viernes, 8 de agosto de 2014

LA REVOLUCION DE LAS PREGUNTAS




El ser humano es una pregunta sobre sí mismo. Noticia oscura somos y la interrogante para iluminar esa oscuridad nos define como profundidad, hondura, misterio. No somos, vamos siendo. La empresa de ser hombre, decía Laín Entralgo. El hombre no es un dato, sino un quehacer siempre inacabado, un peregrino de sí mismo caminando hacia el llegar a ser.

También la historia, esa tarea humana, cuyo fin y finalidad se nos oculta, se pregunta por su devenir. Buscamos una luz, una verdad, una cosmogonía que responda a la eterna pregunta: quién somos, qué hacemos aquí, hacia dónde vamos. Y las filosofías, y sobre todo las religiones, están ahí empeñadas en prefabricar respuestas. Y nos ponen delante, promesas que implican el más allá como elemento definitorio. Pero los humanos planteamos nuestras interrogantes aquí y ahora y necesitamos respuestas aquí y ahora. Todo aplazamiento a un cielo bondadoso o un infierno purificante nos deja absolutamente insatisfechos. El hambre no se sacia con plumas de ángeles, sino con pan. Y el pan se amasa en justicia y no en caridad diferida y premiada en el otro mundo.

La palabra crisis tal vez sea estadísticamente la más nombrada. Hay un pudor paradójicamente desvergonzado que evita el término estafa. Los partidos políticos se autosatisfacen con soluciones de cuidados paliativos porque en el fondo ni creen ni desean la recuperación del enfermo. Por el contrario, la agonía del paciente les proporciona la oportunidad de cifrar en su llegada al poder la curación de los males. En el fondo son religiones laicas que cifran en su llegada al dominio la solución de los males. Son las plumas laicas de unos ángeles residentes en la Moncloa. Y la ciudadanía va perdiendo la fe en quien le promete una sopa caliente, pero a cambio del voto que encenderá el fuego para que el avecrém le dé gusto. Es un trueque, un comercio, en el que sabemos que se vende el producto al mejor postor y que el comprador es quien decide a la fuerza y de  facto: la economía.

En la calle estamos. Sin armas. Sin piedras para cargar la honda que hiera a Goliat. Exigiendo una dignidad que sólo nos será restituida si somos capaces de llevar a cabo una revolución de preguntas sin permitir la evasión como respuesta.

Si la crisis no afecta a todos, es realmente una crisis?  Por qué en el reparto de la crisis a unos les toca el hambre y a otros multiplicar sus beneficios económicos?  Por qué como consecuencia de la cris los bancos se lucran con millones y los pobres son desahuciados de sus casas por esos mismos bancos? Por qué la enfermedad que arruina mi salud se ha convertido en mercancía que enriquece la sanidad privada?  ¿Por qué mis suspensos universitarios me lanzan a la vendimia francesa mientras otros pueden dilatar la titulación ad infinitum? Por qué hay niños, muchos niños, que pasan hambre mientras otros veranean en yates de lujo? Por qué se abre y se dilata el abismo que separa a unos de otros? Por qué unos son más ricos a costa de que otros sean más pobres? Por qué el patrón de la gran empresa tiene el poder de dejarme sin trabajo, tal vez por el mal humor que le produjo el dolor de cabeza de su querida la noche anterior? Por qué se excluye del derecho a la salud a los inmigrantes que no tienen papeles y su vida depende de una cartulina? Por qué la pensión de quinientos euros tiene que dar de comer a diez integrantes de familia? Por qué  esa urgencia de comedores sociales para paliar el hambre conscientemente producida por el capital? Por qué el chantaje salarial que obliga a trabajar doce horas por cuatrocientos euros mensuales. argumentando que los parados tienen que estar satisfechos de que la esclavitud esté maquillada de creación de empleo? Por qué el parado debe irse a Laponia en peregrinación mientras otros van al Caribe en avión privado? Por qué se le deniega una ayuda de unos pocos euros al sin trabajo no vaya a ser que se lo gaste en vino?  Porqué unos pocos tienen derecho al Vega Sicilia y a otros se les niega en Don Simón de  cartón plastificado? Por qué todo lo que hemos cotizado para la enfermedad, la vejez, el paro se nos arrebata para que otros disfruten de jubilaciones millonarias? Por qué se es demasiado joven para el primer trabajo y demasiado viejo para el último? Cómo se puede decir que todo ha cambiado para que funcione como nunca el estado de bienestar y que se ha dado amparo sobre todo a los más necesitados? Cómo se puede mentir sin consecuencias?

Sin balas, sin armas químicas, sin agresiones. Sólo con la fuerza de la razón, deberíamos exigir respuestas a tantas y tantas preguntas que no caben en un artículo.

A lo mejor así instauramos la revolución de la palabra convertida en pregunta. Tal vez otro mundo sea posible si creemos en las preguntas, si hacemos de ellas la revolución más hermosa de la historia.


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