jueves, 25 de septiembre de 2008

EL OBISPO CAUDILLO

“Los católicos vieron en Franco un liberador”. Lo ha dicho Mons. Sebastián sin que ningún miembro del episcopado haya salido a recriminarle semejante desvergüenza. A lo mejor ya existe libertad de expresión en la Iglesia. Habrá que preguntárselo a Hans küng (felicidades, maestro) y a los defensores de la teología de la liberación.

Este Pío Moa de mitra y báculo, revisionista y falseador de la historia, nos quiere poner, como ejemplo de gobernante, a Franco-caudillo-de España-por-la-gracia-de-Dios. Un dictador surgido de un golpe de estado ilegal, que instauró un régimen fascista, que anuló la libertad de expresión, que castró el pensamiento de los españoles, que prohibió los partidos políticos, que arrasó la democracia, que fusiló a cuantos no pensaban como él, que hundió a España en un atraso histórico del que nos cuesta reponernos, que nos aisló del mundo, que obligó al exilio a cientos de miles de ciudadanos, que nos convirtió en súbditos durante cuarenta años, es visto por los católicos, según la jibarizada mente de un Obispo, como un libertador.

La ofensa hecha a todo un pueblo con el levantamiento militar de 1.936 y el sometimiento a un régimen de terror durante cuarenta años fue deseado, recibido y mantenido por unos católicos (al menos el Obispo no dice cristianos) como una liberación. Mons. Sebastián absolvió la sangre pecadora del rojerío. Mientras ellos morían, la Jerarquía crecía en privilegios, atesoraba riquezas, imponía criterios religiosos con obligación civil de cumplirlos y amancebada con el tirano, conseguía salvar los propios cánones a costa de la muerte de los otros. Lo de dar la vida por el hermano dejaba de ser una máxima evangélica. De recibir prebendas se trataba a costa del llanto de los demás.

“Al menos con Franco vivíamos en paz” (María San Gil) “”El gobierno de Franco fue un tiempo de bonanza” (Mayor Oreja). Por ahí van, preñados de añoranza, nostálgicos de un ayer vergonzoso, oscuro, plúmbeo. Rebosantes de pistolas, de primeros viernes, de mayos-de-María-que-madre-nuestra-es. Demócratas de toda la vida, afirmando que no se puede ser socialista y cristiano, que un gobierno socialista es necesariamente contrario a los principios cristianos, necesitados de palios, de cielos con estrellas de capitán general, de fajines-de queipos-para-macarenas-morenas.

Y se rechaza la Ley de Memoria Histórica por la maldad de abrir antiguas heridas. ¿Heridas de quién? ¿De los que se sintieron liberados por Franco? ¿De los que todavía hoy no tienen derecho a encontrar a sus muertos? ¿De los que desde entonces caminaron siempre con el alma a media asta? ¿De los que hicieron de la niebla un camino sin camino hacia el futuro? ¿De los muertos que abonan nuestros campos y alimentan el canto de los pájaros?

Cuánto Obispo insultante, Obispo caudillo. Se dieron en Chile, en Argentina. Todavía los hay en España. Pregunten por Rouco, por Cañizares, por Martínez Caminos, por García Gascó, por tantos y tantos otros.

Si nadie sale con urgencia a llamar al orden a Fernando Sebastián, hay que llegar a la conclusión de que hay muchos que piensan como él.

Me encontré con Jesús de Nazaret en Buenos Aires, en Caracas, en París… Andaba exiliado desde el 36 sin pasaporte vaticano.


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