martes, 30 de noviembre de 2010

LA TRISTEZA DE LAS ROSAS

Se hizo democracia en Cataluña. Cada voto un empeño, una responsabilidad compartida. Ser demócrata es echarse a los ojos el futuro y luchar hombro a hombro para hacerlo posible. Hermoso este quehacer. Cuánto le costó a este país cada urna, cada papeleta, cada libertad comprometida. Es cuestión de seguir con el respeto de quien se siente depositario del esfuerzo anterior, de las urgencias del presente, de los anhelos del mañana. Y ahí están los resultados. CIU vencedora. Tripartito arrinconado. La Porta gritando imposibles. Y algunos relegados. Quedaron atrás los orgasmos-TDT. Cataluña retoma su camino mientras canta su propia democracia.

Ha habido un giro a la derecha, nunca abierta y amplia, siempre replegada sobre sí misma, endogámica, excluyente. Da vértigo esta Europa bronca, pura moneda, economía sólo. Deberíamos elegir a los dirigentes del Banco Central Europeo. Los políticos son sólo delegados, administradores del euro, vicarios del mercado, especuladores subarrendados sin contrato renovable por la tácita.

Cataluña girada hacia aquella antigua burguesía. Potente, textil, emprendedora. Ruecas giratorias hasta llegar a Artur Mas. Enroscada la historia, para darse calor a sí misma, para saber de su ayer lejano hasta Pujol. Companys, Tarradellas, Maragall. Fusilados de mañana, de alzheimer, de votos democráticos. Cataluña fina de hilaturas, vistiendo a España, dibujando mercado y elegancia.

Hecha la democracia en Cataluña. Mas-President. Montilla-olvido. Y Alicia, sobre todo Alicia, amazona de gaviotas, ascendida a los cielos de las urnas, encumbrada Agustina de barriada, Juana de Arco de Mariano-Esperanza-Cospedal. Tercera fuerza. Suena mal el término fuerza, aunque a lo mejor en este caso responde a la verdad. Más votos, más escaños, más cercanía al poder como intuyó Soria-de-Canarias, a fuerza de fuerza esgrimida, de miedo sembrado y florecido en rosas, tristes rosas.

Ejecutiva del Partido Popular. Génova. Atravesando Castellana a la derecha, naturalmente. Enfrente casi de la Audiencia Nacional y Tribunal Supremo al fondo. Allí está Gürtel y Correa, recuerdos de una boda de princesa, Escorial de Aznar Primero de España. Rajoy entregando un ramo de rosas rojas a Alicia sin Albiol a su lado, pero compañero del alma, compañero. Se quedó en Badalona, guardando folletos contra gitanos rumanos. Pueden servir para las municipales y las generales. Siempre habrá gitanos y rumanos que despeñar, Pirineos abajo, churumbeles con mocos antiguos, costumbre casi de siglos, mujeres-grupas morenas, hombres cobrizos buscadores de cobre canjeado por pan de cada día.

Alicia les ha ganado. Cercados los tuvo durante la campaña. Sobran cuando dejan de ser mano de obra barata. Marroquíes, senegaleses. “La inmigración debe estar unida al mercado de trabajo. Si no hay trabajo no puede permitirse la inmigración” Ella tiene las ideas claras. Los sobrevenidos sabotean la sanidad, las listas del paro, las guarderías, los comedores de Caritas. Los derechos universales no pueden ser realmente universales. Los derechos para quien los compra. A los demás les corresponden los siniestros. Alicia-guerreo-del-antifaz ha destruido el hambre, las chabolas, los palacetes de uralita. Ha contribuido a la purificación sanguínea de Cataluña. No ha luchado contra el estatut, la corrupción, el tres por ciento olvidado. No ha preguntado por el Palau, por comisiones indecentes, por financiaciones ruines. Ella aspiraba a las rosas de Mariano talladas en miseria, enraizadas en hambre. Le quedan bien a su figura de celofán inmaculado, crujiente de éxito, oloroso de escaños y votos conquistados a la inseguridad importada. Se roba, se mata, se viola con el estómago. Eliminando estómagos sube el producto interior bruto, más que nunca bruto. Lo tiene claro Alicia, luchadora musculada de estéticos implantes.

