domingo, 30 de diciembre de 2012


UN TIESTO PARA EL PRIMADO




La Iglesia católica no puede ser democrática por definición. Su estructura rigidamente piramidal lo impide. En la cúspide se sitúa el Papa-jefe supremo (con categoría de rey en otros tiempos), desciende por el colegio de príncipes-cardenales, arzobispos, obispos, sacerdotes y rebaño pastoreado y gregario.

Poseedora su jerarquía del monopolio de la verdad absoluta basada en las enseñanzas de su fundador y en la interpretación del derecho natural, se siente depositaria de la obligación de guiar a la humanidad, situando su magisterio por encima de los legisladores elegidos en cada país, de sus parlamentos y de las decisiones políticas democráticamente emanadas de sus decisiones.

Braulio Rodríguez, Arzobispo de Toledo y Primado de España (habría mucho que hablar del origen de estos títulos) acaba de condenar el divorcio exprés aprobado por el parlamento español porque conlleva “dramas, odio y violencia machista” Y fundamenta esta afirmación  en que los gobiernos quieren influir en el matrimonio y la familia sin que les asista ningún derecho ya que “la familia es anterior incluso al Estado”  "Yo no pretendo decir que la legislación sobre la familia sea confesional, pero sí que se tenga en cuenta que se debe legislar sin olvidar la razón natural de las cosas y sin despreciar la estructura primordial de esa institución natural que es la familia, que no está a merced de lo que un parlamento decida por mayorías o minorías”

A la Jerarquía católica le resulta difícil fundamentar gran parte de su doctrina en mandatos evangélicos. Lo consigue forzando los textos, descontextualizándolos y convirtiendo el mensaje en puro refranero a base de frases sueltas que nada tienen que ver con el conjunto. Tanto los textos atribuidos a Jesús de Nazaret como a los apóstoles son hijos de su tiempo, de su mentalidad muchas veces circunstancial y misógina. Pablo de Tarso habla de la mujer con un rechazo tal que hoy sería considerado poco menos que un maltratador. Y de la asunción de esa mentalidad estrávica proviene el desprecio que la actual jerarquía siente hacia la mujer reduciéndola a un papel secundario en el quehacer histórico, arrinconándola a una misión reproductora de hembra más que de mujer. Por el contrario el papel predominante del varón conlleva el ascenso a puestos directivos en exclusiva, al ejercicio de dotes de mando y a un predominio absoluto de acceso al ejercicio de dominio. (En el momento de escribir este artículo, hay un sacerdote italiano que justifica el maltrato a la mujer porque ésta provoca al hombre con su vestimenta…)

 La segunda fuente en la que enraÍza su poder doctrinal es el derecho natural. La naturaleza parece impregnada por el dios creador de una capacidad de dictar normas de conducta a las que el ser humano debe estar inapelablemente sometido. La capacidad creadora del hombre y de la mujer está subordinada a la oscura voluntad de la naturaleza. Ningún sistema filosófico u antropológico da por válidas estas premisas. El llamado  derecho natural no es tomado en serio por nadie en cuanto dirigente de la conducta y de la iniciativa de la humanidad. Lo mantiene la Jerarquía católica por inconfesables intereses, como es remitir el deseo de felicidad al que aspiramos a otra vida de ultratumba como consuelo de la pobreza, el hambre, la angustia de los más pobres y desheredados del mundo.

Y dado que los pobres, los hambrientos, los angustiados deben esperar a la otra vida para ver satisfecha su desesperanza, la Jerarquía (conste que nunca digo los cristianos) se ocupa de condenar el escalofrío del amor, el temblor gozoso del sexo, el vértigo del encuentro que funde los cuerpos. Nada de eso tiene cabida en una visión de valle de lágrimas, de sexo exclusivamente procreador, de maldad como médula de todo quehacer humano. Por eso se desentienden de la justicia y se esconden en la beneficencia (no confundir con caridad) como anestesiante de conciencias.

