miércoles, 1 de octubre de 2008

LA CAMA DE ROSA

La política hace extraños compañeros de cama. Y lo hemos comprobado a lo largo de nuestros años de democracia. Y así debe ser. Cuando un partido no obtiene una mayoría necesaria para gobernar en solitario (no vamos a hablar ahora de la perversión de las mayorías absolutas), se debe escuchar la voz del pueblo que orienta sobre quién debe ser ese fecundo compañero de alcoba. La palabra alianza encierra una riqueza sobre la que deberíamos reflexionar antes de anatematizarla.

De estar a gusto se trata. La estridencia en política como en otras circunstancias de la vida encarna dificultad, distorsión, falta de acomodo. Hasta el feto mal colocado en el útero puede ser problemático. Es imprescindible por tanto vivir en paz la propia situación política para poder así vertebrar un pensamiento orientador de los actos políticos. No todo trasplante resulta salvador de vidas. Algunos órganos son rechazados por incompatibles con el propio organismo. De persistir en el intento puede sufrir un rechazo que no considerado a tiempo ejerce la acción contraria a la buscada: la muerte.

Rosa, pongamos que se llama Rosa, hace tiempo que está en desacuerdo con el que ha sido su compañero de cama. Desde ese amor compartido luchó por la libertad propia y ajena, se embarcó en acciones creadoras, fecundas, enriquecedoras. Consiguió horizontes luminosos, utopías de libertad.

Rosa, pongamos que se llama Rosa, experimenta ahora aversión al lecho conyugal de toda la vida. Se siente engañada, maltratada, perseguida. Se le acabó el amor de tanto usarlo. Y otro amor la llama, la vuelve exultante, le devuelve la vida. Y todo es nuevo, con esa novedad estrenada que implica el revoloteo de mariposas de colores.

Comprensible todo: la muerte y el despertar. Comprensible todo menos la permanencia bajo el antiguo techo. Le falta coraje para dar el paso. Tal vez la hipoteca, el fin de mes, el perfume caro, el modelo último modelo. Tal vez la necesidad del apellido, el prestigio de llevar del brazo a un compañero que gana prestigio cada día. Tal vez una actitud machista, inconfesable, pero machista, el sabor de los piropos…
A Rosa, pongamos que se llama Rosa, se le han desorientados los vientos en su alma rubia. A la palabra le llama traición. A la mano tendida, entrega vergonzosa. Al diálogo, compra-venta de Navarra. A la búsqueda de la paz, rendición incondicional. Es más elegante Buruaga que Pepe Blanco. Nadie lo duda. Más guapo Losantos que Zapatero. Más atractivo Zaplana-rayos-uva que Solbes. Más ideóloga Ana Botella Primera de España que Fernández de la Vega. Y Rajoy-Acebes-Mayor Oreja no tienen parangón en su vocación españolista de servicio a la Patria y a Aznar, sumiller mayor del Reino.

Y Rosa, pongamos que se llama Rasa, está decidida. La apoya el profeta Sabater y Santa María Gil, regresada victoriosa del abismo porque así son las mujeres de derechas.

Animo, Rosa. Las olas guardarán un minuto de silencio.

No hay comentarios: