MERKEL YA NO ES VIRGEN
Los señores importantes estaban de rodillas. Esperaban
una aparición mariana. Pero ellos no eran de los de boina, refajo y zuecos como
los pastorcillos de siempre. Los señores importantes preferían chaqué. Estaban
de rodillas como los de Cova de Iría o Lourdes, pero con chaqué. Hay que dejar
claras las diferencias entre pobres por castigo de dios e importantes por
la gracia de dios.
Los señores importantes llevaban las manos llenas de
bancos, de empresas importantes, de multinacionales, de Ibex treinta y tantos,
de importaciones y exportaciones. Era la ofrenda que irían depositando a los
pies de esa vestal germánica llamada
Merkel.
Los señores importantes fueron desfilando uno a uno y
recibiendo sumisos los latigazos correspondientes al humor crematístico de la
diosa. Ella entregaba a un esclavo del Banco Central Europeo, del Fondo
Monetario Internacional los bancos, las
multinacionales, las importaciones-exportaciones. Se manchaban de sangre los
chaqués, sangre de hambre, de despidos, de desahucios, de enfermos terminales
que deben cumplir con su deber de terminar, de viejos que estorban al déficit,
de futuros sin esperanza, de esperanzas sin futuro, de enfermos convertidos en
mercancía, de niños que tal vez nunca serán niños.
Los señores importantes reciben el mensaje: vuestros
pueblos son malos, pecan comprando coches, viviendas, comiendo, calzando,
vistiendo por encima de sus posibilidades. No les habéis inculcado que los
pobres deben de serlo por voluntad divina y que es también voluntad divina que
sólo unos pocos disfruten de este mundo.
Los señores importantes gozan de un orgasmo con chaqué
con esa ofrenda depositada delante de la emperatriz germana. Ella lanza el
oráculo más definitivo: La entrega que me hacéis debe estar envuelta en la
dignidad. No busco tanto pueblos
dispuestos a inmolarse ante mi altar. Deben tomar conciencia de mi
superioridad. Deben tomar conciencia de su situación de esclavitud. Y para eso
es urgente que renuncien a su dignidad. El Papa Francisco le había dicho a ella
que los gobernantes debían estar especialmente preocupados por los pobres. Pero
la banca, la prima de riesgo, los intereses, el pago de la deuda tenían
primacía en su quehacer de líder de la miseria.
Y los señores importantes, elegidos para defender a
sus ciudadanos, recaudaron dignidad. Fueron de puerta en puerta exigiendo a los
ciudadanos una rendición ante la economía. Por encima de todo estaba el dinero.
Y les argumentaron que no había más soluciones que la dignidad para aplacar la
furia divina. No había otros caminos por más que economistas de prestigio
profetizaran una y otra vez que el sistema elegido empobrecía, creaba paro,
destrozaba la economía por falta de consumo. Todos esos elementos eran partes
del todo de la dignidad exigida y dejada a los pies de aquella deidad.
Los señores importantes disponían del miedo. Era un
inyectable que debía administrarse en cantidades no cuantificables. Cuanto más
miedo mejor. Ayudaba eficazmente a reducir la dignidad. Miedo a manifestarse,
miedo a reclamar sus derechos, miedo a exigir un salario digno, un horario
establecido en convenios, una indemnización digna si era despedido, derecho a
una vivienda, a una educación. Pero los señores importantes castigaban las
huelgas, facilitaban el despido a gusto del consumidor, los desahucios como
ayuda a los bancos considerados benefactores de la humanidad, a la medicina
privada ofreciendo el dolor a precio de mercadillo, rebajando los sueldos para
resultar competitivos, trabajando horas y horas sin pagar para progresar como
los chinos, con muchos menos derechos y un crecimiento exponencial de
obligaciones. No se trata de crear trabajo a la antigua usanza. Se trata de que
produzcan mucho para beneficios de pocos, con salarios como limosnas, con Laponia
incluida por si alguno exige el fruto de sus espaldas. Se implanta la teoría de
que el empresario da de comer a tantas familias en lugar de admitir que esas
tantas familias son las que proporcionan la langosta al empresario, el
mantenimiento de su empresa, el yate en Marbella y las putas con lencería de
seda.
Me emocionó ver Madrid lleno de gente pidiendo
dignidad. Una rebelión pacífica pidiendo dignidad. Porque estos pueblos del sur
están por encima del pan, del trabajo, del tiempo suficientemente libre de
cansancio para besar a sus hijos, para acariciarse entre parejas, para vivir la
plenitud de sus carnes como quien recupera un paraíso. Fue lo primero que
exigió la diosa germana. Los señores importantes sabían que la falta de todo
era un medio eficaz para arrancar la dignidad y convertir en esclavos a hombres
y mujeres que eran portadores de humanidad. Cuando un pueblo tiene que exigir
la devolución de su dignidad es porque le sale la miseria más íntima por los
ojos. No sé si se puede jugar con el estómago, la vivienda, la enfermedad. Pero
con la libertad y la dignidad, nunca.
Cuando los señores importantes están postrados ante la
diosa Merkel, deberían pensar en esto. Alguien tiene que decirle que pisotear
la dignidad puede acarrear consecuencias impensables.
Los señores importantes deben saber que cuando nuestra
señora Merkel exige la dignidad de los pueblos, ella pierde la virginidad del
respeto. Y entonces…
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