Nos chorrea la democracia por todas partes. La dignidad del pueblo hasta emborracha. La grandeza de la ciudadanía nos ensancha la existencia. Así de grande es Europa. Acogedora como una sombra ancha, reconfortante, reconstituyente. A España le costó llegar. Reservado el derecho de admisión, decían los Pirineos. No se admiten dictaduras, botas acharoladas, sables toledanos como guillotinas. Nos hicieron esperar. Tuvimos que demostrar que existía Cuelgamuros, que era suficiente granito, que Tejero era un títere circense, eso, sólo eso. Que nuestras calles olían a libertad, a constitución, a elecciones libres. Tuvimos que convencer que el pueblo era el pueblo, que ya vivíamos sin miedo, que los Pirineos no eran frontera, sino balcón para mirar de igual a igual a Europa. Felipe González, Fernando Morán, Manolo Marín. Aquella tarde convertida en fecha. Ya éramos Europa.
Grecia enterró a sus coroneles. En su vientre con siglos nació la democracia. La irradió por el mundo. Se echó a andar por la historia fecundando quehaceres nacionales. Convocando a los esclavos a su dignidad de ciudadanos. Desbancando dioses con cetros de omnipotencia y pregonando que el ser humano es un valor en sí mismo, que su responsabilidad es hacedora de libertad, de pueblo creador, responsable de su historia. Grecia nos gritó que podemos ser lo que decidamos ser, sin delegaciones divinas de poder, con una horizontalidad propia, con una autonomía intransferible.
Grecia también es Europa. Europa fue mercado común. Sonaba mal. Tendemos a los eufemismos. Unión europea es más elegante, pero sigue siendo mercado. Pueblos libres de dictaduras, pero sometidas a la dictadura del dinero. Europa es dinero. Lo sabe Grecia democrática pisoteada por el euro. Con euro no somos nada. Sin euro tampoco. ¿Qué somos en realidad? Nuestra libertad, nuestra autonomía vendida por un plato de lentejas. Estómagos alimentados de reflujo, sólo reflujo, digiriendo el FMI y a Trichet provisional hasta que aparezca Draghi.
Grecia sometida, arrodillada. Europa impone. Que se lo pregunten a Zapatero. Gobiernos dedicados a podar derechos, beneficios sociales, conquistas, estados de bienestar. Europa amándose a sí misma. Odiándose a sí misma. Esquizofrenia íntima, dolorosa, punzante. Aprobando medidas contra el pueblo, contra los viejos, contra los trabajadores. Rato cobrando 10 millones de euros. Francisco González una vejez de 80 millones. Los demás tocan a cuatrocientos, quinientos hasta fin de mes, con luz y teléfono incluido, auxilio social casi, comiendo misericordia de monjitas con tocas virginales.
Rezándole a Santa Europa los gobiernos. En la calle, pedradas, intifada de pobres, antidisturbios. Sintagma ardiendo, Sol quemándose. Catalunya, Valencia. Todos a la defensiva. Pueblos con un poder expropiado. Los Parlamentos aprobando lo que los pueblos desaprueban. Uno se pregunta por la verdadera democracia, por la voluntad de esa mayoría votante. ¿Puede un Parlamente votar en contra de lo que quiere el pueblo? ¿Con qué autoridad lo hace? ¿No es una contradicción in terminis? ¿Quién firmó un cheque en blanco?
Los Parlamentos deciden. Los ciudadanos aguantan. Los políticos se arrogan el poder que les viene de abajo. Europa no puede otorgar aquello que no le pertenece. Europa manda dictatorialmente. Ha vuelto a ser mercado, lo que siempre fue, aunque ahora la llamen unión en términos fariseos.
Todos somos pueblo. Responsables de nuestro destino. Decididos a no aguantar la casta que dice ser superior. Europa exige. Los mercados exigen. ¿Y los pueblos?
Ya no podemos ser españoles, griegos, portugueses sin Europa. Tampoco podemos serlo con ella. ¿Qué somos?
1 comentario:
Ay, mi querido Rafael, la Desunión europea se empeña en que no seamos nada. No nos dejan ni la dignidad de ser humanos, sólo humanos, demasiado humanos...
No queremos euros, tan solo dignidad y libertad. Que no nos lapiden lo más íntimo de nuestro ser.
Qué paradoja. La cuna de la democracia sin democracia. Engullidos por Merkel y Sarkocy.
El Sur continua degollando derechos a los más pobres, Portugal e Italia lo anuncian. De inmediato vamos nosotros.
Desalientos y tristezas en días tristes.
Un beso con mi cariño.
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