viernes, 6 de febrero de 2015

MI ORDENADOR


Empezó la amistad hace tiempo. Mi ordenador y yo somos amigos. Nos contamos nuestras cosas. Nos decimos secretos al oído. Nos citamos a una hora concreta para hablarnos.

Mi ordenador es también mi Celestina. Cuando lo abro por la mañana, me mira los ojos, los labios, las manos, y sabe exactamente lo que busco cada amanecer.

Hoy muestra una sonrisa tierna. Después de tocarme el alma, me ha preguntado qué busco, qué necesito. Le grito y me pide silencio. El sabe sin que le grite. Pregunta porque es su obligación de máquina, pero ha leído en mis labios que tengo un manojo de besos, que urgen unos labios húmedos, entreabiertos, para que esos besos no se marchiten. Ay, tus manos, tus manos, me dice. Sabe que buscan unos pechos erizados, que se claven al contacto de mi lengua. Desean un vientre donde descansar, donde tocar la piel más delicada, que marca el camino hacia la arboleda de ese monte donde enredar los dedos  en la yedra fresca. Y esa ventana abierta por donde mi vida puesta en pie, quiere encontrar el túnel luminoso que va a los adentros más interiores. Allí está la ternura, la belleza, la delicadeza. Allí se riegan las caricias más hermosas, la complicidad más despierta. Desde allí se arquea la espalda, se llena de latidos y florece el tacto con manos de algodón.

Miro a mi ordenador. Ha bajado los ojos y decide dejar su labor. Imagina, me dice. Ha encontrado el camino tu hombría vertical. Sientes otras manos que hacen camino, que peregrinan por tu piel, que tiene los labios calientes de tanto beso acumulado. Ya no tengo nada que hacer, me dice mi ordenador. Ahora podeis deciros los que nunca decís, hacer de la palabra la hermosura que es, convertir en poema cada sílaba, en caricia, en tacto. Me voy en busca de mi internet, de mis megas, de los mensajes de cariño que se mandan otros enamorados. Tengo mucho trabajo. Tú has sido el primero por madrugador, porque tenían prisa tus labios, tus manos, tu hombría. Ahora debo irme. Ya estais en el mismo banco, frente al mismo mar, frente al infinito.

Y mi ordenador se va despacio, con cansancio tal vez, tal vez reflexionando, pero con la fuerza suficiente para echar una mano a otros corazones que andan por ahí vagando, buscando, buscando, buscando porque el ser humano es sólo una búsqueda.


Le dije adiós con la mano. Ahora estoy contigo frente al mundo. Ah, se me olvidaba. Traigo besos para tu espalda.

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