miércoles, 1 de octubre de 2008

LA ALEGRIA ROTA

Contra el paredón, España. Soportando la mirada cruel de las pistolas. Frente a frente. Sin más escudo que la razón. La que no tiene el terrorismo. La que no tienen los que se alegran de su reaparición. Los que olvidaron que la palabra es un músculo invencible y que termina siempre siendo vencedora. Porque la palabra, el diálogo está siempre de parte de la paz, de la honradez, de la decencia.

Escribí sobre la bomba de la alegría, cuando la T-4. Pregunté en otra ocasión si ETA era para algunos una necesidad y la pregunta encerraba una respuesta. Hoy, cuando los asesinos quieren colocar a todo un pueblo, pañuelo blanco en los ojos, manos limpias esposadas, corazón con dientes apretados, contra el propio miedo, deberíamos hacer de la sangre un hermoso proyecto de vida y de futuro.

Un gobierno empeñado en la consecución de la paz. Y millones de españoles detrás, empujando con nuestro esfuerzo, dispuestos a reeditar antiguos compromisos, iguales empeños de otros gobiernos que dieron lo mejor de sí mismos para lograr una paz que siempre se truncó por el odio de unos pocos frente al quehacer honrados de todos. Comprendimos y estuvimos junto a nuestros antiguos Presidentes que tuvieron que confesar su fracaso, su doloroso fracaso, frente a la sinrazón de la muerte. ETA siempre vuelve a la sangre porque de ella alimenta a sus cachorros y no soporta cuidar la leucemia de las flores.

Hoy, cuando todo un país apoya la muerte contra el muro blanco de la impotencia, ciertos dirigentes pasean la sonrisa de quien ha conseguido lo que siempre esperaron: el fracaso del diálogo, la muerte de la palabra para bailar sobre su cadáver, y erigirse en defensores del talión más primitivo. Estamos sitiados por las pistolas y por la sonrisa de hiena de esos que se llaman dirigentes. Unos y otros nos hacen responsables del fracaso. Unos apuntan con balas y otros con la alegría de un odio prefabricado hace tiempo.

Uno ya no sabe qué es más doloroso, si la resurrección de ETA o la resurrección de la alegría de esos que se autodenominan líderes.

El 30 de diciembre nos estalló a todos una bomba en los sótanos de la sangre. Se nos murieron dos amigos y muchas rosas verdes de esperanza aquella mañana fría de odio y escarcha.

Hoy se nos muere la pena tiroteada por la espalda y la sonrisa de algunos nos produce una hemorragia incontenible.

Lo confieso: ETA puede encontrarme besándome con la vida. Que no me encuentren nunca los de la alegría en la solapa.



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