viernes, 26 de septiembre de 2008

FUNERAL NARANJA

Andaban muriéndose los muertos. El aire corbata negra. De negro el mar valenciano. Negra espuma en las solapas. Ni un minuto de silencio por tanto Acebes, Zaplana, Astarloa y Esperanza. Historia abajo se fueron, hasta el estómago del tiempo. Fagocitados de olvido. Allí estaban las Marías, las Isabeles, los Laras y los Orejas. Los Elorriagas y Arísteguis. Y Aznar, emperador degradado, sin armadura Carlos V, telonero de un Buhs precipitado. Formando todos la masa viscosa de un ayer vociferante, calumniador y blasfemo.

Los muertos se abrazan entre sí. Soportan mejor el olvido si hacen de su muerte una unidad de destino en lo universal. El hombre es un ser en el tiempo y cuando el tiempo se acaba se hace postura, inmovilidad absoluta como catedrales expuestas al turismo de sombrero y zapatillas.

Y en esas estaba Rajoy. Sembrando naranjales por las tumbas. Y limoneros azules para que a sus difuntos les chorreara la amargura propia de la traición. Apoyando el mediterráneo en el Fraga atlántico de siempre. Fraga de centro-reformista, democratizando el franquismo antidemócrata, malabarista de lo imposible, ovacionado porque nadie le ha descubierto el truco de la reconversión de la historia.

Está cansado Rajoy. Demasiada Castellana paseada arrojando terrorismo a Zapatero, echándole en cara la sangre de muertos traicionados, de complicidades inconfesables, de contratos de Navarra vendida de estraperlo, de navajazos a una España descuartizada. Cansado de escombros de T-4 con ecuatorianos dentro, de Alcaraz avinagrado escociéndole calumnias, de banderas heréticas. Cuatro años cargado con féretros, regando conspiraciones, reconstruyendo atochas de dolor infinito. Está cansado Rajoy.

“Dios mío, qué solos se quedan los muertos” Se lo dijo Béquer al oído mientras Cospedal y Soraya, Arenas y Pons le sostenían los brazos para aguantar los mandamientos nuevos del centrismo. Quedaba atrás la derecha montaraz y anacrónica. “Rajoy entierra el aznarismo”, escribía Soledad Gallego. Por fin el centro. Equidistancia conseguida, aunque nadie sepa con respecto a qué extremos de referencia. Tal vez del abrazo acogedor al inmigrante al internamiento de diez y ocho meses por ser hombre ilegal. De la concepción degradante de la homosexualidad al enaltecimiento de las células madre. Del patrioterismo garboso y chulapón de Madrid al pluralismo de una España diversamente rica. Del boicot a los espumosos catalanes a susurrar la lengua de Maragall por lo menos en la intimidad.

Rajoy ungido presidente. Oficiando el funeral de un pasado prostituído. Hará falta tiempo y esfuerzo para que el pudridero haga su labor. No obstante recordarle, Don Mariano, que algunos proclaman convencidos la resurrección de los muertos.

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