martes, 29 de abril de 2014

SOY CATOLICO


El ministro Margallo se lo espetó al Papa Francisco en la audiencia que el pontífice ofreció a los Reyes con motivo de las últimas canonizaciones: “Santidad, soy católico” Pareció que esa proclamación pública del ministro no impresionó al Papa. “Y lo peor –añadió el chistoso ministro- es que he sido alumno de los jesuitas”  Y tampoco el Papa se inmutó.

Evidentemente yo no me llamo Francisco ni mucho menos soy el jefe de los católicos. Pero no pude por  menos que sentirme estupefacto (que diría ese sublime talento que se apellida Marhuenda y que también se llama Francisco). A mí me entró un escalofrío al pensar que el ministro de asuntos exteriores era católico y que su educación estaba anclada en las enseñanzas jesuíticas.

Cuando yo era niño, todos éramos católicos. Para eso habíamos ganado una guerra contra el comunismo, teníamos un caudillo que había vencido a las hordas judeomasónicas, había fusilado a miles de hombres y mujeres que no confiaban en el Sagrado Corazón, no estaban de acuerdo con que la Macarena luciera banda de Queipo, ni que fuera capitana general con mando en plaza. Y Franco, caudillo de España por la gracia de Dios, contaba con la bendición del episcopado en delegación sagrada de Pío XII y era proclamado diácono de la santa madre iglesia y lo llevaban bajo palio porque también Dios era de derechas.

Cuando yo era niño, todos éramos católicos. Pero no todos éramos ricos y sólo los ricos estudiaban en los jesuitas. De manera que ser católico no tenía mérito porque era imprescindible serlo como era imprescindible ser flecha y falangista y cara al sol y montañas nevadas y  novios de la muerte. No encerraba ningún mérito. Estudiar en los jesuitas era otra cosa. Los niños ricos comían carne, chocolate con leche y pescado tres veces por semana. Camisas a medida, trajes a medida, zapatos a medida. Todo era exacto, como si la vida se sostuviera sobre unas planillas cuadriculadas donde la caligrafía era esencial para ser buen alumno, educado en urbanidad, con cuchillos en su sitio, vasos y copas en su sitio, sentado en la silla correctamente y en su sitio. Ahora, en un estado aconfesional, Mariano Rajoy apela a que el pueblo esté como dios manda, que la economía vaya como dios manda, y que la fiscalización sea la que dios manda. Todo estaba en su sitio porque así lo mandaba el dueño de España por la gracia de Dios. Papá era militar, médico, juez, farmacéutico y el hijo estudiaba en los jesuitas. Todo un distintivo social de prestigio que se llevaba en la solapa para que los demás niños tomaran conciencia de aquella superioridad frente a la miseria de las alpargatas, la pelota de trapo y el pan con aceite.

Margallo era católico, como exigía el ideario del movimiento nacional. Y estudiaba en los jesuitas, como ordenaba la billetera de los progenitores.

Y ante el Papa, Margallo presumió de algo que no tenía mérito –ser católico- y de estudiar con los descendientes de la Compañía de Jesús, cuyo único mérito era tener dinero. Por eso el Papa no se inmutó. A mí, sin embargo, me dio un escalofrío. Margallo pertenece a un gobierno que invoca a la Virgen del Rocío para salir de la crisis, que condecora a la virgen con la medalla del mérito policial, que procesiona con mantilla en el Corpus toledano, que acude a la canonización de dos Papas con todo el boato de país confesional, católico-apostólico-romano.

Pues a ese gobierno pertenece el ministro Margallo. Seis millones de parados. Dependientes abandonados. Enfermos sin medicación. Viejos en las cunetas. Derechos laborales pisoteados. Enseñanza restringida para billeteras, como entonces. Inmigrantes masacrados entre cuchillas que desgarran y fusiles que destrozan. Emigrantes formados sirviendo copas a Angela Merkel. Sanidad regalada al capital privado y conversión de enfermos en mercancía, mujeres reducidas a caprichos de entrepierna, niños que se desmayan porque el hambre corroe los estómagos, gente, como mineros de la angustia, rebuscando en contenedores, despidos a capricho, salario de esclavitud, el miedo como herramienta de chantaje, corrupción de prosas incumplidas, prevaricación de afirmaciones hechas. ¿Seguimos?

