miércoles, 13 de agosto de 2008

SOY TERRORISTA

Españolito de tantos. Sevilla primaveral. Perfumadas las solapas. Claveles procesionados. Manifestación de azahar. Giralda plantada en medio como un limonero grande. Café con leche en Sierpes. Me saludó. Taconazo fuerte. Alma de charol. Zapatos limpios. Brillante el correaje. Guardia civil. Delgado. Muy delgado. Pura coincidencia cuando el café con leche. Nunca supe por qué tanta amabilidad. Una tarde se me hizo el encontradizo. “Vete de Sevilla”, me dijo. “Tengo órdenes de detenerte por comunista”. “No soy comunista”, le dije. Le pregunté a bocajarro: “¿Qué es el comunismo?” “No lo sé, respondió. Pero si te vuelvo a ver, te detengo.

El cumplía órdenes aunque no supiera quién era Marx o Lenin. Por comunista.

Autobús de Heliópolis a Plaza Nueva. Me lo dijo el conductor mientras cobraba el billete: “El de la pipa es de la político-social y anda detrás de ti” Fui hasta el fondo y hasta allí llegó. Cara redonda. Pipa apagada. Disimulada riñonera bajo el jersey. “Eres un subversivo, enemigo del régimen y como sigas por ese camino, yo mismo te llevaré esposado”

Hablaba en serio. Siempre hablaban en serio. Y me lo advertía. Por subversivo.

Me fui a Madrid. Grande y espléndida Madrid. A lo mejor allí recobraba mi inocencia y volvía a estar limpio de comunismo y subversión. Frecuentaba Vallecas y el despacho de Paca Sauquillo. Conocí a José Luis y al P. Llanos. Peligrosas amistades, pero reconfortantes. Fue una tarde. En La Rosaleda. Nos besamos. Simplemente nos besamos. Y se abrieron las rosas. Y el perfume azul se echó a andar por los caminos enamorados. Todo lo abortó aquel guardia. “Le voy a multar por inmoral”

Tenía la voz agria el guardia. Cazallero de madrugada. Picadura de tabaco. Por inmoral.

Españolito de tantos que tantas cosas fuimos. Se nos colgaban los adjetivos en la pechera. Andábamos calificados. Eramos lo que otros pretendían que fuéramos. Las dictaduras se empeñan en contagiar los genes, inocular infecciones en el pensamiento, crear a su imagen y semejanza como dioses uniformados.

Al guardia civil lo encontré años después. En una estación de autobuses. Camisa a rayas. Zapatillas playeras. Gorrita taurina de festival de beneficencia. Nos abrazamos. “Dejé el cuerpo. Ya puedes ser comunista”. Al de la pipa me pareció verlo en la Alicantina, en la Plaza del Salvador. No nos dijimos nada. Pero sonreía. Al guardia de la Rosaleda no me lo he vuelto a topar. A lo mejor anda por ahí con su colección de besos inmorales.

Y apareció de pronto Miguel Angel Rodríguez: portavoz añejo. Valido del César Aznar y Ana Botella napoleónica. “España tiene derecho a saber qué grupo terrorista llevó a Zapatero a la Moncloa” Lo confieso. Aquel 14 de Marzo, con sangre caliente de Atocha, con dolor chorreado por los ojos, voté socialismo. Acebes me había llamado miserable porque dudé de la autoría de ETA. Me escocía la mentira de mi Presidente. Yo formo parte de los millones de españoles que votamos a la izquierda. Yo, Señor Rodríguez, soy un terrorista. Me da Usted miedo, como el guardia civil, como el de la pipa, como el del beso. Usted querrá ahora que me condenen a quinientos años de cárcel. Y saldrá a la calle del brazo de Alcaraz, Rajoy y Aguirre (a Gallardón no sé si le toca) a pedir que cumpla mi condenan. Ahora que me creía rehabilitado, indultado por la democracia, viene Usted y me busca. Estoy cansado, señor Rodríguez, de andar huyendo. Huí de la guardia civil, de las caras redondas con pipas apagadas, de los grises. Estoy cansado. Aquí me tiene, señor Rodríguez: SOY UN TERRORISTA.

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