lunes, 8 de septiembre de 2008

AMISTAD Y VASALLAJE

Todo país intenta intimar con las diversas Administraciones de los Estados Unidos de América. Pocos son los elegidos. Los demás, incluso aquellos que se creen amigos, sólo son vasallos. Deben entrar por la escalera de servicio, ascensor secundario, cofia, uniforme y guantes.

Pero nadie ceja en su empeño. Hace un año el pueblo español, en el uso de su soberanía, tomó decisiones que no agradaron al Imperio. Y desde entonces la Administración americana nos mira por encima del hombro, nos ignora y ni siquiera nos permite subir por el ascensor secundario. Y ahí vamos, escaleras arriba, cofia como peineta venida a menos, uniforme de mendigo que suplica saludos y sonrisas, guantes para dar la mano por si a Bush o Rumsfeld se les ocurre alargar el brazo.

Nuestros Ministros de Exteriores, de Justicia, de Interior y sobre todo el ministro de Defensa se han esmerado en ser precursores de una futurible de visita del Presidente español. Todos han logrado contemplar el cogote de sus colegas. Pero Bono ha llegado más lejos, infinitamente más lejos: ha intercambiado “pins” con Rumsfeld, ha saludado la bandera americana de pie como la bandera de la libertad y la democracia y ha dicho, con el énfasis que le caracteriza, que olvidando el pasado, hay que mirar el futuro.

Cuando contemplé aquel rostro en televisión puse a funcionar mi archivo hasta que lo encontré: Rumsfeld era el señor de la guerra, el de las armas de destrucción masiva, el que disculpó las torturas en las cárceles de Irak, el que comprendió paternalmente la debilidad de los soldados que violaron a las mujeres irakíes. Este era el hombre ante el que el Ministro Bono, que decía no hace mucho que España no se ponía de rodillas ante nadie, abría los brazos, chorreaba sonrisas, estrechaba manos, abría un cofre y salía la base de Rota con el tamaño exacto del pié del emperador. Pisa, morena, pisa con garbo, le cantaba a la Secretaria de Estado, como antes había hecho Moratinos.

Y ahora a esperar. A ver si da fruto tanto arrepentimiento. Perdona a tu pueblo, Señor. No estés eternamente enojado. Perdónalo, Señor.

Siento rubor. Porque Bush sigue siendo el mismo de hace unos años. Contra él gritamos un no rotundo y absoluto. Por el que sufrimos muchas
gripes de tanto manifestarnos en días lluviosos y con un frío que helaba las gargantas. Mientras tanto Aznar estaba en mangas de camisa, habano (con perdón) en ristre y chistes malos como sólo él sabe contarlos. Pero por lo menos estaba calentito y se le veía feliz desvirgando la historia y haciéndose un mausoleo de laurel. Aznar, mucho me pesa decirlo, consiguió la amistad (aunque fuera una amistad contra natura y amordazando a los españoles debajo de la mesa). Nosotros actualmente, mucho más me pesa reconocerlo, estamos suplicando un vasallaje indigno e indignante.

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