lunes, 13 de octubre de 2008

¿UN ASESINO MENOS?

Se ha ejecutado la pena de muerte contra Sadam. Y lo he oído comentar mientras tomaba una café: “un asesino menos”

Se colaba por los adentros el frío de fin de año. Eran los comercios un derroche para celebrar 2.007. Las uvas, los regalos, el cava y una alegría envuelta en celofán crujiente. La humanidad se deseaba felicidad para el futuro y ostentaba la alegría de contar con un asesino menos entre sus filas. Sadam colgaba de una cuerda para regocijo de Buhs que aseguraba que en Irak se había dado hoy el paso de una dictadura a la consolidación de una democracia. Aznar declaraba que entendía justa la sentencia dados los antecedentes del ahorcado. A algunos se les ensanchaban los pulmones y relajaban la vida apoyando los pies en la mesa del despacho oval. Las Azores eran hermosas. Y las madres de los soldados muertos en esa guerra lloraban como la Piedad de Miguel Angel. Pero las madres importaban menos. El petróleo es un diamante negro que puede lucirse en la solapa orgullosa de los mandatarios asesinos.

Sadam muerto purifica la sangre porque desinfecta la humanidad. Así pensaban algunos esta mañana mientras tomaban café: Un asesino menos. Matemática reconfortante la que resta maldad a los huesos fríos del invierno.

No es fácil llegar a ejecutar una pena de muerte. Se necesita alguien que la dicte, alguien que no la impida, alguien que la ejecute y un coro de aplausos que anime a los verdugos en su glorioso cometido. El reo es lo de menos. Sirve un dictador o el desertor de un régimen. Basta con la camaradería de Buhs, Aznar y Blair. Las cervicales rompen solas y la muerte cruje como un campanario de resurrección.

Y uno llega a la conclusión de que a las cuatro de la madrugada han brotado unos asesinos en grupo, necesarios para poder condenar a muerte a un asesino solitario como Sadam. Se ha respondido a la muerte con muerte y me huelen los magnolios a cadáver y a putrefacción los cedros del jardín. Me preocupan las ardillas que siempre van huyendo, los pájaros acurrucados en un sol debilitado. Me preocupan los que creen que a la humanidad le hemos restado un asesino sin darse cuenta que le hemos sumado pistolas negras, sogas rompedoras de cervicales, tiros de gracia que desnucan la vida.

¿Un asesino menos o unos cuantos asesinos más? Y que nadie saque la falsa conclusión de que uno aprueba la tiranía de Sadam. Sólo los estrechos de pensamiento, como Aznar, nos pueden decir a los que nos manifestamos reiteradamente contra esa guerra ilegal que no estar de acuerdo con la invasión significaba estar en armonía con el tirano. ¿Cómo hacerle comprender al ex presidente del gobierno, a su raquitismo intelectual, que la línea que separa a los dictadores de los demócratas es el distinto comportamiento ante la vida? El demócrata sólo tiene la palabra. Los dictadores, llámense Sadam, Franco o ETA tienen las pistolas. Y frente a todos ellos sólo exhibimos manos blancas, para lavar la sangre de todas las víctimas.

No siempre el café reconforta. A veces envenena porque es negro, muy negro como unas rosas extrañas.



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