, con honrosas excepciones, acompañaban a los condenados a muerte ante el pelotón de fusilamiento o absolvían de sus pecados a los que iban a ser arrojados desde aviones en alta mar.
El levantamiento militar del 36 significó liberar al pueblo español del comunismo, instalar al país en el más tremendo sistema terrorista, poblar las cunetas de muertos en gracia de Dios, de amordazar toda libertad de expresión, de anatematizar todo lo que se opusiera a la idolatría del dictador. El golpe militar se convirtió en cruzada, Franco fue designado canónigo de no recuerdo qué iglesia romana y bajo el palio se turnaban con igual categoría la custodia de Arfe y el santificado uniforme de un militar rebelde. Brazo en alto saludaban los clérigos del momento y el pueblo obligado a la salida del Gran Poder en esa artística filigrana que es la Semana Santa sevillana. ¿Se acuerdan de Monseñor Guerra Campos en Las Cortes franquistas saludando a lo totalitariamente fascista cuando se entonaba el Cara al Sol o entraba el Caudillo?
Pues bien, Pérez camino, el portavoz de los Obispos españoles, visionario de catástrofes ideológicas, ¿nos previene que España se encuentra a un paso de ese totalitarismo? Y llega a esta conclusión basándose en dos hechos: la asignatura de educación para la ciudadanía y los matrimonios homosexuales.
¿Habrá que demostrarle a alguien que esa asignatura no tiene nada que ver con la Formación del Espíritu Nacional? La diferencia estriba en que en la “maría” franquista la Iglesia impuso una concepción del nacional-catolicismo. Y en esa concepción se insertaban normas que nada tenían que envidiar a los mandamientos de las tablas de Moisés. Política, economía, costumbres, ética, vestimenta, estilos de vida, etc. Todo debía estar imbuído de una visión religiosa. La masturbación llevaba a la ceguera y al reblandecimiento de la médula espinal y el masturbador pagaría su pecado, no sólo en el infierno eterno, sino también en esta vida. La mujer estaba puesta en este mundo por el maligno como una perpetua tentación para arrastrarnos a la perdición eterna. La Iglesia sigue obstinada en el desprecio más absoluto de la mujer, incluso en una sociedad que ha proclamado la igualdad de género. Y esto corresponde a una visión nazi donde se da la supremacía de una parte de la humanidad sobre otra. Dios, parece decirnos la Jerarquía, está más preocupado por el sexo que por la dignidad de la mujer.
La Iglesia del amor, de la paz, de la concordia, la del crucificado universal, la de la cosmovisión amplia y armónica, excluye, en nombre de Dios, a los homosexuales. Se proclama dispensadora única del amor y ella lo reparte entre quien quiere. Y nunca otorgará la categoría amorosa a una relación basada en el vicio y el pecado. Y no permitirá la participación sacramental a homosexuales y lesbianas, aunque sí haya admitido a genocidas como Pinochet, Videla o Franco. Se acepta mejor el tiro de gracia que el amor entre iguales. A Dios le preocupan las camas. No tanto el armamento, el hambre, el sida, las guerra, la explotación del pobre. Hay Casaldáligas y Romeros. Pero nada tienen que ver con los Cañizares y los Roucos.
Pérez Camino, portavoz de un Dios sublevado el 18 de Julio. Los demás somos buscadores, sólo buscadores, que vamos apartando estrellas para encontrar un poco de luz.

LA INOCENCIA DE AZNAR

Aznar tenía un profundo convencimiento: Existían armas de destrucción masiva. Sabía de su existencia como todos los demás. Igual que el farero de Vigo y el capataz de los pasos sevillanos. Todos sin excepción éramos conscientes de la misma verdad. Nos lo había dicho Buhs mientras apoyábamos los pies en la mesa oval. Todos estuvimos compartiendo amistad junto al Presidente de España. Todos disfrutamos idéntica responsabilidad de amistad.

Ben Laden se entendía con Sadam. Habían sido tal vez compañeros de pupitre. Y esas son deudas que se pagan como se pagan las deudas del amor. Y todos igualmente sabíamos de esos amores secretos. Secretos y nada ortodoxos. Amores concubinos de infancia que había que romper cuanto antes para que el mundo no se infectara de Dios sabe qué oscuras concupiscencias. Aznar, y todos nosotros con él, sabíamos de la complicidad de los gestos. Compañías peligrosas, muy peligrosas, de las que nos advertían los educadores cuando éramos niños.