La urgencia prostática de esta Jerarquía le lleva a una atemporalidad infame, a desahogarse fuera del tiesto, a esterilizar con ácido úrico los alrededores de la existencia.

Si alguien tiene un tiesto sin destino concreto, por favor que lo deposite junto a un cepillo parroquial. Algún obispo lo agradecerá.





viernes, 28 de diciembre de 2012


VALIO LA PENA?




Cuando el ayer se te clava en los ijares, surge espontánea la pregunta: Valió la pena? Porque fue lucha, porque se hizo añicos el alma, porque sigue escociendo la llaga. Astillas fue la vida para muchos. Le golpearon la nuca contra el amanecer en un  amanecer cualquiera de una madrugada cualquiera. Y se quedó para siempre junto a la tapia del cementerio, pero sin tumba, sin derecho a colocar su muerte horizontal llena de besos de madre, de novia virgen con  muslos sin  caricias, con amigos con colilla de un “ideal” amarillo en la triste comisura de los labios.  Sin la muerte boca arriba para descansar el inmenso cansancio de su vida ¿Valió la pena?

Reventona se hizo la democracia. Cuelgamuros de espaldas republicanas, de piedras con musgo de sudores negros, dolores atravesados en la cruz de de un crucificado de derechas, con un dios patriotero, con un cristo camisa azul y yugo, virgen de piedra amiga de Pilar Primo de Rivera-sección femenina. Reventota la democracia, cantando por las aceras. Tarancón mitrado. Juan Carlos llamándose el Primero de España, jurando principios fundamentales de no se sabe qué movimiento, con príncipe por si el futuro no se hace republicano. Tarancón mitrado, exigiendo que se escuche al pueblo, que se libere al pueblo, que se le reconozcan derechos al pueblo. Tarancón mitrado antes de que lo mandaran al paredón los albaceas del tiro en la nuca. Plaza de Oriente llorosa. Avenida del Generalísimo convertida en Castellana. Avenida de José Antonio-Gran Vía para que subieran los vientos libres como los vientos. Y julio del 36 sentado por Princesa,  preguntando a la democracia estrenada: Valió la pena?

Suárez no se acuerda de sí mismo. Felipe se hizo jarrón y anda decorando salones y repartiendo Europas no terminadas, inacabadas siempre hasta que Merkel, la prima de riesgo, los mercados se harten de devorar a sus hijos y deje de chorrearle la sangre a la Europa sometida. Aznar frente al espejo, pariendo FAES, designando sucesores como un Carlos V de suburbio paleto y pobre, mirándose el ombligo inmenso sostenido por una alcaldesa, hablando inglés en la intimidad como el catalán espúreo de otros tiempos. Todos fraguando asfalto de autopistas, terminales para aviones como mariposas, ladrillo sobre ladrillo para vender al por mayor, bancos hipotecando vidas, con factorías de cadenas perpetuas a cambio de dos habitaciones, baño y cocina. Zapatero anudando el amor homosexual, construyendo derechos sociales, presidente de gobierno frente a presidente de Conferencia episcopal, haciendo del hoy un mañana tal vez brillante, deslumbrante tal vez. Pero confundiendo crisis con desaceleración, ojos nublados que no le dejaron ver el artículo 135 de la Constitución y se lo regaló a la deuda como si de una petición de mano se tratara.  Y Rajoy de espaldas a sí mismo por miedo a verse la cara prometiendo tres millones de puestos de trabajo, una sanidad intocable, sueldos en ascenso, dependientes aupados a la grandeza de vivir plenitudes, incapaz de mancillar las pensiones, los sueldos, el despido, durmiendo su prostitución con los bancos, patriota él hasta no arrodillarse ante la zarina Angela y así todo, todo, hasta hacer de esta patria la segunda vivienda de los ángeles, el mar de los amantes de Teruel, el paraíso del bienestar inmaculado sin mezcla de mal alguno. Rajoy cantando porque en España empieza a amanecer.

