jueves, 25 de septiembre de 2008

EL PERFUME DE ITALIA

Italia es elegante hasta geográficamente. Siempre a punto de entregar la cintura al amor de la espuma. A punto siempre de ser sirena, de convertirse en historia marítima de las olas. Cuando te despiertas en Italia, hay un perfume verde de gentes que hacen de la alegría un estilo de estar en el mundo.

Y en estas llega el olor del hambre. De Africa viene. De Rumanía. De Polonia. Olor a hombres perseguidos por dictaduras asesinas. Derrotados seres que se dejan la sangre en el camino, buscando un trozo de pan, un trozo de alegría, de serenidad. Pero huelen a hambre acumulada, rancia, casi costumbre. Y pisan rutas romanas sin lavarse los pies porque ni agua tienen. Y manchan la acera del Coliseo, y las escaleras de la Plaza de España, y la fachada pantocrática del Vaticano.

Y junto a los inmigrantes, las prostitutas. Muslos rubios bajo visones. Junto a hogueras invernales. En círculos. Haciendo pecadora a Italia. Tan pontifical ella. Tan pectoral de oro y pedrería. Tan tafetán cardenalicio. Tan vertical de mitras virginales. Tan Italia de Césares Augustos.

Filippo Berselli y Carlo Vizzini, del PDL, tienen el propósito de incluir a las prostitutas en el mismo grupo que los vagabundos, los traficantes y vendedores de drogas, los proxenetas o los explotadores de menores. Las prostitutas, como los inmigrantes, resultan sujetos peligrosos para la seguridad y la moralidad.

Berlusconi está preocupado por la estética de Italia. Y dispuesto a perfumarla, a hacerle la estética para que recobre una belleza ahora mancillada por la inmigración y las prostitutas. Y para eso luchará a favor de la moralidad. El mismo es un ejemplo vivo de reconversión quirúrgica. El adonis pulcro de chaqueta cruzada, engominado, con sangre estirada de quirófano y piel de pergamino, está empeñado en hacer de su país una ofrenda pura, santa e inmaculada. Hostia de primeros viernes-Sagrado-Corazón-en-vos-confío.

De la mafia no hay que preocuparse. Al fin y al cabo son cossa nostra y contribuyen con su esfuerzo al producto interior bruto manteniendo la inflación en su justa medida. La camorra napolitana purifica con la sangre derramada las venerables catacumbas y serena el ánimo de unos dioses ávidos de sacrificios y gólgotas.

Pero urge eliminar el hambre. Hay que repatriarla a sus países de origen. Y con el hambre se repatrían las penas, el dolor, el abandono. Los inmigrantes son seres descatalogados, descolgados de la historia, destructores de la belleza. Y hay que desterrar a las prostitutas para que de los balcones sólo cuelguen jazmines y azahares, claveles y olas mediterráneas.

Europa está satisfecha. Tiene por fin un quijote de quincalla y mercadillo.

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