Por eso un hermoso día todos los españoles, con nuestro Presidente a la cabeza, nos reunimos con Buhs y Blair en el marco incomparable de las Azores y decidimos que nuestro deber y la más gloriosa de las obligaciones nos llevaban a declarar una guerra preventiva a Irán. Terminaríamos así rápidamente con los concubinos amoríos de un dictador, aniquilaríamos las armas de destrucción universal y dispondríamos de petróleo suficiente para nuestros doscientos kilómetros por hora.

Buhs-hermano visitó la República de España y lo predijo sin rodeos ni lenguajes hipócritas: nuestra entrada en una guerra, por ilegal que fuera, nos acarrearía grandes beneficios. El oro negro rebosaría de nuestros bolsillos con la condición, la sencilla condición, de matar iraquíes. Petróleo por sangre: estraperlo irremediable por necesario.

Y allá que nos fuimos, novios de la muerte, con nuestra experiencia histórica de matar moros, a las órdenes de Aznar Primero de España, olvidando muchachas azules y madres de penas negras. Todos éramos responsables de la sangre derramada porque todos éramos conocedores de la existencia de aquellas malditas armas, de la complicidad de Ben Laden y Sadam y de la existencia de un eje del mal. Y todos habíamos tomado la decisión de combatir cuerpo a cuerpo como occidente civilizado que somos, como guardianes de los valores eternos que somos, como vigilantes de la moral y del cristianismo que somos. Nuestra inclusión responsable en esa guerra era consecuencia del conocimiento que todos teníamos y del que nos había hecho partícipe nuestro Presidente.

Ha llegado el ángel exterminador. Nos ha expulsado del paraíso. Nos ha expropiado el conocimiento del bien y del mal y Aznar y todo el pueblo español que consintió en esa guerra junto a él debemos exiliarnos y ganarnos el petróleo con el sudor de nuestra frente. Por ahí andaremos pariendo con dolor infinito un bienestar que hemos perdido como afeminados boabdiles.

¿Todos? Menos unos cuantos millones de españoles que gritamos nuestro desacuerdo por las calles de todo el país. Menos los que siempre supimos que la mentira era mentira aunque se proclamara en las Azores. Menos los que nos negamos a salir del rincón de la historia a cualquier precio. Menos los que preferimos el sudor de cada día a la sangre derramada. Menos los que no quisimos ser cómplices de un cesarismo barato de mercadillo.

“En ese momento todos pensaban (tercera persona del plural) que existían armas de destrucción masiva. Ahora, todos sabemos (primera persona del plural) que no era así. También yo” ¿No lo pensaba usted, Sr. Aznar? ¿Le engañó miserablemente Buhs con el mismo cinismo que empleó usted en engañarnos a nosotros? ¿Por qué prefirió la visión belicistamente loca de Buhs a la de la ONU? ¿Cómo se decantó por la ilegalidad del emperador antes que por la opinión de Naciones Unidas? ¿Qué concepto de amistad tiene Buhs para engañar a su amigo José María? Si pretende ser inocente reconozca que cayó en el más burdo engaño. Si no lo engañaron, se precipitó en la traición más abominable al pueblo iraquí y al pueblo español. A ninguna de las dos cosas tenía usted derecho, y de ninguna puede salir impune ante la historia. Admita, señor Aznar, su incapacidad para ser Jefe de un gobierno democrático.

Algunos fusilan vilmente la inocencia. Hay quien presume de darle el tiro de gracia. Los muertos los ponen los que sólo tienen derecho al llanto.

¿OBISPOS CRISTIANOS?

Algunos tenemos ya el alma canosa. Fuimos niños de posguerra. Con hambre de estómago y hambre de libertad en la sangre. Fuimos creciendo a empujones, abriendo preguntas que siempre tenían una respuesta unívoca: el mundo político exterior, que desconocíamos, estaba equivocado. Sólo nuestro Caudillo tenía razón histórica y nos tocaba desempeñar el glorioso papel de defensores de occidente.

Habían luchado nuestros padres por una patria grande y libre. Y esa lucha era una cruzada. Dios estaba de nuestra parte porque Dios era desde siempre de derechas. Rezábamos por nuestro Jefe Francisco, por nuestro Papa Pío XII y por nuestro Obispo… Y de esta trinidad indisoluble e indiscutible chorreaba el miedo a la cárcel o al infierno. Todo se identificaba. Ofender al dictador y masturbarse eran el mismo pecado. Y ambos merecían similar penitencia. Vivimos muchos años condenados por el régimen y por la Iglesia. Fruto de ese amor concubino hicimos de nuestras vidas un acto de acatamiento.