Fingidos los orgasmos de Nebrera y Montilla, Durán i Lleida se fuma el cigarrillo prohibido. Triunfó la carne negra de las balas. Se hicieron rosas rojas, tristes, muy tristes, pero rosas.


sábado, 27 de noviembre de 2010

JARRONES Y CACHARROS

Felipe tenía cierto grado de razón: los expresidentes son jarrones chinos que nadie sabe dónde situar. El Estado Español les concede una serie de privilegios que ellos aprovechan para sus particulares formas de ganarse la vida. Unos sembrando conocimientos por el mundo. Otros (ahorremos nombres) ejerciendo una actitud servil ante sus nuevos amos como encargados de desprestigiar la España que un día gobernaron y a la que por un despecho inexplicable lapidan ahora como talibanes de burka íntimo.

El Presidente Suárez se ha olvidado de sí mismo. Responde –dicen- a los besos y caricias. Por suerte nunca comprenderá las balas de un terrorista alojado en medios de comunicación donde la nostalgia se lleva en el brazo como un antiguo luto. “El PNV engañó al gobierno, pero el engaño de Suárez al país fue mayor, producto de su carencia de principios, unida a su ignorancia de la historia e incultura general. Sus desaciertos los está pagando el país hoy, plenamente, con el gobierno de Rodríguez” “Jugó a hacerse el izquierdista” y a debilitar a la derecha de Fraga, procurando que sobre ella recayera el calificativo de franquista” Déjenlo ahí. Que nadie recoja la blasfemia. Vale la pena ir cosechando memoria para ofrecérsela a un Presidente cubierto de recuerdos otoñales.

Nadie sabe dónde colocar los jarrones. Pero es más preocupante qué hacer con los cacharros. A exministros me refiero. Mayor Oreja, Federico Trillo, Fernando Suárez, Matutes y tantos otros. Y ahora Eduardo Serra. Hombre saltimbanqui con la agilidad que da la costumbre de trajearse de limpio cada mañana. Supo pasar de UCD al PSOE, de Aznar a Presidente de Everis y consejero de empresas varias. Ahora ha capitaneado a un grupo de empresarios y acortando camino como ciertos desertores de la democracia, enfiló carretera del Pardo. Pero no llegó a la placita final, ya sin guarda mora, sin coches de Capitanes Generales, sin Martínez Bordiú-bata-blanca-fonendo. Se quedó en el Palacio de la Zarzuela, lejos de Moncloa, del Congreso, del Senado. Directo a la nuca, al Rey, reponiéndose de transfusiones azules, con el pulmón remendado hace unos meses. España está imposible, Majestad. Hay que darle un giro a la economía. La patria está al borde de sí misma. Nos come Marruecos, Irlanda, Portugal, Europa. Rajoy es un ectoplasma. Pons-María Dolores-Alicia hacen lo que pueden. Poco, Majestad. Difamar, calumniar, desprestigiar. Algo es, pero poco. Aznar embiste, cornea las ingles y consigue hematomas, embolias, hemoptisis. Pero no basta. Y aquí estoy, Señor. Aquí estamos. Ante V.M que es el ombligo patrio. El centro del centro de todos los centros. No quiero hablar con Zapatero-Presidente. Lo han elegido los españoles, es cierto. Pero esa elección es un detalle, sólo un detalle que podemos pasar por alto. Presentarme ante él sería protocolo, sólo protocolo. Pasaba por aquí, camino de El Pardo. No, no me refiero al Palacio. Al Pardo pueblo decía. Con su Cristo allá en lo alto, contemplando la España cristiana, empresarial y cristiana, preocupada por los valores eternos del dinero. Dinero, pero cristiano, como fue siempre la peseta, con su caudillo por la gracia de Dios. No es un golpe de estado, ni siquiera venial, ni siquiera palmada en la espalda. Eso son prejuicios de Llamazares. Venimos como peregrinos, para hacer la ofrenda a V.M. como apóstol santiago con minúsculas. Para pedirle que se vista de gala y ponga firmes a Zapatero-presidente-protocolo, a Rubalcaba-presidente del Madrid, a Salgado-presidenta del euro. Se lo pido como presidente de Everis, en nombre de muchos presidentes-realmente-presidentes. Algunos no han venido. Prefirieron cenar langosta en Zalacaín. A los más fieles los represento yo. Me ha costado llegar hasta aquí, carretera del Pardo a la izquierda. Desde UCD. Señor. Desde Suárez-memoria-viva olvidado de sí mismo hasta Felipe y Aznar.