La sociedad actual exige ser consecuente entre lo que se profesa y lo que se hace. ¿Es posible una Iglesia que condena la teología de la liberación que aboga por la defensa de los derechos humanos, por la predilección práctica por la justicia, por los pobres, por los abandonados de la tierra?  Hay un gran número de cristianos disconformes con la praxis de la jerarquía católica y el mensaje del que se hace portadora. ¿Cabe pensar en la posibilidad del catolicismo de un ministro que pertenece a un gobierno comprometido con sólo el becerro de oro pero sin escrúpulos para pisotear a un pueblo?

Soy católico, soltó como carta de garantía, de orgullo, de rosa en la solapa, el ministro Margallo. Estudié en los jesuitas, como los niños ricos de entonces, que hacían entrar a los pobres por una puerta trasera para que quedara claro quien era quien. Soy católico y no obstante, participo en un gobierno que pisotea todos los derechos humanos.

El Papa volvió la cabeza y pensó que se le estaba haciendo tarde para su café con leche.


ECLIPSE



Me voy acostumbrando a ser recuerdo,
sombra, sólo sombra
de aquella luna
que te creció en los ojos.
Se ha interpuesto una muerte
entre tu cuerpo y mi cuerpo
y muerde la luz
una terca opacidad.
Me estoy haciendo oscuro
cuando intuyo tu piel iluminada
y me oculta tu vientre sombreado
la magnolia azulada de tu sexo.
Tengo que acostumbrarme
a clasificar las huellas
por orden de recuerdo,
a ordenar los besos por las fechas que figuran
en la memoria de los ríos.
Tu nuca, tu espalda, tu cintura
y las piernas que escalaron
mis montes, mis relieves, mis centros.
No servirán los cristales ahumados de los huesos
para que no deslumbren
la lejanía acumulada.
La muerte tiene exigencias
y cuchillos que sajan,
que dividen,
que separan la carne de la carne.
Sombra acaso, sólo sombra
y un eclipse taponando los ojos
antes de que la vida encienda
el cigarrillo último
y dispare
y heredes mi tiempo reventado
por si quieres guardarlo entre tus pechos.


lunes, 28 de abril de 2014

POLITICOS


Hubo un tiempo de hambre política. Franco nos puso la rodilla en el cuello como un antidisturbio de cuarenta años. Nos cortó el grito libertario y nos obligó a masticar el asfalto infame del silencio. Obedecer, aplaudir, halagar, lamer la suela de la bota asesina y sacarle brillo a las cachas de las pistolas para no equivocar el punto de mira y asesinar limpiamente con la bendición del sagrado corazón de Jesús en vos confío.

Tuvimos hambre de política. Y un buen día, España sufrió una hemoptisis, se le atragantó un trombo en la femoral con la bravura de un toro irremediable y Franco se aplastó cobardemente contra los toriles y el ruedo se llenó de geranios. Y creció la libertad, la opinión, la elección, las huelgas alegres con cantos de libertad sin ira, libertad, libertad. Y Jarcha subió a los altares y todos peregrinamos sin miedo a la meca de la democracia.

Y en esa democracia estamos. Treinta y tantos años. Joven democracia le llaman algunos. Como si la juventud permitiera desequilibrios que se disculpan por un acné recientemente superado. No. Esa hermosa etapa es la que enfoca el futuro y diseña el mañana. Por tanto no deberíamos permitir que la juventud de la democracia fuera el justificante de desmanes destructores.

Y en esta joven democracia, la ciudadanía contempla a los políticos no como una solución de futuro, sino como uno de los grandes problemas que le afecta negativamente. Y creo que esta visión negativa de los políticos (no confundir con política), nace de dos premisas injustificables.

La primera es la errónea convicción de que la democracia es algo exclusivo de políticos a los que elegimos cada cuatro años y a los que tenemos el derecho de exigir sin implicarnos para nada en la salud del país porque ellos son los únicos responsables de su buena marcha. Se oye en las tertulias a esos que ganan dinero ante unas cámaras por repetir, en su gran mayoría, tópicos indecentes. Ahora, sentencian, no tiene sentido reclamar nada porque los hemos elegidos con mayoría absoluta. Cuando lleguen nuevas elecciones podremos poner a otros en el poder si no estamos contentos con los actuales. Y en consecuencia condenan las huelgas, las manifestaciones,  basándose en la elección mayoritaria de un gobierno y arrinconando toda protesta y exigencia hasta nueva convocatoria de urnas. Y esos analistas políticos infectan la democracia de pasividad, de resignación, de inanición. El ciudadano queda relegado a una pasividad destructiva. En realidad es una dictadura disfrazada, carnavalesca, en la que debemos permanecer como simples espectadores renunciando a nuestra corresponsabilidad en la marcha de las res-pública.