Ya ahora resulta que Rajoy no sabía. No sabía la herencia, no sabía que existía Europa, ni que la sanidad, ni que los sueldos, ni que las pensiones, ni que los derechos sociales. Creía que bastaba con acercarse al kiosco y llenar los bolsillos de chuches para devolverle a un pueblo la felicidad. Y no se explica por qué los funcionarios, los yayoflautas, el 15-M, los sanitarios, los minusválidos, los docentes. Ignoraba por qué hasta los adoquines se ponen de pie y gritan y piden y exigen. Y entonces –piensa Rajoy- habrá que dedicarse a recortar derechos. Y le encarga a Ignacio González y Rosa Díez que dejen bien claro que hay que podar el derecho a la huelga. Que es un derecho, es verdad, pero que así como se han amputado otros por qué no se va a recortar ese. Con lo molestas que son las huelgas. Se llega tarde al trabajo, el médico está gritando a las puertas del hospital, el maestro viste de verde, el funcionario de negro, los viejos de amarillo, los dependientes se visten de pena y de asco. Pues se recorta –es decir, se suprime- piensa Rosa, harta de acostarse con todas las ideologías. Se suprime, piensa Ignacio González con resaca de Esperanza. Pues se suprime, piensa Mariano cansado de que no le dejen ver el partido.

España está de rebajas. Sucios los escaparates. Llenas las cristaleras de manos tendidas exigiendo derechos por los que muchos se quedaron para siempre junto a la tapia del cementerio, pero sin tumba, sin derecho a colocar su muerte horizontal, llena de besos de madre, de novia virgen con  muslos sin  caricias, con amigos con la colilla de un “ideal” amarillo en la triste comisura de los labios.  Sin la muerte boca arriba para descansar el inmenso cansancio de sus vidas  ¿Valió la pena?





domingo, 23 de diciembre de 2012


LA  NIÑA  ALEGRIA



                                                                             



Hay que cuidar la alegría. Como hay que cuidar los geranios, la nostalgia, o el amor encontrado de repente en los labios calientes de la vida. Ahora  la  venden envuelta en celofán, elegante como un río diminuto, envasada al vacío, pura, sin conservantes ni colorantes. Así está en las tiendas de lujo, en los escaparates soberbios del consumo. Alegría a granel, por encargo, alta de precio, que bajará en enero, porque en enero ya no será última moda.

En diciembre se impone la alegría. Se iluminan las noches de los pueblos. Luces breves en cestitos pequeños, como si la gente llevara un amanecer entre las manos. Las grandes ciudades, no. Ellas necesitan demostrar su prepotencia. La luz chorrea desde los árboles, por las paredes. Hay aceras de luz, asfalto de luz, tejados de luz. Se diferencia el centro urbano de los suburbios de chabolas.  La luz es  patrimonio de los ricos, de las clases medias altas, nunca de los pobres. Los pobres tienen sólo derecho a la oscuridad, a enganchar la pena al generador de penas grandes, sin que se entere la guardia civil, porque a los pobres se les multa incluso por tener penas.

Hay que cuidar la alegría. Caduca pronto. “Consumir preferentemente antes del seis de enero”. Después intoxica, amarga. Se mueren los ángeles que lleva dentro. Y una alegría sin ángeles es como un puñado de jazmines sin  tuétanos de aroma. Qué triste la alegría. Tan deseada. Tan manoseada. Tan impuesta. Tan prostituida. Con la fecha de su muerte ciñéndole la cintura. Cinta negra en el pelo de la alegría.

Hay que cuidar la alegría. Como a una especie protegida. Pero sólo en diciembre. Lo ordena un real decreto de las estrellas. Firmado por Belén. Ternura de niño testigo. Pastores. Camellos. Vírgenes azules y trabajadores de garlopa. Asombro de Reyes Magos. Pudor de mujer parida. Primeriza. Con cruces pequeñitas por la sangre. Ríos papel cobrizo. Plateros humildes por los caminos de corcho. Vacas chorreando cariño caliente. Gitanitos paseando las  noches, noches  nocheras.

