lunes, 8 de septiembre de 2008

AMOR DIFICIL

El Partido popular ha presentado un recurso de inconstitucionalidad contra la ley que autoriza los matrimonios homosexuales al mismo tiempo que proclama su respeto, su comprensión y su tolerancia hacia ese grupo humano. Ambas tesis, enunciadas de forma simultánea, encierran una contradicción en sus propios términos. Pero esa contradicción nada puede extrañar en un partido que dice querer mirar al futuro mientras no cesa de hacer del pasado su bandera de enganche.

Lo primero que hay que poner en duda en todo este enunciado es el respeto y la comprensión. Ana Botella ha declarado que a los españoles (la derecha siempre tiende a apropiarse la totalidad de la representación) no les interesa el tema homosexual. Que lo que verdaderamente les preocupa es la unidad de España. Para esta baronesa del PP. cada español lleva un Pelayo en el alma. Doña Ana nos retrotrae a todos a las bellas grutas de Covadonga y funde el siglo XXI con el inicio de la reconquista. Su marido se empeñó en sacarnos del rincón de la historia con la guerra de Irak y ella quiere empotrar las vivencias actuales en las rocas asturianas. Ninguna de las dos opciones lleva al futuro. Y la tan traída y llevada tolerancia, término que también pronuncia la izquierda, deberíamos borrarlo del diccionario. Suena a complejo de superioridad, a postura perdonavidas, a transigencia con lo que nunca debería transigirse, a vergonzante caridad de mercadillo.


Esperanza Aguirre, otra de las ilustres baronesas del Partido Popular, declara a Televisión española que está convencida de la inconstitucionalidad de la ley que permite el matrimonio homosexual, pero que no está de acuerdo con la presentación del recurso ante el máximo Tribunal por oportunismo electoral. La Presidenta de la Comunidad de Madrid prefiere los votos antes que brindar la posibilidad de una plenitud a miles de hombres y mujeres maltratados por la historia y por regímenes autoritarios incluso en los momentos actuales. Por lo menos hay que agradecerle su sinceridad.

Y por fin aparece en escena Mariano Rajoy: “Presentaré el recurso sin tener en cuenta ningún tipo de oportunismo y exigiendo por encima de todo el cumplimiento de la ley”. Queda claro: lo humano está al servicio de la ley y no la ley al servicio de lo humano.

Para librarse de esa contradicción, el Partido Popular proclama que no está en contra de la unión homosexual sino del término "matrimonio" Tradicionalmente, defienden, el matrimonio ha sido entendido como la unión hombre-mujer. Confundir tradición con pasado es un error de inmovilistas cobardes que se mantienen en la cómoda postura fetal, sin coraje para respirar el aire abierto, con miedo al mar grande de la historia, a la apertura de una mañana con estrellas. La cínica casuística que encierra esta distinción es más propia de la Real Academia de la Lengua que del Tribunal Constitucional, según la acertada visión del periodista Carlos Elordi.

El Partido Popular no ha asumido ni la separación de la Iglesia y el Estado ni la no confesionalidad de la Constitución española. De ahí que nutra sus principios en las raíces más rancias de una jerarquía católica, no siempre cristiana, incapaz de conjugar el amor universal a todo lo humano y la exclusión de grupos concretos. La Iglesia puede no admitir al matrimonio canónico a quien crea oportuno. Pero arrogarse el poder de apartar del matrimonio civil a los que lo deseen resulta una intromisión intolerable en el ámbito legislativo de un gobierno democráticamente elegido.

Haría bien el PP., que tanto proclama "ahora" su amor a la Constitución, aunque no siempre fue así, en no resucitar el concubinato Iglesia-Estado para evitar la prostitución de dos instituciones absolutamente respetables.

No hay comentarios: