NUEVE DE SETIEMBRE
La
memoria es una fecha:
Nueve
de setiembre.
Un
otoño laminar inyectado
como
un ciprés metálico,
en el
espacio intercostal
que
conduce a la grieta rosa del pulmón derecho.
Buscan
el nido de la muerte
para
arrancarle los ojos
y
mirarla de frente.
El
suelo del alma
volado
de hojas secas,
fríos
amaneceres,
atardeceres
sin músculo vital, cansado
como
si la noche tuviera
rota
en los pulmones
una
fecha: nueve de setiembre.
Quedaba
la sangre sorprendida,
escondida
a la sombra de la sombra.
Se
hizo grito la sangre,
espiga
de glóbulos para exigir la esperanza.
Fue
el sexo erecto
buscando
amor por los rincones
de
tu piel entreabierta
por
donde el aire perdía los recuerdos
y
el olor de hospitales,
de
sábanas sin ti,
de
almohadas sin el hueco de tu nuca,
de
ecos vacíos de tu cuerpo.
Me
convocó la vida
a
un sorteo macabro.
Murió
el 901, cama A.
Bastó
un lienzo blanco
para
tapar su muerte.
Alguien
firmó un folio blanco
certificando
mi vida,
una
pedrea sólo,
pero
vida.
Me
saludó la tarde:
Bienvenido,
señor,
tiene
derecho a respirarme.
Y
taponé el camino
que
horadaron el nueve de setiembre
cuando
inyectaron en el espacio intercostal
un
otoño metálico.
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