El edecán de turno despertó a S.M. Que alguien lleve este porta firmas a Zapatero, Presidente de España, dijo el Rey. Lo han dejado por error en mi buzón.

martes, 23 de noviembre de 2010

GEMIDOS Y LLANTOS

“La inmigración tiene que estar unida al mercado de trabajo. Por tanto si no hay trabajo no se deben admitir inmigrantes” Lo dijo Alicia Sánchez Camacho en los Desayunos de TVE el martes último, día 23.

Deberíamos guardar en la memoria la última campaña electoral catalana. Nos puede ayudar en el futuro a situar a cada uno en su sitio. Estamos inmersos en una vorágine que borra el ayer y nos sitúa inevitablemente en el mañana sin apenas pasar por el hoy. El alzheimer afecta también a posturas políticas que cambian de mensaje según las circunstancias sin que nadie repare en contradicciones surgidas con lo expresado hace dos meses. Y esto es muy peligroso. Los camaleones encierran dudas sobre su identidad. Llevado al terreno político, el mimetismo circunstancial encubre siempre una desviación del mensaje, del compromiso, de la postura mantenida anteriormente.

Demasiado orgasmo para una situación de crisis como la que vivimos. Montilla, La Porta, Nebrera y esa muchachada de Ciutdadans. Alcobas vivientes de gemidos, de urnas masturbadas, de carne desnuda y joven. Casi se echaba de menos a Dragó y a Sostres. Pero es dudosa tanta excitación cuando Durán i Lleida tiene que hacer un llamamiento a la reproductividad inmigrante para que no se nos venga abajo la niñez que hará futuro. Será hermoso un mañana en el que la lengua catalana la propaguen negros y marroquíes, senegaleses y rumanos. Creo que los orgasmos, los gemidos y la erótica aspirante al poder no tendrán demasiado éxito. Pero a lo mejor nos aflora una multicolor catalanidad que deja sin palabras a Puigcercós y Rovira.

En esa campaña electoral sin duda ha habido llantos. Muchos más que gemidos orgásmicos. Llantos hondos, buscando, preguntando dónde estará el pan de mañana. Porque Alicia, sobre la blancura de una gaviota, ha sabido apuntar, disparar y destruir a seres llegados desde la más miserable de las miserias. Sólo buscan un poco de trigo, u trozo de uralita, un cuaderno donde dibujar las primeras angustias de niños sin patria, un médico para parir claveles negros, gitanos o norteafricanos. Pero Alicia estaba preparada. Había aprendido de diputadas de Sarkozy. Se había entrenado en Badalona arremetiendo contra rumanos que tenían antecedentes de pobreza. Y ahora Alicia, amazona de gaviotas, rejoneaba el hambre entre aplausos de Mariano y María Dolores.

Los ricos necesitamos mano de obra barata y resulta que nos llegan personas. Es un error de aduanas. Hay que devolver la mercancía y que nos reembolsen nuestro dinero. Como los grandes comercios. Es mercancía tarada. Huele a hambre, a sudor sin ducha, a ropa encontrada en cualquier contenedor. No necesitamos personas, sólo eficacia manual, destreza productiva, rendimiento laboral. “La inmigración tiene que estar unida al mercado de trabajo” Para el hambre, la miseria y la pobreza ya se han diseñado continentes enteros donde tenerlos cercados. Les falta agua, vacunas, colegios, comercio justo. Pero tienen sida para morirse de asco sin agriar los ferrero rocher, sin infectar Emidios Tucci-corbata-y-mocasines-a-juego. A Durán i Lleida le han cegado sus fuentes de natalidad. Queda la inseminación artificial para sobrevivir en nuestra estrechez mental y afectiva.

Yo hubiera votado por el orgasmo. Son más hermosos los gemidos que las balas.

domingo, 21 de noviembre de 2010

LA DIGNIDAD DE LA MUERTE

La vida humana no es digna si termina con indignidad. Uno sabe de muerte en las almohadas. Madrugadas hospitalarias con la muerte apoyada en las clavículas. Por eso aboga por la decencia existencial que la convierte en el último acto del propio devenir vital. “El hombre es un ser-para-la-muerte” Lo afirmaron los existencialistas a mediados del siglo pasado, proclamando una verdad grabada sobre la dimensión de la temporalidad. Pero fue sólo una visión desencarnada de la unicidad de cada ser humano. Más exacto es decir que el “hombre es un ser-para-su-muerte” Morirse es un verbo reflexivo. Cada uno muere su propia muerte. Y a cada uno hay que adjudicarle la posibilidad de convertirla en una creación luminosa para culminar así la propia existencia.

