miércoles, 13 de agosto de 2008

FUNDAMENTALISTAS

Los españoles estamos acostumbrados, tristemente acostumbrados, a vivir rodeados de fundamentalismo. Fundamentalismo político durante cuarenta años que pisoteaba toda diversidad ideológica que se apartara de los principios fundamentales del movimiento. Movimiento inmovilista, sin dinamismo interior, cerrado sobre sí mismo, hermético y excluyente, que uno creía enterrado en la bella sierra madrileña. Y sosteniendo y apoyando esa dictadura, la Iglesia, con una moral medible en centímetros de tela, fundamentando sus exigencias en principios inmutables creados ad hoc, despreciando el devenir de la historia, renunciando a una vocación profética e instalada en una postura sacerdotal que cohabitaba con el poder político en un concubinato repugnante. Los españoles éramos “fundamentalmente” católicos porque paseábamos el dolor de los claveles por las hermosas calles de Sevilla.

En 1.975 se nos abrió la democracia como un vientre fecundo. Y renacimos a la libertad y fuimos capaces de derogar el pasado y hacerle camino a la libertad. La Iglesia no ha aceptado este cambio de coordenadas y vive en la perpetua añoranza del lamento y de la autocompasión. Y como la Iglesia, algunos siguen empadronando la pluralidad en una unidad de destino en lo universal. Y reinventan una dictadura que revisten de ornamentos democráticos y hunden la bota opresora en una proclamada libertad de expresión. Pero es una libertad de expresión privatizada, de uso exclusivo de unos cuantos fundamentalistas que no debe ser ejercida por nadie ajeno a sus propios criterios. Se exige, y no seré yo quien niegue ni apoye la justicia de esa demanda, la encarcelación de Otegui por ser ilegal, por no condenar el terrorismo de ETA o por ser un lacayo de la organización terrorista. Y uno se pregunta: ¿Condena Alcaraz el terrorismo de ETA o más bien atribuye el último atentado al Gobierno? ¿De quién es lacayo este adivinador de atentados? La equiparación que hace el ajatolah Alcaraz de Otegui y un Presidente democráticamente elegido, gritando sin escrúpulos que la bomba de la t-4 es un crimen urdido por ETA y el Gobierno para comerciar con Navarra, ¿no es digno de una intervención judicial? Y cuando conscientemente se miente insistiendo en que el Gobierno ha desmantelado el estado de derecho para entregarlo a los terroristas, ¿se está ejerciendo una libertad de expresión o se está erigiendo un monumento al cinismo más rastrero? Cuando Astarloa y Zaplana y Acebes niegan la existencia de una negociación con ETA en tiempos de Aznar están negándonos a los españoles la historia más reciente. Y cuando el presidente de la AVT exige una explicación veraz sobre el 11-M y atribuye al PSOE un acuerdo con ETA para producir el mayor dolor que se ha producido en nuestro pueblo, ¿no debería actuar de oficio el Fiscal General del Estado? Una cosa es el discurso, la discrepancia, la pluralidad política por la que luchamos muchos hace tiempo y otra es la acusación impune de asesinato como la que van haciendo ciertos miembros del Partido Popular con la anuencia del Jefe de la oposición (lo de líder aún no lo ha demostrado) quien acusó a Rodríguez Zapatero de traicionar a los muertos.

A veces uno se encuentra con la propia historia. Siente cansado el músculo por una lucha antigua y se pregunta si valió la pena aquel esfuerzo para dar cobijo en la democracia a tanto fundamentalista. Uno siente el cansancio de haber luchado para que unos dictadores, deformadores descarados de la realidad como el Dictador por excelencia, nos echen a la cara la sangre de nuestros hermanos. Franco nos tachaba de comunistas, masones, rojos y no sé cuantas cosas más. Estos franquitos, por cuya libertad de expresión tantos dejamos jirones de piel, nos llaman asesinos.

Y la Iglesia reducida a plañidera de antiguos privilegios sin Tarancón ni Bueno Monreal. Añorando. Simplemente incómoda con la autodeterminación suprema del hombre. Sin denunciar la hipocresía, la mentira, la calumnia. Obsesionada con los preservativos, la homosexualidad, la inmutabilidad de unos principios rentables por prostituidos. Condenando, como ayer, la teología de la liberación porque es enormemente cómodo que “mi reino no sea de este mundo”, porque los pobres son la presencia más palpable de Cristo en el mundo, y nos recuerdan a los ricos que nos espera un cielo como recompensa del dolor querido por Dios para purificación de nuestras maldades.

Cuánta infamia alojada en el costado. Cuánto fundamentalista de corbata y mocasín italiano. Cuánto ajatolah imponiéndole un burka a las estrellas.

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