martes, 30 de septiembre de 2008

HACER HISTORIA

El mundo está estremecido. Es una burbuja abandonada, trémula de espanto. Ha olvidado su movimiento de rotación y traslación y sólo le queda el temblor de quien se siente continuamente amenazado.

Por decisión del gobierno de los Estados Unidos, los presos en Guantánamo (auténtico campo de concentración) no tendrán derecho a apelar ante ningún tribunal. Esta decisión se toma contra el criterio del propio Tribunal Supremo.

El Imperio persigue a los que sospecha (aunque sus sospechas sean evidente falsedad) que tienen armas de destrucción masiva. Sin embargo se siente en el derecho de bombardear con NAPALM la región de Faluya.

Blair, un hombre supuestamente de izquierdas, defiende la necesidad de detener preventivamente durante noventa días a los sospechosos de terrorismo. Hasta sus propios correligionarios votan en contra.

El capitalismos más duro condena al hambre y hace de la muerte una costumbre abominable.

En la Europa libre se va sembrando la mentalidad de que hay que sacrificar derechos en beneficio de la seguridad. Se desliza la idea de que se debería controlar el correo electrónico, los mensajes y las llamadas de telefonía móvil.

El terrorismos fanático de Al Qaeda siembra de cadáveres Nueva York, Amann, Madrid, Londres.

El mundo se sienta en una acera cualquiera y le duele el mar estremecido. Y el hombre nacido libre experimenta el acorralamiento. Todas las fuerzas están convocadas para arrinconarlo contra su propia impotencia. Le duele el terrorismo esperado y le duele sobre todo el inesperado. Porque le cuesta trabajo imaginar que los hombres que proclaman con fuerza democracias, constituciones, libertades, respetos, simultaneen sus proclamas con el aplastamiento de los derechos más elementales. Es previsible la bomba que explota en la taza de café con leche del bar, en el bocadillo del albañil, en la rosa que lleva una mujer entre los labios. Pero cómo duele la hipocresía de quien ofrece seguridad a cambio de controlar hasta el calor de los besos. Qué comercio más pornográfico el que ofertan muchos políticos.

Se impone una resurrección. Es urgente que nos pongamos de pié y que gritemos contra las bombas de Ben Laden y de Buhs. Es urgente la redención de los enormes guantánamos conocidos y los esparcidos por el este de Europa bajo carceleros americanos. No podemos homenajear a los supervivientes de los campos nazis mientras consentimos la existencia de campos actuales donde se tortura, se mata y se niega la voz a los que los habitan. Tenemos que despreciar a todos los que ponen al mundo contra la pared. Una corte de Jefes de Estado se disputan un saludo del Presidente de Estados Unidos. Son simplemente cómplices. Si supieran mirarse las manos… Porque la sangre se contagia, como el sida. Y la sangre queda ahí, en las grutas del alma, escondida, como el sida. Y al final dará la cara. Y la vida se nos llenará de coágulos negros.

La política no debería ser el arte de lo posible, sino la realidad de lo imposible. Que se apeen del quehacer público los que no se atrevan con ese reto. Chávez y Castro no están dentro de la historia. Pero desde sus márgenes le estropean el banquete al imperio. A lo mejor necesitamos algunos locos que ejerzan de conciencias vivas, proféticas, revolucionarias.

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