El gobierno promete para Marzo promulgar una ley que otorgue el derecho a ejercer la muerte como el acto supremo de plenitud personal. Pero ya han aparecido voces y prensa de la derecha dispuestas a condenar. Hay que permanecer a la espera de una repulsa inmediata del episcopado. Seguramente Martínez Camino está ensayando la anatematización eclesiástica contra todo el que apoye esa ley. Nos dirá que la muerte es dolor expiatorio, ofrendada al dios antropofágico, que disfruta con la tortura redentora del sufrimiento y oferta el cielo a cambio del estertor en la tierra. Y esa derecha, que tiene siempre la tentación de apropiarse la totalidad de la opinión pública, ya nos ha dicho que se trata de una ley que no está exigida por la sociedad, que es ajena a las preocupaciones de los españoles y una nueva cortina de humo para tapar preocupaciones reales como la economía y el paro. El cerebro nacional, según esta miope visión, es tan estrecho que sólo le cabe una sola fijación. Y todo lo que no contemporice con esa preocupación hay que desplazarlo para otro momento. España no puede pensar en varias cosas a la vez.

La muerte no nos llega. Se va haciendo. Como el amor, la pena, la alegría. Nos vamos muriendo, no por el paso del tiempo, sino por la madurez vital que aflora en cada actitud humana y humanizante. Como la primavera. Va tallando su perfil en cada rosa, en el suspiro de los claveles, en la cintura de los trigales verdes. Crece la muerte en la vida hacia la resurrección laica de una existencia entregada. Cuando llega ese parto de luz, sobran forceps deformantes de dolor. Urgen manos que unifiquen la tierra con la tierra, que acomoden el tiempo a una eternidad de polvo enamorado.

Pero ya hay quien asegura que esta ley divide a los españoles. Todo es división para algunos: el estatut rompe España, Educación para la ciudadanía estropea valores inmutables, la Ley de memoria histórica reabre heridas en realidad nunca cicatrizadas, la retrasada Ley de libertad religiosa desestructura el espíritu cristiano configurador de España, la familia se estrella contra sí misma por los derechos conseguidos por los homosexuales. Todo rompe, divide, separa. España deja así de ser una, grande y libre. Y este anuncio de una ley que dignifica el momento cúspide de la vida está ya dividiendo a los españoles a las pocas horas de ser anunciada. Algunos están empeñados en trocear de antemano la opinión y una vez resquebrajada esconder el bisturí que la practicó.

No hablamos de una Ley que atraiga votos, que consiga adeptos, que pertenezca a derechas o izquierdas. Se trata del dolor último. Y eso sólo pertenece a la íntima humanidad de cada uno, a la vivencia de cada ser en cuanto hacedor de la propia vida. La muerte coloca al hombre en el abismo del hombre. Es la sola soledad de la existencia.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

AZNAR NO TIENE MEMORIA

El hombre debería mirar siempre su propia historia con una sonrisa. Una sonrisa redentora del ayer y a la vez conciliadora con el propio corazón. Ir más allá es detenerse en el pasado, petrificarse, cicatrizar el futuro cuando todavía se vive en el presente. Me dan miedo los que están satisfechos con su pasado y no enmendarían nada de lo vivido. Es el orgullo irredento de quien siempre encuentra razones para condenar a los otros a la cadena perpetua del desprecio. Pero tampoco debe suprimirse una sonrisa acogedora que acune la temporalidad irrepetible y unívoca que somos.

De redención y conciliación carecen normalmente quienes escriben sus memorias. Hacen de su ayer una burbuja cerrada sobre sí misma, impenetrable, y juegan con ella como Chaplin jugaba con el mundo en su genial Dictador. Nunca leo esas memorias. Me producen un ardor vital y me marea el incienso excesivo en torno a la ofrenda ególatra expuesta sin pudor ante los otros.

Bush acaba de montar un negocio con su vida. Bush e Irak forman para siempre la indisoluble unidad del detritus humano. Es capaz de transformar en inocencia su propio humus y ponerlo en el mercado como si de una donación graciosa se tratara. El se opuso, ahora lo hemos sabido por su inconfesable confesión, a una guerra que todavía escupe sangre sobre el rostro avergonzado de la humanidad. Bush-inocencia-virginal sintió náuseas cuando al fin conoció que las armas de destrucción masiva eran una invención de nadie sabe quien. Pero una vez puestos a matar aprendió el placer que dan las torturas ejercidas sobre seres humanos privados de los más elementales derechos. La seguridad de sus conciudadanos era proporcional al grado de sufrimiento ejercido por sus súbditos uniformados. Los abogados que Bush consultaba le tranquilizaban su conciencia inyectándole una legalidad contra la cual fueron condenados algunos de los ejecutores de esas torturas. Pero ningún tribunal ha condenado al comandante en jefe que aprobaba ese proceder vomitivo. Lo juzgará la historia, dice, pero él estará muerto. Ignora que la historia pisa también a los muertos cuyas vidas fueron un insulto para los que siguen vivos.

Blair también ha vendido su pasado. Es como esas prostitutas que llevan su camastro a un plató de televisión orgullosas de haber sido amantes de toreros. Viven de tres noches de lujuria, subastando su carne hasta que la dirección del programa las escupe por cansancio de la audiencia.

Aznar no tiene memoria. “El mundo es mejor sin Sadam” –asegura cada vez que le preguntan por su ilegal implicación en la guerra de Irak. Es verdad. El mundo es más elegante sin Sadam, sin Videla, sin Pinochet, sin Somoza. Y España es más hermosa sin Franco, se lo aseguro, Sr. Aznar. Aunque ni Usted ni su mundo popular condenen con firmeza el golpe militar, los cuarenta años de dictadura, se opongan a la desaparición de los símbolos que lo recuerdan y piensen que buscar con cariño en las cunetas tanta vida sembrada en el vacío equivale a abrir heridas y se empeñen en condenar a un juez que lleva entre las manos el dolor de muchas víctimas.

No escriba sus memorias, Sr. Aznar. Permanezca en su alzheimer defensivo. Se han hundido las Azores. Bush y Blair se marcharon de la historia. A lo mejor un día taponamos la sangre de esa guerra. El olvido será entonces olvido para siempre.





sábado, 13 de noviembre de 2010

DIOS NO TIENE PRISA

El Presidente Zapatero ha decidido no someter por el momento a debate la ley de Libertad Religiosa. Y ha fundamentado su decisión en una obviedad: no hay posibilidad de consenso entre las dos grandes fuerzas políticas. El programa electoral del PSOE había prometido que en esta legislatura se promulgaría una Ley de Libertad religiosa que explicitaría la aconfesionalidad del Estado definida en la Constitución. Benedicto XVI sobrevoló el suelo español criticando el laicismo agresivo presente en España y comparando el momento actual con los acontecimientos de los años treinta que desembocaron en un golpe de estado, una guerra civil y cuarenta años de dictadura bendecida por la Jerarquía eclesiástica como cruzada vencedora del comunismo. Y así nos fuimos arrastrando, aplastados por la santa bota militar de una Caudillo por la gracia de Dios y un nacionalcatolicismo narcotizante. Casi ochenta años después seguimos llevando marcada la historia por báculos y fusiles.

Soñábamos libertad. Libertad grande como una plaza donde bebernos la alegría, brindar por el mañana y comernos la esperanza. Fue por el setenta y cinco. Noviembre, veinte. Arias Navarro descatalogándose a sí mismo, precipitándose historia abajo, horizontal para siempre la soberbia autocrática techada de granito por Cuelgamuros. La Constitución del 78 rompía viejos esquemas. Se inauguraba el viento, el mar, el hombre. Lo humano estaría siempre a la cabeza de la marcha. Valía la pena empezar a sentir la propia existencia a los veinte, a los treinta, a los cuarenta años. Parte de nuestra vida sería constitucional.

La Constitución es una matriz dinámica. Cosificarla para adorarla es una idolatría vacía. Debe ser fluida como un río vivificante. Y nutriendo su novedad, la aconfesionalidad del estado que debe incorporar una Ley de Libertad religiosa para el positivo desarrollo de un laicismo que significa autonomía plena, donde el hombre lo es por sí mismo, incluso donde el hombre puede ser religioso porque primero es hombre.