Hay una segunda causa por la cual los ciudadanos impugnamos la democracia tal y como la vivimos. Es el hedor a putrefacción de los políticos. La palabra es el vientre de la democracia y cuando esa palabra se pudre por falsa se comete el perjurio más abyecto. Cuando no se cumple lo prometido, el político se convierte en un violador imperdonable del sistema. Y merece la condena perpetua, el desprecio más absoluto. Es obligar a la democracia a prostituirse en una carretera cualquiera bajo justificaciones inconfesables.

Por otra parte la ciudadanía intuye que hay muchos políticos que sólo desean un puesto para aproximarse a una fuente sucia que emana dinero. Los ejemplos diarios atestiguan esta intuición.  No hacen falta nombres. Están en la mente de todos. Justificar la presencia en unas listas electorales para dedicarse a la rapiña más abominable una vez elegido, es de antemano un vómito antidemocrático.

Pero los ciudadanos no debemos rehuir nuestra responsabilidad en muchas de estas elecciones. Conocemos gobiernos autonómicos famosos por su traición a los electores, sucios de chapapote económico, y sin embargo vuelven a ser elegidos una y otra vez. Rebelarse con posterioridad contra esos mismos políticos es convertir la papeleta y la urna en una farsa.

Y sólo dos anotaciones al final de esta reflexión. Por una parte, si los ciudadanos apostatan de su responsabilidad en el quehacer democrático, piden a gritos, aún sin pretenderlo, el regreso de una dictadura. Y por otra que deberíamos tener la honestidad de no generalizar y atribuir a la totalidad de los políticos el carácter de corruptos. Hay miles de hombres y mujeres haciendo sacrificios personales, familiares e incluso económicos para llevar adelante un país y sacarlo adelante. Ellos no merecen la inclusión en el paquete relativamente pequeño de corruptos. En realidad somos nosotros, los electores, los cómplices de una podredumbre eligiendo irreflexiblemente a políticos que han dejado la huella de su mala gestión.


La democracia no reside en las urnas cada cuatro años. Se construye día a día con la actuación responsable de cada ciudadano. No hay delegación posible. Los políticos tienen el poder. La democracia somos nosotros.

domingo, 27 de abril de 2014

MARCHA


Quiero marcharme de mis propias cercanías,
de los límites que me circunvalan,
me sitian, me constriñen
y me impiden besarte porque eres lejanía.
Quiero saltar la tapia de mi carne,
desafiar los cristales de mis tapias
y fugarme de mí para ser tú.
No me echaré de menos,
no extrañaré mi ausencia.
He vivido exiliado tantas veces
que olvidé regresar para encontrarme.
Trago a trago me beberé el camino
hasta alcanzar  la plaza de tu vientre
y dormiré el cansancio de la vida
sobre el agua que emana de tu cuerpo.
Llegar. Olvidarme.
Ponme una luna entre los ojos
para encontrar tus labios en la noche
y andar tu piel a tientas
desnudo en tu absoluta desnudez.



PROVISIONAL SOY


Nunca todo es absolutamente todo,
ni es total el vacío de la nada.
Quedan por dentro los cristales
de alguna copa rota de vino tinto y amargo.
Gritamos entonces como gritan los truenos
en el sensual escote de los montes.
No es la noche una traición del día
ni la sombra la espalda desgarrada de la luna.
Somos los que somos aquí, ahora,
en el momento exacto en que firmo y afirmo
mi estancia en el tiempo
y en un metro cuadrado del planeta.
Nada es absolutamente nada.
Tengo la palabra,
pero tan sólo a medias,
porque entre sus paredes no se encierra
la plenitud que soy
y cuando me digo
tú sólo percibes una parte
porque soy incapaz de ex-ponerme
ante ti y no te llega la zona de misterio
que escapa a los sonidos.
No me entrego cada vez que me entrego
porque no me tengo.
Hasta donde me sé te digo,
hasta donde me poseo te entrego.
Por eso el todo nunca es absolutamente todo
ni es la nada absolutamente nada.
Acógeme, te pido, en mi finita infinitud,
recógeme en la pobreza
de quien no se tiene ni a sí mismo.
Aquí estoy, ante ti,
como soy y no soy
 para que tú me sepas y me beses,
para que tú me crees e injertes esa nada
amarga que prohíbe mi donación total
a tus brazos hacedores de existencia.
Soy tiempo. Soy provisionalidad
y la entrego a tu vida
como un ramo
de la nada en  que existo