Pero a  nadie le importa el misterio del hombre. Sólo la alegría. Porque se acaba pronto. Seis de enero.  Caballitos de cartón y pelotas de plástico en el chabolerío del suburbio. Trenes electrónicos, universo digital por Gran Vía y  Velázquez. Porque la alegría no es igual a la alegría. No confundir el barrio de Salamanca con el cartón piedra de las afueras.

Navidad es el hombre. Naciendo de sí mismo. Creándose. Proyectando futuro. El hombre inaugurando su propia humanidad. Poeta de día séptimo. Sin descanso. Abriendo el vientre de la luz. Indagando la propia identidad para poseerse y entregarse. Dándole a cada hombre su ración de hombre. Dignidad igualada. Sin primacía posible. Creyendo en el tú adorable, en el belén del otro. Dólares al margen, guantánamos clausurados, petróleos blancos de azucenas, entrega de cuerpos abrazados. Crucecitas cicatrizadas en las venas de la virgen primeriza. Madera honrada para la gubia de tanto josé obrero.

Porque Navidad es el hombre, hay que cuidar la alegría. Que no se acabe en enero. Hay que ponerle pañales de mugidos tibios y burritos pequeños y peludos.



miércoles, 12 de diciembre de 2012


LA EMBESTIDA EPISCOPAL.




Prohibido vivir. Las dictaduras son así. Prohíben la libertad de expresión, de conducta, de reunión, de pensamiento. Prohíben vivir. Durante las dictaduras se dura porque el tiempo se hace costumbre. La muerte llega como un sobresalto que no arrastra vivencias porque nadie tiene vivencias bajo una bota brillante con hebillas de acero.

Durante la dictadura militar de cuarenta años, España sufrió un dictadura superpuesta, adherida a los riñones de tricornios y fajines, la de la Iglesia. Se clavaban las mitras imponiendo conductas morales, dictando mandamientos, encarnando normas salvaguardadas por el poder civil. La Jerarquía prostituida levantaba el brazo fascista e inspiraba los principios del movimiento, la valía pisoteada de la mujer, el sexo como norma definitoria de la vida y la unívoca verdad poseída, administrada y obligada como camino hacia una salvación que pasaba por la idolatría hacia un general sanguinario, albergando sus crímenes bajo palio para mayor gloria del sagrado corazón en vos confío.

Fue por el setenta y ocho. La Constitución se apoyaba sobre el frío de un seis de diciembre. Nacimos como Estado aconfesional. Independientemente de estadísticas de bautizados, de casados canónicamente, de primeras comuniones-de-novias-almirantes, de macarenas y trianas, de rocío y gran poder. Eramos, somos, un estado aconfesional. La Jerarquía católica anda envuelta en la añoranza. Treinta y tanto años llorando la viudedad. Jerarquía plañidera de privilegios, de dinero, de dominio dictatorial como el ejercido entonces, proclamando con Aznar que España es cristiana o no es España, que el hombre es portador de valores eternos, que el valle de lágrimas, que la justicia es de ultratumba, que la felicidad sólo está más allá, que la masturbación, que la  mujer engendra la maldad, que el sexo, que Dios ama a los pobres aunque prefiere más a los ricos…

Y de repente, el toro. Ese animal con músculos de monte, con fuerza de mar vertical, con elegancia de giralda bragada. El toro embistiendo, derrotando, empitonando caballos, despreciando verónicas. Ahí está Wert. Crecido ante el castigo. Soportando el griterío. Girando sobre sí mismo porque Rajoy lo encerró en la plaza y la plaza es redonda. Saltando al tendido. Intimidando al catalán, a las universidades, a los interinos, corneando educación para la ciudadanía para que los niños no sepan que la homosexualidad es amor, que los pobres son el resultado de los ijares del dinero, para que no sientan la atracción de unos pechos bajo la blusa blanca de uniforme, para convertir las faldas colegialas en burkas que ocultan muslos quinceañeros.