Su puesta en marcha requiere evidentemente un consenso social. Pero ese acompañamiento lo debe buscar el partido gobernante donde se encuentre. Los últimos Presupuestos se han aprobado por el hombro arrimado de minorías, manteniéndole la mirada a una oposición obsesionada con los jardines de La Moncloa. Parapetarse en la falta de acompañamiento del Partido Popular, es disfrazar la propia cobardía. Lo menos que se puede exigir por parte de la ciudadanía es su alumbramiento. Si por culpa de otros se aborta, sabremos a quién culpar. “La Ley de Libertad religiosa es importante, pero no urgente” ha dicho Zapatero. La urgencia viene dada por su importancia intrínseca –y nadie puede negarle relevancia- y por el tiempo de espera para su desarrollo –treinta y dos años ya.

El Partido Popular está preocupado por la expulsión de rumanos gitanos, por el exilio de los inmigrantes sin trabajo, por la ley del aborto y del matrimonio homosexual, resucitando a los GAL, jaleando el número de parados como un trofeo y por tanto no dispuesto a llegar a un acuerdo fecundo sobre libertad religiosa. Tiene su origen en Manuel Fraga en cuya cabeza dicen algunos que cabe el Estado, aunque da miedo el estado que le cupo durante muchos años. Y si a su situación de confrontación continua se une la dependencia que muestra de Rouco Varela y su exigencia de que Europa y España vinculen su futuro a sus raíces cristianas, resulta lógica la actitud de reserva de Zapatero. Pero no por eso deja de ser cobarde el alejamiento de un elemento definitorio de una España ajena al nacionalcatolicismo.

No siempre se consigue la utopía. Renunciar a ella es derrumbar el futuro.


jueves, 11 de noviembre de 2010

SI ME RESPONDIERA EL PAPA

El Papa ha venido a España y los medios de comunicación se han hecho eco de sus declaraciones desafortunadas, ofensivas incluso. El Papa de Roma ha hablado sobre el laicismo, la necesidad de una nueva evangelización, la realización personal de la mujer, el aborto, la eutanasia, los matrimonios homosexuales y sobre todo lo que creyó oportuno. Para eso era un invitado de honor y le asiste su posesión absoluta de la verdad.

Descartadas por malintencionadas sus afirmaciones relativas a la agresividad del laicismo vigente y su equivalencia con lo acontecido en los años treinta, los artículos leídos y las opiniones expresadas por contertulios radiofónicos y televisivos coinciden de forma unánime en que el Papa no ha hecho más que predicar la doctrina esperada y siempre defendida por la Iglesia a lo largo de los siglos. Nada ajeno a ese cuerpo doctrinal podía pensarse. El Papa queda así reducido al papel de mero repetidor de una imagen sabida de antemano, fruto de una supuesta revelación a través de las sagradas escrituras y mantenida por la tradición como cimientos de una fe inalterable. El Papa apela al “derecho natural” y lo aporta como alimento de la vivencia cristiana por los siglos de los siglos. Cierra así todo devenir histórico. Las cosas son como son y la historia queda vaciada de dinamismo creador de futuro.

¿Pero pertenece a lo “natural” todo lo predicado como surgido de lo natural? Este basamento como matriz de humanidad no es un parámetro sostenible de un proyecto existencial. El hombre no es un dato empotrado en el tiempo, sino que su temporalidad lo convierte en empresa de sí mismo, en tarea, en quehacer. Vivir es asumir el ayer para configurar un mañana.

Fundamentar el dogmatismo religioso en la revelación es arrogarse, desde una inaceptable postura de orgullo, la posesión exclusiva de la verdad absoluta. La Iglesia se convierte en exclusiva y excluyente, en lugar de ejercer como conciencia de pueblo de Dios, peregrino entre la búsqueda y la duda hacia su propia redención. Todas las religiones aseguran hundir sus raíces en la revelación y esta actitud debilita por sí misma tal aseveración.

Preguntemos: ¿Se puede fundamentar en la revelación divina o en el “derecho natural” la existencia de una Iglesia cuya jefatura es elegida por un aristocrático colegio cardenalicio compuesto por príncipes elitistas y no electos por ningún consenso de base? ¿Responde de verdad esta institución piramidal a una consecuencia evangélica o a un estado de derecho natural? ¿Es sostenible la imposición de leyes que exigen una adhesión intelectual a dogmas indiscutidos por indiscutibles? ¿Cómo puede ser el código de derecho canónico la médula de la praxis vital al margen del mensaje evangélico? ¿Cómo puede relegarse a la mujer hasta rebajar su realización al trabajo en el hogar? ¿Cómo imponer la reproducción como finalidad exclusiva del matrimonio por encima del amor y condenar en consecuencia la unión homosexual? ¿Cómo evitar el elemento mágico asignándole a Dios la aportación del alma en el momento mismo de la concepción? ¿Dónde está Dios cuando la procreación no es la consecución natural del acto amoroso? ¿De qué Dios se nos habla cuando se predica resignación ante la pobreza calculada por los poderosos de la tierra que acarrea una catarata de muertes diarias en el mundo? ¿Qué Dios cristiano puede ser el que necesita del dolor infinito del ser humano para sentirse a gusto consigo mismo? ¿Tenemos que dar por sentado que la doctrina de la Iglesia tiene que ser la que siempre ha sido? ¿En base a qué esa involución inamovible?

