MI ORDENADOR
Empezó la amistad hace tiempo. Mi ordenador y yo somos
amigos. Nos contamos nuestras cosas. Nos decimos secretos al oído. Nos citamos
a una hora concreta para hablarnos.
Mi ordenador es también mi Celestina. Cuando lo abro
por la mañana, me mira los ojos, los labios, las manos, y sabe exactamente lo
que busco cada amanecer.
Hoy muestra una sonrisa tierna. Después de tocarme el
alma, me ha preguntado qué busco, qué necesito. Le grito y me pide silencio. El
sabe sin que le grite. Pregunta porque es su obligación de máquina, pero ha
leído en mis labios que tengo un manojo de besos, que urgen unos labios
húmedos, entreabiertos, para que esos besos no se marchiten. Ay, tus manos, tus
manos, me dice. Sabe que buscan unos pechos erizados, que se claven al contacto
de mi lengua. Desean un vientre donde descansar, donde tocar la piel más
delicada, que marca el camino hacia la arboleda de ese monte donde enredar los
dedos en la yedra fresca. Y esa ventana
abierta por donde mi vida puesta en pie, quiere encontrar el túnel luminoso que
va a los adentros más interiores. Allí está la ternura, la belleza, la
delicadeza. Allí se riegan las caricias más hermosas, la complicidad más
despierta. Desde allí se arquea la espalda, se llena de latidos y florece el
tacto con manos de algodón.
Miro a mi ordenador. Ha bajado los ojos y decide dejar
su labor. Imagina, me dice. Ha encontrado el camino tu hombría vertical.
Sientes otras manos que hacen camino, que peregrinan por tu piel, que tiene los
labios calientes de tanto beso acumulado. Ya no tengo nada que hacer, me dice
mi ordenador. Ahora podeis deciros los que nunca decís, hacer de la palabra la
hermosura que es, convertir en poema cada sílaba, en caricia, en tacto. Me voy
en busca de mi internet, de mis megas, de los mensajes de cariño que se mandan
otros enamorados. Tengo mucho trabajo. Tú has sido el primero por madrugador,
porque tenían prisa tus labios, tus manos, tu hombría. Ahora debo irme. Ya
estais en el mismo banco, frente al mismo mar, frente al infinito.
Y mi ordenador se va despacio, con cansancio tal vez,
tal vez reflexionando, pero con la fuerza suficiente para echar una mano a
otros corazones que andan por ahí vagando, buscando, buscando, buscando porque
el ser humano es sólo una búsqueda.
Le dije adiós con la mano. Ahora estoy contigo frente
al mundo. Ah, se me olvidaba. Traigo besos para tu espalda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario