lunes, 10 de agosto de 2015

EL MERCADILLO


Van por los pueblos. El lunes en…el martes en…el miércoles en…Y así gira ese mundo que me resulta extraño. Hombres y mujeres que se visten de humor cada mañana, cargan la furgoneta de ilusiones y montan su tenderete. Despliegan su voz de sopranos y barítonos y regalan tres bragas por el precio de una, dos kilos de naranjas valencianas por el precio de medio, y dos pares de zapatos estilo Leticia-reina por apenas tres euros cincuenta. Y ellos entonan piropos al relieve de unos pechos que pasan delante y ellas te llaman guapo como si fueras un gran poder sevillano. Toca los lunes, los martes, los miércoles.

Cada cuatro años los políticos guardan la maquinilla de afeitar, tres bóxer y el desodorante que no te abandona. Algunos hasta llevan labios de repuesto porque besan a todo el que les brinde su rostro. Los paisanos abrazan fuerte y ellas admiran y algunas hasta sueñan orgasmos políticos. Y los niños en alto como si el líder fuera en la carroza de la Blanca Paloma, como si rozándolos los inscribieran como ministros en el Boletín Oficial del Estado.

Cada cuatro años los políticos montan y desmontan su mercadillo. Llevan sus furgonetas cargadas de promesas. No importa la posibilidad de cumplirlas, no hay que preocuparse de lo que se prometió. Cargan también las del sótano, aquellas de hace tiempo, las que se arrinconaron. Ahora se las envuelve en  la hipocresía de la crisis y pueden servir. Pensiones, dependencia, becas, vivienda. Se duermen cada noche con la Constitución sobre la cara y al día siguiente la invocan como las sagradas escrituras de la democracia. Todos los que llegan al poder llevan la Constitución en un armón de caballos jerezanos. Más que una entronización de derechos parece el cortejo fúnebre y solemne de un enterramiento. Pero de momento se puede usar. Un beso a un bebé,  una alusión a una mandamiento constitucional y es un voto seguro. Tres promesas al precio de una. Como las bragas del mercadillo, como los slips del mercadillo, como las naranjas del mercadillo.

Padecimos una herencia envenenada. Mal las exportaciones, mal el paro, mal los derechos homosexuales, mal las mujeres que incluso llegaron a creerse dueñas de sus cuerpos, de su vientre, de su sexo. Mal los viejos que se llamaban tercera edad porque les habían subido sustanciosamente sus pensiones, pero que debían recobrar su conciencia de simples viejos, que incluso son el problema del crecimiento negativo, un estorbo para la Gerente del F.M.I. Mal los trabajadores que tenían derechos de horario, de sindicación, de reunión, de huelga. Y tuvimos que abrir mercados y exportar camareros, y engañar las lista de parados para que se viera que habíamos creado empleo, y a las mujeres les recomendamos que para ser mujeres de verdad deben ser madres, y planchar las camisas, y limpiar los zapatos y abrir las piernas porque nuestros machos, que diría Queipo de Llano, deben tener la oportunidad de demostrar que son machos-machos, y que los jubilados son realmente viejos improductivos.

Y cada día montan el tenderete. Y venden promesas a bajo precio. No mirar tanto al pasado, sino al porvenir  (no confundir con futuro). Y repetir que se han hecho leyes contra la corrupción. Leyes fuertes que no permitirán al presidente animar a los Bárcenas, recomendar que sean fuertes, prometerles que se hará todo lo que se pueda, que se romperán los discos duros de los ordenadores pero será sólo para reciclarlos y en modo alguno para ocultarlos a la justicia, y que María Dolores ya no hará nada en diferido, sino al contado y que los plasmas tendrán mayores dimensiones para que todos los vean, y que la ley mordaza se llamará ley de sellados labiales que queda más fino.

Y  no olvidemos a Venezuela. Los españoles tenemos papel perfumado porque el estado de bienestar que se ha aumentado exige una higiene olorosa. En Venezuela tienen piedras y Marhuenda dice que es mucho más incómoda la piedra que el papel de periódico de La Razón. Inda por fin nos ha convencido que Monedero es el Bárcenas de partidos radicales, chavistas, amigos de ETA según confirma Esperanza que es un lince en cuanto te mira a los ojos y sabe distinguir un talento de un granados.

Y detrás va el coche escoba para recoger los vómitos que a muchos les produce la corrupción. Cuánta indignación, “flipación” repugnancia, rechazo. Ciertos estómagos no aguantan. Y eso que se han tomado un olvido, un desconocimiento, un no-saber quién era Luis, Francisco, Gerardo, Rodrigo…


Hoy nos toca mercadillo. A ver si me llega el sueldo y nos compramos bragas, slips y papel sin perfumar que siempre será mejor que la piedra de Venezuela.

No hay comentarios: