miércoles, 13 de agosto de 2008

LA PATRIA

Fuimos niños de patria. Nos la clavaron en los pliegues del cordón umbilical. Fuimos niños de Dios. Lo heredamos con los genes de quienes lucharon en una guerra cuyo aniversario final celebramos por estas fechas. Macuto de Dios y patria para el camino unidireccional donde todos los senderos estaban tapiados y bien tapiados. España limita al norte, y al sur y al oeste. España era un límite ideológico más allá del cual sólo había perversión, comunismo, enemistad, herejía y ateismo. Se nos quedó el hambre dentro, y el dolor de los muertos y un olor de ausencias. Pero teníamos Dios y patria y montañas nevadas como horizonte. Una paz de tricornios y cementerios blancos. Veinticinco años de paz, y treinta y Plaza de Oriente para siempre y Valle de los Caídos.

Quedaba el mar. Como una lanzada abierta en el costado. Y por el mar, Europa. España buceadora, braceando de ola en ola hasta alcanzar orillas imprevistas. Franco no había contado con el mar. No aguantó una España abierta por la izquierda. Y se murió porque el mundo se le atascó en la femoral, como una cornada grande, paquirri-pozoblanco venido a menos, cubierto de crespones negros, peones de plata llevando el cuerpo, hasta la mortaja de piedra entre los montes.

Tuvimos sensación de anchura, de amplitud. Fuimos mayores de golpe, sin cursar adolescencia. Lanzados hacia delante, irremediablemente verticales. Nos vino Europa. Globalizó positiva y negativamente. Los pirineos fueron un adorno sobre el televisor. Como el torito negro que engalanaba saloncitos alemanes. Se nos universalizó el alma y hasta Dios debería hacerse grande, europeo, laico, compañero o extraña y asfixiante raíz. Dios hizo lo que pudo, lo que le permitieron Rouco y Cañizares. Se nos fue quedando, rezagado. La patria fue algo distinto. Se la apropió la derecha. Y como cuando Franco, se convirtió en reducto. Cabía la patria en la Castellana, banderas al viento. Y en las manos del Alcaraz prostituyendo el dolor. Y la llevaban en procesión, con su dios rajoy-pequeño, desde Alcalá a Sol. Patria paseada los sábados por la tarde. De cinco a siete. Credo final y villancincos nacionales. De vuelta del nuevo parque sindical hasta la bandera que viene, hasta la patria como unidad de destino en lo universal. Fuimos niños de Dios y patria. Somos hombre de patria en pecho. Dios tuétano en nosotros, medinaceli y gran poder, cristos morenos por la cintura estrecha de Sevilla.

La patria crea antipatria. El patriota, antipatriota. Surge la exclusión, el otro como extraño, como enemigo, más que adversario. Se erige el credo único, el que excomulga, el que divide, el dogmático, el endogámico. Debe destruirse el suburbio, el chabolerío marginal. Es mandato de la patria. Angel flamígero, exterminador. Tapiado el paraíso. Cercado. Extranjerías vigentes. Nadie sin papeles. Muros altos contra invasores foráneos, contra dioses sin túnica nazarena, contra vírgenes pobres y musulmanas. Que entren sólo los que cotizan en bolsa porque hacen patria en el parqué. Los emires de petróleo negro, los buhses que programan guerras prósperas, enriquecedoras, los aznares antibalcánicos, los zaplanas-pegamento-imedio que no permiten la rotura estremecedora de España. Reservado el derecho de admisión. Sólo novios de la muerte. Caudillos Buesa y Rosa Díez: presentes!

Fuimos niños de patria. Hoy sólo somos indecentes expatriados.

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