miércoles, 13 de agosto de 2008

LA BOMBA DE LA ALEGRIA

Uno tira la vida al aire y cae donde cae. Del lado de la alegría, de la esperanza, del gozo íntimo. Y se siente un vuelo de palomas, blancas como rosas blancas, de rama en rama peregrinas.

Uno tira la vida al aire y cae donde cae. A un precipicio negro, vértigo suicidado, con oscuridad brotada, con musgo podrido en las cunetas.

ETA ha vuelto a matar. Ha yugulado esperanzas, ha empitonado la femoral de la alegría y se nos ha desangrado la ilusión en cuajarones. Y ahí estamos. Apretando los dientes. Tapando con pañuelos los boquetes. Instalados en la T-4 de Barajas. Al frío del invierno porque nos han roto los techos, porque hay luna escarchada, porque esculpe la nieve el perfil de la noche. Estamos como estamos. Peor que hace un año, Presidente. Arrinconados los hombres como escombros. Contra una esquina. Contra los agujeros de bombas asesinas. Hemos muerto muchos. Nos han ejecutado como a Sadam, con sogas de destrucción masiva. Peor que hace un año, Presidente. Creímos un día en la palabra. Allá por marzo. Y nos surgió la primavera por la sangre. Tuvimos fe. Y empezamos muchos, menos los de siempre, a construir la esperanza. Día a día. Pedazo a pedazo. Haciendo camino al andar. Machado al frente. Y hemos estado mejor que hace cinco años, Presidente. Se nos han muerto los muertos de humo asesino de tabaco, de enfisemas grises, de corazones cansados. Pero con nucas intactas. Se han muerto porque tenían derecho a morir. La muerte no les fue impuesta.

Peor que hace un año, Presidente. Aparentemente. Sólo aparentemente. Porque la vida es lineal. El retroceso es pura apariencia. La vida es como los surcos. Va trigo adelante, horizonte adelante. El hoy va siendo irremediablemente mañana. El presente es futuro cuajado. Horizonte limpio, posible por imposible, real por inalcanzable, hermoso por utópico.

ETA ha vuelto a matarnos. A muchos. Pero no a todos. A algunos les han estallado los deseos confirmados. ”Esto tiene que terminar necesariamente mal”, decía Zaplana no hace mucho. Rajoy exige como oposición lo que no supo defender como gobierno.

Esta mañana, cuando 2.006 se despeña dinamitado por una bomba de ETA, ha habido manifestaciones por todo el país. Nadie ha condenado a la banda terrorista. Se ha pedido su dimisión, Presidente, por cómplice, por responsable último. Lo ha dicho Alfonso Usía. El Presidente se burla de las instituciones y mecanismos democráticos y en consecuencia debe dimitir, ha dicho Pablo Sebastián. El Presidente oculta a sabiendas la muerte de los dos ecuatorianos desaparecidos. Federico Quevedo exige que explique usted por qué ha permitido que ETA se rearme para conducirnos de nuevo a una situación de muerte y dolor. Alcaraz, bedel servilista de no sé que intereses, pregunta qué le debe usted, Presidente, a ETA y exige que diga la verdad de este atentado y del 11-M.

Peor que hace un año, Presidente. O mejor. Según se mire. Porque para algunos, está visto, la bomba de la T-4 y la desaparición de dos ilusionados ecuatorianos han abierto una urna llena de votos. Su empeño ha tenido confirmación. El terrorismo es tan absurdo que termina haciendo favores contra su voluntad. Una bomba destructora puede ser también una bomba de alegría.

Nadie condena a ETA: ni Iniestrillas, ni Astarloa, ni Arenas. ETA no tiene que desaparecer porque nada ha hecho, según parece. Que el PSOE destituya a Zapatero y todo se habrá arreglado, dice Sebastián. Tal vez algunos deban negociar con los terroristas para volatilizar a un presidente democráticamente elegido. Así, y sólo así, la violencia estará justificada.

Me repugnan y me dan miedo los que ponen bombas y los que disfrutan con su explosión.

No hay comentarios: