miércoles, 13 de agosto de 2008

HONRADEZ DEMOCRATICA

Se debe presuponer la honradez de cualquier exposición de ideas cuando resulta discrepante de la nuestra, incluso contraria. Se construye así una democracia sana y enriquecedora. Cada cual parte de sus propias limitaciones y admite la aportación del otro como ampliación del propio pensamiento. La democracia es así el resultado de una responsabilidad ejercida por la comunidad, empeñada en la búsqueda de la verdad y del quehacer común fructífero para todos. La democracia no es posible sin una profunda fe en el hombre, en todos los hombres. Sobre este credo primigenio descansa la convivencia humana y humanizante y descansa la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y cuando alguien se desmarca de estas coordenadas se autodestruye como ciudadano o tiende a destruir a los demás con actitudes dictatoriales.

¿Pero es posible mantener esta profunda fe en el otro cuando se perciben planteamientos prácticamente insostenibles y nunca sostenidos hasta el presente por un determinado grupo o individuo? Dicho de otra forma: ¿Puede alguien sostener un enunciado político y pasar a mantener su contrario, incluso su contradictorio, sin que en realidad cambien objetivamente las condiciones de ese enunciado?

Que Zapatero se ha empeñado tenazmente en conseguir la paz, con el respaldo de la mayoría del Parlamente español es elogiable para todos, menos para el Partido Popular que era consciente que de conseguirlo se apuntaría una tanto que el pueblo español sabría pagar en las elecciones y que acarrearía una caminar desértico para la oposición durante bastante tiempo. Y la postura de enfrentamiento ha llevado a los populares a situarse en una trinchera en la que es difícil, es imposible, creer en su presupuesto intelectual honrado. Cuando la oposición habla de rendición del estado de derecho, cuando afirma tener constancia, nunca demostrada, de la existencia de pactos con los terroristas, cuando se le atribuyen contactos, y guiños y componendas, cuando se asegura que defiende prioritariamente a los verdugos frente a las víctimas, cuando se afirma en sede parlamentaria que si no hay bombas es porque hay concesiones, cuando se mantiene que se traiciona a los muertos, no podemos los demás partir de ese principio básicamente democrático de la honradez intelectual del adversario.

Tácticas, estrategia se le llama a esa actitud. Eufemismos para enmascarar la necesidad que tienen algunos de paralizar el estado democrático y no permitirle ensancharse mientras tiene que perder tiempo y energías en remendar lo que otros van rompiendo. Golpe de estado disfrazado, revestido de galas democráticas, pero que encierran en realidad un anhelo de que la democracia no adquiera un pleno desarrollo. Se abortan así proyectos de leyes que reconocerían derechos inalienables, enterrados por viejas dictaduras, y que ayudarían a un estado de libertades a las que los auténticos demócratas no estamos dispuestos a renunciar.

Han surgido del parlamento español normas que a todos debieran ensancharnos el espíritu, tales como la ley de igualdad de género, la ley de dependencia, los matrimonios homosexuales y de cuya existencia casi no somos conscientes. Porque hay una oposición empeñada en caminar sobre una necrofilia asfixiante, pútrida y maloliente. Si no estamos haciendo nada en ningún campo y tampoco, según los populares, en el campo del terrorismo, es lógico que nos sintamos marginados por el propio sistema democrático que nos hemos otorgado. Y esta actitud lleva sin remedio a un desentendimiento del quehacer político que a todos nos corresponde. Cuando cuaja esta conciencia de irresponsabilidad compartida, está abonado el terreno para el advenimiento de una dictadura, siempre por supuesto de derechas.

¿Será consciente el Partido Popular de los que esto significa o es en realidad lo que afanosamente estás buscando?

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