sábado, 26 de abril de 2014

ERAS TIEMPO


Nos habíamos amado muchas noches. Tiraba la chaqueta en cualquier parte y ella me aflojaba la corbata maltratándola. Casi arrancaba la camisa. Yo desataba el nudo de su batín  rojo y aspiraba el perfume de su carne. Y anudando besos fundíamos los cuerpos. Satélite de su piel mi piel, planetaria ella. Esféricas sus nalgas, sus pechos ordenados, encajados en mis manos de locura. Nos habíamos amado muchas veces.

Después vino el tiempo, la vida, la distancia. El ayer se hizo ayer, ausencia, recuerdo. El olvido es tal vez una defensa, una muralla, un río ancho. Y cada uno en su orilla es lo que puede ser, lo que las circunstancias, lo irrenunciable,
lo que se topa como un monte encontrado de repente.

Tal vez nos ignoramos. Tal vez nos enterramos. Tal vez nos hundimos deliberadamente, incapaces de asumir el pasado, de inyectarle vida para que el hoy sea hoy, asumiendo el sudor del tiempo. Y no sabía si estaba viva porque incluso ignoraba si estaba vivo yo.

Hoy nos hemos encontrado donde se encuentran todos los que nunca se encuentran. En la barra de un bar. Café sin azúcar, ella. Con leche, yo. Nos hemos besado como si nos presentara la vida por primera vez. Un paseo. Los brazos cruzados ella. Las manos en los bolsillos yo. Como no sabiendo qué hacer con la casualidad.

Nada fue igual en su casa. No tiré la chaqueta. No me arrancó la camisa. No tenía un batín de seda roja. Noté en su espalda que no llevaba sujetador. No estaban sus pechos debajo de la blusa. No estaban sus muslos debajo de la falda. No había aquel vientre soñado colgado de sus caderas. Ella no estaba dentro de sí misma. Era sólo un vacío  de sí misma.

Fui sólo tiempo para ti, me dijo. Hiciste el amor con un pasado. Fui un hueco entre tus manos. Soy tu ayer. Estoy vacía porque el ayer no existe. Porque guardaste mis besos en un reloj, mis caricias en un minutero amargo, ataste mi vientre con una correa desechable. Puedes quedarte mis labios como un recuerdo inexistente.


SI ALGUNA VEZ



Si alguna vez empieza la esperanza
haré un hueco en mi sombra
para hundir sus raíces.
Vengo del ayer oscuro
con el temblor del tiempo
azuzando la sangre
Tal vez el mañana
sea un minutero alargado
hasta la distancia exacta de la muerte.
La tierra no es de tierra
es de ceniza
y bucea con el perfil de un toro
femorales hastiadas,
gritando el miedo a una eternidad oscura.
Si alguna vez descienden los jardines
a la voz primitiva de su esencia,
a los antepasados de un falso paraíso,
a las víboras de plástico y manzanas brillantes,
yo te estaré esperando, mujer, para brindarte
sexo y sudor,
dolor,  un pan de barro
y un hijo con el horizonte doblado bajo el brazo.
Y echaremos a andar,
castigados,
sin camino
hacia ninguna parte
cosechando incertidumbres,
masticando la maldición maciza de las sombras,
la luz astillada
de una copa vacía y sin sentido.
Te estaré esperando
a la orilla de la nada
con una herencia de paisajes en los ojos
para encuadrar tu carne
y decorar tu sangre con mariposas rojas.
Seremos entonces dos extraños reunidos
en una sociedad absolutamente limitada.
Trabajaremos fabricando denuncias,
apelando a las olas y a los árboles
contra quien nos hizo soledad inhabitable,
absoluto vacío que no llena
ni un mar puesto de pie.
Seremos un amor indefinido,
una atracción incomprensible.
Vamos a brindar por lo imposible,
por la ignorancia de nosotros mismos,
por este amor invertebrado

