jueves, 25 de septiembre de 2008

ETA AL HABLA

ETA ha emitido un comunicado que deja muy clara la causa de la ruptura del proceso de paz. ETA asegura que se ha roto ese diálogo que podía haber terminado con su violencia porque el Gobierno sólo buscaba la desaparición de la banda terrorista sin acceder a ninguna de las exigencias por ella planteadas.

Y uno recuerda, historia abajo, sin querer, sin pretenderlo, la cosecha de cardos que han rodeado el camino que intentaba honradamente llevarnos a la paz. Una paz deseada, fruto de la palabra honrada y por honrada despreciada por ETA y por un partido de oposición irresponsable, sacrílegamente unido a una Jerarquía afincada en el ayer, sin visión de futuro, con turbios mañanas sin esperanza.

“Si no hay bombas es porque se ha accedido a las peticiones de los etarras”, había argumentado miserablemente Rajoy en el debate del estado de la Nación. Acebes, repitiendo hasta la saciedad que ETA y Zapatero tenían los mismos fines. Y María San Gil, añorando la paz de Franco. Y Alcaraz, pordiosero de penas reconvertidas en euros. Y el caudillo Buesa, robándole serenidad a Ermua. Y Esperanza, generala de Madrid. Y Astarloa y Jaime del Burgo, guardavías de Atocha. Y Zaplana, moreno guía del dolor, Castellana abajo hasta Sol los sábados por la tarde.

Y por doler, a uno le duele hasta el aliento, como al viejo Miguel. Se ha luchado por devolverle la dignidad a la palabra, por ponerla como ofrenda blanca frente a las balas asesinas. Y a la palabra la han ejecutado ETA y los que nunca han creído en ella. Aznar se avergüenza de haber iniciado un diálogo con el ejército de liberación vasco. Pero llena de sangre la cara de un Presidente que ha creído en el diálogo porque tiene fe en la democracia. Ser demócrata es tener fe en el hombre, en todos los hombres. Es auparse por encima de las pistolas para indagar el horizonte, crearlo cada amanecer para que un país disfrute de la luz, para que cada ciudadano pueda tomarse una copa con la alegría en la terraza del viento.

Debería bastarnos mirar con honestidad a nuestros muertos sin comerciar con ellos, acunándolos con el recuerdo caliente del agradecimiento, sin convertir las tumbas que los guardan en urnas prostituidas. Se pueden ganar unas elecciones sin apoyarse en las nucas donde los terroristas apoyaron un día las pistolas. Sólo hay que ejercer una honradez democrática. Pero esa honradez no se improvisa. Hay que madurarla desde la cuna en las bodegas del alma. Se dan, es cierto, las conversiones. Sólo hay que atreverse a caer del caballo y superar un ayer. De crear un futuro sobre la palabra se trata

Cuidado, candidato Mariano. ETA no sólo mata. Resulta ser indigesta.


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