miércoles, 13 de agosto de 2008

VIGILIA

Nunca he participado de una concepción cíclica de la historia. He procurado ser peregrino de horizontes y así lo he ido sembrado en mis diversas actividades y escritos. El camino tiene una entidad propia, humana y humanizante. Quienes quieren construir el mañana como envoltura del pasado, sólo llegan a forjar una inmensa esfera de capas superpuestas y endogámicas. Anclarse en un ayer envolvente es hacer de la muerte una postura carente de riesgo, de interrogantes. Es miedo al precipicio de la propia libertad. La actitud fetal es válida si la criatura empuja hacia la vida. De lo contrario, se convierte en muerte acomodada, a gusto consigo misma, pero necesariamente abortiva.

Pero hay que contar con la existencia de fuerzas que ciegan el camino y que procuran hacer del pasado un dato vigente y actual. Y aunque no lo consigan, frenan el impulso creador, amante de lo imposible porque es imposible, de utopías verdes y frescas como primavera vivificante.

El Cardenal de Madrid ha convocado una vigilia para “orar por España” Y he sentido el empujón, el forcejeo que me lleva necesariamente a mi niñez. Había entonces muchas vigilias: desagravio por el robo de un cáliz, para glorificación de la santa pureza, para honrar a la Inmaculada, para preparar la festividad del Corpus. Por el año setenta y cinco proliferaron las vigilias para pedir a Dios por la recuperación de la salud de nuestro Caudillo Franco, guía de la patria, hijo fiel de la Iglesia, para que pudiera seguir al timón de una paz conseguida con miles de fusilados, con libertades yuguladas, con conciencias puras de comunismo y vigía supremo de occidente.

Hoy suenan trompetas talibanes provenientes de la Jerarquía eclesiástica. El Obispo de Jaca promulga la división entre buenos y traidores adjudicando la bondad a los azules y la maldad a los rojos. Hasta el lenguaje está desfasado. El Cardenal Cañizares identifica a España con el catolicismo. “España o es católica o no es España. Será otra cosa, pero no España” Benedicto XVI exhorta a los Obispos del mundo a tomar ejemplo de la lucha que afronta el episcopado español. Y ahora la vigilia para orar por España porque el anticristo (así se lo gritaron a Zapatero) se ha instalado en la Moncloa y España debe ser cristiana, nunca musulmana como deseaban por tierras murcianas. Y Aznar nos acaba de decir que si cedemos en el tema de Afganistán veremos implantada la ley islámica en la mitad de territorio español.

Rouco Varela quiere que oremos por esta España balcanizada, destruida, que traiciona a los muertos, que detecta como Rajoy que cuando hay bombas es porque no se ha cedido ante el terrorismo y que cuando no las hay (como ahora) es porque se está cediendo, cuando el gobierno ha accedido al chantaje de un terrorista ciertamente repugnante no arbitrando todas las medidas que un estado de derecho debe ejercer contra los sanguinarios (Cañizares) Cuando Nebrera (Segunda de Piqué en Cataluña) equipara el matrimonio gay con la unidad de una señora y un delfín, cuando el Rajoy mitrado y báculo en mano sale a la calle rodeado de Obispos-oposición para denunciar el amor malvado de los homosexuales. Cuando en ninguna iglesia se organizaría una oración por ningún asesino, mientras que se realizaron grandes funerales cuando murió quien mantuvo a España en permanente estado de terror.

Tuve una infancia santa de vigilias. Anhelo una muerte, tal vez muy cercana, simiente de futuro. Que nadie me ate a la inmovilidad de la sombra. Buscaré un cielo infinito abierto a la infinita pregunta.

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