lunes, 8 de septiembre de 2008

ANIVERSARIO

El aniversario es un encuentro de la memoria y el corazón. Nos apoyamos en una esquina, evocamos el tiempo y nos encontramos con el amigo primitivo, con el primer trago de vino y carne, con la muchacha azul. Y nos tomamos una copa de alegría en una plaza con sol. Pero también coincidimos con los muertos. A los muertos los dividimos: los muertos acunados que nos pasean la sangre como si de avenidas se tratara, y los muertos muy muertos, quietos para siempre, para siempre horizontales, eternamente boca abajo.

Hace 30 años. “Libertad, libertad sin ira, libertad,” ¿Se acuerdan de Jarcha? “Guárdate tu miedo y tu ira porque habrá libertad” Se cargaron los fusiles de claveles, lloramos de gozo por las esquinas, tomamos conciencia de que existía el otro como posibilidad de entendimiento y diálogo.

Hace 30 años. Para muchos era la mitad de la vida. Habíamos tenido que marcharnos porque se nos clavaban los tacones de tanta bota militar. Oxidada la palabra. Siempre prohibida. Mentalmente castrados. Asustados porque el exilio era un cielo raso con mucho frío en los huesos. Sacudiéndonos plazas de oriente, adhesiones inquebrantables, generalísimos de tierra, mar y aire.

Hace 30 años. Y algunos quieren que olvidemos, que no escribamos, que no recordemos. ¿No significa eso renunciar a la mitad de la vida de muchos de nosotros? Porque tenemos aquel barro hasta la cintura, aquella sangre hasta la cintura, aquel asco hasta la cintura. Porque atrás se quedaron Lorca y Miguel Hernández y el amigo Julio y aquel abuelo picador que todos tuvimos en la mina.

Hace 30 años. Divisamos la utopía. Brotó la palabra como apertura hacia el otro, como acogida del otro. Creímos posible arrimar el hombro para empujar el mundo y hacerlo más habitable. Decidimos que el vecino fuera un amigo y no un espía. Proyectamos que las rosas fueran como entre todos queríamos que fueran. Y estuvieron de acuerdo la jota, los fandanguillos y la sardana. Fue hermosa aquella mañana de noviembre, a pesar de que la añoranza guardaba turno en fila hacia el Palacio de Oriente. La historia estaba caliente y ellos se empeñaban en besar la frialdad de un cadáver.

Hace 30 años. Algunos, más de los que pensamos, siguen arrastrando sus lágrimas. Una gran parte le echa pecho a la esperanza y “hace camino al andar” Y otros ni siquiera le dan importancia al aniversario de la libertad. Nacieron con las manos llenas de alegría y olvidaron que eran hijos de la pena. Los vemos inventar amaneceres, construir mañanas, fundar lunas porque se creen, y lo son, dueños del destino. Te miran a los ojos desde la altura de la libertad y sientes el estremecimiento de ser raíz, vientre oscuro, tierra de trigales interiores.

Hace 30 años. Hacía mucho frío en la plazoleta del Palacio del Pardo. Pero la ilusión se hizo un hueco en la historia y descansó tranquila de tanta huida, de tanta persecución, y se tapó con una bandera blanca, muy blanca, que nos dio calor a todos. Y España se hizo una plaza grande, muy grande, donde seguimos sentados proyectando, haciendo el mañana con todos los sables bajo una losa de granito.

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