como un río que pierde su camino

viernes, 25 de abril de 2014

 USTED



La voy a llamar así, señora. Porque me escuece su nombre. Porque el nombre es un regalo de la vida y usted debería carecer de ese regalo. Porque me mancho. Porque si le llamo por su nombre, a lo mejor la recuerdo dentro de tres años. Y la verdad es que quiero olvidarla cuanto antes, como si usted no hubiera existido. Porque mancha lo humano que llevamos dentro. Porque intenta destruirlo. Porque lo desprecia.

Tiene usted un cargo de esos que llaman importantes. Creo que vocal de un círculo de traje a medida, loewe,  gemelos de oro y corbatas de seda. Elegantes por fuera como esas manzanas brillantes  que encierran demasiados gusanos por dentro. Díaz Ferrán, por ejemplo. Le suena? Anda rodando por los juzgados, esposado, custodiado por la policía para que no lo devoren sus trabajadores, sus clientes, sus proveedores. Arturo Fernández. Le suena?  Búsquelo en Bankia. Ha ido a recoger sus dietas para pagar estafas a la seguridad social, para abonar salarios “en negro” a los trabajadores de sus empresas, para sacarle brillo a su colección de coches antiguos. Amigo de una sexagenaria que se rebela contra los cuerpos de seguridad del estado porque ella tiene sangre roja desteñida y que parece azul y ha sido presidenta y es presidenta porque tampoco sabe hacer otra cosa. Pues el tal Arturo Fernández es otro gusanito de seda plastificada, rojo de cara porque la podredumbre tiene un rubor farisaico.

Usted, señora, es la portavoz de los que están esposados y de muchos que deberían estarlo pero a los que Gallardón o Zapatero han indultado porque la cárcel, como el cielo, puede esperar. Usted, señora, es accionista de una gran empresa de seguridad que no supo cómo evitar la muerte de unas chicas con pechos como banderas y besos para calentar un mundo.

Mi profesor de Etica se presentó un día y nos estampó el título de la tesis que iba a desarrollar: “El hombre es un ser inútil”  Y claro que nos sorprendió. Tan humano él, tan respetuoso con la vida, tan defensor de la libertad, de la autonomía humana y ahora nos venía a decir que el ser humano era algo inútil. Lo útil, nos dijo, es lo que puede ser usado para alcanzar un fin que está valorado por encima de sí mismo. El ser humano es un fin en sí mismo y en consecuencia no puede ser manipulado para alcanzar algo superior. Lo humano es un valor que empieza y termina en sí, es el valor supremo.

Usted, señora, no tuvo como profesor de Etica a Julio de la Torre. Incluso estoy seguro que nunca estudió Etica. De lo contrario no tendría la visión ruin, desvergonzada, maloliente de lo humano hasta el punto de despreciar a los trabajadores que están en desempleo y afirmar de ellos que son seres “que no valen para nada”  El profesor de la Torre daba un contenido supremo al término útil y usted le da un contenido arrastrado como si de alpargatas viejas se tratara.

Y ahora que todos los lectores saben de quién estoy hablando, voy a decir su nombre: Mónica de Oriol. Y su cargo: presidenta del círculo de empresarios. Y lo digo para que cuando su chofer le abra la puerta del blindado, la gente se aparte porque contamina con su podredumbre, con su despreciable calidad de gusanito infiltrado en la manzana brillante. Considera usted que habría que suspender toda ayuda a esos parados que son parásitos de la sociedad. Detecta usted que en su langosta y su caviar se ha infiltrado un desempleado con hipoteca, tres hijos, una esposa y un padre de 80 años y dependiente. Y usted, presidenta muy presidenta, piensa que lo más práctico es que los seis se mueran cuanto antes porque no son productivos, porque no colaboran a que Arturo mantenga su flota de coches antiguos. Y a los que están trabajando con un sueldo de cuatrocientos euros por diez horas diarias habría que despedirlos, pero con 18 días de indemnización y de paso irles apretando el nudo de la corbata para que se ahoguen solos y cuanto antes. El caso es desparasitar la sociedad para que se quede limpia la sangre de los que tienen un DE entre el nombre y apellido como usted, señora: Mónica DE Oriol.