¿Fueron cristianos aquellos Obispos? ¿Los que bendecían los cañones y acompañaban a los que iban a ser fusilados? ¿Los que mecían el palio e imponían el fajín de Queipo de Llano a la Macarena? ¿Los Cardenales que recibían honores de Capitanes Generales?

En el año de la recuperación de la memoria histórica deberían reflexionar nuestros Obispos. Tienen derecho a la palabra porque la Constitución no se la niega a nadie. Pero no tienen derecho a la repetición de aquellas palabras porque hoy son pura blasfemia.

Condenar la homosexualidad, gritar que la Iglesia está perseguida, convetir en inmoral toda decisión que no cuadre con una visión estática de la historia, anatematizar una visión política contrastándola con unos dogmas, erigirse en maestros de la verdad única sin respetar el esfuerzo de los pueblos por construir su propio destino es seguir tomando el nombre de Dios en vano e instalarse en un complejo de superioridad que tiene más de complejo que de superioridad.

España ha cambiado le pese a quien le pese. Algunos somos testigos de ese cambio y nos sentimos orgullosos. Pero nos duele que alguien se empeñe en meternos por un camino del que nos costó mucho salir. Llevamos cicatrices en el alma, exilios dolorosos, memorias sangrantes. Pero nos moriremos con el gozo de haber creado para nuestros hijos jardines de libertad, derechos con los que soñamos, posibilidades imposibles convertidas en realidad.

Cuando en el año 79 me anunciaron que había tenido un hijo proclamé como primera alegría que había tenido un hijo constitucional. Cuando lo cuento algunos se ríen. Para mí fue algo muy serio.

Y nuestro Obispos deben pensar en la conversión. Necesitamos Helder Camara, Romeros, Casaldáligas. Nos sobran Roucos y Cañizares y Martínez Caminos. Lo rezaba un amigo argentino: “A los Obispos, Señor, ábrele los ojos o ciérraselos. Pero hazlo pronto”

LOS NACIONALES

Casi no es día para escribir. Tres de febrero. Manifestación en Madrid. ¿Pero quién se manifestaba? ¿Por qué? Me lo pregunto por muchas razones. Incluso por la necesidad de ahuyentar la tristeza que me produjo ver lo que ví. “Aquí estamos los nacionales” Lenguaje de ayer guerrero, entreverado de muerte, dolor hondo en cada sílaba. Entraron los nacionales. Finales de guerra, de golpe duro, de bota militar. Lo recordaban los viejos de vez en cuando: entraron lo nacionales. Vencidas las hordas rojas. Tercer año de la victoria. Uno de Abril. Burgos en primavera. Caudillo Buesa. Alcaraz chusquero, mereciendo ascenso. Banderas victoriosas. Un millón quinientos mil. Ciento setenta mil. Es igual. Aquí estamos. Yo sólo conocí nacionales de pequeño. Nunca supe dónde estaban los rojos. A lo mejor nunca estuvieron y la guerra fue un invento de la sangre, una danza de pistolas, un festival de cañones excitados.

Entraron los nacionales. Alegando ilegitimidad del gobierno. Proclamando un amor patrio sin límites. Glorificando la indestructible unidad de España. No admitiendo, por dignidad, una patria arrodillada. España una por indivisible. España libre de conspiraciones judeomasónicas. Zapatero nació en Atocha y morirá en Barajas. Se gritó. Lo oímos. No surgió de las urnas. Presidente humo del humo infame de trenes reventados. Presidente arrodillado ante ETA. Presidente cómplice. Repartiendo España como un botín. España boca arriba. Parturienta abierta, dividida, estéril, troceada. España aguantando el dolor hasta que entren los nacionales. Ya están aquí. Palios rojos y gualdas. Alzad los brazos, hijos del pueblo español que empieza a amanecer.

No hay que luchar por la paz porque no estamos en guerra. Caudillo de la paz. Veinticinco años de paz. Volverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz. La paz no es el quehacer de cada día. Fue un logro del 39. Burgos. Uno de abril. Desarmado y rendido el enemigo. La paz dura para siempre. Como el primer amor. Los nacionales la guardan intacta, virginal. Como el amor primero de aquel primero de Abril.

España octava potencia. Renta per cápita alta. Inflación baja. Casi pleno empleo. Mujeres que pueden ser mujeres. Dependientes con una mano amiga. España de par en par al mundo. América que nos abrazó como emigrantes. Inmigrante América llamando a nuestras puertas. Europa amiga. España en el mundo. España más que taconeo, que sombrero de ala ancha, que cañí, que torito negro sobre un televisor alemán.

