jueves, 12 de febrero de 2015

PAN DE POBRE



Llevaba un trozo de tiempo entre los dientes
como un pan caliente,
como un beso recién puesto en tus labios.
Estaba hueco el tiempo
como tú,
como yo,
como la vida,
como la pregunta sin respuesta.
Estaba duro el tiempo
como un rencor,
como un odio,
como un desprecio.
Era incomprensible el tiempo
como una contradicción,
como un fin que no es el fin,
como un amor odiado.
El llevaba un trozo de tiempo entre los dientes
y mordía la alegría,
el desencanto,
el recuerdo,
el olvido.
No sabía que el pan solo
es pobreza de pobre,
olor a puerta de iglesia,
a mano tendida de uñas sucias.
No sabía que el pan solo
no acaricia porque raspa,
no besa porque son labios de suburbio,
no toca un vientre
porque es delicadeza reservada
a bocas con implantes de lujos y anestesias.
Llevaba un trozo de pan entre los dientes
con miedo de que se acabe,
con miedo a que se lo roben,
con miedo a que alguien lo mire
por encima de su riqueza.
No lleva un trozo de pan entre los dientes.
Huele su cadáver a tetrabik,
a don simón,
a picadura sin filtro.
Se ha quedado de perfil en la acera,
en la puerta de una iglesia.
Los pájaros recuerdan  su migas solidarias
y han venido a terminar su pan de tiempo
y esos trocitos que dejó a propósito
por si vuelve algún día
no perder el camino,
por si de nuevo puede

poner un pedazo de alegría entre sus dientes.

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