 Y este gobierno que va talando derechos ciudadanos, ha creado el derecho a estudiar religión. Y Wert-toro-apóstol dominador de verdades absolutas está ahí. Los Obispos llevan en los genes la recaudación de dinero y el monopolio de la verdad. La vida no existe fuera de la Iglesia. También la Iglesia es redonda y Wert no puede salir de ella. Sólo puede crecerse con el rejoneador Rajoy y llevarse por delante todo lo que se mueva, porque se ha convertido lo estático en valor. Los Obispos aplauden desde el graderío, mientras se lidia un estado aconfesional criado por diciembre del setenta y ocho.

Estamos como entonces. Sin chiqueros donde resguardar la libertad conseguida, embestidos por mitras con bordados militares en las ínfulas. Camino de un desolladero infame, con la piel arrancada, troceados los derechos, mitras en la femoral, ungiendo la alegría con extremaunción. Embestidos, empitonados por un ministro que lleva nuestra cabeza en bandeja, regalo para una Salomé encaprichada.




lunes, 10 de diciembre de 2012


¿Estoy junto al mar?
Tal vez no.
¿Junto al olor a madera de tus labios?
Tal vez no.
Me regalaste un río aquella tarde
con la espuma tatuada entre dos besos.
No era el mar. Era el músculo
olvidado de la palabra inútil.
Incapaz de apretar el eco,
de sacarle la sangre a las magnolias.
Reuní los pájaros del mundo
para hacerte un manojo de montañas,
clavarlo en las espaldas de la luna
y llenar la palabra con tus ojos.
No era el mar. No existe el mar.
Tal vez no existe nada.
La muerte, sólo la muerte
Como la carcajada de un trueno.


 GATOS DE COLORES





Que nadie tire la tapia.
Podría aplastar los gatos
que buscan mares perdidos
con espinas desahuciadas.
Son gatos verdes, azules,
como plateros de plumas.
Gatos rojos como truenos,
gatos inestables,
con una revolución en los ojos,
con un equilibrio de seriedad en los hocicos
limpios como lunas vírgenes.
No amé nunca a los gatos
hasta que ellos me amaron y dijeron
que la vida es suelo y rebelión,
roce y zarpazo.
Que nadie tire la tapia
que divide la nada y la existencia,
que marca la diferencia
entre recuerdo y nostalgia.

sábado, 8 de diciembre de 2012


HAMBRE ABAJO





Estamos yendo demasiado lejos. Quizás hacia ninguna parte. Porque hay un empeño en destruir el camino, en sembrarlo de fronteras para que crezcan muros divisorios que dejen patentes quién es y quién no fundado en el tener o no tener.

La historia es la triste historia de la prevalencia del tener sobre el ser. Hay que lograr que el subsistir domine sobre el existir, el poseer sobre el sustentarse a sí mismo, la evidencia sobre el misterio, el desarrollo de las cosas sobre la aventura de caminar hacia la propia grandeza.

La historia es la triste historia de no atreverse a ser humanidad y postergarla a un más allá que las religiones han tratado de convertir en ideal, en meta de consuelo para desalojar de este mundo a los pobres y entregarlo a los poderosos. Los humildes, los que lloran, los perseguidos conseguirán la felicidad en un cielo posterior a la muerte, mientras que la opulencia, la comida, el agua pertenecen a unos potentados que lavan todos los días sus conciencias con donativos brillantes a los sacerdotes de un dios ajeno y que también alcanzarán la bienaventuranza de la eternidad porque ese dios les tendrá en cuenta suplir la justicia por la limosna. Las religiones prometen porvenir, nunca futuro, mientras el dinero explota el presente a costa de las lágrimas del crucificado que va por las aceras.

¿Y el día en que esa mayoría de pobres sentados en las puertas del mundo, suplicando una limosna, un trocito de esperanza, una ración caliente de alegría, una dosis de sonrisa se ponga en pie, camine, aglutine su debilidad, reúna  la totalidad de su anorexia y haga frente a la feliz vivencia de los erguidos en su soberbia? Porque el hambre es un grito del estómago que se perpetúa en el eco de los montes de toda la tierra. Porque la falta de techos convierte en rígidos los músculos maleables de la ternura. Porque el hombre puede ser fiera cuando los demás son fieras para él.