A España le duele España. Le escuece a España su sombra. Está el rojerío. La manifestación fue contra Zapatero. Lo dice Carlos Dávila. Contra Zapatero, señor Dávila, y contra todo el que le votó un 14 de marzo. Y contra los que se manifestaron el 13 de enero porque les dolía la sangre ecuatoriana. Los que estuvimos en Madrid porque llevamos dentro llagas en carne viva: Irene Villa, Miguel Angel Blanco, María Jesús González, Tomás y Valiente y así hasta mil muertos, nuestros muertos. Dolor de todos. Herencia triste de todos. Sangre caliente de todos.

No hay que luchar por la paz. La trajeron la otra tarde los nacionales. Entraron por fin en Madrid.

FUNDAMENTALISTAS

Los españoles estamos acostumbrados, tristemente acostumbrados, a vivir rodeados de fundamentalismo. Fundamentalismo político durante cuarenta años que pisoteaba toda diversidad ideológica que se apartara de los principios fundamentales del movimiento. Movimiento inmovilista, sin dinamismo interior, cerrado sobre sí mismo, hermético y excluyente, que uno creía enterrado en la bella sierra madrileña. Y sosteniendo y apoyando esa dictadura, la Iglesia, con una moral medible en centímetros de tela, fundamentando sus exigencias en principios inmutables creados ad hoc, despreciando el devenir de la historia, renunciando a una vocación profética e instalada en una postura sacerdotal que cohabitaba con el poder político en un concubinato repugnante. Los españoles éramos “fundamentalmente” católicos porque paseábamos el dolor de los claveles por las hermosas calles de Sevilla.

En 1.975 se nos abrió la democracia como un vientre fecundo. Y renacimos a la libertad y fuimos capaces de derogar el pasado y hacerle camino a la libertad. La Iglesia no ha aceptado este cambio de coordenadas y vive en la perpetua añoranza del lamento y de la autocompasión. Y como la Iglesia, algunos siguen empadronando la pluralidad en una unidad de destino en lo universal. Y reinventan una dictadura que revisten de ornamentos democráticos y hunden la bota opresora en una proclamada libertad de expresión. Pero es una libertad de expresión privatizada, de uso exclusivo de unos cuantos fundamentalistas que no debe ser ejercida por nadie ajeno a sus propios criterios. Se exige, y no seré yo quien niegue ni apoye la justicia de esa demanda, la encarcelación de Otegui por ser ilegal, por no condenar el terrorismo de ETA o por ser un lacayo de la organización terrorista. Y uno se pregunta: ¿Condena Alcaraz el terrorismo de ETA o más bien atribuye el último atentado al Gobierno? ¿De quién es lacayo este adivinador de atentados? La equiparación que hace el ajatolah Alcaraz de Otegui y un Presidente democráticamente elegido, gritando sin escrúpulos que la bomba de la t-4 es un crimen urdido por ETA y el Gobierno para comerciar con Navarra, ¿no es digno de una intervención judicial? Y cuando conscientemente se miente insistiendo en que el Gobierno ha desmantelado el estado de derecho para entregarlo a los terroristas, ¿se está ejerciendo una libertad de expresión o se está erigiendo un monumento al cinismo más rastrero? Cuando Astarloa y Zaplana y Acebes niegan la existencia de una negociación con ETA en tiempos de Aznar están negándonos a los españoles la historia más reciente. Y cuando el presidente de la AVT exige una explicación veraz sobre el 11-M y atribuye al PSOE un acuerdo con ETA para producir el mayor dolor que se ha producido en nuestro pueblo, ¿no debería actuar de oficio el Fiscal General del Estado? Una cosa es el discurso, la discrepancia, la pluralidad política por la que luchamos muchos hace tiempo y otra es la acusación impune de asesinato como la que van haciendo ciertos miembros del Partido Popular con la anuencia del Jefe de la oposición (lo de líder aún no lo ha demostrado) quien acusó a Rodríguez Zapatero de traicionar a los muertos.

A veces uno se encuentra con la propia historia. Siente cansado el músculo por una lucha antigua y se pregunta si valió la pena aquel esfuerzo para dar cobijo en la democracia a tanto fundamentalista. Uno siente el cansancio de haber luchado para que unos dictadores, deformadores descarados de la realidad como el Dictador por excelencia, nos echen a la cara la sangre de nuestros hermanos. Franco nos tachaba de comunistas, masones, rojos y no sé cuantas cosas más. Estos franquitos, por cuya libertad de expresión tantos dejamos jirones de piel, nos llaman asesinos.