No terminaríamos nunca de preguntar. Tal vez porque el ser humano es siempre una pregunta sobre sí mismo.



domingo, 7 de noviembre de 2010

EL PAPA QUE NUNCA VINO

Llegó de blanco en la niebla. Galicia turbia, elegante, pero turbia. Príncipes de España. Príncipes de la Iglesia. Bertone-Alteza sin besar la mano de Leticia por superioridad, por pureza tal vez. Ministros de traje oscuro. Papa-Jefe-de-Estado. De verdad absoluta revestido. De infalibilidad cargado. Pontífice soberano. Vértice supremo. Cúspide inalcanzable. Pastor de banderas vaticanas. Oro crucificado en el pecho, en el báculo. Ratzinger ascendido a Benedicto. Todopoderoso. Un ballet de mitras a sus pies. A sus pies Rubalcaba, Felipe tejiendo su futuro, Leticia redimiendo su pasado. Fieles ante un encumbramiento idolátrico. Es el Papa que vino

Llegó de blanco en la niebla. Lo trajo en volandas Alitalia. A hombros como triunfador de todos, de todo. Habló por las alturas. Volaba hacia una España de perversidad absoluta. A punto de contaminarse estaba. País anticlerical, aunque con la aportación económica estatal más alta. Con un laicismo agresivo. Despojado del cristianismo que Franco nos anunció como ángel de la muerte y nos obligó a cumplir. Como cuando la República, fusilada por un golpe de estado, pisoteada por una Iglesia que santificó como cruzada la matanza de una guerra civil. Sin pensar la connivencia del papado con el nazismo, con el fascismo, bendiciendo tiros de gracia para hacer posible el triunfo de la religión. Cardenales cómplices, Obispos cómplices, palios cómplices. España pecadora como en los años treinta. Sin arrepentirse de la homofobia, de la monarquía absoluta y absolutista que representa, de su misoginia basada en nadie sabe qué fundamentos, de su aversión a los avances científicos, de su distancia real y evidenciada de los pobres del mundo, de su condena a toda profundización en la liberación humana. Es el Papa que vino.

Llegó de blanco en la niebla. Cortejado por una gerontocracia mitrada, con un lenguaje sin raíces, palabras envasadas al vacío, sin contagio posible de existencia, sin sangre de humanidad. Condenando, recriminando, exigiendo teocentrismo, vislumbrando anticristos, impartiendo bendiciones para anular la maldición congénita que nos configura. Este es el Papa que vino.

Llegó de blanco en la niebla. Miles de miembros de seguridad, millones de euros gastados, pero recuperados, dicen los alcaldes. Visita-negocio por tanto. Geos. Francotiradores de tejados resbaladizos. Inhibidores de frecuencia. Cámaras prestadas al Papa por Belén Esteban, heroína de suburbio. Alcantarillas revisadas para que el báculo no se hunda en lodazales laicos. Anillo del pescador que nunca vimos en los mariscadores gallegos, en los percebeiros arriesgados de la costa. Anillo del pescador sin barquitos hundidos con el pan de las familias. Monarca-Jefe-de-Estado-Líder. Este es el Papa que vino.

