lunes, 25 de noviembre de 2013

INTERROGANTES




Tengo que dedicar un tiempo
a organizar mis dudas.
Ahora están empaquetadas
en la parte izquierda de una estantería.
cerca de Lorca y Alberti,
Benjamín Prado y Camus,
Panero y Dámaso Alonso.
Tengo las dudas cerca de esos cientos de libros
que han hecho de mi vida una duda permanente.
duda de Dios, de la historia,
de si somos tiempo o violencia,
carne de muerte o polvo enamorado.
No se si los besos se arrojan como dardos
o son  agua que humedece otros labios.
No sé si el tiempo empuja la esperanza
o lo fabrican los relojes
para estamparnos la muerte entre los ojos
y arruinar el futuro.
Han hecho de mi vida una pregunta
sin que nadie  responda.
Dudas y preguntas,
como un hormigón duro,
un cemento que bloquea las salidas.
Soy mi propia jaula.
Y una jaula este despacho
alfombrado de páginas brillantes,
de escritores lúcidos
que inventan definiciones
que dicen lo que somos,
lo que no somos,
lo que anhelamos ser,
lo que nunca seremos
y esta pasión inútil
que Sartre asignó
a la aventura trágica de estar
en el mundo, en el tiempo,
cerrados, clausurados,
doblados sobre nosotros mismos.
Seres-círculos concéntricos
iniciados, terminados, esféricos.
Libros convertidos en barreras,
en rejas, en fronteras que prohíben el paso.
Sólo esta ventana al mundo
donde no existe lo que existe,
donde son aire hueco los besos
porque no hay labios reales.
Vientres y muslos de plasma
que desprecian mi carne erecta,
mi piel tridimensional, relieve
frente a la existencia plana de la técnica.
Estoy, estás, está.
Presente de indicativo,
personas primera, segunda, tercera.
A lo mejor nunca personas,
sólo caprichos verbales
para no entender lo que decimos,
para perdernos sin encontrarnos nunca,
tejiendo y destejiendo,
para siempre hundidos,
inexistentes siempre.


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