Y la Iglesia reducida a plañidera de antiguos privilegios sin Tarancón ni Bueno Monreal. Añorando. Simplemente incómoda con la autodeterminación suprema del hombre. Sin denunciar la hipocresía, la mentira, la calumnia. Obsesionada con los preservativos, la homosexualidad, la inmutabilidad de unos principios rentables por prostituidos. Condenando, como ayer, la teología de la liberación porque es enormemente cómodo que “mi reino no sea de este mundo”, porque los pobres son la presencia más palpable de Cristo en el mundo, y nos recuerdan a los ricos que nos espera un cielo como recompensa del dolor querido por Dios para purificación de nuestras maldades.

Cuánta infamia alojada en el costado. Cuánto fundamentalista de corbata y mocasín italiano. Cuánto ajatolah imponiéndole un burka a las estrellas.

CARTA A MARIA JESUS GONZALEZ

Señora: he leído en el País semanal el artículo de Javier Marías. E inmediatamente he sabido que el Sr. Alcaraz, ese aventajado traficante de penas, va a querellarse contra el periódico y contra el autor.

Hoy he conocido unas declaraciones suyas en La Razón en las que asegura que Zapatero le ha hecho más daño que los terroristas. El gobierno, asegura usted, debía haber evitado el atentado del 30 de diciembre. “Si no lo hizo es porque no quiso”. Este Presidente es un aliado de los terroristas y les da la mano mientras demoniza a las víctimas. Zapatero le ha causado mucho más dolor que los asesinos que la mutilaron, pero hace años que usted los ha perdonado porque son el fruto de una educación desviada. Incluso está dispuesta a perdonar al propio Presidente si cumple con una condición: dimitir. ¿Como dimitió Aznar o cualquier otro primer ministro legítimamente elegido cuando bajo su mandato hubo atentados terroristas?

Me gustaría recordarle de paso, sólo de paso, que en la manifestación del 13 de enero por la paz, la vida, la libertad y contra el terrorismo, la eché en falta en la cabecera de la misma. La busqué a usted y a su hija Irene, pero no estaban. Esos dos muchachos ecuatorianos, señora, fueron dos víctimas, inocentes y dolorosas. Descansan ahora con un cuerpo lleno de esquirlas bajo los ojos ciegos de una madre india.

No hace mucho se celebró el juicio contra los que intentaron segar la vida de Eduardo Madina. Un deportista joven. Un muchacho lúcido. Una promesa de vida. Se le murió su madre ametrallada por tanta pena. El quedó mutilado como usted, como Irene. Y ninguna de las dos estuvo en el juicio para darle un empujón de aliento a ese chaval truncado pero altivo.

En ninguno de los casos estuvo Alcaraz. Por lo visto los ecuatorianos y Madina no son comercialmente rentables. Dos extranjeros y un socialista: material de segunda. Tampoco estuvo Rajoy: la leyenda de la pancarta, argumentó, no era inteligible. Ni Acebes, cargado de atochas. Ni Gallardón, perdido por la M-30, ni Esperanza, que inauguraba rencores esa tarde.

Un día estalló Madrid. Se hizo laguna de sangre, charco de pena negra. ETA nos mutiló a todos porque todos pasábamos por allí. Estuvimos junto a usted, junto a la niña Irene, junto a las víctimas de aquella mañana crujiente de dolor. A todos los incorporamos al cariño íntimo que guardamos Íntimamente. Y a todos los seguimos acunando en los adentros del alma.

Qué pena, señora. Ningún presidente democrático desde Suárez hasta Rodríguez Zapatero ha querido evitar los atentados. Ni siquiera Aznar que lo sufrió en propia carne. Resulta incomprensible. Esos presidentes rodeados de miles de españoles se han manifestado a favor de las víctimas y contra el terrorismo en multitud de ocasiones. Pero no en todas. Si de ecuatorianos se trata es distinto. Si de Madina se trata es diferente. Hay que elegir las compañías, no vayan a contagiarnos de extranjería o rojerío.

Se va a Canadá, señora. Por dignidad, dice usted. Irene se queda entre nosotros. ¿Por dignidad? La seguiremos queriendo porque no ha hecho otra cosa que luchar por la libertad. Afirmación de madre. Cariño irreprochable de madre. Muchos, todos los demás, nos quedamos aquí por decencia y para mirar de frente al dolor y a los asesinos. No hay que perderles la mirada, como a los toros. No nos vamos porque aquí están nuestros cementerios llenos de nucas para siempre iluminadas. Y les estamos preparando un hermoso homenaje, el homenaje de una paz que todos merecemos.