Ha conseguido usted que me caigan bien los Díaz Ferrán, los Arturos,  los Luises Roldán, los Blesa y tantos y tantos que se han llevado  dinero, porque al fin y al cabo sólo han robado eso, dinero, con el cual no pueden comprar nada de auténtico valor humano. Pero necesito olvidarme de usted, abandonarla entre los artículo no reciclables, porque también usted carece de productividad. Es incapaz de crear dignidad, libertad, autonomía, amor, ternura y todo ese jardín de plenitud que hace de la vida un perfume que se respira para alimentar la grandeza de ser humanos.

jueves, 24 de abril de 2014

NOTICIA


Eres la noticia última,
el eco posterior que pronuncian
al separarse los cuerpos.
Palabra última tú
cuando suda mi piel de ser tu piel
y nos bajamos de la luna
para respirar la humedad de tu lengua.
Eres el último sonido
de los huesos amándose.
El último crujido
de los labios cuando tocan las almas.
Eres la sangre última
que baña mis ingles,
que hace frutal el árbol
que sostengo
para regalarte sombra cuando gritas.
El mundo se queda sin espaldas,
termina cuando tú te terminas.
La nada limita con la nada de tu vientre,
cuando tus pies no precisan
la tierra para hundirse.
Como lo último te acepto,
te necesito,
te abrazo,
como esa noticia última de ti,
de mi,
del todo.


NO SE COMO DECIRTE




No tengo explicación.
No razonan los almendros.
Los ríos no tienen conciencia de sí mismos.
No se atreve el mar a preguntarse por su nombre.
Desconocen los besos el por qué.
No revelan tus poros cada tallo de luz.
No tengo explicación.
La palabra no es un campo abierto,
una plaza para que el sol descanse,
para que la luna se interrogue
por qué se enamora cada noche
de tu piel inexplicable.
Vivo mi finitud
frente a tu infinitud inabarcable.
Mi voz es un mundo diminuto
que estalla cuando encuentra tu plenitud.
No sé si mi abrazo es un encuentro
o el vacío infinito de tu ausencia.
Aspiro tu cuerpo para oxigenar mi sangre,
pero  ignoro si respiro tu aliento en cada beso.
Desciendo por el eje central de tu cuerpo
en busca de los túneles sagrados
donde te configuras como totalidad.
Pero no me preguntes.
No tengo explicación para esta duda absoluta
frente a ninguna certeza,
frente a ti tan solo
como pregunta última.


miércoles, 23 de abril de 2014

ESA MUERTE


No sé a qué distancia estoy de mi muerte,
de esa desmemoriada memoria,
de ese olvido de ti,
de mí,
de todo.
Será sombra la luz.
Será más sombra la sombra,
Y será ausencia
la  presencia más cercana.
Pero no sentiré la  tragedia
porque un olvido infinito
es un recuerdo de nada.
Será un agua limpia la añoranza
cuando toque tus huellas
escondidas debajo de mi piel,
entre las uñas, como en aquellas noches.
Nadie sabrá si registra mi equipaje
si renuncié a los jardines de tus ojos,
si escondí tus besos
en el cielo de mi boca,
si guardé entre mis huesos
la ternura de tu carne.
No sé a qué distancia estoy de mi muerte.
Mi nombre se borrará del viento.
Me expedirán un carné de ADN,
registrarán mis dientes,
publicarán los forenses
que mi pelvis alojó tus caderas,
que entre fémur y fémur
el amor se hizo carne enamorada.
Con el tiempo seré una foto sepia
y alguien preguntará si fui tu amante
y tú te acordarás de aquel desorden
de sábanas mojadas de locura.
 Pero a lo mejor me niegas
mientras sientes mis manos en tus pechos
y recuerdas mis dedos en tu pelo
y siembro tu vientre de besos.
No sé a qué distancia estoy de mi muerte.
Pero siento el atractivo de unas rosas
dejadas en tu nombre
sobre un olvido blanco.


martes, 22 de abril de 2014

LA ENCONTRE




La encontré al doblar la esquina del río. Hermosa como la sombra de un perfume. Ella sola era  un paisaje. Falda negra. Blusa blanca. Y un sujetador al fondo. ¿Rojo?  ¿Violeta? ¿Negro? No importaba. Era del color de los girasoles. Y a juego, aquella ropa interior cubriendo la arquitectura más hermosa, su luna sombreada, su grito de hembra.

