De smoking andaba la esperanza. Elegante la historia por avenidas anchas. Enero, 20. Kenia de colores pintados en el mapa. Hipostasiadas América y Africa. Celebrando una eucaristía laica. Obama presidiendo una orgía de ilusiones. El mundo se hizo negro y habitó entre nosotros. Cientos de millones de personas bendijeron la bondad de un juramento, de cierres de guantánamos indignos, de derechos proclamados, de guerras taponadas para cicatrizar hemorragias inútiles, de estómagos gritando el hambre de los niños, de justicia que proporcione agua a la madre tierra, espigas a los campos, sonrisas que le den elegancia a la existencia. Millones vivimos de esta forma ese 20 de enero.
Pero existen también deformadores profesionales, cirujanos de la alegría, anestesistas de la esperanza, maltratadores del futuro. Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, “está a favor del ‘matrimonio’ homosexual, de que parejas del mismo sexo adopten niños y de que en los colegios se explique a los menores de 10 años la existencia de parejas formadas por dos mujeres o dos hombres. Dejó claro durante su campaña que, si llegaba a la Casa Blanca, apoyaría al colectivo homosexual” “Tenemos que eliminar la discriminación hacia las familias lésbicas, gays, bisexuales y transexuales e implantar la equidad de trato en nuestras leyes”. El recién nombrado presidente apoya que se instruya a los alumnos de educación secundaria para que adopten un modo de pensar favorable a la homosexualidad. “La defensa de estas ideas por parte del reciente presidente de los Estados Unidos lo convierte en la personificación del diablo” Todo el entrecomillado pertenece a un artículo firmado por David Fresno y publicado en la revista ALBA, patrocinada por el arzobispado de Madrid, que lleva por tanto el respaldo bendito de Rouco Varela.
Una Iglesia excluyente, permanentemente obsesionada con el sexo, situada a espaldas de los problemas reales que musculan el esfuerzo de ser hombre, ajena a una justicia que termine con las desigualdades, con la sangría riqueza-miseria, no puede llamarse la iglesia de Jesús. Una Iglesia que desprecia a una parte de la humanidad por su orientación sexual, que la humilla y destruye, que la hace irreconciliable con el amor, que la arroja fuera de sí desde el orgullo abominable y anticristiano de una autoridad teocrática, no puede exigir que se la reconozca como heredera del Jesús condenado por un ordenamiento jurídico actual similar al de hace veinte siglos. A Jesús se le mató entonces y se le remata hoy porque algunos sufren lo que falta a su pasión. Mitras como lanzas clavándose en el costado desangrado de muchos. Iglesia llevando a Constantino en silla gestatoria. El Papa acogiendo fraternalmente a un Obispo que niega el holocausto, rehabilitando a cuatro Obispos lefebvrianos, que “comprende” a los pederastas y paga multas millonarias para librarlos de la cárcel, pero condena el amor, el proyecto de vida, el futuro enamorado de los homosexuales, se convierte en una relación mercantilista que cambia cielo por sufrimiento, lucidez por obediencia ciega, perdón por cepillos limosneros.
Exijo un Cristo desnudo, sin adherencias sacrílegas, para pasear mi pobreza por los pinares del mundo.
Pero existen también deformadores profesionales, cirujanos de la alegría, anestesistas de la esperanza, maltratadores del futuro. Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, “está a favor del ‘matrimonio’ homosexual, de que parejas del mismo sexo adopten niños y de que en los colegios se explique a los menores de 10 años la existencia de parejas formadas por dos mujeres o dos hombres. Dejó claro durante su campaña que, si llegaba a la Casa Blanca, apoyaría al colectivo homosexual” “Tenemos que eliminar la discriminación hacia las familias lésbicas, gays, bisexuales y transexuales e implantar la equidad de trato en nuestras leyes”. El recién nombrado presidente apoya que se instruya a los alumnos de educación secundaria para que adopten un modo de pensar favorable a la homosexualidad. “La defensa de estas ideas por parte del reciente presidente de los Estados Unidos lo convierte en la personificación del diablo” Todo el entrecomillado pertenece a un artículo firmado por David Fresno y publicado en la revista ALBA, patrocinada por el arzobispado de Madrid, que lleva por tanto el respaldo bendito de Rouco Varela.
Una Iglesia excluyente, permanentemente obsesionada con el sexo, situada a espaldas de los problemas reales que musculan el esfuerzo de ser hombre, ajena a una justicia que termine con las desigualdades, con la sangría riqueza-miseria, no puede llamarse la iglesia de Jesús. Una Iglesia que desprecia a una parte de la humanidad por su orientación sexual, que la humilla y destruye, que la hace irreconciliable con el amor, que la arroja fuera de sí desde el orgullo abominable y anticristiano de una autoridad teocrática, no puede exigir que se la reconozca como heredera del Jesús condenado por un ordenamiento jurídico actual similar al de hace veinte siglos. A Jesús se le mató entonces y se le remata hoy porque algunos sufren lo que falta a su pasión. Mitras como lanzas clavándose en el costado desangrado de muchos. Iglesia llevando a Constantino en silla gestatoria. El Papa acogiendo fraternalmente a un Obispo que niega el holocausto, rehabilitando a cuatro Obispos lefebvrianos, que “comprende” a los pederastas y paga multas millonarias para librarlos de la cárcel, pero condena el amor, el proyecto de vida, el futuro enamorado de los homosexuales, se convierte en una relación mercantilista que cambia cielo por sufrimiento, lucidez por obediencia ciega, perdón por cepillos limosneros.
Exijo un Cristo desnudo, sin adherencias sacrílegas, para pasear mi pobreza por los pinares del mundo.
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