Galicia turbia, elegante, pero turbia. Programada tal vez hasta la niebla. Para que muchos no viéramos. Tal vez Jesús iba por otra parte. Sin Alitalia. Sin seguridad blindando compromisos. Dejándose crucificar por cometer el delito de agitar las conciencias. Por no aceptar el sistema que da por sentado que tiene que haber ricos a costa de pobres, muertos a costa de vivos, bancos prestigiosos a costa del sudor hipotecado de albañiles en paro. Estábamos exigiendo que el Platero tierno y peludo no fuera papamóvil. Que las manos agrietadas de escarcha no tuvieran anillos de pescador. Que los apoyos de vidas miserables no descansaran en báculos dorados de unos pocos. Que la mujer fuera un triunfo y no una alfombra de flores momentánea. Que el dolor sucumbiera ante la vida. Que la muerte estuviera invadida de esperanza. Buscábamos la palabra creadora de libertad, de caminos, de utopías. Nunca de condena, de relámpago, de trueno. Deseábamos la poesía fundadora de existencia. Y encontramos la niebla, mucha niebla, para ocultar al Papa que no vino.



miércoles, 3 de noviembre de 2010

SI YO FUERA GAY

Al Partido Popular le molesta el ejercicio de nuevos derechos ciudadanos tradicionalmente anatematizados por presiones ideológicas o religiosas difícilmente sostenibles en el mundo en que vivimos. La equiparación del matrimonio entre personas del mismo sexo a la unión entre personas heterosexuales le rechinó en las entrañas y de inmediato acudió al Tribunal Constitucional para obtener su anulación. Y en esas estábamos cuando Mariano Rajoy manifiesta claramente que si llega a la presidencia del gobierno no mantendrá en vigor esa ley. No se opone Rajoy –faltaría más- a que se formen parejas sin más. Pero no admite el término matrimonio porque está reservado a la unión hombre-mujer.

Rajoy, y la derecha que le respalda, hunde sus raíces en la visión eclesiástica de una jerarquía católica (no confundir con cristiana) para quien la función primaria del matrimonio es la procreación, hasta el punto de considerar pecado grave el acto sexual si se es consciente de que no va a desembocar en fecundación. De ahí la condena irreversible de todo método anticonceptivo. El sexo no se ejerce como entrega, fusión amorosa, donación del propio misterio al misterio del otro, acogimiento gozoso de la persona amada. Nada de eso pertenece a los designios de Dios, según la Jerarquía. Hombre y mujer son máquinas programadas a cuyo ejercicio sexual asiste Dios para incorporar el alma y constituir así un ser humano, incorporado más tarde a la Iglesia por el bautismo. Y para impulsar a los humanos a esa procreación, el acto sexual va acompañado de un placer que cumple la función de atracción, pero que es en sí mismo despreciable porque todo lo placentero lleva al pecado y la consiguiente perdición eterna.

¿Es posible un reduccionismo tan simplista del matrimonio? ¿Dónde queda el amor, la ternura, la intercomunicación, la projimidad más prójima cuando la enfermedad, la vejez, la infecundidad? Si la Jerarquía fuera lógica tendría que declarar decaído el matrimonio cuando la procreación queda frustrada por la biología. Lejos de esto, exige la permanencia de la unidad hasta que muerte impone la separación y reduce a pecado todo lo recuerde el ejercicio sexual.

Colgado de esta visión reduccionista está Rajoy y la fuerza política que lo respalda. Partir del hecho de que la homosexualidad es una desviación, una enfermedad, una patología pertenece a la zona más oscura de la historia y a la negación del ser humano como misterio siempre sorprenderte, anclado en la inercia más simplista de la vida, arrinconado en definiciones antidinámicas, negadas al asombro de un existir abierto, impenetrable, provisional, siempre en camino hacia revelación de sí mismo.

Si la Iglesia se tomara en serio a sí misma no podría seguir enraizada en esa cosificación de lo humano. Si algún día desprendiera de la entrepierna de su cerebro el sexo como fuente de maldad, de condena, de perdición e intuyera la riqueza fraternal de su existencia, empezaría a valorar a la mujer como un valor en sí misma, al amor como la participación de Dios en el mundo, y la alegría como un injerto de la existencia resucitada.

El matrimonio es más, infinitamente más, que un medio de procreación. Por eso no se le puede negar a nadie el temblor de la entrega, de la com-pasión, de la aventura de existir. Nadie tiene el derecho de asignar la felicidad ni mucho menos de secuestrarla. ¿En nombre de quién se atribuyen esta facultad? ¿De Dios? ¿De una visión estrávica, emponzoñada, sucia? Para defender a la familia, dicen. A la historia la sustenta el amor. A la gran historia y a la pequeña aventura de las rosas

España es un país machista. Pero sobre todo es un país macho. Lo saben los que atacan el éxtasis del amor para defender la “normalidad” del amor. Que ustedes lo pasen bien. Voy a beberme una copa de luz. Brindaré con el viento enamorado. Seré feliz, aunque yo, se lo aseguro, no soy gay.