viernes, 3 de octubre de 2008

LA SOMBRA DE LAS MITRAS

“En España existe una derecha gobernada por una ultraderecha” Me lo dijo Santiago Carrillo durante un almuerzo en Segovia. Hizo un recorrido histórico desde la primera transición española hasta esta segunda que está llevando a cabo el Presidente Zapatero. Desde los mimbres que trenzaron la Constitución de 1.978 hasta su desarrollo actual. Con una evolución que partió de los reformistas franquistas hasta el actual Partido Popular, y desde la Izquierda y centro inmediatos a la muerte del dictador hasta el presente gobierno socialista.

Santiago Carrillo no hizo ninguna alusión a la evolución de la Iglesia española. Tal vez por delicadeza o tal vez porque la iglesia española, al contrario que la sociedad, ha sufrido una involución. Basta con recordar a Tarancón, Añoveros, Inhiesta, Bueno Monreal, etc. Hoy los Obispos españoles están volcados en la defensa de la financiación de la Iglesia, preocupados con la enseñanza de la religión en las aulas, proclamando con manifestaciones anticristianas su aversión a los homosexuales, adhiriéndose a la derecha para co-gobernar como hicieron en otro tiempo bajo el franquismo, y predicando la actitud más retrógrada del pensamiento actual.

La Iglesia no ha sido nunca un adalid de progresía. Ni siquiera de amor universal. La Jerarquía (no confundir con los cristianos) ha alentado la división entre los ciudadanos a lo largo de la historia. Digamos, por ejemplo, y para apelar a situaciones que muchos hemos vivido, la guerra civil española o la actitud frente a dictaduras como la argentina, la paraguaya, sin remontarnos a la actitud de Pío XII frente al nazismo. Y cuando Obispos como Helder Cámara o teólogos como Leonardo Böf han levantado su voces críticas en defensa de los pobres han sido condenados y retirados de sus puestos. A los pobres hay que predicarles resignación, nunca esperanza. La pobreza es un don, nunca una injusticia. Ciertos Papas han desarrollado una doctrina social realmente positiva. Pero en la práctica el opio predomina sobre la conciencia de liberación.

En el momento actual español los Obispos no han asumido la no confesionalidad del Estado con todas sus consecuencias. Pretenden que el Concordato firmado entere España y la Santa Sede prevalezca sobre una Constitución que entre todos nos dimos por una voluntad expresa de reconciliación y como eucaristía civil de reencuentro. Los españoles nos bastamos para ser los dirigentes de nuestro propio destino sin que una Conferencia episcopal nos tenga que “imponer” sus criterios tantas veces contrarios al devenir de los tiempos.

Los Obispos españoles están a la derecha de esa derecha dirigida por una ultraderecha. Y esto no es un juego de palabra. Es más bien una situación que se constata, por ejemplo, desde los medios de comunicación que le pertenecen. Aznar, Zaplana, Aceves, Astarloa, etc. Tienen como compañeros de manifestaciones a Rouco y otros. Contra el gobierno, contra los homosexuales, contra la enseñanza religiosa, contra los estatutos autonómicos.

Y mención aparte merece la radio de los Obispos: la COPE. Uno siente repugnancia ante unas soflamas propias del tardofranquismo que algunos padecimos. ¿Se acuerdan de aquello que se gritaba por entonces: “Tarancón al paredón”? Esto mismo se grita contra Gallardón, el Alcalde de Madrid, un cargo elegido democráticamente, tan democráticamente que yo no lo he votado. Y uno siente miedo porque el odio siempre da miedo. Y eso emana de los presentadores y presentadoras de la cadena que rigen los Obispos. Y esos aullidos recuerdan los estertores de un régimen que dividió a los españoles durante cuarenta años, bajo cuyas botas perecieron cientos de miles de hombres y mujeres y que parece abrirse camino con la complicidad de Obispos y ultraderechistas. Y este país no puede permitirse pasos atrás en su historia porque unos mitrados profetas del odio añoren la viudedad concubina con un todogeneral de los ejércitos de tierra, mar y aire. Hoy, cuando el ejército vive sometido al poder civil que emana de la Constitución, los Obispos se abren camino, báculo en mano, alentando a la ultraderecha de la derecha. Y todo en nombre de Cristo.

Encontré a Jesús de Nazaret entre los pinos. Qué tal?, me preguntó. Pensando, le dije. Y tú? Creando futuro, me respondió. Al fin y al cabo, eso es la resurrección. Pero es difícil, muy difícil. Algunos prefieren que siempre esté muerto. Compartimos un trozo de pan, un poco de vino y el olor de unas rosas blancas. Cuando nos despedimos, me regaló la pegatina que llevaba en la solapa: EN MI NOMBRE NO. Y siguió roturando caminos con una tristeza azul entre las manos.







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