 Son millones los parados prefabricados, los enfermos olvidados porque son dolor improductivo, porque son viejos que no crean riqueza, porque son pobres indignos de un techo, porque son niños con un mañana de limosna, porque la mujer maltratada no merece besos, porque los dependientes deben acostumbrarse a depender sin que nadie les empuje la vida.

Hay hambre. En España hay mucha hambre. Niños mal nutridos con vientres que se van arqueando, con inválidos reducidos a ser menos válidos, con la desesperanza en los ojos, con la risa talada, arrinconada la alegría. Porque una cerveza es un lujo, porque el colegio es una pesadilla, porque el beso sólo encuentra la boca de la pena.

Todo es hambre. Hambre abajo, en cuesta, en pendiente hacia ninguna parte, hacia el precipicio del suicidio, la soga en la viga de la casa que nunca será suya,  la esperanza colgada de una hipoteca explosiva, con las ruedas del blindado atropellando ilusiones.

Nos estamos desangrando sin hospitales, con casas de socorro y esparadrapo apenas. Hemoptisis de asco precediendo a la desesperanza, a la náusea de vivir, a la pasión inútil de Sartre. España es ex españa, la que tal vez fue, la que no será ya nunca porque algunos patriotas se han empeñado en despeñarla hambre abajo, estrellada en el suelo, rota.

Queda la crueldad de un gobierno reduciendo ciudadanía a déficit, cuidando la prima de riesgo por encima de la estima por los derechos básicos, mirando burlonamente por encima del hombro el grito desesperado de la calle. Y he dicho crueldad porque crueldad es. Porque es cruel decir que estamos mejor hoy que ayer, porque no podemos desear que se jodan los que no tienen para comer, porque no se puede liberar a la banca mientras se encierra a los ciudadanos, porque no se puede hablar de patria cuando se regalan las ilusiones a un gobierno alemán que necesita apretar para ganar votos.

Hambre abajo. Para desintegrar allá en el fondo la esperanza. Para volatilizar a generaciones como una polvareda sobre el smoking elegante del dinero.


domingo, 2 de diciembre de 2012


LA PIEL DE LA PALABRA





Busco el término exacto
para decirte lo que sólo la palabra dice.
Busco un término gris,
indeformable, de acero
que almacene en su vientre el término concreto.
Expulso de la boca a la Real Academia
de antónimos, sinónimos.
Quiero el término exacto,
que sólo a ti te diga
lo que quiero decirte
en el silencio espeso
del nombre no encontrado.
La palabra busco
desnuda, en carne viva
como la última noche
de amor en el portal.
Palabra con aristas,
si hacen falta,
de colores austeros
para que no confundas el canto de los pájaros.
La palabra busco
despojada de lunas,
tan sólo iluminadas
por rectas absolutas
de pura arquitectura.
Llevo tiempo excavando,
dejándome las uñas
en esta tierra seca,
persiguiendo raíces
de aire sopesado,
de gramos concretos
 sin más peso
de cantidad estricta
que precisa una palabra.
Pero tal vez renuncie,
sitiado de cansancio,
ante la piel imposible
erizada de púas
que recubren la carne
del viento y la palabra.
Reniego a la distancia,
al camino y al mar,
a la austeridad desértica
del término exacto.
Regresaré vencido
a besarte los ojos,
a rozarte los labios,
a olvidarme en tu vientre
de la palabra oscura
que busqué tantas veces.


sábado, 1 de diciembre de 2012


¿HACIA DONDE?



Lo proponían como norma de vida los ascetas clásicos. Debemos reflexionar con frecuencia de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Hemos perdido la brújula y la desorientación nos mastica la sangre. Hemos perdido el rumbo. Nos han robado la brújula. Ya no hay puntos cardinales. El mundo está crucificado en el aire, en el vacío, en el hueco sin sentido del precipicio.

