miércoles, 14 de septiembre de 2011

CRISIS O COARTADA

Allá, por dos mil ocho. Asomaba la crisis. Elecciones en España. Triunfó Zapatero frente a un Rajoy con enfisema electoral. Silencio sobre aquella criatura que nos nacía de las hipotecas basura. Las grandes entidades financieras la habían calculado al milímetro. Estaba bien diagramada, como el hambre, como las guerras. A la historia sucia de los banqueros le falta espontaneidad. En la maqueta de los bolsillos puede verse la realidad posterior. Quebró la vida como estaba previsto. Temblaron los ricos, aunque sabían que todos les echarían una mano porque sin ricos no podemos seguir viviendo. Y apareció la crisis en todo su esplendor.

Vinieron los grandes visionarios y las visionarias soluciones. Hay que refundar el capitalismo. Los reunidos estaban de acuerdo aunque se hacía señales por debajo de la mesa. El capitalismo, como sistema de explotación, no puede ser refundado. Desembocaría en el mismo delta que el presente. Tal vez un cambio estético. Ni siquiera un eufemismo en una época tan dada a ellos. Ya no existen viejos, sino tercera edad. No hay obreros, son trabajadores. No existen jefes, son ejecutivos.

Existe la crisis. Está ahí, ahogando, triturando, amortajando a los de siempre. Se venden más coches de lujo. Se desahucia de sus viviendas todos los días a cientos. Hay que fiar el pan, la leche, el aceite. Como en aquellos tiempos. Los pobres no tienen para el bonobús. Los ricos se desplazan en porsche. Los bancos recibieron millones, y sanearon sus cuentas. Embargan a quienes les deben veinte mil euros de hipoteca y reparten grandes cantidades entre sus puestos directivos. Mi amigo médico me decía: “sólo quedan las armas” Y yo: no, querido, todavía nos queda la palabra. Me da miedo saber quién tiene la razón.

Y a la crisis le nacieron los recortes. Por estricta necesidad. ¿O por coartada? . Es insostenible el estado de bienestar. Lo proclaman algunos con cierta sonrisa interior porque en el fondo ven desmoronarse algo con lo que nunca estuvieron de acuerdo. El estado de bienestar no es un regalo de los gobiernos. Es algo parido generación tras generación. La Constitución española aprobada por todos -¿por todos?- impuso a los gobiernos el deber imperioso de promoverlo como derecho de la ciudadanía. Y si queremos cumplir el mandato constitucional, ninguna autoridad puede suprimir ese derecho. Por supuesto el estado del bienestar se recorta o suprime para los pobres.

La crisis-recortes está ahí. Admitámoslo. Admitamos suplir el cinturón por los tirantes. La liposucción no es un adelgazamiento por igual. Afecta sólo a aquellas zonas corporales que no son vitales para seguir en el camino. En el cuerpo social se podrán retocar muchas zonas, pero nunca la enseñanza, la sanidad y los servicios sociales.

Privatizar es cambiar un servicio por un negocio. La diferencia es clara. Cuanta menos enseñanza pública haya, más posibilidades tendrá la privada. Cuanta menos asistencia sanitaria se preste, más ganancias en la cuenta de resultados de quien lleve la gestión y más necesidad de las coberturas privadas. Cuantos menos servicios sociales más ganarán las empresas que los presten, aunque sea a más alto precio.

La derecha, por una convicción liberal de la economía, siempre ha abogado por dejar en manos privadas lo público. El mercado se regula solo, dicen. Y ese mercado regulado por sí mismo nos ha traído la crisis que tenemos y que aplasta a los más necesitados. Es verdad que también la izquierda ha privatizado, pero nunca servicios esenciales. Sí la derecha. Madrid, por ejemplo, tiene encomendada la gestión hospitalaria a empresas privadas. Regala noventa millones de euros a la enseñanza privada y desgrava a las familias que lleva a sus hijos a esos colegios. Lucía Figar regala terrenos para la construcción de colegios privados y promete fondos públicos para su mantenimiento. Mientras tanto se despide a multitud de profesores. Igualmente a castilla La Mancha. En Baleares se eliminan liberados sindicales, con lo cual se estrechan los controles de la gestión. Y así en todas las comunidades donde ganó las elecciones el Partido Popular.

¿Crisis o coartada?

1 comentario:

pcjamilena dijo...

Hace muchos años, en mi juventud, escuché por primera vez la frase hecha sobre que: “gracias a los poderosos de la tierra cuando se dignaban a construir grandes edificaciones, los pobres podían trabajar y comer”. Creo que no era así la frase pero el significado que de ella saqué lo interpreté de ese modo.

Han pasado algunas décadas y esa misma idea sigue vigente. Basta escuchar a muchos comentaristas, tertulianos, formadores de opinión que vienen a defender lo mismo sobre: hacernos creer que las grandes riquezas están para quitar el hambre del mundo y son las que crean empleo. Por lo tanto hay que dejarlas tranquilas y no importunarlas porque sería peor.

Como pocas veces los responsables de tales riquezas, no suelen aparecer mucho por los medios y poder oídselo decir. Son otros los encargados de ilustrarnos de las ventajas y desventajas, o sea, indirectamente sus portavoces. Por lo que tengo todo el derecho del mundo a pensar, expresar y creer... lo que me de la gana. “Será que como hay muchísimos pobres y poquísimos ricos es mejor repartir la carga entre más gente mejor”.

Muy bueno lo suyo maestro, como siempre. Un abrazo.