lunes, 24 de febrero de 2014

INSOMNIO



Se me enredó la noche entre los párpados.
No pregunté siquiera
si había estrellas más allá de mis pupilas.
Crujía la luz que encerraba tu imagen
más allá de esa piedra
que pesaba en los ojos.
Supuse que eras tú
porque fueron tus labios
el último tacto
anterior a la noche anochecida.
Te pre-sentía
y analizaba el peso de tu cuerpo,
el peso aproximado de tus pechos
tantas veces clavados
como cerezas calientes
en mi aliento.
Supuse que eras tú
porque no sabía soñar otras caderas
si no eran tus caderas,
no imaginaba otro vientre
que imitara el roce de tu vientre.
Tú, detrás de esa noche enredada en los párpados,
más allá de ese insomnio,
paralela, tú,
haciéndome infinito,
creándome en tu abrazo,
alojada en mis sótanos.
No era insomnio tal vez.
Tal vez necesitaba lo imposible,
lo que no será nunca,
la realidad de tu piel
sobre mi piel caliente de deseo.
No fue insomnio.
Fue la urgencia inaplazable
de tenerte en mí,
de sentirme en ti,
recorriendo tus calles,
doblando tus esquinas,
insomne en la rubia hierba de tu pelo.


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