Nos han segado la alegría, la esperanza, el futuro. Desnudos de existencia humana vamos. Al aire los besos, la ternura, los abrazos, los genitales del alma. Sin nada puesto. Sólo el frío de un invierno interior y para siempre. Procrear para qué si no queda sitio para un mañana de ilusión. Para qué los poetas. Para qué ahondar en el misterio que somos si sólo somos déficit, tóxico vacío, nausea sartriana, con Camus ahuyentando ratas de peste íntima. Nos queda el asco, sólo el asco, en el estómago interior donde no nos digerimos porque nos han envenenado hasta las penas.

Siento el desprecio como una cáscara impuesta. Bajan las pensiones y un portavoz del gobierno dice que los viejos están enormemente agradecidos a un presidente con sensibilidad. Nos quitan las viviendas en connivencia con los bancos y nos aseguran que las estrellas son hermosas para hacer el amor los sábados por la noche. Ponen precio a la justicia y aseguran que es para conseguir una justicia gratuita. Nos reducen la sanidad, subastan  la agonía y nos aseguran que es para alejarnos de una afición hospitalaria. Nos mandan al INEM y quieren que vayamos cantando. Nos arrodillan ante los Bancos y nos mantienen a latigazos y nos hacen creer que es la adoración sincera porque no se puede hundir el sistema sin que nos ahoguemos todos. Se redime el dinero desde un gólgota sacrílego sin resurrección al día tercero. Hay que elegir entre el pan y el ventolín que te alivie el enfisema, entre respirar o comer. Y mientras eliges, oyes a los escoltas que protegen el blindado de quien te está pisando por el placer de pisarte.

Alma sin musculatura tenemos para preguntarnos de dónde venimos ni dónde estamos. Y tal vez debiéramos renunciar a indagar hacia dónde vamos porque no vamos hacia ninguna parte. Estamos aquí porque no tenemos dónde estar. Nos han cegado el camino y a lo mejor sólo nos queda aceptar la muerte por aplastamiento torácico como esas niñas que se van con los pechos intactos y los besos al viento con sus faldas de fiesta.

Estamos al borde de no se sabe qué. El vacío abajo. Sin cielo arriba. Pisando desprecio. Sobre el filo del escarnio que se clava en los talones del alma. Nuestros jóvenes se van al extranjero, no por el abandono en que viven, sino por espíritu aventurero.  La gente se suicida porque quieren vivir en palacios y no se conforman con dos habitaciones, baño y cocina y una hipoteca que perdura hasta que el desahucio los separe. Seis millones de parados prefieren el televisor de plasma al pan de cada día. El infartado se muere porque no podía pagarse la ambulancia que le trasladara el corazón a un hospital. Los despedidos de larga duración se han acostumbrado a vivir sin trabajar y en consecuencia no deben ser contratados, dice el secretario infame de la OCDE. Pues que se jodan. Le pagan quinientos euros al viejo para que alimente a su hijo de cuarenta, su nuera sin besos, sus nietos sin alegría. Hay que inyectar dinero a los bancos porque se han venido abajo. A los que viven en el INEM se les usurpa el subsidio que se han ganado cotizando mientras trabajaban. A los viejos se les escatima una pensión decente que se han ganado con nóminas de cuarenta años. A unos y otros se les roba lo que fueron amontonando para un presente sin empleo o una vejez de petanca. Todo para que los bancos compren alfombras donde pisen los usureros de corbata de seda y zapatos italianos. Que los dependientes se arrastren. Que las mujeres maltratadas pongan la otra mejilla. Lo recomienda Ana Botella. Que esperemos al cielo de un dios fin de trayecto, recomienda Rouco..

Hay que estrangularse el alma hasta que se parta en dos. Hay que despejar el camino para que avancen los blindados. Vamos cansados los que vamos nadie sabe hacia dónde. Hacia la nausea tal vez, hacia la peste de Camus, hacia un asco infinito.