domingo, 5 de octubre de 2008

LOS PETALOS DE LA ESPERANZA


Mi profunda fe en el ser humano me lleva a creer sinceramente en su capacidad de cambio, de conversión. Muchos tuvimos que ejercitar esa fe hasta el extremo en la etapa de la transición. Cuando Franco murió, nos encontramos repentinamente con los demócratas de toda la vida, con los que habían luchado desde siempre contra la dictadura, con los que habían sufrido por la libertad de forma incansable, con los que habían deseado cambiar el régimen desde dentro. El franquismo no se había apoyado en nadie y nadie lo había sostenido.

En estos momentos se nos exige también creer en la conversión de Mariano Rajoy, de Esperanza Aguirre, de Zaplana, de Aceves. Ellos nunca han pertenecido a un partido homófobo. El recurso presentado ante el Constitucional contra el derecho de homosexuales y lesbianas a contraer matrimonio, las manifestaciones a favor de la familia católica no fueron actos del Partido Popular. Nadie admite su autoría y ni siquiera su presencia física.

Nunca por parte de esos dirigentes se crispó el ambiente político. Siempre aceptaron la autoría del atentado del 11-M. Nadie lo atribuyó a ETA. No se mintió a los españoles. Nunca dudaron de la legitimidad de un Presidente surgido de las urnas en Marzo de 2.004. Nunca hablaron de la rendición del Gobierno ante los terroristas. Nunca estuvieron e las manifestaciones que se oponían a la venta consumada de Navarra. Nunca le echaron en cara a Rodríguez Zapatero su desprecio hacia las víctimas y su traición a los muertos. Nunca se manifestaron encharcando de pena la Castellana para culpar al Gobierno –no a ETA- de los atentados. Alcaraz estuvo presente en el juicio a favor de Eduardo Madina para apoyarle. Pasearon su dolor tras la bomba de la T-4. Nunca boicotearon los productos catalanes a cuenta del estatut. Nada fue así.

Rajoy quiere capitanear un partido moderno, europeo, de mentalidad abierta, capaz de entusiasmar. ¿De nuevo debemos creer en la capacidad de cambio ante esta nueva transición?

Esperanza Aguirre va por la vida con su margarita. ¿Me presento? ¿No me presento? ¿Digo lo que dije? ¿Dije lo que digo? ¿Digo y no digo? Cinismo de mercadillo adornándole la solapa.

A Mariano le frenan las miguitas que fue dejándose por el camino por si el regreso de Aznar, por si Fraga, por si la FAES, por si la COPE, por si el MUNDO, por si los Nachos e Isabeles, por si los Orejas o las Curris. A lo mejor hay que regresar a los orígenes y es conveniente tener huellas del camino hecho.

Ya es primavera en el pecho de Esperanza y los pétalos son el entierro elegante de un ayer duro, gris y encharcado.

Mientras, Gallardón ejerce de corazón oblícuo, achinado de juegos olímpicos. Guarda un silencio hablador, poblado de cejas blancas, como quien acumula esperanza pequeña, pero esperanza al fin.


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