¿Se acuerdan? Pasaba en el Reino Unido. Margaret paseaba por el mundo del brazo de Reegan, tomaba por la cintura a Pinochet y era una orgullosa ex novia de Franco. Se encaró a los sindicatos sin que nadie le partiera la cara. Un día los obreros se marcharon a casa a besar a sus mujeres y comer una carne de segunda. Se retomaron la metalurgia, las minas, los astilleros. Margaret se arregló la pamela y se fue a tomar el té con un viejo actor de cine, un asaltante del Palacio de la Moneda y a rezar a Cuelgamuros por la eterna, para siempre eterna quietud de un palio con sangre dentro.
A lo mejor no vive en el quinto. Se ha mudado. Angela se llama ahora. Pareja de Sarkozy y domadora de mandatarios europeos. Los ha vencido a todos, Se han vuelto a casa para decir que el despido debe abaratarse, que hay que repensar la edad de jubilación, que la sanidad para quien la pague, que las pensiones son un lujo para viejos no productivos, que los bancos están por encima de los derechos elementales del hombre, que el euro es el dios laico al que hay que honrar sobre todas las cosas. La primacía de la moneda, la tranquilidad de los banqueros y multinacionales la llevan en su cuadriga. Mira a un lado, al otro. Allí están los súbditos, antes ciudadanos europeos, arrodillados, la manos extendidas, una limosnita por amor del euro, que el dios-banco se lo premiará. Y ella impartiendo, urbi et orbi, su perfil de acero. Con el orgullo de que en sus dominios sólo su voluntad se impone. Sólo la suya.
Europa guerrera con millones de muertos. Dictaduras insaciables. Ha sido la vergüenza del mundo por holocaustos inhumanos. Pero ha salido triunfante, a costa de que la muerte y la sangre sean un triunfo. Pero Europa está de rodilla ante el dios más exigente y más repugnante de su historia: la moneda. Empitonados los obreros. Viejos que necesitan ser más viejos para tener un poco de oxígeno que llevarse a los pulmones. Desahuciado el mundo de su propia casa. Hombres, mujeres y niños en el inmenso orfanato. Porque ya nadie tiene padre. Porque sienten asco las madres de procrear hijos para abandonarlos en las puertas de un INEM casi cósmico. ¿Qué fue de la alegría, de los besos pariendo lunas de risa, del trabajo como colaboración en la resurrección del mundo? Angela lo ha reservado para unos pocos. Todos firmando el pacto del euro. Después que cada uno se arregle con sus pobres. Ella va victoriosa porque ya no vive en el quinto, porque no necesita llamarse Margaret.
Más de dos millones de españoles pasan hambre. Por los caminos sin casa, sin trabajo por millones, viejos con la vergüenza de ser viejos, trabajadores arrastrando la inutilidad de manos vacías, mientras los banqueros del mundo causantes de la crisis aumentan sus sueldos en un 36%. No ha valido la pena ser honrado. Sólo los truhanes poseerán la tierra.
Sin embargo es siempre necesaria la esperanza en lo auténticamente humano. La esperanza no es pasividad en la acción, ni refugio de cobardes. El dinero ciertamente mueve el mundo. La vida gira en torno al amor. La capacidad de amar es el muro contra el que se estrellarán los tronos de los ladrones elegantes. El hombre siempre triunfa sobre su propia maldad. Los ricos hacen las guerras. Los pobres, las revoluciones. La esperanza es un empeño en el quehacer del mundo, en su habitabilidad, en su capacidad de acogida. La juventud no está dispuesta a la sumisión. Es un olivo de sombra grande, de cosecha abundante, de ramas preñadas de ternura para que el mundo roce la alegría del mañana.
La indignación ha nacido. El beso de una pareja entre balas antidisturbios, es el triunfo de la gloria sobre la muerte.
2 comentarios:
Qué genial eres, querido mío.
Tu hombría preña las palabras de verdad hermosa.
Ninguna Margaret, ni Ángela, ni María Dolores, ni Esperanza, ni Soraya, ni Rita...podrían jamás alcanzar la dignidad que tú les otorgas con sólo nombrarlas.
Besos.
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