DIOS NO ES CATALAN
Dios no es catalán. Es más bien Pelayo de Asturias o
Fernando el del espíritu que impera y moriremos besando la sagrada bandera.
Pelayo es rocoso. Es piedra preciosa, monumento
altivo, con una virgen al fondo porque los guerreros españoles siempre llevan
una virgen en la grupa de sus corceles blancos. Pelayo, el alfa de la
uniformidad española, tiene su santina asomada sobre unos lagos que aparecen y
se ocultan con la velocidad de una niebla repentina. Y es que Pelayo es el
brazo armado de dios como todos los luchadores por la patria que hemos tenido
en la historia. El batallador es la parte visible de un dios empeñado en
construir un todo anexionando, pueblos con pueblos, lenguas con lenguas, almas
con almas. Y así hasta vencer al comunismo e implantar al soldado que nos llegó
de Africa, que culminó la santa cruzada y fue generalísimo de todo por la
gracia de Dios.
Fernando es el de nuestra España gloriosa que
nuevamente ha de ser la nación poderosa que jamás dejó de vencer. Es el elegido
de dios para expulsar al moro sin ni siquiera agradecer sus aportaciones a la
medicina, a la filosofía, a la cocina y a esa arquitectura que hace de la
filigrana del aire la hermosura de la piedra tallada como si de esculpir un
amanecer se tratara. Y Bobadil lloró, aunque un hombre macho no debe llorar,
que dice el tango. Lloró, porque decir adiós a Granada era como arrancarse la
hermosura de cuajo.
Fernando e Isabel tanto monta, monta tanto. Era una lista
cremallera que inauguraba la modernidad. Expulsaron al moro, al judío porque no
podíamos aguantar que la virgen de Pelayo y el dios en cuyo nombre reinaban los
jerarcas católicos fueran desbancados por un dios con turbante. La islamización
que hoy tanto temen algunos estaba prevista en aquella expulsión y fueron
después nuestros ministros del interior los que modernizaron las defensas y
sembraron de muros con cuchillas las fronteras. Ya no había que ir a luchar.
Mientras Fernández Díaz comulgaba o rezaba el santo rosario, los africanos se
desgarraban solitos la piel y manchaban de sangre enemiga el imperio de Cristo
Rey. Condecoraron a cientos de vírgenes, les asignaron altas graduaciones
militares y Morenés impuso el fajín de capitana general a las guerreras que
daban su protección a las milicias que luchaban por la patria sacrosanta en
contra de los herejes. Porque por encima del amor evangélico están los
intereses de un occidente cristiano como el que defiende el primer ministro
húngaro. “Cristo nos defenderá de esos que huyen de la muerte en Siria porque
no son cristianos”, porque no traen a una virgen a la grupa de su espanto.
Traen sólo miedo, angustia, amor a la vida y esperanza limpia.
Pero ahora lo importante es dejar claro que Dios no es
catalán. La unidad de España –ha dicho el cardenal Cañizares- es obra del
Espíritu Santo. No es producto de la Constitución, como se empeña en decir
Rajoy, ni debe preocuparnos el infierno hacia el que caminan. Los catalanes, si
se separan, se van a un infierno no porque los ignore Europa o dejen las
nacionalidades (el concepto de nacionalidad no lo tiene claro Rajoy, ni falta
que le hace) ni por los corralitos ni por cosas por el estilo. Se van al
infierno porque disparan directamente contra el espíritu santo y esto es
imperdonable. Y además –aunque esto no lo argumenta nadie- tendrán que
devolvernos a la Moreneta porque sólo los vencedores como Pelayo, Fernando y
Rajoy primero de Europa tienen derecho a llevar una virgen en su séquito.
Dios es de derechas y más concretamente del Partido
Popular. Por eso puede actuar a través del cardenal Cañizares. Y por eso el
príncipe de la iglesia organizó una vigilia, para pedirle a ese dios de
derechas de toda la vida que no se rompa la uniformidad (algunos llaman unidad)
de España. Cuando él la reunió en torno a Fernando (católico por supuesto) tuvo
que llevar a cabo una gran expulsión. Ahora las expulsiones tienen menos
sentido porque las cuchillas se encargan de evitar las entradas. Somos un bar
inmenso con reserva de derecho de admisión. Y Antonio Cañizares entiende y
bendice esas cuchillas asesinas porque nos libran de una islamización que
pervertiría nuestras costumbres cristianas. Pero tampoco quiere la marcha de
los catalanes porque a las afueras de nuestras fronteras todo es perversión,
permisividad, familias rotas, minifaldas, tangas y según lo que ha detectado el
obispo de Alcalá de Henares no se obliga a los homosexuales a mejorar su
enfermedad de entrepierna. “No hay razón moral para esa separación” dijo
Cañizares.
Dios no es catalán. A Dios se lo han apropiado y es
parte del patrimonio artístico de una jerarquía que lo destina a donde quiere
sin que permita la coincidencia con los que rompen fronteras con su carne, con
los que hacen las divisiones de los países con gotas de sangre. Dios es
propiedad de Pelayo y de Fernando
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