jueves, 25 de septiembre de 2008

EL ALCALDE BLASFEMO

“El Gobierno es más culpable que ETA” Lo ha dicho el Alcalde de Vega de los Infanzones. Allí nació el guardia civil asesinado vilmente en Francia. El vómito de este alcalde blasfemo cayó sobre una España por la que dio su vida ese muchacho, todavía caliente de muerte machacada.

Alguien argumentará que es una opinión respetable en democracia como todas las opiniones. Porque algunos, no acostumbrados todavía a un sistema de libertades, sólo son capaces de escupir el odio que les produce la muerte ya lejana de una dictadura. El franquismo fue un insulto prolongado contra la dignidad de una nación. Tuvimos que aguantar como súbditos. Pero no tenemos que aguantar ahora que somos ciudadanos gracias a una lucha que costó mucha sangre.

Arguirán otros que todo es fruto de la indignación que al edil le produjo la muerte de un paisano. A todos nos estalló la nuca ese maldito día y todos estamos ya enterrados con él o luchando en la cama de un hospital de Bayona. Culpar a un gobierno exculpando a los verdaderos asesinos es una bellaquería incalificable. Pero es también el fruto de una semilla sembrada desde hace cuatro años, esmeradamente regada en manifestaciones multiplicadas y cuya cosecha ahora se quiere obviar porque es un lastre electoral. Desde Marzo de 2.002 se ha culpado cínicamente al gobierno legalmente elegido de los muertos de Atocha, de rendirse ante ETA, de una coincidencia de proyecto político con los terroristas, de estar libres de bombas porque se ha cedido, de la venta de Navarra, etc.

Partido Popular y Partido socialista han tenido que expulsar de su seno a miembros que ha traficado con su influencia. Pero el Partido Popular ha transigido sin ningún cargo de conciencia con estos traficantes de opiniones, con estos prevaricadores de la palabra. Si no hubiera transigido con este delito, tal vez hubiera tenido que emanciparse de Aznar y estarían fuera de la política Zaplana, Acebes, Mayor Oreja, Alcaraz, Astarloa y hasta el propio Rajoy. Recalificar un terreno debe ser castigado. Abdicar de la palabra es situarse en los suburbios de la democracia, en el vientre mismo de la dictadura que hace de esa palabra su víctima primera.

La libertad de expresión es hacer verdad la palabra entregada. La política es noble si la parimos desde la sinceridad. Si se nos muere la palabra, siempre aparecerán generales de camposanto.






No hay comentarios: