…Y UN POQUITO DE MI
Estamos en campaña electoral. Quienes aspiran a
gobernar los próximos cuatro años se asoman a la pantalla y nos proponen que
compremos su programas porque prometen crear empleo, ayudar a los dependientes
como se merecen, un puñado de euros para los que ya olvidaron lo que es el
euro, inversiones en educación y sanidad, en investigación, en energías
renovables,
en limpieza medio ambiental, en pensiones y terminan
pidiendo el voto porque estas promesas son el remedio a las malas prácticas de
quienes nos han gobernado y PORQUE TIENEN UN POQUITO DE MI. Más guapos, más
feos, con barba, sin barba, más Emidio Tucci o Alcampo, todos muestran su
rostro y proclaman que la política TIENE UN POQUITO DE MI. Y entonces uno
piensa que todo se ha convertido en propaganda como la de esos
electrodomésticos que guardan algo de esa muchacha guapa, de ese chico guapo
que nos muestra un frigorífico tan elegante que daría cierto miedo abrir sus
puertas por temor a rayarlos y destrozar su hermosura metálica.
El país se ha desangrado durante los cuatro últimos
años. Todo lo que en esta campaña resulta que es urgentemente mejorable es
porque con anterioridad se han encargado de destruirlo los mismos que hoy nos
prometen el paraíso idílico con manzanas pero sin serpientes. Teníamos un
cierto estado de bienestar. Estábamos orgullosos de nuestra sanidad y de
nuestros profesionales en todos los campos de la medicina. Y podemos seguir
estándolo. Pero cuando se cierra un número elevado de camas, se premia al médico
que menos receta o pide menos pruebas, se niega la asistencia médica a los que
carecen de un plástico que los legaliza, se tiene una ministra que da una
conferencia de prensa sobre el ébola y tiene que obligar a dar explicaciones a
sus subordinados porque ella está ocupada en comprar globos y alquilar payasos
para los cumpleaños de sus hijos, la sanidad se convierte en casas de socorro
como las de entonces cuando el ayer vestía uniforme.
Cuando la enseñanza se confía a un hombre cuya
aspiración última es españolizar a los niños catalanes y vivir en una hermosa casa de París, se está
inyectando veneno al Informe Pisa.
Cuando la justicia la conduce un Gallardón que se
encarga de dar el visto bueno a las mujeres que son madres y a condenar a la
nada a las que no lo son, que impone la
cadena perpetua (él la llama revisable) a ciertos delitos en lugar de ofertar
una oportunidad de regeneración existencial y le preocupan las células madre
como si fuera un ministro mitrado y se prohíbe el ejercicio de la justicia
universal porque hay que reconocer que los chinos tienen el monopolio de las
ejecuciones, cuando ese ministro está obsesionado más con la muerte que con la
vida, se diría que parece ser que explota una empresa de ataúdes. Y entonces
vida y muerte se desprecian bajo el eufemismo de los no-nacidos y se olvida de
los nacidos con problemas físicos o síquicos.
Cuando un gobierno entero desmiente al pueblo que lo
eligió y asegura que ya no hay paro, que eso de que hay hambre son invenciones
demagógicas de Caritas o de partidos chavistas, de que ya nadie habla de empleo
porque se han creado miles y miles de puestos de trabajo, que Bárcenas y
Granados son delincuentes brotados por generación espontánea, que se destruyen
discos duros para aprovechar el resto del ordenador y se paga en negro la
rehabilitación de la zona noble de la propia sede mientras se le pasa una
inspección de hacienda al fontanero que desatascó el lavabo de casa de su
suegra, se dice alto y claro que Monedero es el Bárcenas de Podemos (Eduardo
Inda dixit) y por eso –sigue afirmando el unineuronal Inda- no se pueden
construir hospitales, ni carreteras ni escuelas, cuando se defiende la honradez
intocable de Aguirre porque no se ha llevado un euro pero no se le reconoce la
corrupción que entraña la mentira, la doble vara de medir, la capacidad de
desprecio de la sexagenaria, uno llega a la conclusión de que Mariano pide el
voto para su programa PORQUE TIENE UN POQUITO DE MI.
Y se teme a la abstención y preocupa la falta de
interés y de compromiso político, la no implicación de la ciudadanía en el
quehacer constructivo de la sociedad. Y escuece esa visión simplista de que
todos son iguales, de que todos pretenden lo mismo, de que todos buscan amasar
dinero. Y es una visión simplista pero tiene cierto fundamento. Porque si se
puede engañar prometiendo lo que de antemano se sabe que no se va a cumplir y
uno se presenta con inocencia de primera comunión después de estar crucificado
como el mal ladrón, uno es el responsable de esa apatía política que parece
añorar una dictadura.
Ahí están nuestros políticos. Ofreciendo lavadoras
brillantes, pletóricas de tecnología moderna, frigoríficos último modelo que
cumplen con todos los requisitos exigidos. Gracias por comprar lo que ofrecemos
–dicen- porque además TIENEN UN POQUITO DE MI.
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