Anduvimos de la mano. Enlazadas. Y el ritmo llevaba al roce de las ingles. Los dos lo sabíamos. Los dos lo ignorábamos. Y nos besábamos los ojos con una mirada azul, penetrándonos de luz como otras noches nos penetrábamos de piel.

-No sé si te quiero, me dijo.

-No sé si te quiero, le dije.

No saber era una forma de conocer, de adentrarnos en el misterio de cada uno. No saber era afirmar y negar. No importaba. No saber era permanecer y alejarse, estar y no estar. No saber era averiguar, buscar respuestas sin pretender encontrarlas, entregarse y renunciar. Habíamos hablado sobre esto una noche en que esperábamos que se ocultara la luna para no repartir con ella el tacto supremo de las bocas, de las ingles, de los cuerpos paralelos.

Se nos acabó la orilla del río. Me lo dijo cuando nos despedíamos:

-Eres el hombre que más me ha querido

-Eres la mujer que más me ha olvidado.


Y se echaron a volar los besos como mariposas tristes.
PORQUE TE LLAMAS




Porque te llamas silencio
oigo el eco de tus besos
si te nombro.
Eco de labios
como de montes
que se encuentran
en el centro geométrico
de la locura.
Silencio
cuando me pronuncias,
cuando me dices alma
y cuerpo dices.
Cuando entero
dependo
del abrazo de tus brazos.
Silencio tú
cuando el mundo se apaga
y ando a oscuras tu piel
intuyendo los huecos
para vivirte
sin perderme.
Silencio, relieve
de sonrisa
y gemido,
topografía de la ruta
marcada cada noche
por una luna cómplice.
Silencio que me nombra
como nadie me ha nombrado.
Te llamo silencio
porque si te digo distinta
puede que lo comente el viento
 con los pájaros azules
que anidan
en tu vientre de trigo,
de amapolas,

de pan recién hecho.

domingo, 20 de abril de 2014

CLAVICULAS





Anida la lluvia en el hueco
de tus clavículas.
Nace la primavera
a la altura de tu cuello.
Escalo hasta tu nuca,
hasta el árbol de tu pelo.
Eres la lluvia que me llueve
que moja los besos de mis besos,
magnolia en mi garganta
cuando cruzo
a la otra orilla de tu sexo.
Allí estás, esperando,
bajo el agua rota
y humedeces mi piel
hasta empaparme el alma
y tiritar de ternura entre tus piernas.
Te cabe el mundo en el hueco
de tu clavícula desnuda,
la tierra entera,
la luna vinculada
a la sorpresa de cada instante
cuando alcanzo el asombro de tu carne,
el vértigo de tus pechos.
Quiero esconderme
como la lluvia
en el hondón que hace esquina con el hombro
y sostiene tus ojos.
Quiero asomarme a ti,
averiguarte el alma
y tocar la piel del miedo
de haberte perdido,

y el gozo de encontrarte de nuevo.
ESA HIERBA


Me crece la hierba entre los ojos.
Es como regresar al paraíso terrenal de ayer
con ríos papel de plata
y nieve polvos de talco.
Pero  no me  acostumbro
al niño de entonces
jugando a ser hombre,
fumando a escondidas,
besando al descuido,
acariciando pechos
de paloma encendida.
Mi hierba  está pisada,
hundida,
manchada del barro acumulado.
Llevo muchas despedidas
de trenes que se fueron,
que se hicieron olvido,
nostalgia.
No sabría ser niño.
Mis manos tienen huellas
de muslos vencidos,
de bocas herméticas,
de onanismos oscuros.
Soy sólo una soledad sin nombre
de pisadas antiguas,
de tiempo oxidado
sin una hierba buena
para dormir mi cansancio.
Deja que apoye mi vida
en ti,
cobijado en los pliegues de tu vientre
recién descubierto
como una tierra prometida.
Quiero que me sostengas
en el arco iris de tu cintura,
en los tallos azules de tus ojos,
en la catarata rubia de tu pelo
siempre naciendo

en el cielo de tu boca.